Estridentópolis de Juan de la Luz Enríquez


Todo cabe en un tronco sabiendo acomodar [Estridentópolis]
Xalapa antes se escribía Jalapa, hace unos 40 años mas o menos todavía era oficial la jota. Aureliano Hernández Palacios escribió: “¿Por qué vamos a escribir Xalapa y a pronunciarla Jalapa, en vez de darle a la x la pronunciación que le damos en Xaltocan, Xochimilco y Xochicalco?... Pues bien, esta denominación derivada de Xalli o Xalla la encontramos igualmente empleada en los nombres de Xalacingo, de Xalla, arenal, y Xamapa, que también viene de Xalli, nombres que, como los de Xaltipan, Xilotepec, Xalcomulco, etc…” (Jalapa con equis (x) o con jota (j)) http://cdigital.uv.mx/bitstream/ 123456789/8125/2/anua-II-pag86-89.pdf).
Hasta ahí todavía pasa eso de cambiarle el nombre a esta Atenas Veracruzana, ¿pero que es eso de querer llamarla Estridentópolis? Eso sí que no. Pues así fue. A principios del siglo XX un grupo de jóvenes que vienen de la ciudad de México se instalan en esta ciudad y crean el Estridentismo, un movimiento de ruptura que compite a nivel mundial con los grandes corrientes que en ese momento nacían en Europa, aunque para nuestra sociedad aparentemente no significó nada.
Cuando vi en cartelera anunciada ESTRIDENTÓPOLIS,  de LEGOM, dirigida por Hugo Arrevillaga Serrano, a cargo de la Compañía Titular de Teatro de la UV, dentro de los festejos del 70 aniversario de nuestra máxima casa de estudios; supe que era un platillo que me iba a cenar y no me podía perder por ningún motivo.
Los antecedente con los que contaba del tema eran las entrevistas que le hacían a Germán Lizt Arzubide, uno de sus miembros destacados, que vi por televisión (no hagan sus cuentas de mi edad que este poeta murió a los 100 años de edad), donde nunca paró de ensalzar y vanagloriarse del movimiento estridentista. También tenía como referencia el busto de Manuel Maples Arce (el fundador del movimiento) que había en el parquecito que está al inicio de la calle Alfaro; donde a principios de los 90s, un colectivo de jóvenes anarquistas mejor conocidos como Los pelagatos felices hicieron un festival de teatro, títeres, música y naturaleza en su honor. Para tal efecto tenían amarrado un guajolote al busto del poeta jalapeño (hasta la fecha me sigo preguntando por el destino del guajolote, ¿habrá acabado en mole?, ¿comí de él acaso?) El busto lo quitaron al poco tiempo y en su lugar pusieron un transfomador de la CFE, que ahí sigue.
Hace unos dos años mas o menos se abrió un espacio cultural en una casa del centro llamada La casa de nadie, haciendo alusión probablemente al Café de nadie donde los Estridentistas se reunían en la ciudad de México. Hasta ahí… amén de haber leído algunos poemas de ellos… que no me dejaron muchos recuerdos (si no pues júrenlo que se los diría de memoria)
Es un tema dentro de la historia de nuesque no ha sido suficientemente abordado, menos en el teatro y esperaba encontrarme con algo que me sorprendiera (cuantimás tratándose de LEGOM,  de quien algunas de sus obras me parecen estridentes) y arrojara luz sobre este capítulo tan poco estudiado de nuestra historia reciente… pero negros tus cabellos.
Una actriz y cuatro actores se la pasan intercalando roles y personajes (¿) (sudados y esforzados eso sí, asombrándome por su capacidad de recordar no sé cuántos cambios de unos como rieles enormes de madera que mueven de acá pa´lla , en un afán del director de escena por hacer digerible 45 minutos de información) que nos notifican de manera anecdótica el devenir de esto jóvenes alocados que andaban con sus cosas esas de ¡Viva el mole de guajolote!, ¡hágame usted el grandísimo favor!. La obra nos cuenta sobre los 5 años que dura el movimiento, con sus ires y venires de la ciudad de México, Puebla y Jalapa (así se escribía por ese entonces). Y cómo termina porque la mamá, hermanas y tías de Manuelito ya no lo querían ver andar de loco. ¡Muchacho este ya consígase un trabajo serio! (lo nombraron Embajador un poco después, faltaba más).
Pareciera que la investigación que nos brindan fuera sacada de alguna enciclopedia virtual o similar, por el escaso análisis o profundidad con que es expuesta. No hay más.
Entiendo que la obra haya podido ser por encargo y como diría uno de nuestros insignes expresidentes no te pago para que me pegues, pero eso de querer ligar este movimiento de principios del siglo XX con la fundación de la universidad en 1940 se convierte en un acto por demás forzado y osado. ¿Qué tuvo que ver una cosa con la otra? ¿Cuáles son los puntos de coincidencia por Dios? ¿Qué nos queda de aquello, el legado, pues?
Talvez  yo sea el que no lo pueda ver y no entienda que el pasado es lo que da vida al presente, pero el teatro no miente, siempre asoma un ojo al que nada se le escapa, y al final acaba mostrando la verdad por encima de lo que deseamos expresar, de lo anecdótico. He visto obras de LEGOM que en verdad me parecen estridentistas, esta no.

Estridentópolis de Luis Enrique Gonzalez Monasterio. Dirección Hugo Arrevillaga Serrano. Con Freddy Palomec, Gema Muñoz, Raúl Santamaría, Benjamín Castro y Raúl Pozos. Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana.


Por Cuitláhuac Pascual

Concha Buika: Pecadora y mexicana


Concha Buika
Un verdadero deleite fue la actuación de esta formidable cantante española de ascendencia africana como cierre del Hay Festival 2014. Su particular estilo interpretativo convocó a una multitud que, con boleto o sin boleto, colmó las butacas y los pasillos de la sala Emilio Carballido del Teatro del Estado de Xalapa.
Poco después de las veintiún horas, se apagó la luz de sala e ingresaron al proscenio el trío de excelentes músicos en la guitarra, el bajo y el cajón peruano. Acordes después, la Buika apareció en el escenario arrancando un rugido del respetable; mostrándose sorprendida de su popularidad en estas tierras. Y, con su canto, la magia surgió.
Esta peculiar cantante nació en las Islas Baleares, hija de exiliados políticos de Guinea Ecuatorial, pequeña nación del África Central ubicada entre Gabón y Camerún. Su padre es el expolítico y escritor Juan Balboa Boneke. En el humilde barrio gitano de Palma de Mallorca donde creció, encontró en la música flamenca su  modo de expresión y la salida de una  dura realidad de pobreza y marginación. Si bien su  primer disco Mestizuo salió en el año 2000, fue en 2008 que con su cuarta grabación, Niña de Fuego, adquirió presencia internacional. Después de presentarse en Los Angeles, California, recibió sus primeras nominaciones al premio Grammy Latino. En octubre del 2009 salió a la venta El último trago, un homenaje al pianista Chucho Valdés en su cumpleaños noventa. Esta grabación hecha en Cuba la valió su primer Grammy como mejor álbum de música tradicional tropical. En 2011 fue invitada especial en un concierto de Chick Corea, ese año cambia su residencia a Miami para atender la fuerte demanda por sus conciertos.
Con ocho discos en su haber, cuenta con una amplísima lista de colaboraciones, en la que destaca la que hizo en el 2005 con Armando Manzanero en la canción Nos hizo falta tiempo. En el 2010, recibe el premio “Lunas del Auditorio Nacional” en el Distrito Federal. Santa Lucia, balada que popularizo en los noventa el roquero Miguel Ríos, fue de las primeras que hicieron corear a los espectadores. El cante hondo gitano, en mezcla con cantos y acentos africanos convierte el estilo de la cantante en particular. “¡Hoy soy mexicana!”, exclamó antes de interpretar El último trago, del mismísimo José Alfredo Jiménez;  pieza a la que dotó de nuevas cadencias y colores vocales. Su interacción con el público es relajadamente fluida, donde el humor y la ironía juegan un importante papel. “Buika, te regalo mi concha” le propuso una mujer en primera fila; le dio las gracias y contestó que con la suya tenía, se declaro una pecadora, “como mis hermanas aquí presentes” y se echó al teatro a la bolsa. La cubanísima Siboney fue interpretada en fusión con cánticos africanos, magistral; puede escucharse su trabajo con el gran Chucho Valdés. “Hoy va a suceder aquí algo inaudito –anunció-: un percusionista gitano va a acompañar un bolero escrito por una negra africana” y, aunque al percusionista le costó trabajo acoplarse, fue una fusión maravillosa de conocimiento y respeto por la música que estaba interpretando. 
Los noventa minutos de su concierto llegaron. Agradeció y al anunciar el final, el atronador grito de “¡otra, otra!” la hizo volver y, de encore, a su estilo recreó de una manera inaudita La nave del olvido, que todos hemos oído con José José. Bien chido.

Si bien el Hay Festival y sus formas provoca simpatías y antipatías, y aspectos por mejorar; considero que no hay peor fiesta que la que no se hace. Y traer a la gran Concha Buika fue, como dice el dicho, la cereza del pastel; y hay que reconocerlo.



Por Eduardo Sánchez Rodríguez





La danza africana no sólo es para repetir; hay que crear: Estela Lucio


Estela Lucio

Del corazón de la tierra, a nuestro corazón.
De nuestro corazón, al corazón de la tierra.
Del corazón de la tierra, a nuestro corazón.
De nuestro corazón, al corazón del tambor.
Con este ofrecimiento-invocación termina sus clases Estela Lucio, maestra primera de las danzas de origen africano en nuestra ciudad. Este año, su labor ha sido reconocida por el ayuntamiento de Poza Rica, donde creció; y en el Festival Afrocaribeño, donde ha participando desde sus épicos inicios. Y, ¡por fin!, el pasado mes de junio, recibió un merecidísimo homenaje de los integrantes  de diferentes generaciones del movimiento de la percusión y la danza afrocubana y africana  de Xalapa, nacido formalmente en 1980.
A convocatoria de su discípulo José Luis Ruíz, se organizó un activo y efectivo equipo logístico para el evento: Esperanza Mozo, Aram Huerta, Tomás Owen, Claudia Rojas, Messe Merari y Javier Cabrera. Fue con La Danza de Venado, originaria de Sonora e interpretada magistralmente por Javier Santos y el Abuelo Huicho, que se pidió licencia para que, durante casi tres horas, Annahí Saoco, los colectivos Maíz Negro, Cañadonga, Ensamble de Percusiones de Xalapa, Zancora, Rumbamba y Wantanara, sin olvidar la brillante danza-teatro de Enrique Vázquez, acompañado en las congas por Cándido Hernández, le bailaran, tocaran, cantaran y actuaran a la homenajeada, toda ella una sonrisa. Acompañada en la mesa de honor por sus cómplices de andanzas Ramón Gutiérrez, Tomás Owen, Rocío Sagahón, Enrique D’Flon, e Ivonne y Patricia Deschamps. Para concluir lo dancístico, Estela se levantó para bailar una sabrosa rumba afrocubana convocando a las bailarinas allí presentes. Fue muy emotivo. Messe y Miguel Flores cerraron el festejo con unas rolas muy a su estilo.   
Las danzas de origen africano han sido el legado que esta extraordinaria bailarina, formada en la danza contemporánea, ha transmitido desde hace ya más de tres décadas. Formadora de la mayoría de los actuales maestros locales, ha enseñado su arte a bailarines de todas las edades en esta ciudad, el estado y el país;  compartiéndolo con los más diversos públicos y en todo tipo de escenarios. Esta entrevista es mi granito de arena al reconocimiento de su trabajo.
“Nací en Cerro Azul, Veracruz, y me crié en Poza Rica. Mi primer acercamiento fue con el son huasteco, lo escuché mucho de niña. También muchos ritmos afrocubanos entonces de moda, como el cha-cha-chá, el mambo y la guaracha. En esa época, la Sonora Matancera y Pérez Prado eran populares en todo México. Yo siempre quise bailar, pero en esa época, a lo que aspiraban los padres era que uno hiciera una carrera universitaria decente y se recibiera. A Xalapa llegué en 1970, a estudiar arquitectura, y la terminé. En 1972  me metí a la Facultad de Música y estudié violín casi dos años; me costó mucho trabajo porque es un instrumento muy difícil.
En el 74 llegó el maestro Rodolfo Reyes, con la finalidad de armar una compañía de danza contemporánea. Empezó a dar clases en un salón del Teatro del Estado, abriendo camino al maestro Xavier Francis, director principal de la compañía que querían formar. En 1978, fui a Nueva York y tomé algunas clases de africano, ese fue mi primer encuentro. De vuelta en Xalapa, el maestro Alejandro Schwartz nos recomendó ir a Chilpancingo (Guerrero), donde estaba Rodolfo Reyes como director de la Casa de la Cultura, haciendo lo mismo que en Xalapa (una compañía), que Reyes quería armar con Arturo Garrido como coreógrafo principal. Trabajamos mucho. Estuvo Daniela Heredia (coreógrafa de Barro Rojo) y Serafín Aponte, y formamos el Ballet Independiente de la Universidad Autónoma de Guerrero. Por diferencias, nos separamos y decidimos llamar al grupo Barro Rojo. Fui fundadora, bailarina y maestra de Barro Rojo. En el 82 obtuvimos el Premio Nacional.
Después de Barro Rojo me embaracé de mi segunda hija y decidí trabajar como arquitecto en Tabasco; después trabajé en la Dirección de Cultura del Estado. Di también clases de danza contemporánea a niños de entre diez y doce años. En 1984 regresamos a Nueva York, y allí me metí a fondo con la danza africana: Haití, Puerto Rico, mucho de Cuba, Brasil, del Congo, de Guinea, de Costa de Marfil, un poquito de Malí y de Senegal bastante. Había mucho énfasis en Senegal y Guinea sobre todo, de los demás había menos maestros. Estuve allí hasta 1990. No he ido a África, solo tomé clases con muy buenos maestros africanos.
Regresamos a Xalapa para criar a nuestras hijas. Empecé a dar talleres; llamaron a Javier Cabrera y, en el segundo encuentro, empezó a tocar. Empezamos con música afrohaitiana, que era lo que más me gustaba. Fue en un salón que estaba en Ruíz Cortínez, casi frente al IMAC (a la entrada a Coapexpan), un laudero, que se llama Ricardo, también me acompañaba. Mi segundo salón fue en Corregidora (la calle Josefa Ortiz de Domínguez, por la iglesia de La Piedad); nos amontonábamos porque había muchas personas. Javier Cabrera acababa de regresar de Cuba e hicimos mancuerna; había unas muchachas que habían estudiado afrocubano y sabían el complejo de Congo, que es yuca, macuta y palo. Desarrollé danzas haitianas y brasileñas con dos alumnas que tenía: Carmen Kicherman y Liliana Garcimarrero. Decidimos armar un grupo de tres bailarinas con Cabrera, Enrique D’ Flon, Pedro Miguel Velásquez y Toñón; le pusimos Rumbamba. Actuábamos en una discoteca y hacíamos yumbalú, haitiano, el complejo de Congo y luego rumba y guaguancó; terminábamos invitando a la gente a bailar samba. No duraba más de veinticinco minutos pero se llenaba para vernos. Faltaba mucho por aprender pero ya teníamos algo armadito. Había mucho interés, tal vez menos gente que ahora pero había mucha entrega. Traje a los maestros M’bemba Bongoura, a Lamin Tiam (estilo zabar- senegales) y Kevin Hilton dio un curso de armar y tocar chéjeres. A mí me gusta más lo caribeño y lo senegalés pero la gente me pide guineano. Naolí Vinaver dio cursos de congolés; gusta pero no pega, no hace escuela. Vino Tito Tzompa (Congo) y solamente un año tuvo mucho éxito; en cambio, vienen los maestros guineanos y se llena.
Después de Corregidora empecé a dar clases en Papalote, al final del camino a Coapexpan. Antonio Zepeda se integró al grupo de xalapeños que hacíamos afro; Javier Cabrera, Enrique D’ Flon y Cándido Hernández tocaron en mi clase diariamente por años. Zepeda no es especialista en africano, lo es en prehispánico, toca como él quiere. No fue maestro, fue ejecutante de instrumentos con matices africanos. Aportó mucho, nos ubicó en que estamos en Mesoamérica y no en África. Era propositivo y fue criticado, decían que no tocaba bien, pero su influencia fue muy importante. Vale la pena crear otro tipo de cosas, yo tenía esa inquietud. La danza africana no solamente es para repetir sino para crear. Muchos grupos se han clavado en emular lo que se hace en África o en el Caribe y algunos lo hacen muy bien, lo han perfeccionado. Esta chica, Pupa (Guadalupe Luna), baila como cualquier africana de bien. Lo que les cuestiono a ellos es porqué no usan esos elementos para crear otras cosas.
Cabrera desarrolló mi espectáculo Danzas de Niebla, que emplea elementos africanos para recrear mitos y símbolos prehispánicos. Con la producción de Citlali Bravo y Tomás Owen en la escenografía y la iluminación quedó un número muy decente. Antonio Zepeda me hizo ver que era posible, me impulsó a que siguiera. Me desarrollé mucho bajo su influencia. Participó con nosotros en algún Festival Afrocaribeño. He ido recuperando poco a poco éste espectáculo que tiene diferentes dioses y mitos, a partir de un número que se llamaba El Chaneque y el jaguar desarrollé un cuento para niños donde los chaneques bailan danza africana. (En ella) Javier Cabrera tocaba instrumentos prehispánicos pero, de pronto, toca un 6/8 por allí y suena medio africano. Estamos creando a través de lo que hemos aprendido. El cuento quedó muy bien.
Tengo otro número que se llama La Coatlicue, me acompaña Javier Cabrera pero si no puede uso música grabada de Antonio Zepeda; también pasos de un baile haitiano que se llama Yambalú, que representa a la serpiente, al arcoíris y estoy hablando de la Coatlicue. Mezclo cosas para crear. Tengo además La Muerte de Coyoxchan; allí, Guicho (José Luis Ruiz) salía de Huitzilopochtli, haciendo un gran papel por su expresión corporal.
Rumbamba evolucionó mucho hasta fines de los noventa, pero esa generación la dio por terminada. De toda esa generación que éramos Rumbamba, algunos ya no bailan o ya ni tocan; ahora estoy trabajando con jóvenes que técnicamente tienen una preparación mucho más alta de la que teníamos nosotros a su edad. Les hemos tendido el tapete para que se desarrollen mejor; les hemos traído maestros, les hemos ensañado lo que sabemos y claro que ellos, como ejecutantes, han evolucionado mucho, son mucho mejores que hace unos años.
Rumbamba pasó de ser un grupo que ejecutaba ritmos afrocaribeños, africanos o brasileños a ser un grupo que ejecutaba ritmos de origen africano con elementos que también son de origen africano como el son jarocho. Fusionó cuando nadie lo estaba haciendo; casi daba pena decirlo, un zapateado con un djembe nadie lo había hecho. Lo hicimos y recuerdo que Javier casi pidió disculpas por haberlo hecho en un Afrocaribeño. Ahora es mucho más fácil porque casi todos los muchachos están haciendo eso: fusiones entre flamenco, son jarocho y africano. Nosotros estamos metiendo zapateado peruano (Annahí Hernández) y ya no sabemos ni qué hacer.
Rafael Campos trabajó conmigo en Veracruz Afromestizo y le pedí canciones originales; Rumbamba presentó este espectáculo. Las composiciones de Rafa le dieron un sello original al grupo; y es que tocar piezas y coreografías originales no es tan fácil. Fuimos muy criticados por los que hacen afro aquí, porque a ellos les sale muy bonito lo que saben hacer, pero que hagan algo nuevo. Hicimos Travesía, con ejecución de mucho más nivel; precisamente allí, Ramón Gutiérrez se atrevió a fusionar danzas haitianas con zapateado y tambores africanos, con jarana y quijada. A veces digo que repito mucho, pero trato de ir evolucionando, de ir creando cosas.
Tengo todo tipos de alumnos, algunos muy talentosos que agarraron camino rápido y que lo hicieron bien, que solucionaron por su cuenta. Por ejemplo Pupa, fue alumna mía y empezó conmigo; es un talento extraordinario, rapidito agarró lo que tenía que agarrar, fue con otros maestros y luego se fue a África y mira: a los dos años estaba bailando increíble.
No tengo la menor idea de porque estamos en una crisis tan tremenda, no sé si vamos a seguir bailando porque no hay trabajo. Trabajo sí hay pero no lo quieren pagar; estamos autogestando nuestro trabajo. En los festivales no hay trabajo; hay una mafia, ¿cómo es posible que les escribes y ni siquiera te contestan? Tienes que estar conectado para que te den trabajo. Es más fácil conseguir una tocada en el extranjero que en México. ¡Es increíble! Todo mundo está en veinte grupos a la vez, o hueseando aquí y allá. ¿Planes? Me gustaría que el grupo madurara, que tuviéramos trabajo, que viajemos, que viviéramos de eso y que la gente del grupo estuviera contenta. Llevarlo a cabo es un poco difícil.

 Xalapa, Veracruz. 16 de junio, 2010  



Por Eduardo Sánchez Rodríguez


Bajo el volcán y el itinerario de un escritor oriundo de la calle Ebria


El Farolito, cantina de Oaxaca que inspiró la legendaria Farolito de Bajo el Volcán
Arremánguense las faldas, señoras,
que vamos a atravesar el infierno.
William Blake

¿Qué puede agregarse, cincuenta años después de ver la luz en español Bajo el volcán, a lo ya dicho y redicho acerca de ella y de su autor? Poco; mejor aún: poquísimo si echamos por delante la humildad y la sinceridad consecuentes hacia este inglés llamado Malcolm Lowry, niño bien nacido el 21 de julio de 1909 en Birkenhead, pueblo adyacente a Liverpool del que a los dieciocho años, influido por Robert Louis Stevenson, Joseph Conrad, Herman Melville y Eugene O’Neill, se embarcó rumbo al lejano Oriente, viaje del cual volvió para cursar estudios universitarios inconclusos y escribir una primera novela (Ultramarina),[1] que sería publicada en 1933 y donde están presentes las constantes que orientarían su actuar vital y literario: la porosa línea vuelta espacio mínimo e íntimo donde se dirime la elección entre la culpa y la gracia; la degradación como apuesta vital en pos de la redención y la gloria; y esa concepción de la realidad realmente existente construida mediante la convocatoria a las metáforas vueltas guía de forasteros  para ir nombrando el entorno porque,  diría años después Octavio Paz, “los mundos los hace la palabra”, ésa que fue la gracia de Lowry y éste asumió responsablemente, para verterla en lo único que, Jorge Semprún dixit, el escritor debe tomar en serio: la literatura.[2] Por cierto, es durante ese viaje que Lowry adquiere una de sus dos más importantes vocaciones: ser un bebedor consuetudinario de alcohol; la otra sería la ya señalada literatura.
Ultramarina cuenta las vicisitudes del joven Dana Hillton –alter ego del joven Lowry, al igual que lo serán tangencial y fragmentariamente Hugh y El Cónsul en Bajo el volcán– a bordo del barco Oedipues Tyranus –el navío real en que se embarcó Lowry, y al que fue llevado por su padre a bordo de una limusina, se llamaba S. S. Pyrrhus; en Bajo el volcán el Filoctetes, donde viaja Hugh, se encuentra “un día, con un pobre carguero hermano perteneciente a otro siglo, el Edipo Tirano” (p. 183)[3]– y es, como casi toda ópera prima, autobiográfica, además de una declaración de amor al mar que sería para nuestro autor no sólo el amplio territorio del vacío y de la aventura, sino la vía de comunicación que daba entonces acceso al conocimiento del mundo y, sobre todo, de los seres humanos con sus miserias y sus glorias, temas que serían ponderados en toda la gama expresiva –cuentos, novelas y poemas– que la escritura de Lowry iría desarrollando, al tiempo que se insertaba en el laberinto del alcohol para arribar al estado de ebriedad como estadio de plenitud, desde donde transitaría de la  oscuridad a la luz y viceversa, redefiniéndole el rostro a lo existente sin perder su arraigo con lo terrenal, todo ello mediante el acto del artista que hiperboliza lo que ve y palpa para crear un hiperrealismo que trasciende lo que es y se es e instaurar el mundo de lo que puede o, mejor aún, debe ser, y que se establece de manera contundente en el delirio de El Cónsul que hipertrofia la vida cotidiana y que sustenta el capítulo V de la novela.
Lowry viaja en ese 1933 a la España de la Segunda República. Lo hace quizás atraído por el significado que para los socialdemócratas, los anarquistas y los socialistas de la época tenía ese corto verano libertario –la afirmación resulta de evocar las referencias constantes a la Guerra civil española en Bajo el volcán y en la relación entre Hugh y El Cónsul. Como sea, en Granada, y por la intermediación de su amigo Conrad Aiken,[4] escritor estadounidense, Lowry conoce a la actriz Jan Gabriel, con quien se casará en los albores de 1934 para vivir juntos seis meses y separarse; Jan regresará a su país y él a Londres, de donde a fines del mismo año embarcará hacia Nueva York para intentar una de las varias reconciliaciones fallidas con su esposa, en tanto él deambula de borrachera en borrachera y ella de cama en cama. Y en este andar la ruta de la dipsomanía va a dar, un día de junio de 1935, al área de psiquiatría del Bellevue Hospital, donde internado escribe Lunar Caustic (Piedra infernal),[5] para al salir reconciliarse con Jan e irse a vivir a Los Ángeles porque quería probar suerte como guionista, pero fracasa y deciden ambos partir desde San Diego con destino a Acapulco, puerto al que arribarán el Día de Muertos de 1936 y casi de inmediato marchan a Cuernavaca.
Una vez más el reencuentro dura poco y la relación termina. Lowry decide, el mismo día en que Jan se va, partir solo a Oaxaca. Es 1937 comienza en la antigua Antequera su definitivo viaje por los caminos del mezcal y pasa la noche buena y la navidad preso, según algunos porque su escaso dominio del español provocó un malentendido, según otros por no tener pasaporte y según el propio Lowry por motivo de sus opiniones liberales. Quizá la verdad habría que buscarla en su trashumar cantinero bebiendo litro tras litro de mezcal en compañía de Juan Fernando Márquez, rumiando lo que luego escribiría: “La única esperanza es el próximo trago… / Inútil titubear en el límite... / La única esperanza es el próximo trago/ Si te apetece, puedes dar un paseo”.[6]
Paseo por las rutas de la introspección y el deliro que duró el tiempo justo que el escritor requería para ir vaciando su escritura de los artilugios propios de quienes escriben sin haber vivido lo narrado, pisando a fondo el acelerador, cual moderno Caronte dispuesto a invitar en su andar a todo aquel o a toda aquella que quisiera acompañarlo sin apurarse en saber para qué ni para quién estaban novelando. Y de esa estancia en el infierno vuelta epifanía, que nuestro autor describe cabal y de manera sublime en la página 221 de Bajo el volcán, Lowry obtuvo, además de disentería, fiebre reumática y paludismo, la sapiencia elemental, primigenia, para emerger con el arsenal existencial que en cópula con su talento lo llevarían a edificar uno de los portentos de la literatura toda: Bajo el volcán.
“He caído muy bajo. Déjame caer más bajo aún, para que pueda conocer la verdad. Déjame sufrir verdaderamente. Devuélveme mi pureza, el conocimiento de los misterios, que he traicionado y perdido”, dice El Cónsul ante la efigie de la Virgen de la Soledad; y Lowry, luego de haber hecho espeleología en las profundidades del mezcal y de que el delirium tremens lo lleve a sentirse perseguido por hombres salidos de la nada, regresa a Estados Unidos, con la experiencia oaxaqueña vuelta descubrimiento de amor y terror iluminadores que lo llevan a decir: “Conocí una ciudad de noche aterradora./El niño alcohólico temblando en la mazmorra… Confortado por el asesino, la compasión aquí también existe./ Los ruidos de la noche clamando, pidiendo ayuda, /desde la ciudad y desde el jardín que expulsa a quien destruye”.
Sale de México en 1938 rumbo a Los Ángeles, vía Nogales, para internarse en una clínica y luchar contra su alcoholismo una vez más. Emprende ahí la tarea de concluir una novela que desde hace por lo menos cuatro años viene armando en su cabeza, en diversos fragmentos de papel que pierde y reencuentra y en otros que definitivamente no vuelve a ver; esa obra es Bajo el volcán, cuyo primer manuscrito envía en 1940 a Harold Manson para que éste busque un editor. Manson enviará el texto a más de una decena de editores que rechazarán publicarlo y volverá a las manos de su autor, quien lo dejará descansar un tiempo y retomará su corrección de manera pausada, pero constante, tarea que concluye el 24 de diciembre de 1944; un año después, entre noviembre y diciembre de 1945, regresará a México y se quedará hasta julio de 1946.
Durante esta segunda estancia, acompañado de Margarie Bonner, su segunda esposa, vivirá entre Cuernavaca y Oaxaca. Acude a ésta en busca de Juan Fernando Márquez y se encuentra con que murió en una pelea de cantina, lo que motiva la escritura de una novela inconclusa: Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.[7] Viaja con Margarie a Acapulco en marzo de 1946 y son hostigados por agentes de migración que intentan extorsionarlos, a causa de que la pareja ha dejado en Cuernavaca su documentación migratoria. En mayo son encarcelados y embarcados en ferrocarril hasta Nuevo Laredo para salir deportados del país. De esta experiencia Lowry escribirá una novela inédita en español y editada, con el nombre de La mordida, por la Universidad de Georgia en 1996;[8] en ella vuelve a  utilizar como personajes a Sigbjorn y Primrose Wilderness, protagonistas de Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.
 En 1947 Bajo el volcán es publicada por Reynal and Hitchok, en Nueva York, y por Jonathan Cape, en Londres, y Lowry abandona los terrenos de la anonimia al través una de las obras capitales de la literatura moderna: del gran pastiche y crisol que sintetiza una tradición narrativa que va de Dante a Joyce pasando por Cervantes y Goethe, así como el mortero donde se desestructura y se reestructura una superlativa parodia de La Divina Comedia, El Quijote, Fausto y Ulises; de la sincera puesta en escena del infierno vital de un ser humano en tono de gran guiñol; y de una metáfora de la existencia como el acto supremo de violencia conducente a la muerte.
Bajo el volcán y sus doce capítulos, que dan cuenta de la ebriedad delirante de El Cónsul durante un día, es también un catálogo de indicios y señales e integra una crítica a la modernidad inacabada y a sus grandes fracasos, manifiestos en un mundo contemporáneo permanentemente ebrio, escrita por este inglés que un 27 de julio de 1957 ingirió una dosis excesiva de somníferos ignorando, quizá, que mataba a uno de los cuatro o cinco mejores novelistas de su siglo, a uno de los diez más grandes de toda la historia de la literatura; ignorando que había enviado al sueño eterno a un autor futurista que espera tranquilo, mezcal en mano, que el siglo XXI le traiga los mejores lectores a una obra demasiada complicada por ser un sencillo acto de amor y odio a la vida misma.






[1] Hay edición en español de Tusquets, que publicó también el volumen de relatos Escúchanos, señor, desde el cielo, tu morada, Oscuro, como la tumba en que yace mi amigo y Bajo el volcán; no sobra decir que la primera edición de esta última en nuestro idioma es de ERA (1964), traducida por Raúl Ortiz Ortiz, y que hay también una de 1981 en Bruguera.

[2] Véase el prólogo a El volcán, el mezcal y los comisarios, título bajo el cual Tusquets publicó, con una traducción bellísima de Sergio Pitol, dos largas cartas de Lowry que son una declaración de principios, una explicación y una defensa de sí mismo y de su obra más importante. Carmen Virgil, compiló la correspondencia de éste bajo el título de El viaje que nunca termina. Correspondencia (1926-1957), publicada por Tusquets en 2000.
[3] Cito de la edición en español de ERA.
[4] Este autor esboza un perfil del veinteañero Lowry como afín a las ideas de izquierda, como muchos intelectuales de entonces. Aiken ya era conocido en nuestra lengua desde 1920 a través de dos poemas traducidos y publicados en la revista bonaerense Grecia por un joven escritor argentino de nombre Jorge Luis Borges, quien los había obtenido del número 3, correspondiente a diciembre de 1919, de la revista londinense Cotiere A Quarterly. Art, Prose, and Poetry, en cuyo consejo editorial estaban T. S. Eliot y Aldous Huxley, y donde el propio Aiken y Stanley I. Rypins figuraban como editores estadounidenses. Posiblemente durante alguna de sus muchas estancias en Londres Lowry lo conoció y de ahí su viaje a España. Queden aquí las hipótesis.

[5] De esta obra, mitificada y vuelta objeto de culto por los “lowryófilos”, hay una traducción editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y otra hecha por Montesinos, en España.
[6] Para la poesía de Lowry en español puede consultarse la recopilación Poemas, en Visor (1971), traducida por Mariano Antolín Rato. En 2004 ERA publicó sesenta y nueve poemas de Lowry, en edición bilingüe, titulada Un trueno bajo el Popocatépetl.

[7] Dicha obra fue dejada inconclusa por Lowry y en 1968 su viuda y Douglas Day, su biógrafo, la armaron con los manuscritos del escritor. La primera traducción al español es de Eva Iribarne Dietrich y fue publicada en 1971 por la editorial venezolana Tiempo Contemporáneo; en 1998, ERA publicaría otra versión con traducción de Carlos Manzano, misma que también publicaría Tusquets. La biografía de Lowry escrita por Day fue publicada en 1983 por el Fondo de Cultura Económica bajo el título de Malcolm Lowry. Una biografía. Jan Gabriel, primera esposa de Lowry, publicó en St. Martin’s Press sus memorias, tituladas Inside the Volcano: My life with Malcolm Lowry (2005), de las cuales, hasta donde sé –que es muy poco–, no hay todavía versión en nuestro idioma.
[8] Acerca de esta novela pueden consultarse la entrevista entre Sanjuana Martínez y Carmen Virgil publicada en Proceso núm. 1223, así como el texto de Luis Javier Garrido a propósito de la entrevista, publicado en Proceso núm. 1258.


Por Arturo García Niño

Salman Rushdie: profuso y concentrado


Salman Rushdie (1947) ganó el Man Booker Prize for Fiction por su segunda novela –Hijos de la medianoche (1981)–, que le representó un aumento considerable de audiencia, pero saltó al estrellato gracias a que el Ayatollah Ruhollah Khomeini emitió una fatwā en su carácter de Líder Supremo de Irán, en 1989. Un acto al parecer inquisitorial, propio de un tirano. Sin embargo, se ha confundido la fatwā con una sentencia de muerte, lo que es una interpretación errónea. El autor inglés fue, en efecto, amenazado de muerte debido a la publicación de la novela Los versos satánicos (1989), pero la célebre fatwā no es sino una solicitud de interpretación de la ley respecto de un asunto que, dependiendo de la resolución, podría sentar un precedente en términos legales. En fin, otro fantasma de los temores arbitrarios a los pueblos islámicos.
La obra del autor inglés es profusa y, a un tiempo, concentrada. Explora la relación entre la India e Inglaterra con un estilo cercano al realismo mágico latinoamericano. Convendría iniciarse en su lectura a través de la novela Shalimar el payaso (2005), de escritura reciente, ya que sus primeros libros tienen un acento experimental que no ayuda a un lector primerizo. Iniciar con Los versos por el morbo de la fatwā desenfoca la figura de un escritor de talla universal, para quien ese evento está lejos de resumir su tentativa estética. Por otro parte, no es ajeno al activismo político y a lo largo de su trayectoria ha hecho declaraciones poco afortunadas, como aquella de apoyo al bombardeo de la OTAN a la antigua Yugoslavia, que en su momento criticó duramente el también escritor Tariq Ali. Esto, por supuesto, entra en el horizonte anecdótico del escritor y nada tiene que ver con el alcance de su obra en términos literarios, pero es parte de su trayectoria vital.
La lectura de su obra es una excursión para los lectores hispanoamericanos, ya que no es fácil entender la composición étnica del subcontinente indio, lo mismo que sus conflictos étnicos, minúsculos para quien no los entiende e inmensos para quien los padece. Al igual que sucede con V. S. Naipaul, en Rushdie puede leerse cómo la posmodernidad no está preparada para integrar usos milenarios y las creencias de estirpe mítica. Trinidad y Bombay: dos extremos de Occidente. Los leprosos de Nueva Delhi no tienen acceso a Internet o lo desprecian, incluso, y bañarse en el Ganges siempre será una experiencia más enriquecedora que instalar la última versión de Windows.

La presencia de Rushdie en México es motivo de celebración y la lectura de sus libros se apunta como una cita para quien desee indagar sobre otro de los conflictos del mundo contemporáneo: la integración.




Por Luis Bugarini

El periodismo el gran protagonista del Hay Festival Xalapa 2014


Hay escritores que les gusta andar elevados
Concluyó la IV edición del Hay Festival en Xalapa cuyo eje principal se centró en el ejercicio periodístico y la libertad de expresión, además de la presencia de Salman Rushdie, uno de los escritores más importantes de la literatura universal. Josué Castillo reseña lo más destacado y resalta los señalamientos de los invitados más importantes sobre la situación del periodismo en Veracruz y la paradoja de que un estado represivo celebre la libertad de expresión.
El pasado 5 de octubre terminó el Hay Festival Xalapa 2014, después de cuatro días de actividades en las que se encontraron 140 artistas de 17 países en más de 70 actividades que contaron con, según el comunicado oficial, más de 30 mil asistentes.
Esta edición congregó voces tan importantes como las de Salman Rushdie, Joumana Haddad, Margo Glantz, Sergio González Rodríguez, Rithy Panh, Yoani Sánchez, Abraham Cruzvillegas, Alan Weisman, Paul Bogard y Juan Bonilla. En el aspecto musical del festival se contó con la participación del Instituto Mexicano del Sonido, Daniel Johnston y Carmen Costa Band, así como la Orquesta Sinfónica de Xalapa y Concha Buika.
Si bien en ediciones pasadas la ficción y la poesía habían estado en el centro del reflector, en el Hay Xalapa 2014 el periodismo y la crítica tuvieron un lugar privilegiado, dando como resultado un mayor número de eventos que acercaran a los asistentes a otras perspectivas desde donde abordar problemas cotidianos, como la falta de libertad de expresión y los peligros de ejercer el periodismo en el siglo XXI.
Con lo anterior como eje, en Performance recapitularemos los encuentros más memorables de este festival.
Siento un gran hermanamiento por México: Yoani
Yoani Sánchez sostuvo una conversación con Diego Enrique Osorno en el Teatro del Estado. Allí presentó 14 y medio, un periódico digital dirigido a los cubanos residentes de la isla.
Este proyecto marca un viraje en la carrera de Yoani, pasando de sus crónicas personales sobre la vida cubana publicadas en su blog (gracias a lo cual merecería el premio Ortega y Gasset a periodismo digital del diario español El País) a un ejercicio periodístico más serio. “Necesitaba más, un trabajo más en colectivo, llegar a la gente con información, no sólo opinión, que permitiera a otros cubanos formarse sus propias opiniones”, afirmó.
Para este proyecto Yoani cuenta con el apoyo de su esposo Reinaldo Escobar y algunas de las personas que participaron en su academia blogger, iniciada en 2009, de quienes dijo son “un equipo variopinto de gente que se atreve pero que aún tiene que formarse mucho personalmente”.
La periodista cubana abundó en la paradoja que es crear un periódico electrónico para el país con la menor conectividad de Occidente. Menciona que en Cuba el mercado negro les ha ayudado a hacerse con la información y tecnología para mantener el sitio en línea y, cuando esto falla, siempre pueden recurrir a redes alternativas e ilegales en la isla para la distribución del periódico.
Yoani mencionó que siente un gran hermanamiento por México y especialmente por los periodistas que ponen su vida en riesgo. Dijo que en ocasiones visitantes extranjeros le comentan sobre la situación del periodismo en el resto de Latinoamérica para decirle que “después de todo, (los cubanos) no están tan mal”, sin embargo eso no sirve de consuelo pues en Cuba “mataron la posibilidad de hacer un periodismo y ahora estamos resucitando el cadáver”.
Los periodistas están en peligro: Rushdie
Salman Rushdie, escritor británico nacido en Bombay, célebre, entre otras cosas, por sus Versos satánicos y su aparición en El diario de Bridget Jones, tuvo dos participaciones. Mientras que en sus apariciones programadas vimos a un Rushdie encandilado con el poder de la ficción, fue en su contacto con la prensa en donde, con los pies en la tierra, se refirió de manera directa a su visión sobre el periodismo y la libertad de expresión, tras ser cuestionado ampliamente sobre su experiencia personal con la censura y la persecución.
“La palabra escrita puede ser más fuerte que cualquier discurso. Los débiles somos nosotros y parece fácil torturar o asesinar a un hombre, pero la obra sobrevive”, mencionó Rushdie. Sin embargo, se dijo escéptico sobre el poder del arte pues no nos lleva necesariamente a la acción; eso sí, reconoció el poder de la literatura para transformar la forma que tienen las personas y sociedades de ver el mundo.
Se refirió al periodismo como “una vocación heroica” e hizo un llamamiento a protegerlo y proteger a quienes lo ejercen, pues están en peligro y en varias partes del mundo son considerados blancos específicos de la violencia.
Reclaman a Rushdie su respaldo a gobierno del estado
El 4 de octubre Comunicación Social del gobierno del estado de Veracruz hizo circular una fotografía del gobernador Javier Duarte acompañado de varios invitados del Hay Festival, entre ellos Salman Rushdie, quien aparecía a su lado. Esto provocó la reacción inmediata de varios profesionales de los medios de comunicación y asociaciones civiles, entre ellos se encuentra la Red de Solidaridad con Veracruz en Libertad, que dirigió, mediante change.org, una carta al escritor británico pidiéndole se pronunciara en torno a la falta de la libertad de expresión en Veracruz y el asesinato de 10 periodistas en lo que va de la administración de Duarte. Rushdie contestó que su visita al Hay Festival en Xalapa fue “para reunirme con mis lectores mexicanos y mis colegas escritores. Mi visita de ninguna manera respalda la posición de ningún político. Mi presencia en una fotografía junto al gobernador no debería verse como un respaldo. No lo es. Estoy bastante preocupado por el asesinato de periodistas en el estado de Veracruz y hablé en la Ciudad de México acerca de los peligros que enfrentan los periodistas y la necesidad de protegerlos y de investigar los crímenes en su contra”.
Veracruz es un estado paradójico: Sergio González Rodríguez
En la carpa de la Casa del Lago, el periodista Sergio González Rodríguez sostuvo un encuentro con Pablo de Llano Neira, del periódico El País. Durante esta plática González habló sobre su trabajo periodístico y su visión sobre México como un estado disfuncional.
El autor de Huesos en el desierto afirmó que la forma en la que la prensa ha cubierto la violencia generada por el narcotráfico no permite aprehender la realidad del hecho, pues la presenta simplificada para su fácil consumo, convirtiendo la información en un producto para saciar el morbo. “Al final, después de este bombardeo (mediático) que parece cotidiano, lo que queda en la gente son el temor, el miedo y la parálisis frente a los hechos. Tenemos que reentender los efectos de la violencia, la explicación que va desde lo local, estatal y nacional y el contexto político”.
Agradeció la oportunidad de contar con un foro tan importante como el Hay Festival Xalapa, sin embargo mencionó que si bien la literatura es importante para la vida del espíritu, eventos como estos deben despertar una mayor interés e, incluso, generar debate en torno a los grandes problemas de Veracruz, México y el mundo, en vez de intentar dar la impresión, como pasa con el gobierno del estado de Veracruz, de que todo está bien y en orden.
Señaló que es paradójico que un gobierno como el del estado de Veracruz convoque a un festival como este, en el que se festeja la libertad de expresión a la vez que la labor periodística se ve entorpecida diariamente por la intervención del mismo gobierno y sus instituciones. “Este es el gran tema que hay que discutir en estos coloquios, no quiero decir que sea el único tema, hay muchos otros que hay que discutir, desde luego los contenidos literarios y periodísticos, las estéticas, las poéticas, pero desde luego hay que discutir el tema periodístico en torno a la libertad de expresión… y lo tengo que decir aunque no me vuelvan a invitar a un evento como este”, remató.
Lamentó que las declaraciones de Salman Rushdie sobre la situación del periodismo fueran hechas en abstracto, sin referir directamente, por ejemplo, a los 10 periodistas muertos en lo que va de la administración de Javier Duarte.
 “Me parece terrible la censura”: Margo Glantz
La multipremiada escritora mexicana Margo Glantz también presentó su libro autobiográfico Yo también me acuerdo (Sexto Piso). Ante varios medios de comunicación, Glantz declaró que eventos como el Hay Festival, a pesar de su función positiva para la difusión de la cultura y la reflexión, sirven a gobiernos para aparentar una calma inexistente, como es el caso de Veracruz.
Al ser cuestionada sobre la iniciativa enviada al congreso local por el diputado priista Adolfo Ramírez, que pretende limitar el derecho a la manifestación en el estado, la escritora comentó que ella no puede decir qué hacer o no, pues no es profeta ni nada por el estilo, lo que sí mencionó fue que le parece “terrible que haya censura, me parece terrible que haya periodistas muertos, me parece terrible que se limite la libertad de expresión, eso me parece terrible en cualquier estado de la República y en Veracruz me parece también muy mal”.
Mi cuerpo me pertenece”: Joumana Hadd
“La llave de mi escritura es el erotismo”, mencionó, casi al inicio de su conversación con Felipe Restrepo, la poeta y traductora libanesa Joumana Haddad, considerada una de las 39 escritoras más influyentes de la literatura árabe actual.
En esta conversación la escritora manifestó que el hecho de hacer con su cuerpo lo que quiera, especialmente en el mundo árabe, no es algo íntimo y personal sino un acto político, de allí que escogiera el erotismo como una forma de radicalizar su crítica al régimen musulmán. “El cuerpo es una de las cosas que más importa a las religiones monoteístas controlar”, remató.
Ante un público atento, Haddad habló sobre su experiencia como editora de la revista Jasad (“Cuerpo” en árabe), una publicación especializada en las artes y ciencias del cuerpo enfocada al mundo árabe. La intención, desde luego, va más allá de lo estético y lucha por la liberación de los cuerpos. Mencionó que desde el principio sabía que una publicación así no sería recibida precisamente con aplausos, pero que la reacción del público ante su publicación le ha ayudado a continuar a pesar de los intentos de censura y calumnia promovida por grupos conservadores.
Haddad menciona que la publicación se encuentra actualmente en pausa, debido más a un problema financiero que a haber claudicado en su proyecto por la presión de sus detractores, pues ha tenido problemas para conseguir publicidad ya que los clientes potenciales temen perder credibilidad u honorabilidad por anunciarse en una revista mal vista desde los poderes establecidos.
Xalapa se nutre con una gran presencia anglosajona
No sólo Salman Rushdie representó a la lengua de Shakespeare en esta edición del Hay Festival, personajes como el poeta y artista marcial británico Steven J. Fowler, quien presentó su poemario Enemigos/Enemies y sostuvo una conversación sobre la traducción literaria con Pura López Colomé. Forrest Gander, que presentó su poesía ante un público atento en la Casa del Lago, y el traductor Thomas Bunstead ayudaron a poner en alto el nombre del idioma inglés. También participaron Stephenie Merritt, Bee Rowlatt, Nell Leyshon y Adam Thirwell.
Vale la pena resaltar el evento en el que se encontraron Thomas Bunstead (especializado en traducciones del español al inglés, traductor de obras de Enrique Vila-Matas y Antonio Garrido), Roberto Frías (ha traducido a Oscar Wilde al español), Pura López Colomé (que ha traído al español obras de Samuel Beckett, Seamus Heaney, William Carlos Williams y Robert Creeley)  y Víctor Andresco (traductor al español de Anton Chéjov y Leon Tólstoi) con Maliyel Beverido, en donde se discutieron los retos y dificultades que implica la traducción literaria.

La presencia de escritores angloparlantes es entendible debido a la participación de la BBC y el British Council, que procuran conectar a Xalapa, en cada edición del festival, con lo mejor de la producción literaria de los países de lengua inglesa a través de la organización de charlas, exposiciones y proyecciones cinematográficas. Esto tiene como resultado la creación de enlaces entre creadores




Por Josué Castillo