Elysium



Raciel Martínez nos habla de la evolución del cine del director sudafricano Blomkamp; su más reciente película Elysium, protagonizada por Matt Damon y Jodie Foster es prueba de ello.
Es tan generoso el discurso de la ciencia-ficción –por ser tan poliédrico en sus eventuales contenidos– que ha estimulado el desarrollo de un cine de autor, no obstante estar replegadas muchas de las películas a un sistema mercadológico de producciones para consumo de verano (aunque, habrá que decirlo, es el género menos maleado por las fórmulas facilistas).
Observamos esta bondad poliédrica de la ciencia-ficción en un director como Ridley Scott, que tejió entre Blade runner, Alien, el octavo pasajero y Prometeo todo un discurso romántico con una estética muy peculiar en donde las atmósferas son planteadas desde el artificio con ecos de canon artístico y de la cultura de masas.
Otro caso, me atrevo a decir que paradigmático, es Guillermo del Toro, quien con Titanes del Pacífico comprueba que, a pesar de filmar en un formato de blockbuster, registra un sello particular con resonancias neobarrocas y con una factura impecable.
En este sentido, Elysium muestra a otro director que, desde su primera película, dio pistas de ser un creador total que impone un estilo, en aparente contradicción, por ligar elementos diametralmente opuestos que sirven de base para sistemas de producción cinematográfica enfrentados con enormes diferencias: una maquinaria industrial y un cine independiente. Y es que, revisemos Elysium bajo el enfoque de un estilo contradictorio, cómo es posible que un género como la ciencia-ficción, que demanda un elevado estándar de producción para garantizar la credulidad, se combine con un método de cámara al hombro como si fuese un documental o reportaje periodístico, tal y como lo hace el director Neill Blomkamp.
Blomkamp es un joven nacido en Johannesburgo, Sudáfrica, que desarrolló su carrera profesional en Vancouver, Canadá. Blomkamp es un cineasta con amplia experiencia previa a sus dos largometrajes. Ha filmado cuatro cortometrajes (Tetra Vaal, Alive in Joburg, Tempbot y Yellow), de uno de ellos derivó su primer película, Sector 9, producida por Peter Jackson, creador de la saga de El señor de los anillos. Asimismo, tiene en su cauda curricular un palmarés publicitario integrado con anuncios de Gatorade, Citroën y Nike. Además se distingue por implementar su discurso con las nuevas tendencias tecnológicas, como la animación 3D. En 2010 dirigió un video en formato del Ipad para Wired.
Sector 9 es un filme que despertó expectativas favorables. Es una combinación de elementos, muchos de ellos precarios, sin grandes pretensiones. Exhibe una trama inteligente repleta de tipos extravagantes y con un trasfondo posmoderno en donde, de forma irreverente, se burlaba de la corrección política en torno al multiculturalismo con un juego perspicaz acerca de la otredad, tópico tan manejado en los discursos de serie B desde hace años previo a las políticas públicas que atienden el acomodo nacional de los flujos migratorios.
En Elysium, aunque ya no conserva el humor negro de Sector 9, prevalece la huella estética de Blomkamp. Es más, prevalece un estilo raramente realista en donde los ghettos se aprecian como si estuviésemos en una película documental. A Blomkamp le es suficiente el paisaje de villa miseria de Iztapalapa, del Distrito Federal, para presentar un universo postapocalíptico. Elysium en esta parte contextualiza la historia de injusticia social –la sociedad dividida en clases como en Cloud Atlas–, en una Tierra convertida en basurero y en donde los ricos deciden abandonarla y crearse un mundo idílico. Podríamos recordar más películas con dicho planteo, pero sólo nos remitimos a Wall-e, un filme infantil que exponía igual situación que Elysium.

La cosa es que de un tema vuelto género con lugares comunes políticos, Blomkamp lo transforma en un cine de autor con el sello que lo distingue. Esa combinación de elementos precarios ahora con una súper producción, y ese toque de personajes al límite –sacrificados en cuerpo–, coloca a unos mártires que harán hasta lo imposible por lograr su objetivo de justicia social: el respeto de los aliens en el ghetto de Johannesburgo como en Sector 9; o por conseguir atención médica salvadora para una niña enferma de leucemia, como ocurre en Elysium. Es evidente que Blomkamp apuesta por el bien común por encima del individuo; por ello es que sus tramas buscan, precisamente, a un mutante como sinónimo de causa máxima en tiempos híbridos donde la otredad ya salió del ghetto.



Por Raciel D. Martínez: Es el señor doctor, el vocero oficial de la Universidad Veracruzana. Sus juicios cinematográficos son personales, eso sí.





Hay, ay, ay, canta y no llores


Jody Williams
Nuestro amigo el Diletonto nos cuenta los origines del Hay Festival en México y sus pormenores en la última edición del 2013, llevado a cabo en la ciudad de Xalapa.

“Se juntó el hambre con la enfermedad” fue la coloquial respuesta de uno de los organizadores foráneos del Hay Festival en Xalapa cuando le pregunté cómo se entablaron conversaciones para celebrar festival tan importante en Xalapa. No era para menos. En julio de 2010 se había desarrollado en Zacatecas la primera edición en México de este festival que nació en Gales, en el poblado Hay-on-Wye, famoso por sus librerías, con la presencia de escritores, periodistas, músicos e intelectuales como Carlos Fuentes, Jon Lee Anderson, Bob Geldof, Jorge Volpi, Laura Restrepo, Francisco Goldman y Héctor Abad, entre otros; y la dedicación a la memoria de Carlos Monsiváis y José Saramago, entonces recién fallecidos. La administración –de filiación priista, que sucedió a la gobernadora perredista Amalia García canceló el festival por costoso.
De modo que en enero de 2011 el Hay Festival buscaba hospedaje en México. Del 19 al 23 de enero se celebró en Madrid, España, la edición número 31 de la Feria Internacional de Turismo. Conforme a las cifras de la feria (accesibles en: http://www.ifema.es/ferias/fitur/pdf/cifras.pdf) acudieron a este mercado, visitado en mayor número por hoteleros (15% del total) y promotores de viajes (18%), más de doscientos mil asistentes. Algunos fueron visitantes profesionales; y dentro de éste, un 1.3% correspondió a “organismo oficial extranjero”. Conformando este porcentaje se encontraba una nutrida representación de Veracruz, que comprendía a emisarios de la Secretaría de Turismo, Cultura y Cinematografía presidida por Leticia Perlasca y del Ayuntamiento de Xalapa. Elizabeth Morales, flamante alcaldesa de reciente ingreso, asumiéndose inesperada vocera de la delegación, anunció, a su regreso, como logro personal la contratación del Hay Festival para Xalapa.
Amarre
En una comida en 2011 en la residencia del gobernador, la embajadora de Gran Bretaña en México expresó al gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, su satisfacción por el éxito del Hay Festival en Xalapa y manifestó su deseo de que arraigara. Aprovechó para recordar los lazos que unen a Gran Bretaña y Veracruz siendo uno de ellos el convenio contra el cambio climático. La diplomática no era la única satisfecha. El galés Peter Florence, (lo fundó su padre) fundador del Hay y presidente del comité de organización a nivel mundial, buen diplomático al fin, agradeció la hospitalidad y refrendó su voluntad para que el festival continúe en Xalapa.
Un festival franquicia
Las primeras emisiones del Hay Xalapa fueron notables por la novedad y calidad de los presentes: Martin Amis, Richard Ford, Niall Ferguson, Michael Nyman en la primera edición; J. M. Le Clézio, Wole Soyinka, Enrique Vila-Matas, Jon Lee Anderson, en la segunda. La tercera edición 2013 provocó menos entusiasmo, debido a que muchos autores eran desconocidos para el público. Concentraban el atractivo Derek Walcott y Jody Williams, premio Nobel de la Paz. Al cartel poco carismático –por la escasez de grandes nombres, no porque los mencionados no sean atractivos, sumemos ciertos contratiempos: la inauguración oficial no ocurrió el jueves 3 de octubre en el patio central de Palacio de Gobierno, según estipulaba protocolo, por complicaciones de agenda. De ahí que la propia coordinadora, para paliar las críticas, se apresurara a declarar que el Hay Festival no necesitaba de inauguración para arrancar. Eduardo Lizalde, aunque anunciado en principio y sostenido en el programa en su versión inglesa [véase la página 40], fue sustituido por Antonio Deltoro. A medida que avanzaba el festival sucedieron otras cancelaciones: Wendy Guerra, Derek Walcott –ya se dijo: uno de los principales atractivos, Paco Ignacio Taibo II… La asistencia y la respuesta en la ciudad menguó desde la perspectiva de los ciudadanos de a pie. Lo que no impide que los organizadores proclamen que se superó la cifra de asistentes, siendo en esta ocasión 30,000. Y haya quienes afirmen que se acercaron a los 40, 000.
Amerita detenerse. ¿Qué entienden los organizadores, y aquí incluyo a los dueños de la franquicia y a su anfitrión, por asistente o visitante? Cuando Elizabeth Morales, alcalde de Xalapa cuya presencia en esta edición fue soslayada cediendo todo fulgor a la Secretaría de Turismo, anunció que había conseguido el Hay Festival para Xalapa, aseveró que el festival promovería Xalapa, situaría a la ciudad en el mapa de los festivales y en resumen atraería turismo cultural. Tendremos 10 000 visitantes, aseveró optimista.
¿Asistentes/visitantes? ¿visitantes/asistentes?
Ante la falta de turistas extranjeros y nacionales, los organizadores encontraron un eufemismo certero para justificar lo que indicaba visiblemente un fracaso: no se había hablado de visitantes sino de asistentes. Si consideramos que uno de los actos centrales del Hay son los conciertos musicales –el del 2012 fue muy celebrado debido a que Café Tacuba incluyó varios denuestos contra el recién electo presidente de la República, Enrique Peña Nieto, entendemos que el 60% de los miles de asistentes lo aporten dichos conciertos. Ignoro si tanto brillante asesor no ha considerado un baile masivo, lo que incrementaría indudablemente el número de asistentes por reportar. La cercanía del masivo de El Patrón hubiera sido una buena oportunidad para incrementar de golpe 50 000 visitantes/asistentes a las cifras. Se los encargo.
Los medios ya sentenciaron a través de la unanimidad: más de 30 000 visitantes en Xalapa, lleno total en la ocupación hotelera. Imposible desmentir tales cifras cuando los propios hoteleros avalan esa numeralia. (Al paso: en la nota de Radio Fórmula se habla que hay 5, 000 habitaciones en la región; ¿cómo hospedaron a los 30 000 visitantes?).
La franquicia de la buena ondexxx
El Hay es un festival franquicia y las franquicias funcionan igual sean entes abstractas y creativas, como lo es el Hay Festival, o expendios de hamburguesas. Al Hay, como reseñamos, le interesaba no perder la plaza de México y no sólo afianzar la presencia en Latinoamérica sino evitar la pendiente húmeda en que se encontraba en zona iberoamericana tras la pérdida de la sede en Granada por falta del principal patrocinador. De ahí que este festival, cuyo costo en Zacatecas rondaba el millón de dólares sólo en pago de derechos, según confía uno de los organizadores de aquel entonces, persiga ante todo quién adquiera la franquicia y la sustente. Y si es un negocio, la responsabilidad de obtener ganancias no es de quien vende la franquicia sino de quien instaura su changarro bajo tales insignias. No es al Hay Festival a quien le corresponde causar ganancias, ellos cumplen ofreciendo un programa semejante al que se presenta en las otras sedes, es a sus clientes a quienes les debe interesar obtenerlas. Si es que les interesa. O bien costear las pérdidas si aporta algo más. El Hay es aunque sea una franquicia una entidad intangible y abstracta y como tal sus beneficios seguramente serán intangibles, abstractos, y ya que nos ponemos conceptuales, hasta metafísicos. En México, según lo ha confesado la propia directora, el financiamiento del festival depende en un 70% de dinero del erario; en Europa, el financiamiento público apenas cubre un 40%.
Si no da dinero el Hay, entonces ¿qué carajos ofrece? Prestigio, nimba a quien lo soporta –anglicismo que elijo porque connota no sólo patrocinio sino un poco más; le imbuye por ósmosis las cualidades liberales de la palabra, la imaginación, la libertad. La puritita buena ondexxx.
Como xalapeño uno entiende la necesidad de contar con un festival de esta envergadura. Nuestra capital zozobra en la burocracia, en la recesión, la inseguridad y la falta de empleo. Carente de industria, su comercio medra a la a veces tupida, en muchas rala, fronda de la burocracia. A diferencia de ciudades del Bajío y el norte no contamos con una feria ganadera ni agrícola ni industrial. Ni siquiera una feria del calzado, sex shops o dulces de leche cuajada. Sacan dinero los políticos del erario sólo. Había festivales pero la falta de promoción y de dinero los dejaron morir. Sería maravilloso que se lograra un gran festival nativo, aunque quizá ya lo tenemos y no lo hemos visto –el festival de jazz de la Universidad Veracruzana, ese sí modelo de empresa cultural, aunque como el presupuesto universitario no es tan grande no se cacaree en el ámbito nacional.
De ahí que en el pequeño ecosistema que conforman instituciones y medios resulte conveniente proclamar un éxito de público y de dinero al Hay Festival en Xalapa y presumirlo como un logro de empresa cultural.
Larga vida al Hay Festival en Xalapa
Aunque cueste más de un millón de dólares la realización, aunque los únicos visitantes sean los medios de comunicación foráneos, los invitados y los organizadores –en contraste, el Cervantino recupera más del doble de su inversión; aquí difícilmente debe recuperarse un 10% de la inversión.

Aunque la cultura no tenga presupuesto. Aunque finalmente el Hay soliviante esa idea peregrina de que cultura que no puede manifestarse mediante parafernalia de espectáculos no es digna de inversión. Porque en las franquicias la otra palabra clave es inversión. Ah, y holding.

Jazzuv: un festival concentrado en la música


Pronto a arrancar el Festival Internacional Jazzuv, del 20 al 26 de octubre. En esta ocasión, se presentarán por primera vez en esta ciudad los musicazos Dave Kikoski, Kurt Rosenwinkel, Peter Bernstein, Alon Yavnai, Bob Moses y Pablo Menares, y una vez más volverán Gary Bartz, Jason Palmer, Melissa Aldana y Alain Brunet. Eduardo Sánchez conversó con Edgar Dorantes, gran maestro y alma del Jazzuv, quien revela los ajustes a la estructura del festival pero conservando su enorme calidad musical.

El jazz es una red que atrapa la mente musical con sus
elaborados juegos de sufrimiento y alegría, libertad y disciplina,
erotismo y castidad, intelecto y pasión.

Guillermo Cuevas
Ocasionalmente menciono en mis textos que tres descubrimientos, diecinueve años después, me retienen en Xalapa: el son jarocho tradicional, la percusión y la danza africana y afrocubana, y el Festival Afrocaribeño (que este año no sucedió, enorme decepción que comentaré en el siguiente artículo). Pero esto no es del todo cierto. Escribo estas líneas escuchando Remembranzas, última grabación del gran pianista veracruzano Edgar Dorantes; y al hacerlo la mente universal me da tremendo jalón de orejas para decretar que, sin duda, el jazz pertenece a la lista citada líneas atrás.
Hasta el fin de mis días recordaré la tercera edición del Festival Internacional Jazzuv llevada a cabo en noviembre de 2010. ¡Qué maravilla escuchar al baterista Jack Dejohnette y al pianista Mc Coy Tyner! Verdaderas leyendas vivientes del jazz. Con sólo eso hubiera sido feliz. Pero, para colmo de la felicidad de mis trompas de Eustaquio, nos visitó el arte del mejor contrabajista que he visto en mi vida: Ray Drummond. Y, por si no bastara, también estuvo aquí el finísimo baterista John Ramsay. Todos ellos conformaron la cereza del pastel, cuyas rebanadas fueron memorables conciertos y jam sessions entre los grandes músicos invitados, los maestros y los alumnos; así como clases magistrales y exposiciones. ¡Pura alegría! Gracias a todos ellos.
Este año, del 20 al 26 de octubre, se presentarán por primera vez en esta ciudad los musicazos Dave Kikoski, Kurt Rosenwinkel, Peter Bernstein, Alon Yavnai, Bob Moses y Pablo Menares, y repetirán los excelentes Gary Bartz, Jason Palmer, Melissa Aldana y Alain Brunet. Y, por supuesto, la palomilla de casa, que organizada en numerosos ensambles, mostrarán el resultado de estos años de trabajo. El programa se muestra abundante de clases maestras a medio día, a las cuatro de la tarde dará inicio la serie diaria de tres conciertos para, después de las diez treinta de la noche, concluir con la tradicional jam session entre la comunidad Jazzuv e invitados.
Para la elaboración de este artículo fue indispensable charlar con el corazón del festival, Edgar Dorantes, quien se reveló ante mí  como todo un jazzmen. He aquí su visión del mundo jazzístico local:

Eduardo Sánchez:  ¿Contento de llegar a este sexto festival?

Edgar Dorantes: Me siento muy contento de que ya tengamos la sexta edición del festival, contento también de que la escuela Jazzuv va muy bien. El trabajo educativo que se está haciendo es impresionante, está ya considerada como la primera opción para aprender jazz en el país; no dicho por nosotros sino por otros educadores del jazz. Y la escuela tiene este festival maravilloso que trae a los artistas más renombrados del mundo del jazz, que  vienen a convivir con nosotros; no sólo a dejarnos su gran música sino a compartir sus procesos musicales. Entonces, me siento muy feliz porque después de cinco festivales y casi seis de la existencia de la escuela, porque el movimiento representa una fuerza creadora en la música en Xalapa, en la Universidad Veracruzana y en el ámbito nacional.

¿Consideras que se ha logrado proyectar esta música a la sociedad xalapeña?

Mira, hemos mejorado muchísimo y sí se ha logrado, a partir del Jazzuv, un gran aumento de los públicos. Yo era parte de la escena del jazz antes del Jazzuv y antes de irme a los Estados Unidos, desde los noventa. Éramos poquitos músicos, de mi generación (de la facultad) casi nadie, y la generación anterior eran unos ocho o diez, con los que toqué y de los que aprendí. Cuando regreso, en el 2003, tenía ochenta gentes que querían estudiar jazz y, cuando abrimos Jazzuv, llegan ciento cuarenta personas, y a partir del segundo año  teníamos trescientas. Podemos decir que, a la fecha, más de tres mil personas han entrado a Jazzuv a tomar algún tipo de curso. Llegan de todo el país, y ya tenemos estudiantes de Guatemala, de Costa Rica y de Italia. Creo que el antes y después de Jazzuv sí marca hacia una apertura a nuevos públicos en Xalapa, y con el festival en el ámbito nacional. Sin embargo, sí debo decir que Xalapa, desde mi punto de vista, es la ciudad más cultural del país, todavía le falta, en lo social, una mayor inyección en la cuestión del arte para que se creen más públicos y más lugares donde presentarse. Y cuando digo eso, me refiero a que cada vez más público sea capaz de apreciar los procesos creativos de los artistas, porque creo que allí está el meollo del asunto: cuando conocemos las cosas, apreciamos de qué se tratan. Y cuando nos metemos un poquito a saber cómo se hacen, qué hace una persona para hacer lo que hace, empezamos a apreciar el proceso creativo; y en Xalapa falta mucho que hacer con el jazz porque, si comparamos esta ciudad con Chicago, Nueva York, Boston o París, te das cuenta de lo mucho que falta para tener un ambiente de jazz. Así, aunque ya tienes la mejor escuela del país, muchos jóvenes tocando en distintos y pequeños lugarcitos, pero esas generaciones no pueden vivir de tocar jazz. No hay públicos ni foros dispuestos a invertir en el jazz y, aunque hay muchos foros en Xalapa muy valiosos que admiro y aprecio muchísimo, y les agradezco su apoyo, no existe un club de jazz; no existe un empresario que le apueste al jazz aunque pierda dinero porque sabe que tiene un valor artístico muy fuerte que beneficia a una comunidad. A eso me refiero con la apreciación del arte, ir un poco más allá. Tenemos cien o ciento cincuenta muchachitos que ya empiezan a tocar, que tienen sus propios grupos: es decir, está creciendo la calidad de la música y la cantidad de los músicos pero no los espacios ni la capacidad de percepción de las personas responsables de esos foros ni de los funcionarios de la cultura convencidos de que eso es muy importante de hacer. Falta más por hacer, de parte de todos.

El festival se ha caracterizado por tener una fuerte interrelación con otros quehaceres artísticos, está el Festival Universitario de Teatro, pero ¿qué más veremos?

Este año me preocupé más por limpiar el festival. Y digo limpiar porque lo comparo con el proceso creativo de nosotros los músicos o los artistas: entre más crecemos nos damos cuenta de que menos tenemos que estar inventando lo que no sirve. Entonces, creo que para esta edición ya no tenemos que estar inventando cosas para que salga bien. Por el contrario, tenemos que concentrarnos más en la calidad de la música porque ese es el primer factor. Así, se limpiaron las actividades. Es decir, hay un poquito menos, pero son de extrema calidad. En cuanto a pintura y todo eso, decidí que, sin ser especialista y que mis ojos no están entrenados, sólo tendremos dos exposiciones de dos personas cercanas al Jazzuv que nos ofrecieron algunas de sus pinturas sobre música y jazz, pero ya no como antes.

Observé que las jam sessions posteriores a los conciertos ya no serán en los tradicionales lugares con música en vivo y que se realizarán en el Jazzuv ¿porque éste cambio?

Esa decisión la tomé con ayuda de Jordi Albert (actual director de la escuela) para redondear la decisión. Fíjate que, primero, muchos lugares nos piden participar; segundo, no nos da la capacidad para cubrir esa demanda. No tenemos suficientes instrumentos ni suficiente equipo ni el dinero para andarlos rentando; no tenemos tanto personal voluntario para atender todos los foros. Había foros que se quedaban sin Jazzuv y un reclamo de por qué a éste sí o a éste no; otra cosa importante es que las jam sessions serán a las diez y media de la noche para acabar a las doce o doce y media, lo que todavía le da chance a los artistas ir al antro que prefieran. Entonces, la idea es fortalecer la escuela, que más gente la conozca y crear más públicos, y ¿qué mejor que vayan al Jazzuv?; que vayan a las clases maestras en la mañana y los jam en las noches, no tan noche. Si te fijas ya no habrá concierto nocturno porque todo terminaba tarde y ya la gente estaba cansada, y no resultaba tanto. Ganamos primero que la gente conozca la escuela, que es profesional, seria; que conozca a los estudiantes y cómo tocan, que conozcan a los profesores y su convivencia con los artistas invitados al festival. Por eso todo es gratis. Esa es la idea y confío en que habrá más apertura.

Para concluir, vemos una destacada lista de participantes invitados por primera vez, ¿en lo personal quién te emociona?

Dave Kikoski es un pianista que me trae como loco. Nacido en Nueva Jersey, de ascendencia rusa. Es uno de los pianistas con más historia en el jazz, cerca de los sesenta años y es de la generación de McCoy Tyner, que marcaron una nueva ruta de la música. Para mí es tan importante como Chick Corea o Herbie Hanckok. ¡Y lo tendremos aquí, gratis para todo mundo!

Así las cosas, caro lector, no perdamos este encuentro-festín del jazz, considerado la música clásica del siglo XX. Consulte el programa en la página electrónica del festival  www.festivaljazzuv.com.




Por Eduardo Sánchez Rodríguez: Nuestro colaborador eléctrico es músico, historiador, diletante y gozoso del baile y de la fiesta.

El corazón del basilisco


Luis Eduardo Aute
Con la presentación de su nueva grabación El niño que miraba al mar y el cortometraje El niño y el basilisco, se presentó Luis Eduardo Aute en el recién concluido Hay Festival. Mario A. Carrillo preparó la presente crónica del concierto de variada temática del célebre cantautor español.
El jueves 3 de octubre Luis Eduardo Aute se presentó en la sala Emilio Carballido del Teatro del Estado de Xalapa dentro del Hay Festival. Previo al concierto, en el que interpretó canciones de su novísimo disco El niño que miraba al mar, se exhibió el cortometraje El niño y el basilisco, animación realizada por el artista a partir de dibujos a lápiz.
El niño y el basilisco (escrita, dirigida y hecha por Aute) narra un encuentro fantástico entre el Luis Eduardo Aute de hoy y el niño que fue en Manila en los años 40, años después de ser implacablemente bombardeada por el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra mundial. Metáfora de la inocencia perdida y el paso a la adultez, así como de la violencia del mundo, el basilisco, explicó el cantante más tarde, representa el mal que habita en los hombres y el cual no hay que despertar.
A su término, el escenario se iluminó de luces doradas que anunciaron la entrada de los músicos. Tras una nube de humo, apareció Luis Eduardo Aute, quien despertó los aplausos y chiflidos del público. “Cera perdida”, canción de El niño que miraba al mar, su última producción discográfica, abrió el concierto.
Aute manifestó su dolor por los afectados por las inundaciones y evocó su admiración por los estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Posteriormente interpretó “Un ser humano” y “Atenas en llamas”, esta última dedicada a Grecia y contra “la Europa de los mercados que la consideran un país paria y contra las mafias financieras que secuestran a los gobiernos y la democracia”.
Prosiguió con “Esta noche”, “El basilisco”, tema que relacionó con su película; “Prefiero amar”, “No hay manera”, pieza humorística sobre el fracaso, que despertó risas en el auditorio. Algunas lágrimas asomaron cuando los acordes y la grave voz de Aute entonaron “Siento que te estoy perdiendo”. Continuó con “Las musas”, sobre el origen de la poesía y la creación artística.
Durante el recital hubo momento para escuchar la peculiar teoría del nacimiento del universo de Aute, quien se confesó creyente: “Dios es sexo puro, que no puro sexo”, refirió, “para mí el big-bang, término que no me agrada, fue el resultado de un orgasmo divino, una sexplosión". Asimismo, dijo estar interesado por la pasión de Cristo, pero el aspecto humano de ésta, a partir de la cual hizo “Aleluya núm. 5”.
Aute reveló al público su gusto por la poesía, específicamente la surrealista, de la que citó un fragmento de un poema de Paul Eluard: “En el lecho tu cuerpo se simplifica / Sexo líquido, universo de licor”, y que dio pie a “Mojándolo todo”, canción que fue interpretada con su característico ritmo y coqueteo, melodía de eróticas tonalidades ambientada con juegos de luces azules, moradas, verdes y el gris del misterioso humo. Después entonó “Quiéreme”, sobre el desamor en la que destacó el diálogo entre los requintos del guitarrista y la voz del cantante. En la misma línea, pero más esperanzadoras, “Latido a latido”, que invita a revivir el amor, y “A día de hoy”, que halla en la persona amada la identidad de uno mismo.
Siguió “Feo mundo inmundo”, protesta y reclamo al Fondo Monetario Internacional que ha propiciado crisis económicas en muchos país como España y México, y amenaza con hundirlos en la miseria, dijo Aute. Regresó luego al tema amoroso con “Alevosía”, coreada y grabada en múltiples celulares por los asistentes. Al finalizar, el cantautor presentó a sus músicos: Cristina Narea, corista y percusionista; Cope Gutiérrez, tecladista y encargado de efectos especiales; y el virtuoso guitarrista Tony Carmona.
Eran las 11 de la noche cuando Luis Eduardo Aute se quedó en el escenario asistido sólo de su pianista para interpretar “Señales de vida” que, a pesar de una fallida apertura, fue recibida con alegría. Siguieron “El niño que miraba al mar”, cuya génesis está en la fortuita similitud de dos fotografías del cantautor, la primera tomada por su padre en 1945 en el malecón de Manila y la segunda capturada por su hija en La Habana en el año 2010.
Aute engañó al público con una primera tentativa de despedida, pero regresó, entre sinceros aplausos y ovaciones, para tocar junto a sus músicos “Giraluna” y “Slowly”, un homenaje a las baladas románticas norteamericanas de los cincuenta. Casi a la medianoche, el español tomó la guitarra e interpretó “Dentro”,  poética composición sobre la masturbación y la imposibilidad de tener al sujeto del deseo. Prosiguió con su más conocido repertorio: “Las cuatro y diez”, “De alguna manera”, “Anda” y “No te desnudes todavía”, que concluyó con un riquísimo solo de piano limpio. De nuevo, Aute salió de escena.
Los espectadores se levantaron de sus asientos y generaron una cerrada lluvia de aplausos a la que se le sumó el clásico grito de “¡otra, otra, otra!”, ruego que ablanda el corazón de los artistas que retornan para complacer a su amado público. Luis Eduardo Aute regresó para deleitar a la concurrencia otra vez y ejecutó su archiconocida y emblemática canción “Sin tu latido”, las voces se unieron al canto del músico. Continuó con “La belleza” que, como lo indica su título, es un hermoso manifiesto sobre el arte.
Por último, Aute sorprendió a todos al ejecutar a capella “Al alba”, cerrando así su espléndida actuación de benévolo basilisco. Nuevamente, las palmas del auditorio regalaron una gozosa avalancha de entusiasmo y de las bocas volaron congratulaciones hacia el cantautor español por haber compartido su música, banda sonora de la vida de muchos de sus admiradores.

Por Mario A. Carrillo: Estudiante de Letras Españolas de la UV

Bellon y Natoli en Conjunciones


Obra de Paula Natoli

Conjonctions/Conjunciones es la interesante reunión de propuestas plásticas de un grupo heterogéneo de artistas que estará abierta al público hasta el 25 de octubre en el Centre Wallon d’Art Contemporain en Lieja, Bélgica. Omar Gasca, curador y comisario, se ocupa aquí del trabajo de los integrantes: Emilia Bellon, Thomas Chable, André Delalleau, Juan José Díaz Infante, Jean-Pierre Husquinet, Paula Natoli, Luc Navet y Francisco Romero.
Casi nunca es bueno generalizar, así que diremos que no siempre es bueno ser juez y parte, aunque quizá lo es menos la autocensura. Por moderación, de cualquier modo, que puede interpretarse al gusto como pudor, recato y hasta cautela, me excluyo parcialmente aunque desde el 14 de septiembre y hasta el 25 de octubre participo con Emilia Bellon, Thomas Chable, André Delalleau, Juan José Díaz Infante, Jean-Pierre Husquinet, Paula Natoli, Luc Navet y Francisco Romero en la exposición Conjonctions en el Centre Wallon d’Art Contemporain en Lieja, Bélgica, y aunque intervengo también en la otra, muy cercana en tiempo y lugar, en Valonia, en la Maison de la Poésie d’Amay, y que no es otra que Ulises 1, la misma, con variantes, que ha circulado por México, Turquía, Inglaterra y los Estados Unidos. 
Lo anterior sólo para ponerle señales al tránsito, como curador y comisario además de la parte mexicana, porque la idea es hablar de la obra de Bellon y Natoli, quienes entre otras cosas comparten allá el espacio con Francisco Romero, reciente ganador del Premio Internazionale Bice Bugatti, en Italia, exdirector del Instituto de Artes de León y fundador de la importante galería de autor SpacioR, notable artista visual metido ahora en la producción de obra que relaciona la pintura con los hipermedios, de un modo por cierto bastante distinto a como lo hace Joseph Nechvatal,  este artista y amigo rizomático (Deleuze y Guattari) y posconceptual, que nacido en Chicago radica en París y que es autor del complicadísimo libro Inmersion into noise (2011, University of Michigan Press, 270 pp.).
Bellon y Natoli se encuentran en esta muestra como lo han hecho en otros ámbitos y tiempos. Ambas son egresadas de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, llegadas a ella una desde Cuernavaca y otra desde Quilmes, Argentina, para formarse como escultoras, sobre lo cual tienen oficio y mucho (como Eduardo Mendieta, Alma Vargas o Samuel Lozada), si bien su trabajo tiene ahora derivaciones y transversalidades o de plano orientaciones y medios y lenguajes bastante ajenos a lo propio de una instrucción tradicional.
Coinciden también en las hechuras finas, afables, cuidadosas del detalle, pero además en que prescinden de coartadas elucubradas a efecto de satisfacer la persistente tendencia de suplir el talento con rollo o con astucias al modo de Guido y Luigi Farabutto, los personajes del famoso cuento de Andersen. Su obra posee un dejo, un tono de intimidad, una inevitable nostalgia de no sabemos qué y algo que se parece sólo a aquellas palabras de Cavafis cuando en La ciudad escribe: “Dijiste: «Iré a otra ciudad, iré a otro mar…»”; o a la frase de él mismo en Mar de la mañana, donde se lee: “Aquí que me detenga. Y que me engañe como que veo esto”. 
Distingue a las dos su capacidad para reír y su gusto por el mate –esa amargosa infusión que tanto gusta a los argentinos–, lo mismo que esa actitud semicallada, nada propensa a los protagonismos, los éxitos o las famas fáciles, todo lo que de algún modo va a dar a su trabajo sin necesidad de explicación alguna y cualquiera que sea el pretexto o tema de aquél. Sin quererlo, sin buscarlo, sin teorías o inclinaciones hacia modas que para acabarla frecuentemente son tardías (nomás por cincuenta años), su quehacer se traduce en un minimalismo peculiar, propio, franco, claro, honesto, diríamos; esto es, muy distinto del de los minimalistas reciclados que, como todos los esnobs, mal copian formas y modos sin entender ni asumir el contenido, efectivamente, amparados por la insustancialidad convertida en emisora de licencias. De ahí los sensibles comentarios, la buena impresión y el buen sabor de boca que ellas producen y dejan en propios y extraños, lo que a modo de retroalimentación es el verdadero y mejor pan para un artista. De ahí la percepción de éxito que ha logrado la obra de ambas, manifiesta por un lado en la nota dedicada a ellas por Lino Polegato en Flux News, y en el interés de una galería de allá por la obra de Bellon y en la exposición que Natoli organiza ya para octubre de 2014 en el Museo del Ferrocarril, de Puebla, con la participación de mexicanos y belgas. 

Conjonctions/Conjunciones es también el nombre del pequeño libro (no catálogo) de 64 páginas, en francés y español, con un tiraje de 1000 ejemplares, en el que pueden verse algunas de las obras expuestas en la muestra del mismo nombre, y otras, y breves textos y entrevistas. Los textos se deben a Marie-Hèlene Joiret y a quien suscribe estas líneas, la traducción a Marcelino Argüelles, el diseño a Jean-Pierre Husquinet y la impresión a Presses de Raymond Vervinckt.




Por Omar Gasca: Artista, crítico, conversador infatigable.



Hay Festival para los que no somos turistas



Irvine Welsh
Para muchos el gran atractivo del Hay Festival era la presencia de Irvine Welsh… Eso afirma Josué Castillo en esta crónica, aunque confiesa su preferencia por los actos marginales anunciados en el programa. Pero Welsh sigue siendo el mítico autor inglés, afirma Castillo: “el Teatro del Estado se encontró cercado por veinteañeros con playeras multicolor escuchando a Iggy Pop junto a treintañeros nostálgicos con su copia de Trainspotting bajo el brazo”.
Hay declaraciones fuertes, fortísimas, para las que necesitas un tiempo para asegurarte que no has errado en tu interpretación; hay otras, más usuales, en las que no encuentras en qué universo podrían tener sentido. En la segunda categoría entran las de Ernesto Cardenal durante su rueda de prensa cuando afirma que “la revolución es amor, la verdadera revolución. Hay quien piensa que revolución son los fusiles, pero es cambio [..]La revolución mexicana fue una revolución poética”. Quisiera preguntar, aunque no me mata la duda, si es broma o ironía, pero no, no se puede desde este escritorio en donde tengo que editar otra clase de textos, ajenos al asunto. Me toca seguir parte del Hay por twitter, desde las cuentas de los corresponsales de La Jornada, Canal 22 o Letroactivos, aquellos para los que Xalapa no es cotidiana y la visita les resulta una aventura: sus crónicas en tiempo real son a la vez didácticas y útiles. “¿A poco con ese humor reportean en la capital?, ¿a poco no creen que sus vidas son miserables?”, piensa el provinciano amateur. Leerles desde el encierro oficinesco es útil: sé que vienen con la consigna de cubrir lo importante: los Nobel, a Bernstein y a Cardenal; de aquellos eventos habrá video, audio, comentarios y boletín, ¿quién necesita más para hacer sus notas? Leer a los que son ajenos al ritmo de la ciudad es refrescante y nostálgico: ¿recuerdas cuando estar en Xalapa era una aventura y no insoportable cotidianidad? ¿Cuando todo era fun, fun, fun? Para los que somos de casa nos toca vivir el festival de otra manera: sin el tiempo de ir y venir a gusto, cuando en ningún medio local el Hay es prioridad —seamos conscientes: hay contingencia ambiental— tienes que escoger bien qué cubrir. Me interesan más esos actos marginales en salas pequeñas en donde las bocinas son innecesarias para escuchar al ponente, como las dos conferencias en las que participó Eliot Weinberger: agudo ensayista y traductor que desde su primera presentación nos dejo claro que nunca inventa nada; o la plática entre Daniel Saldaña París y Marta Sanz con Felipe Rosete en donde vimos, los cuatro gatos que entramos a la sala de cine de El Ágora de la Ciudad, a dos narradores y poetas presentar estilos dispares: comprometido políticamente, uno; laxo y repleto de delirio, el otro. Además al Hay de este año le falta brillo, incluso inició con el pie izquierdo.
***
Lo mío, lo mío, no es levantarme temprano en jueves; mi horario de trabajo cada miércoles se define, entre otras cosas, por el azar: algunas ocasiones antes de la media noche ya estoy ordenando bebida en el callejón de Aparicio, otras, como hoy, a las seis de la mañana apenas voy apagando la mac para irme a ensabanar. Por ello, por mi falta de descanso, mi irritación: ¿cancelar la ceremonia sin avisar? Para echarle más leña al fogón no hay pronunciamiento, un boletín o alguien de Comunicación Social del Gobierno del estado ni del festival que dé razones. El Hay empezaba mal, pero la inauguración es un acto meramente protocolario –cuya importancia se maximiza por mi mal humor– y quedan a lo largo del día una serie de actos interesantes como la inauguración de la exposición De la tierra al cielo. 50 años de Rayuela en la Pinacoteca Diego, la conferencia Historias de cine o la presentación de la edición facsimilar de Nocturno Rosa de Xavier Villaurrutia en el Teatro del Estado. Eventos a los que, por cierto, no asistí por trabajo, y después del chasco de la inauguración regresé a la oficina: con el trabajo que te da de comer no se puede quedar (tan) mal.
Ocho de la noche. Como pude me colé al Museo de Antropología de Xalapa. La poca presencia de prensa da a entender que no nos esperaban. Llegué con desgana; no debemos esperar mucho del cóctel de inauguración de un festival cultural en donde el gobierno aporta el billete: no son actos para celebrar la creación, la belleza o la abstracción de su preferencia relacionada con las artes; ni siquiera un punto de encuentro para creadores de distintas disciplinas; aquí no hay lectores, quienes creí por un momento, y de manera ingenua, que son los que hacen posible esos actos con su demanda de bienes culturales, no, el lector está ausente en los discursos que se recitaron de memoria, en cambio una idea queda clara: todo se lo debemos a la magnanimidad del gobernador: él hace, mueve, ordena, consigue; él proveerá. El jefe me mandó con la consigna de entrevistar a Walcott o a Williams, a Welsh o a Bernstein pero no, ningún rostro exótico en el área. Tampoco alguien conocido para echar el trago. En un cóctel como este por lo general te encuentras, con algunas variaciones, a seis tipos de persona: 1)los que van a huevo por su jerarquía en la universidad, municipio, gobierno o porque el contrato con su editorial establece que su trasero les pertenece y debe estar allí porque así lo manda su amo/editor; 2) los que saben que para triunfar en la vida hace falta algo más, mucho más que talento y necesitan trabajar su presencia, hacer self branding, PR o (inserte aquí el sinónimo que más se le antoje de trepador social); 3) funcionarios, chingos de funcionarios que gustan de presumir de su vasta y altísima cultura, por lo que no desperdician la oportunidad de tirar foto acompañados de un Nobel por aquí, un Pulitzer por allá, un Príncipe de Asturias acullá; 4) los cínicos que ya saben de qué va esto y ni se inmutan: han estado dentro de la mierda tanto tiempo que les va y les viene, generalmente sólo van a ver qué hay de comer o coger; y 5) las mariposas sociales, esas que son el alma de la fiesta y probablemente no tienen idea qué se festeja pero llegaron para bailar un rato antes de ir al siguiente convite; 6) por último, están los confundidos, los apestados, los que llegan tarde a las fiestas ávidos de tiernas compañías y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo. Y pues no, no está chido: apliqué la huida con rumbo al concierto de Luis Eduardo Aute. Recomiendo ampliamente su cortometraje El niño y el basilisco para esas noches de insomnio: es infalible.
***
El evento principal este año fue la presentacion de Irvine Welsh. A diferencia de otras ocasiones la fila para entrar no estaba repleta de profesores, estudiantes y la banda ñoña xalapeña: el Teatro del Estado se encontró cercado por veinteañeros con playeras multicolor escuchando a Iggy Pop junto a treintañeros nostálgicos con su copia de Trainspotting bajo el brazo: la Sala Emilio Carballido se convirtió por un día en la Meca de los yonquis de la ciudad. Welsh aparece en el escenario con Peter Florence, quien junto a su padre fundó el Hay Festival en Hay-on-Wye, vistiendo una camisa color guinda con estampado floral, look inesperado para el punk escocés badass que el público esperaba. En su lugar, nos encontramos con el clásico drandpa buenaondita que, dice, ya dejó el alcohol y las drogas pues con el paso del tiempo ya no aguanta el jale; obviamente no te creemos, Irvine, ya te leímos en The Guardian presumiendo tu capacidad para el trago. Durante su plática nos puso al corriente de su vida después de Trainspotting (la única referencia de su obra para algunos en la sala): ahora es productor de cine, fundó Jawbone Films y cedió a la fiebre contemporánea de ser DJ, promotor y productor. Habló del “craft” del escritor y de cómo echó mano de algunas técnicas para desarrollar Trainspotting: para la formación de cada uno de sus personajes creó playlists que escuchaba mientras escribía sobre o a través de ellos, lo que le ayudó a escribir con el tono y registro correcto; otro recurso fue el diario que escribió durante sus días de heroinómano, que con el tiempo sería el germen de la novela: al fin y al cabo, como respondió a alguien del público, siempre hay algo del escritor en sus personajes. Fue amena la charla de Welsh, quien en todo momento se comportó como el rockstar que es, sin embargo muchos recordaremos esa noche por las preguntas que, en su mayoría, iniciaron con “jai, mai neim is X, güelcom tu jalapa”. De pronto parecía que me equivoqué, no eran yonquis quienes habían tomado la sala del Teatro del Estado sino estudiantes de Kiosk, Bristol o The Institute ávidos de practicar su inglés.
***
Se acabó el Hay Festival y lo vamos a extrañar, pero no por sus eventos o invitados: lo que aporta a nosotros, los que padecemos esta minúscula ciudad con aspiraciones de metrópoli, es un pretexto para reunirnos, charlar, discurrir y reír juntos antes de regresar al encierro de la vida laboral, universitaria o creativa.

Adiós.





Por Josué Castillo: Filósofo y editor. Gusta de leer a filósofos del siglo pasado: Foucault, Deleuze y es un chovinista cordobés.

La más callada de las Musas


Elbert Hubbard
En la práctica de la escritura o la música, escribe Rafael Toriz, los creadores se ven, pronto, obligados a elegir. En este artículo se ocupa de aquellos autores que optaron por el silencio en sus vidas y en sus obras: “La literatura está poblada por personajes que consiguieron despeñarse en sus entrañas, explorando desde distintos flancos la materia sensible de lo que calla. La obra de escritores como Hölderlin, Rimbaud, Radiguet, Toole, Salinger o Rulfo así lo demuestra”.
Para conjurar el desencanto y mantener a raya la angustia, decidimos vivir engañados. Nos contamos historias al respecto de la libertad que poseemos –aunque la realidad nos doblegue– y decidimos creer que poseemos más voluntad sobre nuestros actos de la que verdaderamente tenemos (porque parece mentira, la verdad nunca se sabe).
Contrario a lo que se piensa, la práctica de la escritura reduce y limita el ámbito de lo posible, puesto que nos obliga a decidir, lo que implica resignar. Al trazar una inscripción, escoger un color o seleccionar una nota, vamos erigiendo los límites de una mazmorra. Algo suena y algo dice, pero la forma elegida cancela la existencia de la multiplicidad posible.
En nuestros días, donde la velocidad desaforada es la moneda de cambio y el bullicio no permite la introspección, ejercer el derecho al silencio implica una toma de consciencia y una postura política que marcha a contrapelo del mundo circundante: como nadie está escuchando vivimos instalados en el grito y la indolencia.
Bien pronto olvidamos que callar, lo mismo que renunciar, es otra forma de ejercer y exigir la libertad.
Enjoy the silence
En el mundo occidental, ha sido el arte quien ha tocado más de cerca las posibilidades expresivas del silencio, ya sea a la manera de Elbert Hubbard, quien publicó un libro con hojas en blanco titulado Essay on silence, o a la manera del compositor norteamericano John Cage con su mítica pieza 4’33’’, quien influido por el budismo zen ejecutó por primera vez el silencio en un concierto.
Y aunque pocos individuos son tan refractarios al silencio como los poetas –no hablo de políticos y publicistas porque me interesa discutir con individuos que sí valen la pena– es en ellos donde se adivina los esplendores de dicho magisterio.
La literatura está poblada por personajes que consiguieron despeñarse en sus entrañas, explorando desde distintos flancos la materia sensible de lo que calla. La obra de escritores como Hölderlin, Rimbaud, Radiguet, Toole, Salinger o Rulfo así lo demuestra.
En ese contexto, es célebre la carta del austríaco Hugo von Hofmannsthal, quien en 1902 escribiera “La carta de Lord Chandos”, texto con el que renunciaría a la poesía (y por ende a la escritura) aduciendo la insuficiencia del lenguaje como medio de expresión, puesto que sabe que las palabras no corresponden a la realidad y que jamás podrán hacerlo.
Los silencios de Rulfo y de Salinger, por ejemplo, van de la incertidumbre a la perplejidad tocando el misterio sin proscribir el miedo. Por razones desconocidas pero respetables, ambos decidieron dejar de publicar. Tanto El guardián entre el centeno como Pedro Páramo fueron obras que tornaron célebres a sus autores antes de los cuarenta años. No me parece aventurado creer que lo arrebatado de su éxito fuera una causa probable, pero con seguridad no la única. A la pregunta sobre por qué no escribía otro libro, Rulfo respondía que la persona que le contaba las historias, su tío Celerino, había muerto. Por su parte Salinger, decidido misántropo, hizo lo contrario del mexicano. Publicó en años subsecuentes cuatro libros más y desde 1963 se empeñó en guardar silencio (posteriormente se sabría que Rulfo destanteaba y que Salinger nunca dejó de escribir).
En el caso de Raymond Radiguet, autor de El diablo en el cuerpo, su silencio es de clausura, ya que morirá a los 20 años víctima del tifus, el mismo año en que se publicaba su célebre novela (1923). Póstumamente Jean Cocteau editaría El baile del conde de Orgel, novela inconclusa que el mismo Cocteau terminó por retocar.
John Kennedy Toole tampoco llegaría a pintar las canas. Su muerte, ocasionada por fumarse el escape de su coche en una carretera de Biloxi, Missisipi, lo silenció para siempre. Y si bien cada quien escribe lo que quiere como mejor puede, luego de leer La conjura de los necios –y habiendo levantado esa joya de juventud que es La biblia de neón– uno queda con la inquietud de lo que habrían sido las aventuras de Ignatius Reilly desquiciando a Nueva York.
Finalmente llegamos a los poetas que escriben poemas, Hölderlin y Rimbaud, quienes a su modo continúan multiplicando sentido con sus distintos silencios. Según la crítica, Hölderlin habría dejado de escribir no como una consumación de su obra sino como una persistencia de su proyecto literario. En su caso, el silencio es la continuación de la poesía por otros medios (un susuro entre la noche).
Rimbaud, por su parte, es la consumación del cuidado del sí y de la vida como una experiencia estética. Rimbaud se escribe a sí mismo y redefine, con sus actos, las posibilidades de la creación.
Su vida es el ejemplo del poeta que invita sin quererlo a leer su existencia como obra literaria. A la porfiada sentencia de Octavio Paz sobre su creencia de que la vida del poeta está en sus poemas y no en su biografía, Rimbaud responde vendiendo oro y traficando marfil en las convulsas tierras de Abisinia. Por tal motivo me parece inconclusa la opinión que sólo considera digna de análisis la labor escrita del francés, concibiendo sus andanzas, después de la publicación de las Iluminaciones, como meras banalidades mundanas o caprichos idealistas. En Rimbaud, como en unos pocos, pactan nupcias mortales la literatura con la antropología.
Al discutir el silencio como discurso y como escritura creativa, la presencia de dos pilares deja sentir su presencia: Ezra Pound y Stephan Mallarmé son los hacedores por antonomasia del poema callado que rebasa el sentido. Su poesía funda un lenguaje acaso más importante que el verbal: el del silencio filosófico. Sus obras, como sostiene Maurice Blanchot –El libro que vendrá– son “para quien sabe penetrar en ella(s), una rica morada del silencio, una defensa firme y una muralla alta contra esa inmensidad hablante que se dirige a nosotros apartándonos de nosotros”.
No deja de ser paradójico y llamativo que siempre que se alude al silencio sea necesario explayarse copiosamente y casi a los gritos, lo cual, además de ser contradictorio, es infecundo. Uno escribe sobre el silencio sólo para decir que lo escrito dice menos que lo que dice.

Por eso ahora acaso convenga callar y escuchar todo aquello que, no estando escrito, nos invita a mirar el resplandor de las estrellas: una consideración de la más callada y elocuente de la musas.


Por Rafael Toriz: Ensayista, habitante como tal de dos mundos. Su último libro: La Ciudad Alucinada atestigua esta condición a caballo entre dos mundos, dos culturas, dos amores.