Bailar en las calles no es nada
nuevo,
lo nuevo son las razones para
hacerlo.
Alejandro Schwartz (1986)
“El periodismo tiene el compromiso de ser testigo y agudo
observador de la vida cotidiana”, dice Gay Talese, padre del nuevo periodismo.
Personalmente, paciente lector, escribir sobre lo experimentado es un
privilegio como periodista, y mi actividad como iluminador escénico es parte
fundamental de ello porque, además de participar en el proceso creativo,
proporciona una visión de las políticas culturales y sus resultados en cuanto a
creación de público y popularización de la cultura.
Me explico: con estudios en
mecánica-eléctrica, en 1998 recibí la patadita de bienvenida a este maravilloso
mundo en un festival teatral en Guadalajara. Pero fue en el 2006, ya como jefe
de foro del fallido festival cultural La Caravanda, que iluminé por vez primera
a Módulo Compañía de Danza, fundado y dirigido por el bailarín y coreógrafo
veracruzano Alejandro Schwartz Hernández. Allí nació la complicidad que me
llevó a colaborar con la compañía los últimos dos años y medio.
Lunes 27 de abril, 2015
Aunque radico en Xalapa, escribo estas
líneas en Veracruz con el parque Zamora de fondo, al reflexionar sobre la
reciente actividad de la compañía: la semana pasada se presentó en el bellísimo
teatro porfiriano Solleiro de Huatusco; hoy por la madrugada volvió del I
Festival de Danza Callejera Tonio Torres realizado en la ciudad de San Luis
Potosí. Mañana iluminaré a los alumnos del Estudio-Teatro, sede de Módulo; y
pasado mañana a la compañía, dentro de las actividades del Día Internacional de
la Danza, promulgado en 1982 por el International Theather Institute (ITI)
dependiente de UNESCO, entidad cultural de la Organización de las Naciones
Unidas. De esa vorágine de vivencias, el festival de San Luis provocó mi
curiosidad por conocer el origen de este tipo de encuentros, en los que Módulo
ha tenido presencia desde su comienzo.
Para comprender mejor esta historia, en
importante conocer que “dos son las precursoras de la danza moderna en México:
[las bailarinas estadounidenses] Waldeen y Anna Sokolow. [Y que] En 1947 el
recién creado Instituto Nacional de Bellas Artes fundó la Academia de la Danza
Mexicana, con características de compañía y taller coreográfico, cuya finalidad
sería buscar los caminos que propiciaran el surgimiento de una forma dancística
emanada de nuestras raíces y nuestro sentir, de un lenguaje de movimiento
propio, capaz de proyectar nuestra identidad como nación en términos
universales. En suma, de una danza escénica o de concierto verdaderamente
mexicana” (Memoria del Primer Encuentro Callejero de Danza Contemporánea, p. 9,
1987).
Los festivales de danza callejera
fueron creados por el grupo teatral Zopilote, dirigido por los hermanos
Fernando e Ignacio Betancourt, de fuerte militancia izquierdista. Después del
terremoto que asoló a la ciudad de México en 1985, formaron la comisión
cultural de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre de la colonia
Roma. Establecieron contacto con artistas de todas las disciplinas para hacer
actividades culturales con los damnificados, quienes se encontraban seriamente
afectados emocionalmente y apiñados en refugios y tiendas de campaña. Surgió la
idea de que los bailarines se presentaran donde estos estuvieran, y en 1986 se
convocó al I Encuentro Callejero de Danza Contemporánea, en el que participaron
los grupos Barro Rojo (dir. Arturo Garrido), Contradanza (dir. Cecilia
Appleton), Módulo, Asalto Diario (dir. Miguel Ángel Díaz) y Evolución
(República de El Salvador), entre otros. El encuentro permaneció hasta 1990 y,
siguiendo su ejemplo se celebraron encuentros callejeros en San Luis Potosí,
Puebla y Xalapa, principalmente.
En estas tierras de la ‒cada
vez más escasa‒ neblina y el chipi-chipi, el bailarín
Daniel Acevedo jugó un papel clave: participó con Experimentación Coreográfica
de Veracruz en el primer encuentro en el DF y, siendo director de la Facultad
de Danza de la Universidad Veracruzana (UV), asistió al segundo y propuso la
extensión del festival a Xalapa. Se llamó Muestra Callejera de Danza
Contemporánea en Xalapa (proyecto presentado por la Facultad de Danza) y se
realizó en 1988 con los siguientes objetivos:
1. Proporcionar al público local una
muestra de los mejores exponentes de la joven danza contemporánea para difundir
esta manifestación artística en escenarios no tradicionales.
2. Fomentar la relación de los artistas
de la danza con la comunidad estudiantil y popular con miras a generar
actividades culturales autogestivas.
3. Divulgar el trabajo de jóvenes
coreógrafos y grupos cuya sólida trayectoria profesional es desconocida para la
mayoría de la población de la localidad.
4. Propiciar el encuentro, intercambio
y relación entre los grupos de la localidad, del Distrito Federal y de otros
estados de la República.
5. Descentralizar hacia la provincia
este tipo de encuentros que, hasta la fecha, sólo han sido realizados en la
capital de la República.
6. Proporcionar a los profesionales y
estudiantes de la localidad oportunidades para obtener experiencias con grupos,
maestros y coreógrafos de esta disciplina artística.
Como puede observarse, los objetivos
estaban encaminados al desarrollo de una danza con fuerte compromiso social, y
si bien en Xalapa no había damnificados, fue necesaria la vinculación con
organizaciones sociales, políticas y culturales para llegar a buen puerto. La inauguración
y clausura se llevaron a cabo en la plaza Lerdo, y los lugares utilizados como
foros fueron el estacionamiento de la Unidad de Comercio y Administración, el
patio interior de la Facultad de Economía, el de la Unidad de Ciencias de la
Salud, la explanada de la Unidad de Humanidades, todos de la UV. Además, la
Torre Cinética y las colonias Revolución, Carolino Anaya y Progreso
Macuiltépetl. Bajo la dirección ejecutiva de Alejandro Schwartz participaron
Módulo, Barro Rojo, Contradanza, Asalto Diario (todos del DF); grupo Ollín
(Oaxaca), Pirámide (Dir. Adriana Quinto), Ocotl (Dir. Pablo Durán), Impulso
(Monterrey), Yocasta Gallardo, Oriquis, Amaranto (dir. Ana Uribe), Compañía de
la UV y las facultades de Teatro y Danza. Además de tres funciones grupales por
día, por la mañana había clases y ensayos; para complementar, se llevó a cabo
un simposium sobre la danza callejera. Se realizaron dos encuentros más: 1989 y
1990.
En el caso de San Luis Potosí, se
efectuaron dos ediciones del encuentro callejero, en 1989 y 1990, organizadas
por el destacado bailarín potosino Tonio Torres, quien participó en el
segundo encuentro en el DF con su grupo Nucleodanza. Módulo y Barro Rojo (la
compañía más contestataria de la danza mexicana) participaron en ambos.
Veinticinco años después, Juan Carlos González Islas retoma el ejemplo y, a
puro pulmón y con escasísimo apoyo institucional, arma el I Festival de Danza
Callejera Tonio Torres. Juan Carlos es un historiador que, por
cuestiones laborales, en 2002 se involucra en la organización del legendario
Festival Internacional de Danza de San Luis Potosí Lila López (la bailarina
potosina más importante). Él recibió allí el llamado de la lira de la
musa Terpsícore, pasión que lo llevaría a fundar, en el 2007, el Centro de
Documentación e Investigación de la Danza Carlos Ocampo (destacado periodista
cultural potosino ya fallecido). El CCID realiza, además, el Festival de la
Danza Patricia Aulestia (bailarina ecuatoriana radicada en México desde 1969;
fue directora del Departamento de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes,
fundadora del Centro Nacional de Investigación de la Danza José Limón del
INBA y de la Alianza Mexicana de Coreógrafos), con dos ediciones en su haber;
se bailan todos los géneros, su sede es el municipio de Matehuala y se celebra
en octubre. Así como el festival de danza y teatro Sólo para Chavitos, que
sucede en noviembre y va en su tercera edición.
La inauguración tuvo lugar en el jardín
de San Juan de Dios, frente al museo Federico Silva, y participaron las
agrupaciones locales Nucleodanza (dir. Guadalupe Orellana) y Proyecto Coyote
(dir. Arturo Garrido); los queretanos Ciudad Interna (dir. Alejandro Chávez);
Módulo y los defeños de Barro Rojo (dir. Laura Rocha). Todos ellos mostraron
gran calidad escénica atrapando la total atención del público. En la segunda
jornada se presentaron los libros Reflexiones sobre la danza escénica
contemporánea de José Antonio Torres, quien da nombre al festival; y Barro
Rojo Arte Escénico (1982-2007). La izquierda de la danza contemporánea mexicana
del periodista cultural Juan Hernández Islas. Las extensiones del festival
fueron los municipios de Ahualulco y Salinas de Hidalgo. Así, durante cinco
días, agrupaciones dancísticas procedentes de diferentes lugares del país mostraron
su arte por estas tierras tuneras. Como paréntesis cultural, cabe mencionar que
la ciudad de San Luis Potosí cuenta con tres instituciones para el aprendizaje
de la danza: el Instituto Potosino de Bellas Artes, el Centro de Artes de San
Luis Potosí Centenario (vieja cárcel porfiriana que hace pocos años se
transformó en un hermoso y eficiente centro cultural) y la Escuela Estatal de
Danza. Los grupos Nucleodanza, Proyecto Coyote, Ballet Provincial, Iguana
Blanca, Experimento Escénico y el Colectivo Lila López son los hacedores
actuales de esta disciplina.
Este Día Internacional de la Danza es,
en lo personal, de algarabía. Si bien la mayor parte de mi labor ha sido en el
teatro, donde la palabra es el medio comunicador y el rostro el elemento primario,
aún debía aprender que en la danza el cuerpo es el medio y se requiere una
concepción tridimensional para su correcta iluminación. ¿Y qué mejor manera de
aprenderlo que el trabajo cotidiano con una compañía de danza?
Módulo ha sido, desde su fundación en
1986, un laboratorio vivo donde más de 130 bailarines (y técnicos) han estado
bajo la tutela de Alejandro Schwartz, uno de los más importantes bailarines que
Veracruz ha lanzado al ruedo. Su devenir personal hunde profundamente sus
raíces en la historia de Veracruz puerto, su lugar de nacimiento, donde dio sus
primeros pasos en la danza. Más tarde, se traslada a otras tierras para
desarrollarse y transformarse en un ciudadano del mundo. Ello, claro, con plena
conciencia de los problemas de todo tipo que sufrían –y sufren– su estado natal
y su país. Gran lector y ameno contador de historias, nutrir su imaginación es
una necesidad vital y se ha hecho de vastas biblioteca y videoteca por las que
es imposible pasar indiferente sin detenerse a echar un ojito. Dicen que la
cultura no debe tener posturas políticas pero nada es más político, en el más
amplio sentido de la palabra, que su obra coreográfica. Imposible no mencionar
su participación en la creación de la Facultad de Danza de la UV y la dirección
de la Escuela Nacional de Danza del Centro Nacional de las Artes, ni su
excepcional trayectoria como funcionario cultural –que sí funciona– en la que
ha buscado ser lo más democrático posible.
Módulo es su proyecto personal donde
encuentra cauce su proceso creativo y social. La enseñanza y la difusión de la
danza son el germen de su quehacer, y es por eso que desde su fundación ha
bailado en los más variopintos escenarios: cárceles, mercados, plazas,
escuelas, sindicatos y sedes de diversos movimientos sociales. Incluso fueron a
El Salvador en los duros tiempos de guerra. Todo ello sin descuidar su
presencia constante en los festivales dancísticos del país. Radicado en
Veracruz desde 2009, Módulo es, en este momento, la única compañía del puerto.
29 de abril, Día Internacional de la Danza
Hoy se presenta Módulo en el teatro
Reforma, en el último día de actividades que conmemoran la fecha. La cálida
respuesta del público deja manifiesto su reconocimiento a la compañía, que el
próximo 30 de mayo celebrará su veintinueve aniversario. Integrada actualmente
por Andrea Canul, Diana Medina, Carmen del Valle, Luz Cárdenas y Enrique
Quiroz, su compromiso con el proyecto y con su arte es admirable. Todos ellos
bailando muy bien e iluminarlos es un gusto. Comparto un último detalle de la
vida íntima del grupo: enternece ver al maestro ponerse nervioso (¡todavía!)
cuando, después del círculo ritual, observa a sus bailarines salir al
escenario, ese lugar mágico donde se acrisolan todas sus vivencias de más de
medio siglo de actividad artística para continuar haciendo danza contra viento
y marea. ♦
Por Eduardo Sánchez Rodríguez