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Italo Calvino |
De
1952, La hormiga argentina de Italo Calvino ejemplifica de manera
notable lo que el autor italiano es capaz de crear: un relato magistral cuya
materia prima es la alegoría. Bugarini escribe que en esta historia “se
asoma el mejor Calvino. Una historia compacta, de escritura estilizada y frase
corta. No hay lugar para la digresión o el chisporroteo de historias
incidentales que buscan distraer al lector”.
Entre las citas
irremplazables de la narrativa actual se encuentra la obra de Clarice
Lispector, Robert Walser y W.G. Sebald. También la de Italo Calvino
(1923-1985). Este énfasis no es producto del entusiasmo o de una empatía sin
apenas sustento. Con cada libro el escritor italiano bordea esa región insólita
de la sensibilidad contemporánea y sus copiosas lecturas le dan cuerpo a esta
indagación, a través de la literatura fantástica, de los recovecos y
claroscuros que nos deforman el rostro y al mismo tiempo lo dibujan con una
mejor silueta.
En
cada libro de Calvino se asoma ese que somos y dejamos de ser en el acto.
Encuentro
en La hormiga argentina (1952) el listado de preocupaciones que pueblan
su obra y asimismo el uso mañoso de la alegoría que sirve como argamasa para
sugerir una radiografía del tiempo presente. La anécdota se resume fácil: una
pareja con un niño llega a vivir a un lugar indeterminado de Liguria —en el
noroeste de Italia—, y la proliferación de una hormiga conocida como
“argentina” los obliga, después de varios intentos de exterminar este insecto
que se vuelve plaga, a dejar atrás este lugar y buscar un mejor destino.
No
es inusual en la literatura el uso de la alegoría para sugerir una idea y dejar
meditando a la crítica. Y mal se haría en concederle valor al relato por su
aparente simbolismo. Quizá ni siquiera lo tiene. La historia avanza al detallar
la angustia de la pareja, que de pronto padece los estragos de que todo se
encuentre plagado de hormigas. Tal es la invasión que el niño no puede dormir.
En la historia se asoma el mejor Calvino. Una historia compacta, de escritura
estilizada y frase corta. No hay lugar para la digresión o el chisporroteo de
historias incidentales que buscan distraer al lector. El anclaje del suspenso
funciona hasta la última línea, en que esta familia sube a un bote para dejar
atrás esta pesadilla en tiempos modernos.
Por
la cercanía en años y tema muchos críticos han emparentado este relato con La
peste (1947) de Albert Camus, que refiere una invasión de ratas a la ciudad
argelina de Orán. Y aunque las similitudes están a la vista, ni el
existencialismo ni el deseo de escribir una novela política anima la escritura
del relato de Calvino. Estamos lejos de una literatura pensada en función de
hacer una declaración de principios.
Al
final, La hormiga es un ejemplo estelar de cómo se arma una historia que
inicie utilizando las herramientas del realismo y que con el avance de las
páginas se transforme en una secuencia de cuadros fantásticos.
Este
es el caso.♦
Por Luis Bugarini: Narrador y crítico. Escribe en el blog de Nexos. Es aficionado al motociclismo.