Raciel Martínez nos habla de la
evolución del cine del director sudafricano Blomkamp; su más reciente película Elysium, protagonizada por Matt Damon y
Jodie Foster es prueba de ello.
Es tan generoso el discurso de la
ciencia-ficción –por ser tan poliédrico en sus eventuales contenidos– que ha
estimulado el desarrollo de un cine de autor, no obstante estar replegadas
muchas de las películas a un sistema mercadológico de producciones para consumo
de verano (aunque, habrá que decirlo, es el género menos maleado por las
fórmulas facilistas).
Observamos esta bondad poliédrica de la
ciencia-ficción en un director como Ridley Scott, que tejió entre Blade
runner, Alien, el octavo pasajero y Prometeo todo un discurso
romántico con una estética muy peculiar en donde las atmósferas son planteadas
desde el artificio con ecos de canon artístico y de la cultura de masas.
Otro caso, me atrevo a decir que
paradigmático, es Guillermo del Toro, quien con Titanes del Pacífico
comprueba que, a pesar de filmar en un formato de blockbuster, registra
un sello particular con resonancias neobarrocas y con una factura impecable.
En este sentido, Elysium muestra a
otro director que, desde su primera película, dio pistas de ser un creador
total que impone un estilo, en aparente contradicción, por ligar elementos
diametralmente opuestos que sirven de base para sistemas de producción cinematográfica
enfrentados con enormes diferencias: una maquinaria industrial y un cine
independiente. Y es que, revisemos Elysium bajo el enfoque de un estilo
contradictorio, cómo es posible que un género como la ciencia-ficción, que
demanda un elevado estándar de producción para garantizar la credulidad, se
combine con un método de cámara al hombro como si fuese un documental o
reportaje periodístico, tal y como lo hace el director Neill Blomkamp.
Blomkamp es un joven nacido en Johannesburgo,
Sudáfrica, que desarrolló su carrera profesional en Vancouver, Canadá. Blomkamp
es un cineasta con amplia experiencia previa a sus dos largometrajes. Ha
filmado cuatro cortometrajes (Tetra Vaal, Alive in Joburg, Tempbot
y Yellow), de uno de ellos derivó su primer película, Sector 9,
producida por Peter Jackson, creador de la saga de El señor de los anillos.
Asimismo, tiene en su cauda curricular un palmarés publicitario integrado con
anuncios de Gatorade, Citroën y Nike. Además se distingue por implementar su
discurso con las nuevas tendencias tecnológicas, como la animación 3D. En 2010
dirigió un video en formato del Ipad para Wired.
Sector 9 es un filme que despertó expectativas
favorables. Es una combinación de elementos, muchos de ellos precarios, sin
grandes pretensiones. Exhibe una trama inteligente repleta de tipos
extravagantes y con un trasfondo posmoderno en donde, de forma irreverente, se
burlaba de la corrección política en torno al multiculturalismo con un juego
perspicaz acerca de la otredad, tópico tan manejado en los discursos de serie B
desde hace años previo a las políticas públicas que atienden el acomodo
nacional de los flujos migratorios.
En Elysium, aunque ya no conserva el
humor negro de Sector 9, prevalece la huella estética de Blomkamp. Es
más, prevalece un estilo raramente realista en donde los ghettos se aprecian
como si estuviésemos en una película documental. A Blomkamp le es suficiente el
paisaje de villa miseria de Iztapalapa, del Distrito Federal, para presentar un
universo postapocalíptico. Elysium en esta parte contextualiza la
historia de injusticia social –la sociedad dividida en clases como en Cloud
Atlas–, en una Tierra convertida en basurero y en donde los ricos deciden
abandonarla y crearse un mundo idílico. Podríamos recordar más películas con
dicho planteo, pero sólo nos remitimos a Wall-e, un filme infantil que
exponía igual situación que Elysium.
La cosa es que de un tema vuelto género con
lugares comunes políticos, Blomkamp lo transforma en un cine de autor con el
sello que lo distingue. Esa combinación de elementos precarios ahora con una
súper producción, y ese toque de personajes al límite –sacrificados en cuerpo–,
coloca a unos mártires que harán hasta lo imposible por lograr su objetivo de
justicia social: el respeto de los aliens en el ghetto de Johannesburgo como en
Sector 9; o por conseguir atención médica salvadora para una niña
enferma de leucemia, como ocurre en Elysium. Es evidente que Blomkamp
apuesta por el bien común por encima del individuo; por ello es que sus tramas
buscan, precisamente, a un mutante como sinónimo de causa máxima en tiempos
híbridos donde la otredad ya salió del ghetto.♦
Por Raciel D. Martínez: Es el señor doctor, el vocero oficial de la Universidad Veracruzana. Sus juicios cinematográficos son personales, eso sí.