El corazón del basilisco


Publicado porJosé Homero el 3:08 p.m.

Luis Eduardo Aute
Con la presentación de su nueva grabación El niño que miraba al mar y el cortometraje El niño y el basilisco, se presentó Luis Eduardo Aute en el recién concluido Hay Festival. Mario A. Carrillo preparó la presente crónica del concierto de variada temática del célebre cantautor español.
El jueves 3 de octubre Luis Eduardo Aute se presentó en la sala Emilio Carballido del Teatro del Estado de Xalapa dentro del Hay Festival. Previo al concierto, en el que interpretó canciones de su novísimo disco El niño que miraba al mar, se exhibió el cortometraje El niño y el basilisco, animación realizada por el artista a partir de dibujos a lápiz.
El niño y el basilisco (escrita, dirigida y hecha por Aute) narra un encuentro fantástico entre el Luis Eduardo Aute de hoy y el niño que fue en Manila en los años 40, años después de ser implacablemente bombardeada por el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra mundial. Metáfora de la inocencia perdida y el paso a la adultez, así como de la violencia del mundo, el basilisco, explicó el cantante más tarde, representa el mal que habita en los hombres y el cual no hay que despertar.
A su término, el escenario se iluminó de luces doradas que anunciaron la entrada de los músicos. Tras una nube de humo, apareció Luis Eduardo Aute, quien despertó los aplausos y chiflidos del público. “Cera perdida”, canción de El niño que miraba al mar, su última producción discográfica, abrió el concierto.
Aute manifestó su dolor por los afectados por las inundaciones y evocó su admiración por los estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Posteriormente interpretó “Un ser humano” y “Atenas en llamas”, esta última dedicada a Grecia y contra “la Europa de los mercados que la consideran un país paria y contra las mafias financieras que secuestran a los gobiernos y la democracia”.
Prosiguió con “Esta noche”, “El basilisco”, tema que relacionó con su película; “Prefiero amar”, “No hay manera”, pieza humorística sobre el fracaso, que despertó risas en el auditorio. Algunas lágrimas asomaron cuando los acordes y la grave voz de Aute entonaron “Siento que te estoy perdiendo”. Continuó con “Las musas”, sobre el origen de la poesía y la creación artística.
Durante el recital hubo momento para escuchar la peculiar teoría del nacimiento del universo de Aute, quien se confesó creyente: “Dios es sexo puro, que no puro sexo”, refirió, “para mí el big-bang, término que no me agrada, fue el resultado de un orgasmo divino, una sexplosión". Asimismo, dijo estar interesado por la pasión de Cristo, pero el aspecto humano de ésta, a partir de la cual hizo “Aleluya núm. 5”.
Aute reveló al público su gusto por la poesía, específicamente la surrealista, de la que citó un fragmento de un poema de Paul Eluard: “En el lecho tu cuerpo se simplifica / Sexo líquido, universo de licor”, y que dio pie a “Mojándolo todo”, canción que fue interpretada con su característico ritmo y coqueteo, melodía de eróticas tonalidades ambientada con juegos de luces azules, moradas, verdes y el gris del misterioso humo. Después entonó “Quiéreme”, sobre el desamor en la que destacó el diálogo entre los requintos del guitarrista y la voz del cantante. En la misma línea, pero más esperanzadoras, “Latido a latido”, que invita a revivir el amor, y “A día de hoy”, que halla en la persona amada la identidad de uno mismo.
Siguió “Feo mundo inmundo”, protesta y reclamo al Fondo Monetario Internacional que ha propiciado crisis económicas en muchos país como España y México, y amenaza con hundirlos en la miseria, dijo Aute. Regresó luego al tema amoroso con “Alevosía”, coreada y grabada en múltiples celulares por los asistentes. Al finalizar, el cantautor presentó a sus músicos: Cristina Narea, corista y percusionista; Cope Gutiérrez, tecladista y encargado de efectos especiales; y el virtuoso guitarrista Tony Carmona.
Eran las 11 de la noche cuando Luis Eduardo Aute se quedó en el escenario asistido sólo de su pianista para interpretar “Señales de vida” que, a pesar de una fallida apertura, fue recibida con alegría. Siguieron “El niño que miraba al mar”, cuya génesis está en la fortuita similitud de dos fotografías del cantautor, la primera tomada por su padre en 1945 en el malecón de Manila y la segunda capturada por su hija en La Habana en el año 2010.
Aute engañó al público con una primera tentativa de despedida, pero regresó, entre sinceros aplausos y ovaciones, para tocar junto a sus músicos “Giraluna” y “Slowly”, un homenaje a las baladas románticas norteamericanas de los cincuenta. Casi a la medianoche, el español tomó la guitarra e interpretó “Dentro”,  poética composición sobre la masturbación y la imposibilidad de tener al sujeto del deseo. Prosiguió con su más conocido repertorio: “Las cuatro y diez”, “De alguna manera”, “Anda” y “No te desnudes todavía”, que concluyó con un riquísimo solo de piano limpio. De nuevo, Aute salió de escena.
Los espectadores se levantaron de sus asientos y generaron una cerrada lluvia de aplausos a la que se le sumó el clásico grito de “¡otra, otra, otra!”, ruego que ablanda el corazón de los artistas que retornan para complacer a su amado público. Luis Eduardo Aute regresó para deleitar a la concurrencia otra vez y ejecutó su archiconocida y emblemática canción “Sin tu latido”, las voces se unieron al canto del músico. Continuó con “La belleza” que, como lo indica su título, es un hermoso manifiesto sobre el arte.
Por último, Aute sorprendió a todos al ejecutar a capella “Al alba”, cerrando así su espléndida actuación de benévolo basilisco. Nuevamente, las palmas del auditorio regalaron una gozosa avalancha de entusiasmo y de las bocas volaron congratulaciones hacia el cantautor español por haber compartido su música, banda sonora de la vida de muchos de sus admiradores.

Por Mario A. Carrillo: Estudiante de Letras Españolas de la UV

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