Las andanzas de Módulo


Publicado porJosé Homero el 6:48 p.m.

Bailar en las calles no es nada nuevo,
lo nuevo son las razones para hacerlo.
Alejandro Schwartz (1986)


“El periodismo tiene el compromiso de ser testigo y agudo observador de la vida cotidiana”, dice Gay Talese, padre del nuevo periodismo. Personalmente, paciente lector, escribir sobre lo experimentado es un privilegio como periodista, y mi actividad como iluminador escénico es parte fundamental de ello porque, además de participar en el proceso creativo, proporciona una visión de las políticas culturales y sus resultados en cuanto a creación de público y popularización de la cultura.
Me explico: con estudios en mecánica-eléctrica, en 1998 recibí la patadita de bienvenida a este maravilloso mundo en un festival teatral en Guadalajara. Pero fue en el 2006, ya como jefe de foro del fallido festival cultural La Caravanda, que iluminé por vez primera a Módulo Compañía de Danza, fundado y dirigido por el bailarín y coreógrafo veracruzano Alejandro Schwartz Hernández. Allí nació la complicidad que me llevó a colaborar con la compañía los últimos dos años y medio.
Lunes 27 de abril, 2015
Aunque radico en Xalapa, escribo estas líneas en Veracruz con el parque Zamora de fondo, al reflexionar sobre la reciente actividad de la compañía: la semana pasada se presentó en el bellísimo teatro porfiriano Solleiro de Huatusco; hoy por la madrugada volvió del I Festival de Danza Callejera Tonio Torres realizado en la ciudad de San Luis Potosí. Mañana iluminaré a los alumnos del Estudio-Teatro, sede de Módulo; y pasado mañana a la compañía, dentro de las actividades del Día Internacional de la Danza, promulgado en 1982 por el International Theather Institute (ITI) dependiente de UNESCO, entidad cultural de la Organización de las Naciones Unidas. De esa vorágine de vivencias, el festival de San Luis provocó mi curiosidad por conocer el origen de este tipo de encuentros, en los que Módulo ha tenido presencia desde su comienzo.
Para comprender mejor esta historia, en importante conocer que “dos son las precursoras de la danza moderna en México: [las bailarinas estadounidenses] Waldeen y Anna Sokolow. [Y que] En 1947 el recién creado Instituto Nacional de Bellas Artes fundó la Academia de la Danza Mexicana, con características de compañía y taller coreográfico, cuya finalidad sería buscar los caminos que propiciaran el surgimiento de una forma dancística emanada de nuestras raíces y nuestro sentir, de un lenguaje de movimiento propio, capaz de proyectar nuestra identidad como nación en términos universales. En suma, de una danza escénica o de concierto verdaderamente mexicana” (Memoria del Primer Encuentro Callejero de Danza Contemporánea, p. 9, 1987).
Los festivales de danza callejera fueron creados por el grupo teatral Zopilote, dirigido por los hermanos Fernando e Ignacio Betancourt, de fuerte militancia izquierdista. Después del terremoto que asoló a la ciudad de México en 1985, formaron la comisión cultural de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre de la colonia Roma. Establecieron contacto con artistas de todas las disciplinas para hacer actividades culturales con los damnificados, quienes se encontraban seriamente afectados emocionalmente y apiñados en refugios y tiendas de campaña. Surgió la idea de que los bailarines se presentaran donde estos estuvieran, y en 1986 se convocó al I Encuentro Callejero de Danza Contemporánea, en el que participaron los grupos Barro Rojo (dir. Arturo Garrido), Contradanza (dir. Cecilia Appleton), Módulo, Asalto Diario (dir. Miguel Ángel Díaz) y Evolución (República de El Salvador), entre otros. El encuentro permaneció hasta 1990 y, siguiendo su ejemplo se celebraron encuentros callejeros en San Luis Potosí, Puebla y Xalapa, principalmente.
En estas tierras de la cada vez más escasa neblina y el chipi-chipi, el bailarín Daniel Acevedo jugó un papel clave: participó con Experimentación Coreográfica de Veracruz en el primer encuentro en el DF y, siendo director de la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana (UV), asistió al segundo y propuso la extensión del festival a Xalapa. Se llamó Muestra Callejera de Danza Contemporánea en Xalapa (proyecto presentado por la Facultad de Danza) y se realizó en 1988 con los siguientes objetivos:
1. Proporcionar al público local una muestra de los mejores exponentes de la joven danza contemporánea para difundir esta manifestación artística en escenarios no tradicionales.
2. Fomentar la relación de los artistas de la danza con la comunidad estudiantil y popular con miras a generar actividades culturales autogestivas.
3. Divulgar el trabajo de jóvenes coreógrafos y grupos cuya sólida trayectoria profesional es desconocida para la mayoría de la población de la localidad.
4. Propiciar el encuentro, intercambio y relación entre los grupos de la localidad, del Distrito Federal y de otros estados de la República.
5. Descentralizar hacia la provincia este tipo de encuentros que, hasta la fecha, sólo han sido realizados en la capital de la República.
6. Proporcionar a los profesionales y estudiantes de la localidad oportunidades para obtener experiencias con grupos, maestros y coreógrafos de esta disciplina artística.
Como puede observarse, los objetivos estaban encaminados al desarrollo de una danza con fuerte compromiso social, y si bien en Xalapa no había damnificados, fue necesaria la vinculación con organizaciones sociales, políticas y culturales para llegar a buen puerto. La inauguración y clausura se llevaron a cabo en la plaza Lerdo, y los lugares utilizados como foros fueron el estacionamiento de la Unidad de Comercio y Administración, el patio interior de la Facultad de Economía, el de la Unidad de Ciencias de la Salud, la explanada de la Unidad de Humanidades, todos de la UV. Además, la Torre Cinética y las colonias Revolución, Carolino Anaya y Progreso Macuiltépetl. Bajo la dirección ejecutiva de Alejandro Schwartz participaron Módulo, Barro Rojo, Contradanza, Asalto Diario (todos del DF); grupo Ollín (Oaxaca), Pirámide (Dir. Adriana Quinto), Ocotl (Dir. Pablo Durán), Impulso (Monterrey), Yocasta Gallardo, Oriquis, Amaranto (dir. Ana Uribe), Compañía de la UV y las facultades de Teatro y Danza. Además de tres funciones grupales por día, por la mañana había clases y ensayos; para complementar, se llevó a cabo un simposium sobre la danza callejera. Se realizaron dos encuentros más: 1989 y 1990.
En el caso de San Luis Potosí, se efectuaron dos ediciones del encuentro callejero, en 1989 y 1990, organizadas por el destacado bailarín potosino Tonio Torres, quien participó en el segundo encuentro en el DF con su grupo Nucleodanza. Módulo y Barro Rojo (la compañía más contestataria de la danza mexicana) participaron en ambos. Veinticinco años después, Juan Carlos González Islas retoma el ejemplo y, a puro pulmón y con escasísimo apoyo institucional, arma el I Festival de Danza Callejera Tonio Torres. Juan Carlos es un historiador que, por cuestiones laborales, en 2002 se involucra en la organización del legendario Festival Internacional de Danza de San Luis Potosí Lila López (la bailarina potosina más importante). Él recibió allí el llamado de la lira de la musa Terpsícore, pasión que lo llevaría a fundar, en el 2007, el Centro de Documentación e Investigación de la Danza Carlos Ocampo (destacado periodista cultural potosino ya fallecido). El CCID realiza, además, el Festival de la Danza Patricia Aulestia (bailarina ecuatoriana radicada en México desde 1969; fue directora del Departamento de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes, fundadora del Centro Nacional de Investigación de la Danza José Limón del INBA y de la Alianza Mexicana de Coreógrafos), con dos ediciones en su haber; se bailan todos los géneros, su sede es el municipio de Matehuala y se celebra en octubre. Así como el festival de danza y teatro Sólo para Chavitos, que sucede en noviembre y va en su tercera edición. 
La inauguración tuvo lugar en el jardín de San Juan de Dios, frente al museo Federico Silva, y participaron las agrupaciones locales Nucleodanza (dir. Guadalupe Orellana) y Proyecto Coyote (dir. Arturo Garrido); los queretanos Ciudad Interna (dir. Alejandro Chávez); Módulo y los defeños de Barro Rojo (dir. Laura Rocha). Todos ellos mostraron gran calidad escénica atrapando la total atención del público. En la segunda jornada se presentaron los libros Reflexiones sobre la danza escénica contemporánea de José Antonio Torres, quien da nombre al festival; y Barro Rojo Arte Escénico (1982-2007). La izquierda de la danza contemporánea mexicana del periodista cultural Juan Hernández Islas. Las extensiones del festival fueron los municipios de Ahualulco y Salinas de Hidalgo. Así, durante cinco días, agrupaciones dancísticas procedentes de diferentes lugares del país mostraron su arte por estas tierras tuneras. Como paréntesis cultural, cabe mencionar que la ciudad de San Luis Potosí cuenta con tres instituciones para el aprendizaje de la danza: el Instituto Potosino de Bellas Artes, el Centro de Artes de San Luis Potosí Centenario (vieja cárcel porfiriana que hace pocos años se transformó en un hermoso y eficiente centro cultural) y la Escuela Estatal de Danza. Los grupos Nucleodanza, Proyecto Coyote, Ballet Provincial, Iguana Blanca, Experimento Escénico y el Colectivo Lila López son los hacedores actuales de esta disciplina.
Este Día Internacional de la Danza es, en lo personal, de algarabía. Si bien la mayor parte de mi labor ha sido en el teatro, donde la palabra es el medio comunicador y el rostro el elemento primario, aún debía aprender que en la danza el cuerpo es el medio y se requiere una concepción tridimensional para su correcta iluminación. ¿Y qué mejor manera de aprenderlo que el trabajo cotidiano con una compañía de danza?
Módulo ha sido, desde su fundación en 1986, un laboratorio vivo donde más de 130 bailarines (y técnicos) han estado bajo la tutela de Alejandro Schwartz, uno de los más importantes bailarines que Veracruz ha lanzado al ruedo. Su devenir personal hunde profundamente sus raíces en la historia de Veracruz puerto, su lugar de nacimiento, donde dio sus primeros pasos en la danza. Más tarde, se traslada a otras tierras para desarrollarse y transformarse en un ciudadano del mundo. Ello, claro, con plena conciencia de los problemas de todo tipo que sufrían –y sufren– su estado natal y su país. Gran lector y ameno contador de historias, nutrir su imaginación es una necesidad vital y se ha hecho de vastas biblioteca y videoteca por las que es imposible pasar indiferente sin detenerse a echar un ojito. Dicen que la cultura no debe tener posturas políticas pero nada es más político, en el más amplio sentido de la palabra, que su obra coreográfica. Imposible no mencionar su participación en la creación de la Facultad de Danza de la UV y la dirección de la Escuela Nacional de Danza del Centro Nacional de las Artes, ni su excepcional trayectoria como funcionario cultural –que sí funciona– en la que ha buscado ser lo más democrático posible.
Módulo es su proyecto personal donde encuentra cauce su proceso creativo y social. La enseñanza y la difusión de la danza son el germen de su quehacer, y es por eso que desde su fundación ha bailado en los más variopintos escenarios: cárceles, mercados, plazas, escuelas, sindicatos y sedes de diversos movimientos sociales. Incluso fueron a El Salvador en los duros tiempos de guerra. Todo ello sin descuidar su presencia constante en los festivales dancísticos del país. Radicado en Veracruz desde 2009, Módulo es, en este momento, la única compañía del puerto.
29 de abril, Día Internacional de la Danza

Hoy se presenta Módulo en el teatro Reforma, en el último día de actividades que conmemoran la fecha. La cálida respuesta del público deja manifiesto su reconocimiento a la compañía, que el próximo 30 de mayo celebrará su veintinueve aniversario. Integrada actualmente por Andrea Canul, Diana Medina, Carmen del Valle, Luz Cárdenas y Enrique Quiroz, su compromiso con el proyecto y con su arte es admirable. Todos ellos bailando muy bien e iluminarlos es un gusto. Comparto un último detalle de la vida íntima del grupo: enternece ver al maestro ponerse nervioso (¡todavía!) cuando, después del círculo ritual, observa a sus bailarines salir al escenario, ese lugar mágico donde se acrisolan todas sus vivencias de más de medio siglo de actividad artística para continuar haciendo danza contra viento y marea.






Por Eduardo Sánchez Rodríguez

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