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Cultura 2014





A falta de una verdadera reflexión sobre la cultura, continuarán los dislates, los dispendios, las obras suntuosas e innecesarias. La cultura es una fuente de riqueza, nos dice nuestro amigo el Diletonto, pero para las personas quienes la administran, no para la ciudadanía.
En 2014 Veracruz recibirá de la federación una suma billonaria: 4 billones de pesos. El tope histórico atañe, claro está, a la realización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Esta obra consumirá la mayor parte del recurso asignado; otra parte significativa  se destinará a programas sociales. Sin embargo, una parte importante del presupuesto se destina al ámbito cultural, sin que los criterios de manejo sean transparentes en una entidad cuyas instituciones de cultura y sus creadores sobreviven en condiciones de pobreza.
En el proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el ejercicio fiscal 2014 se etiquetaron 13, 746.4 millones de pesos en el rubro Cultura; monto igual al que se ejerció en 2013. El poder Legislativo permitió una ampliación con lo que el presupuesto total será de 18, 347. 7 millones, de los cuales 1,867.8 serán ejercidos por el Conaculta y 2,728.5 millones a través del Ramo 23.
¿A quien beneficia ? En el caso de Veracruz, a proyectos de edificación de infraestructura cultural –el anunciado complejo cultural de Xalapa–, remozamiento de los edificios del patrimonio histórico –Casa de la Cultura de Córdoba, teatro Solleiro de Huatusco, rescate del mural de José Clemente Orozco en Orizaba– y por supuesto servirá para continuar con la directriz de reducir la riqueza cultural de Veracruz a variedad turística. Las propias autoridades –o sus voceros– han insistido en que 2014 será el año del turismo cultural en Veracruz. No se trata de condenar el turismo cultural, una actividad loable con la condición de que no se reduzca el patrimonio cultural a su faceta de comercio, sino de señalar que desde hace diez años se ha venido repitiendo la fórmula, casi como mantra, de que Veracruz debe obtener divisas del turismo cultural. Que si antes era el petróleo la fuente de opulencia hoy lo es el arte y la tradición. Lo cierto es que en diez años poco ha cambiado para bien en el estado. Las fiestas patronales y tradicionales subsisten corruptas –las fiestas de La Candelaria; los festivales arraigados han desaparecido –Junio Musical–, se han transformado o de plano languidecen agónicos –festival Afrocaribeño. Asimismo las inversiones en infraestructura, pese a que como nunca se ha remitido a Veracruz importantes sumas federales, son escasas siendo muchas veces motivo de controversia y de polémica por la falta de transparencia en el manejo de estos subsidios. Recuérdese el caso del Teatro del Estado cuya remodelación apenas concluyó, tras años de recibir dinero para la tarea y también el del célebre Palacio de Hierro de Orizaba sobre el cual varios columnistas nacionales alertaron de un mal uso patrimonial.
Cultura, apéndice no desarrollado de turismo
En el marco de la conmemoración y guardia de honor por el aniversario luctuoso de Agustín Lara, el secretario turístico declaró que el presupuesto anual que recibe el Instituto Veracruzano de la Cultura (Ivec) es cercano a los 110 millones de pesos anuales, cantidad que cada año buscan incrementar “para que alcance”.
“Adicional a esto, como los fondos de cultura como Conaculta y un fondo especial para el rescate de las Bellas Artes, juntan otra bolsa igual muy parecida a los casi 100 millones de pesos”, señaló el secretario de Turismo y Cultura del Estado de Veracruz.
Curioso: Harry Grapa se limita a señalar el presupuesto otorgado al instituto de cultura, sin acotar que la Secretaría de Turismo por su parte recibe y maneja un presupuesto cercano a los 97,000 millones de pesos, mientras que para las dependencias de la Administración Pública Estatal, que integran la clasificación de Turismo y Cultura, se destinarán 238 millones de pesos para su operación.
En los últimos seis años se abandonó la cultura como proyecto educativo y formativo de la sensibilidad, un método, para privilegiar aquello que la cultura tiene de comercio. De ahí que el entonces gobernador Fidel Herrera propiciara la reingeniería en la estructura institucional con el propósito de que el otrora depositario de la riqueza cultural y su gestión, el Ivec, se redujera a un apéndice de la Secretaría de Turismo; una oficina que ejecutara las instrucciones y lineamientos de la oferta turística.
Desde la supeditación del Ivec a la Sectur se estipuló que la cultura estaría vinculada al turismo. Será cultura aquello que se pueda promover, que se exhiba, que incite al encuentro colectivo, no aquello que permita el crecimiento individual. No extraña que en los programas se privilegien las fiestas patronales, los encuentros e inversiones de aquellas expresiones culturales que sí atraen público y por ende aportan beneficios, como las producciones cinematográficas o audiovisuales y los festivales de gastronomía. Para documentar el optimismo recordemos que éstas son las manifestaciones con raigambre cultural, hay otras más superficiales que en particular en este sexenio prosperaron: los festivales de salsa, los bailes, los desfiles, conciertos y caravanas con artistas, las pasarelas, las manifestaciones circenses, entre más exitosos a nivel comercial y por ende con menos valores artísticos, mejor.
Poco sorprende entonces el papel de comparsa que el Ivec se ha resignado a adoptar en su dependencia de la Sectur. Ni que el secretario Harry Grappa, al reseñar y anunciar lo más relevante en cultura para Veracruz, mentara el Festival Gastronómico Internacional Veracruz 2014, cuyo acto será del 13 al 16 de marzo en Boca del Río.
Las instituciones responsables en Veracruz parecen incapaces de trascender el esquema de diversión, jolgorio y entretenimiento. Aunque aumenten los recursos federales a falta de un programa y de una verdadera reflexión sobre la cultura, continuarán los dislates, los dispendios, las obras suntuosas e innecesarias, mientras los creadores, la infraestructura cultural, zozobran. Las inversiones no procuran una sociedad económicamente sana sino la dependencia endémica perpetuando el mecenazgo dependiente.
Coda
En algo tienen razón quienes ven en el turismo cultural la gran fuente de divisas. Hay mucho dinero asignado, hay muchos recursos y sin duda es una fuente de riqueza. Lástima que no sea para la ciudadanía.



Por El Diletonto





Galindo revisitado


Sergio Galindo
El IVEC en su nueva colección Mínima publicó Cinco pasos para llegar al bordo, antología de tres cuentos y dos fragmentos de novela de Sergio Galindo, fundador de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Josué Sánchez nos habla de esta antología digna de ser reconocida como una discreta invitación a la lectura de la obra del xalapeño. 
Desde hace un par de años, siempre que pienso en la literatura mexicana tengo que recordar la contemporaneidad de los narradores que leo –Cormac McCarthy, Philip Roth, Haruki Murakami, entre otros– para resaltar el cliché de una afectada tradición que inició en el siglo XVII, continuó dos siglos después en las plumas de funcionarios públicos del XIX (y parte del XX), se engolosinó en lo aún más afectado de la ranchería y las cananas terciadas sobre la sucia camisola de manta y se entretuvo, hacia mediados del siglo pasado, en la experimentación formal, por no decir fallida, de autores muy interesados en plagiar o remedar a buena parte de los escritores franceses que les parecían muy chic. Y lo repito, son sólo los narradores que leo y el cliché sobre nuestra tradición lo que me ayuda a desechar el concepto de la estirpe de nuestra literatura como una especie de ley o estudio hagiográfico que legitima, desde otro prejuicio de lo que se cree académico, la escritura sesuda e intelectualmente, forzadamente, emparentada con muertos de nuestro panteón de las letras que poco o nada tienen que ver con una sensibilidad, técnicas y argumentos que inspiren pereza, aburrimiento o indiferencia.
Por eso, cuando vuelvo sobre Sergio Galindo (Xalapa, 1926-1993), y en este caso con Cinco pasos para llegar a El Bordo (2013), antología de tres cuentos y dos fragmentos de novela, puedo al menos reconocer el riesgo de una escritura que involucra la fuerza narrativa interesada en contar historias que apelan a lo emotivo no por sí mismo, sino con la tenaz intención, aunque no por eso virtuosa, de asirlo en la página con la habilidad que todo buen escritor debe de contar, la de un auténtico hacedor de páginas.
Autor de cuatro libros de cuentos y nueve novelas, Galindo obtuvo los premios Mariano Azuela, Xavier Villaurrutia, Bellas Artes de Literatura y José Fuentes Mares, entre otros. Asimismo, su crédito como fundador de la Editorial de la Universidad Veracruzana fue un suceso que funcionó de alguna manera para demostrar parte del tipo de sensibilidad que tenía como escritor. Por eso el Ivec publica ahora en su nueva colección Mínima, una antología digna de ser reconocida como una discreta invitación a la lectura de la obra del xalapeño. 
Cinco pasos para llegar a El Bordo, cuyo prólogo, edición y selección está a cargo de Raquel Velasco, reúne tres cuentos de Galindo donde el tema de la locura se vislumbra a veces ambiguo, como es el caso de “La máquina vacía” y “Querido Jim”, a veces con resignación, como es el caso de “Terciopelo violeta”. En los tres predomina una voluntad de introspección y eso hace que el lector experimente, a un paso del placer que inspira lo artificioso, las mentes dislocadas de los personajes.
Los protagonistas de “Querido Jim” y “Terciopelo violeta” tienen un perfil cosmopolita y burgués. En el primer cuento está un editor que viaja a un congreso de editoriales en Ámsterdam; en el segundo, una señora inglesa que pasa la vida de viaje en viaje y que experimenta un sentimiento cercano a la hipnosis cada vez que el avión, como ella dice, se desliza por el aire con “el ritmo”. Es en “La máquina vacía” donde el déjà vu y la trama se funden en una especie de persecución interna. El narrador especula acerca de lo que debe hacer en el momento en que aborda un vagón de tren y se dirige a un sitio que es aguardado por un destino ambiguo para él mismo a pesar de que presiente que ya se soñó ahí. Antes dije que el tratamiento narrativo de los cuentos está a un paso del placer de lo artificioso y esto es a causa de un acercamiento innecesario: en los tres, los personajes de Galindo parecen controlar demasiado la situación, como si ya hubieran leído su cuento, y eso, en consecuencia, le resta amenaza o extrañeza a aquello que experimentan y que, deliberadamente, se queda en la ambigüedad para no ser descalificado como simple locura, ¿por qué? No exijo un intento de realismo ramplón fundado en la mímesis de la realidad, sino un artificio más al pendiente de las reacciones de personajes inmersos en algo que evidentemente se les va de las manos, reacciones más en comunión con la materia o plano en el que se mueven, el de la ficción. De cualquier modo, la revisión de ese estado de psicosis en claroscuro que expone Galindo tiene como recompensa la crítica implicada en su observación hacia la clase burguesa, su ocio y su banalidad.
Cosa distinta son los dos fragmentos de novela que se incluyen en el libro. En el fragmento que corresponde a El Bordo está la preocupación del narrador que, casi a modo de canto, expone la naturaleza sin caer en el panteísmo. Después viene la relación de la mujer con la naturaleza y viceversa y la noticia de su embarazo para su esposo alcohólico. La tensión se concentra ahí, en el presupuesto de la mujer que espera demasiado de alguien a quien ni siquiera comprende. Por si fuera poco, también está el fragmento de Otilia Rauda, donde conviven dos fuerzas, la belleza de Otilia y la envidia que le provoca a Rosenda, una mujer venida a menos pero con la reputación o su recuerdo en el pueblo de Las Vigas, Ver. La cuestión es más compleja cuando se involucra el esposo de Otilia, un vestido que Rosenda le regala a ésta y la anécdota de que un día, borracha, Otilia dijo que sería muy bella con un tenate en la cara. Tan sólo el final del capítulo tiene un tono carnavalesco y vale la pena que el lector se asome al fragmento de esta novela si lo que se quiere es obtener una impresión ágil, divertida y compleja de un Sergio Galindo diestro en el tratamiento de la superficialidad, la torpeza y las habilidades de arpías que traduce en personajes e historias de un pueblo veracruzano.
El lector que quiera asomarse a una buena muestra de uno de los mejores narradores de nuestro estado puede tomar Cinco pasos para llegar a El Bordo y usarlo como brújula o mínimo muestrario de la narrativa de la muestra que, si bien no vivió como el genio de su tiempo, tampoco se preocupó por obtener, como algunos de sus contemporáneos, una notoriedad basada en piruetas formales o sosos experimentos literarios.



La magia del Mago Septién


El mago de la crónica radiofónica
 En esta ocasión el Conde de Saint Germain nos habla de las increíbles habilidades narrativas de Pedro Septién Orozco, mejor conocido como El Mago, “quien ganó su apodo a pulso gracias a la imaginería de narrar el beisbol a través de la radio como si él estuviera ahí”.

Estimado Boss:
Primero, reciba la andanada de frases hechas para desearle un buen año. Como sabemos, las palabras esperanzadoras se repiten cada 365 días, aunque los deseos se esfumen a la vuelta de la esquina gracias a la brutal realidad.
Sé que mi encomienda en Performance es hablar particularmente de los medios de comunicación locales o algunas expresiones de la cultura y el arte. Pero en esta ocasión quiero hablar de un personaje nacional, el fantástico Pedro Septién Orozco, mejor conocido como El Mago.
La vida inexorable nos conduce a la muerte. En esta ocasión le tocó el turno al Mago Septién. La mañana del 18 de diciembre del año pasado recibí la noticia muy temprano. El cronista que nos hizo imaginar grandes partidos de beisbol a través de sus narraciones radiofónicas, había dejado de existir a la edad de 97 años.
Cuando los personajes se vuelven entrañables, las noticias que anuncian su muerte, duelen. De inmediato rememoré aquellos anuncios en la radio de la Cabalgata deportiva Gillette, que eran la bienvenida a las crónicas mágicas del Mago Septién.
Esto, en la voz del Marqués de Querétaro, era normal: “Recuerdo aquella Serie Mundial entre los Yankees de Nueva York y los Mellizos de Chicago. El gran Bambino estaba en la cuenta de 2 y 2. El pitcher Charlie Root parecía dominar al Bombardero del Bronx. De pronto el gran Ruth señaló las gradas del jardín central. Root lanzó una recta veloz, a buena altura, cualquier bateador hubiera abanicado sin remedio, pero Babe Ruth la conectó y la bola voló, voló y voló, en el cuadrangular más largo que se haya conectado en el Wrigley Field. Así se inmortalizaba una leyenda más del gran Bambino de Oro”.
Y así, una y otra historia del beisbol era convertida en hazaña, en epopeya, que quedaba en el imaginario popular gracias a las excelentes crónicas de Pedro Septién, el gran Mago, quien ganó su apodo a pulso gracias a la imaginería de narrar el beisbol a través de la radio como si él estuviera ahí, pero en verdad estaba en la cabina de radio con ayuda de efectos especiales y su sapiencia sobre el Rey de los Deportes. Cronista deportivo inigualable.
Hay películas de luchadores de la década de los 50 donde aparecen sus fantásticas narraciones de los héroes del ring. También fue cronista del futbol soccer desde el mítico Parque Asturias, del futbol americano, del billar, de las Olimpiadas. Era un Homero que convertía al deporte, sobre todo el beisbol, en un viaje a Ítaca donde cada jugador era un Odiseo.
Así como Hans Christian Andersen contaba cuentos, el Mago Septién hacía gala de la imaginería y sus narraciones transcurrían con un manejo de lenguaje impecable, su voz era en sí el imán, el cuerpo de sus palabras. Un Homero de la crónica deportiva, un Andersen que fantaseaba, una Sherezada que encantaba con sus cuentos.
Aquel trío de cronistas del beisbol que formaba con Jorge Soni Alarcón y el joven Antonio de Valdés (antes de que se convirtiera en bufón de Televisa Deportes) era en verdad una delicia para la crónica del beisbol. Sin par las transmisiones de las series mundiales donde narraron las epopeyas de los Yankees, los Medias Rojas, los Atléticos de Oakland, los Rojos de Cincinnati, los Mets de Nueva York, los Orioles de Baltimore y por supuesto, los Dodgers de Los Ángeles, en aquella memorable Serie Mundial de 1981 entre Yankees y Dodgers, ganada prácticamente a pulso por Fernando Valenzuela. O aquella Serie Mundial de 1989 entre los Atléticos de Oakland y los Gigantes de San Francisco donde un terremoto colapsó a la zona de la bahía. El Mago, Soni y De Valdés eran de los pocos cronistas que habían llegado al partido antes de que comenzara y desde su palco de transmisión narraron la relación de los hechos en vivo, como grandes profesionales del periodismo.
Gracias al Mago y a mi padre, el beisbol quedó impregnado en mí. En mi pequeño radio de transistores con mi chicharito al oído, las noches se llenaban de magia gracias a las narraciones del Mago sobre las hazañas de los Yankees o de los Tigres de México. Aunque yo le iba a los Diablos Rojos, siempre mi deseo era que Septién se hiciera cargo de la crónica de los partidos de los escarlatas, pero ahí el mandamás era Óscar El Rápido Esquivel.
Los aficionados al Rey de los Deportes siempre  recordaremos al Mago Septién con su crónica elegante, con el manejo de datos que daban paso a la inmortalidad y con la creación de una poética radiofónica única e irrepetible.
Como decía él: “al  final, sólo queda la frialdad de los números”.
Conde de Saint Germain, duque de los Jardines de Xalapa y paje del Rey de los Deportes.





Por Conde de Saint Germain




Recuperar la vista: subasta del IAP


Iliana Pámanes
A propósito de la subasta del Instituto de Artes Plásticas de la UV en diciembre de 2013, Omar Gasca se pregunta: “¿cómo convencer a un público potencial para que se vuelva efectivo a la hora de proponerle la adquisición de buenas obras a bajo y relativamente bajo precio?”. En torno a esta cuestión va el presente escrito.
En la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de la Universidad Veracruzana, el martes 17 de diciembre del año pasado se llevó a cabo la primera subasta de arte organizada por Gabriela Ramírez para el Instituto de Artes Plásticas de la misma institución. Pintura, escultura, cerámica, cartel, fotografía, textil y estampa, un total de ochenta obras de treinta artistas se ofrecieron al mejor postor a efecto de obtener recursos para destinarlos al fortalecimiento de infraestructura y equipamiento del IAP. Catálogo digital con enlace en la red, jazz, vino, bocadillos y una organización impecable y puntual (rara avis) acompañaron el acontecimiento, más un público constituido fundamentalmente por los propios artistas y sus acompañantes. 
En el momento, antes y después, la pregunta es la misma que dio título al tratado político de Lenin de 1901-1902: ¿Qué hacer?  Dicho de otro modo: ¿cómo convencer a un público potencial para que se vuelva efectivo a la hora de proponerle la adquisición de buenas obras a bajo y relativamente bajo precio?  La lista sería larga pero, ¿un Byron, un Rodríguez, un Yahagi, un Domínguez, un Torralba…?  ¿Un cartel de Morelos o de Cózar?  ¿La imagen de Roxana Cámara?
En el mismísimo en medio del asunto, además del “¿qué hacer?”, evocamos la frase del músico y actor  Goran Bregovic que, en el papel de Damian de I giorni dell'abbandono o Los días de abandono, la película de Roberto Faenza basada en la novela de Helena Ferrante, dice: “tienes que recuperar la vista”. El contexto varía pero de fondo la idea es: ve, fíjate; percibe tú y con tus ojos, lo que encaminados nos trae la noción perceptual de que “cuando vemos una cosa vemos sobre todo nuestra relación con esa cosa” o, lo que es lo mismo, “no vemos las cosas como son, las vemos como somos”. ¿Qué vemos cuando vemos? ¿Qué vemos cuando vemos esas obras? ¿Qué nos dicen a nuestra emoción, cultura, imaginación, experiencia o referencias, ideas y vivencias? ¿Cómo asociamos qué con qué?  Por supuesto, quien subasta, el martillero, no puede, porque no es su función, hablar de sus preferencias individuales o de las notorias y sobre todo notables cualidades de una obra, porque no todas las tienen y porque, a diferencia de lo que ocurre en Sothebys o Christies o López Morton, hablamos aquí de una sede académica cuyos fines no son el lucro a toda costa y donde por principio es necesario respetar, digamos, lo que los abogados llamarían “fama pública”, que no equivale necesariamente a lo que con facilidad se entendería por tal cosa ni a tener muchos fans, gran rating o altas ventas, sino al testimonio de calidad que representa el trabajo de individuos ampliamente conocidos por una comunidad, esto es, personas muy arraigadas en ella, de prestigio, al margen de filtros o embudos que pudieran matizar todo ello. ¿Qué hacer? ¿Cómo recuperar la vista? Nos preguntamos: ¿qué colgamos en las paredes de nuestras casas? Es muy vieja (¿1914?) la Theorie der gesellschaftlichen Wirtschaft o Teoría de la economía social de Friedrich von Wieser, en la que se nos habla del “costo de oportunidad”, cuyo sentido es más amplio pero refiere sin duda al costo de la no realización de la inversión, lo que en otros términos (y para los que pueden) pensaríamos como desaprovechamiento y, más duramente, como un derroche impropio que se corresponde con el más grande despilfarro: ¿cómo no comprar?
Así y todo se vende, porque nos encontramos con artistas que no se coleccionan sólo a sí mismos gracias a que acumulan sin quererlo y sin venderla su propia obra, o porque descalifican todo aquello que no sea de su autoría, o en virtud de que no saben ver aunque parezca que a eso se dedican. Unos se compran a otros, muchos con el ojo entrenado, entre salpicaduras pocas pero vigorosas y eficaces de pujas de invitados laicos o civiles, por llamarles de algún modo a los invitados no etiquetados como creadores. Puede parecer poco desde los ángulos de la utopía, la ingenuidad, la candidez o la ensoñación, pero para nuestra geografía y en martes y en vacaciones vender  27 piezas de 80, es decir, 34% del todo, está bien, y más si la expectativa económica se supera por el 92%.
Tenemos rato diciéndolo: ¿por qué no formamos públicos? ¿Por qué en las facultades de artes del país y en la nuestra de la UV no hay una experiencia educativa, virtualmente complementaria de Mercadotecnia, que se oriente a sensibilizar al entorno a propósito de la adquisición, de la colección, de la apropiación intelectual pero emocional pero material de obra? ¿Por qué no hay un programa del Ivec al respecto? ¿En Xalapa? Pero, también, ¿por qué no pensamos en instrumentar juicios de gusto y de valor consecuentes con la oferta artística que tenemos, la cultura que como ciudad decimos tener y el costo de oportunidad que representa respondernos “recuperar la vista” ante la pregunta de “qué hacer”? 



Por Omar Gasca




Los cineastas más extremos del mundo


Fabrizio Prada
Previo a la celebración de la tercera versión del Festival Mundial de Cine Extremo, en el puerto de Veracruz, Víctor Benítez conversó con Fabrizio Prada, uno de sus organizadores, en torno al concepto “extremo”  del festival, los directores invitados, los países participantes y las propuestas estéticas basadas en las nuevas tecnologías.
En el contexto de las fiestas patronales, desde hace tres años, del 20 al 24 de febrero, se lleva a cabo el Festival Mundial de Cine Extremo, festival que busca presentar y premiar cortometrajes y largometrajes filmados en condiciones extremas –sin presupuesto–.
El festival que toma lugar en el puerto de Veracruz es realizado por Fabrizio Prada, Récord Mundial Guinness, cineasta y guionista; y Miguel Salvador Rodríguez, presidente de la Fundación de la Crónica de la Ciudad de Veracruz.
Aunque con mucho esfuerzo y condiciones casi extremas, se realiza el festival queriendo consolidarse en sí mismo. El festival contará con la presencia de grandes trabajos de cineastas alrededor del mundo y premiará sólo a los mejores.
Para conocer más sobre el festival, Fabrizio aceptó una entrevista para Performance con el fin de conocer un poco de la trayectoria y trascendencia del festival.
¿En qué consiste el festival Extremo?
Se llama Festival Mundial de Cine Extremo porque en los cinco continentes convoca películas hechas en condiciones extremas de producción, lo que quiere decir que no cuentan con apoyos fuertes, algunas cuentan con apoyos pero mínimos, sin presupuesto, y otras incluso sólo se generan con el trabajo voluntario del equipo que la realiza, los actores, el equipo técnico, y eso se hace posible gracias a la nueva tecnología digital. Poder hacer algo prácticamente sin dinero. Nuestra visión es realizar un festival de películas hechas sin dinero. Hablar “sin dinero” en el cine es decir “con tantito dinero”, pero nos han llegado películas, como una irlandesa de este año que se hizo con 100 libras, que vendrían siendo como dos mil pesos, y es un largometraje muy bueno de fantasmas. Nos dice el director George Clarke que la gente se llevaba el lonche desde su casa, entonces no tenían ese gasto, además de que usaban un edificio antiguo abandonado. Este tipo de experiencias que están sucediendo en todo el mundo se están convirtiendo en un movimiento de cine extremo, lo que queremos consolidar en esta tercera edición es que no sólo sea el festival donde se proyectan películas y se dan premios, sino que también se haya creado un manifiesto de este movimiento global de cineastas de distintos países.
¿Es un festival que viene de España a Veracruz?
No, es un festival original de Veracruz, lo que pasa es que  hay mucho participante de España. Usualmente se están haciendo muchas películas allá; hace poquito en una entrevista dije que habría películas españolas este año pero también habrá películas de todas partes.
¿Cuál es la idea de hacerlo en una ciudad como Veracruz y no en el Distrito Federal, por ejemplo?
En primera porque es un cine alterno, fuera de la industria, fuera de los círculos, entonces no está centralizado. Esto es un festival que surge, desde su idea, en el interior, en Veracruz porque es una ciudad antigua, la más antigua de México, es la puerta de América como puerto y creo que eso le da un valor doble como sede. El primer festival de cine en la ciudad más antigua de México.
¿Cuál es la diferencia de este festival con otros festivales?
Es justo que tiene una programación exclusiva, son películas que en ningún otro festival de México vas a ver. Son películas que nos llegan directamente a nosotros con premier en México, otras son premier continental y otras más premier mundial, películas que nunca se han exhibido en ningún lado. Entonces eso le da un valor agregado al festival.
¿Cuál consideras que ha sido el balance?   
Ha ido creciendo, despertando más interés. Ya lo esperan en Veracruz. Hay gente de Xalapa que desde el año pasado fue al festival, gente de otros lados, incluso de Tijuana, de Oaxaca. El primer año llegó gente de Cuba. Va a llegar gente de Los Ángeles, aparte de los jurados, gente que tiene su película en concurso y que consiguen el medio para poder llegar. En varios caso, no en todos, como son cineastas extremos, no tienen todos para un pasaje pero de conseguir su pasaje pues sí vienen.
¿Hay apoyo por parte de las instituciones?
El Festival Mundial de Cine Extremo se hace en colaboración con la Fundación de la Crónica de la Ciudad de Veracruz, y esta fundación es presidida por Miguel Salvador Rodríguez Azueta, es escritor del puerto veracruzano. Ha hecho un esfuerzo por recuperar las festividades patronales que se habían perdido y que lleva unos seis años volviéndolas a hacer, y nuestro festival se hace en el contexto de estas fiestas. Él y yo hemos hecho un equipo muy bueno y ésta sería la tercera vez.
Tenemos apoyo de la Sectur del estado de Veracruz, también apoyo de la Secretaría de Cultura del Municipio de Veracruz y estamos por definir algunos patrocinios de la iniciativa privada, pedimos unos apoyo que no sabemos si nos van a llegar o no, que casi todo es en especie, para poder realizar todo, por ejemplo albergar a los jurados e invitados, para poder viajarlos.
¿En dónde se va a realizar la presentación de las películas?
Hay dos vertientes del festival, largometraje y cortometraje. Los largometrajes se dividen en ficción y documental, estos se van a proyectar en el Museo de la Ciudad de Veracruz, durante el día, desde las 10 u 11 de la mañana hasta las siete de la noche. Los cortometrajes se proyectan en la noche en el Hotel Veracruz, que es el hotel sede del festival en el centro histórico. Los cortos se ponen desde las ocho de la noche hasta eso de la 10. Son cuatro días de proyección y el quinto día lo tiene el jurado para deliberar; por la noche se hace la premiación en el Teatro Clavijero. Todo en el Centro Histórico de Veracruz.
¿Quiénes van a ser los jurados?
En largometraje este año Jorge Ruffinelli, crítico de cine especialista en cine latinoamericano. Él hizo las enciclopedias de cine latinoamericano y viene desde Standford University, y Fernando Bañuelos, que conduce un programa de cine en una cadena importante de televisión. Ivonne Moreno, que es curadora de arte y ahora es subdirectora de Cultura en el municipio de Veracruz.
En el de corto estará Jimena Guarque, directora de la Escuela Veracruzana de Cine Luis Buñuel. Va a estar María Roman, una actriz rumana que es egresada del New York Actor Studio y está haciendo sus primeras películas en Hollywood, pequeños papeles pero ahí va llevando su carrera; y Sofía Téllez, directora de teatro de Costa Rica, e Isidro Laisequilla, creador de video independiente en el puerto de Veracruz. Vamos a dar un reconocimiento a Pilar Pellicer, una actriz mexicana de teatro y cine.
¿Cuáles son las expectativas que tienes de esta emisión del festival?
En primera me gustaría que lleguen más cineastas, más que los otros dos años, que lleguen más participantes y público interesado. En balance, el primer año tuvimos poco público en largometrajes y mucho público en cortometrajes, y la clausura llenó el Teatro Clavijero, que tiene 600 butacas. El segundo año bajó el público en la clausura pero hubo más público que vio largometrajes y cortometrajes. Me gustaría que este año crezcan las dos cosas. Tener lleno el teatro y las exhibiciones del teatro.
Hay una relación que no cuadra muy bien, y es que dices que no se necesita un presupuesto o un gran presupuesto para hacer películas, pero una escuela de cine es bastante cara. Estamos hablando que este festival presenta películas que se rodaron con menos de lo que cuesta una colegiatura en la escuela de cine.
Sí es cara, la Luis Buñuel, hablando de Xalapa no es tan cara como otras, pero sí es cara. La Universidad Veracruzana no tiene la carrera de cine, y ninguna otra institución pública. La Escuela Veracruzana de Cine es la única que tiene licenciatura en el sureste de México, pero sí es elitista. Básicamente la mayoría de los alumnos que estudian ahí son de fueras.
Muchos casos en el festival son gente que se ha autoformado. Hay tres vertientes, los que se han autoformado, los que salieron de comunicación porque tenían ganas de hacer cine y los que estudian cine.
¿Cómo se hizo la selección de las películas?
Recibimos muchas películas, unas 600 de todo el mundo, y se dividieron en dos comités, uno que ve los largometrajes y otro los cortometrajes. Se busca que tengan un buen nivel de guión, que estén bien hechas técnicamente; a veces si el guión es bueno pero técnicamente es mala, se puede aceptar. Pero casi en general están muy bien hechas todas las películas.
Posteriormente unos meses después al festival, haremos la proyección en Xalapa, lo más seguro es que pueda ser en El Ágora, pero eso habría que confirmarlo para por lo menos proyectar a los ganadores.
¿Cuál es tu objetivo personal al realizar el festival?

Este año quiero hacer una redacción y firma de un manifiesto del cine extremo mundial, que no se quede como un festival sino como un movimiento mundial y que los cineastas de todo el mundo vean que esto se está haciendo. Incorporar textos que vayan mandando de la fecha al día del evento y ver cómo los documento. Que no se quede en esfuerzos independientes, si bien todos va a seguir produciendo de la misma manera, poder al menos generar un movimiento.




Por Víctor Benítez