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Aleph Castañeda [Foto: Ernesto Viveros Lazcano] |
Que no se diga jamás
que no fuiste un
guerrero,
que no fuiste
compañero,
que no diste un poco
más.
Amigo, ahora que no estás
se queda lo que sembraste,
los caminos donde andaste
guarden de la vida un gajo
y las risas que
dejaste!
Daniela Meléndez
El 29 de noviembre de 2014, las malas nuevas dejaron pasmado al gremio artístico
xalapeño, particularmente el musical: el destacado y querido contrabajista Aleph
Castañeda se encontraba internado en terapia intensiva en el Hospital General
de Cholula, Puebla. Apenas cuatro días antes, su grupo de son jarocho Son de
Madera, presentó en Xalapa un nuevo disco compacto Caribe Mar Sincopado;
durante la cena posterior se habló de su participación en el Festival
Vaniloquio de Cholula, alternando con Lila Downs y Magos Herrera. Y de la
presentación del disco en diciembre en el Teatro de la Ciudad de México
Esperanza Iris. Los despedimos con los mejores deseos para su nuevo “hijo”.
La vida deparaba otra cosa. Después del concierto pasaron al Jazztlán a
saludar a los amigos y, al salir, Aleph sufrió un ataque de asma que se
complicó, y pese a recibir los primeros auxilios de un médico que se hallaba
entre el público, llegó muy grave al hospital. En Xalapa la noticia corrió como
reguero de pólvora y amigos como Emilio Bozzano, Paty Ivison y Messe Merari,
entre otros, organizaron a la banda para hacer conciertos y obtener recursos
económicos en apoyo a la familia. Debo decir que en los veinte años en esta
ciudad, no había presenciado una solidaridad gremial de tal vigor.
Tras mes y medio de lucha, el 16 de enero se anunció que Aleph volvería a
Xalapa para su recuperación pero de manera inesperada, esa misma noche otra
crisis dio final a su vida. La incredulidad conmocionó por segunda vez a los
amigos, que con resignación fueron a un sentido velorio que, naturalmente,
estuvo inundado por las músicas que dieron sentido y alegría a la vida de este
gran músico: el jazz y el son jarocho. También estuvieron allí el son huasteco
y el trovador David Haro, entre muchos otros.
Su pérdida fue lamentada no sólo localmente, el columnista de jazz Antonio
Malacara (La Jornada, 19 de enero) escribió: “Aleph Castañeda era otro
de los grandes políglotas musicales de nuestro país. Su pulso en el contrabajo
se desplegaba y tendía plataformas ya en la música sinfónica, ya en la
medieval, aunque las entrañas y el corazón y el núcleo del ser estuvieron
siempre, lo sabemos, al servicio del jazz.” Personalmente, alguna vez le
pregunté, injustamente pienso ahora, a quién quería más entre el son jarocho y
el jazz; respondió que no podía definirlo, que era como preguntarle a un papá a
cuál de sus hijos quiere más.
Aleph nació en la ciudad de México el 30 de julio de 1972, pero creció en
el puerto de Veracruz, donde realizó sus primeros estudios de la música. Los continuó en México en la Escuela Nacional
de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, estudiando además con
el gran Agustín Bernal. Pero sería en la Facultad de Música de la Universidad
Veracruzana donde se titularía como contrabajista clásico. En el jazz, fue uno
de los fundadores y docentes del Centro de Estudios de Jazz de la misma UV; fue
parte de memorables agrupaciones con destacados músicos como Adolfo Álvarez,
Daniel López Infanson, Rey David Alejandre, Edgar Dorantes y Sthepan Oser,
entre otros. Fue solista de la Orquesta Sinfónica de Zacatecas, de la Sinfónica
del Instituto Politécnico Nacional, de la Orquesta Sinfónica de Xalapa y la
Banda Juvenil de México. Participó en festivales nacionales e internacionales
como el Mexica-American Folk Music, International Music Festival en China,
Dance and Music International de Bangkok, Tailandia; y en otros realizados en
Japón, Guatemala, Bélgica Colombia y Francia. Estudió con Andres Kalarus,
Andres Dehnik y Carlos del Puerto, entre muchos otros.
Un espíritu vital
Sabido es que uno de los grandes amores de Aleph fue Son de Madera,
agrupación con la que desarrolló vínculos creativos y amistosos; Ramón
Gutiérrez, fundador y director, comparte: “Conocí a Aleph en la escuela de
música del Instituto Veracruzano de Cultura. Yo era jovencito y estaba en el
grupo de son Mono Blanco. Y es hasta que vine a vivir a Xalapa en los noventa
que volví a verlo. Tenía un grupo de rock y le gustaba la beatlemanía, pero no
había tenido contacto con el son. Allí inicié el grupo con Laura Rebolledo y
encontraba algunas veces a Aleph en las calles; y creo que fue hasta el primer
Festival del Tajín, a la salida de Juan Galván del grupo, que necesité a un
contrabajista e invité a Aleph a tocar. Allí empezó la relación. Durante un
tiempo, alternaron Octavio Rebolledo con su marimbol y el contrabajista Juan
Pérez, al que conocimos en Los Ángeles. Con Aleph empezamos a ensayar en mi
taller y recordábamos las influencias musicales del puerto; Toña La Negra,
Agustín Lara, Pregoneros del Recuerdo, La Danzonera, y a personajes como
Torovato, Paco Píldora, Memo Salamanca y Jorge Mabarak.
Y cuando dejamos de ir a los Estados Unidos (donde nos acompañaba Juan
Pérez) y nos concentramos en México, tocábamos más con Aleph, y se convirtió,
sin duda, en el bajista de Son de Madera durante la última década. Trabajamos
mucho con él, le gustaba mucho cantar y hacer coros; y ahora que he estado
reflexionando, digo que con él ha sido el mejor cuarteto de Son de Madera.
Porque Aleph era muy completo. Y, sin saber yo una sola nota musical, todas las
ideas que se me ocurren las digo tarareando o con el requinto; y Aleph, que
tenía la intuición que yo tengo, sabe de armonía, leía y escribía música. Nos
entendíamos musicalmente, y cuando uno encuentra también esa amistad personal
¡es maravilloso! Siempre lo valoré, pero nunca pensé que Aleph se nos iba a adelantar.
Siempre pensé que en el grupo el primero que se iba a morir era yo, o quizá
Tereso, pero no, fue Aleph, tan vital, con mucha energía y siempre positivo.
Hicimos varios festivales importantes; fuimos a París representando a México;
fuimos a Austria, Estados Unidos y Colombia. Compartimos proyectos como El
Piano Jarocho con Claudia Calderón; o con el citarista Paul Livingston. Las
presentaciones en el Teatro de la Ciudad (en el DF) que fueron increíbles, con
el teatro lleno. Aleph comentó que este proyecto era su prioridad y que dejaría
otros para promover nuestro último disco; planeábamos ir a festivales de
Europa. Fue maravillosa esa relación de grupo que logramos los cuatro (Natalia
Arroyo en el violín y Tereso Vega en la jarana), como una familia; porque
espiritualmente Aleph sigue con nosotros. Pero la reflexión es ¿cuánto quiere
uno a las personas? Por que siento que lo voy a encontrar, como siempre, por
las calles de Xalapa. Sé que ya no está pero no acabo de aceptarlo. Tuve la
fortuna de crear con él y lo extrañaré siempre”.
Por otra parte, seguirán organizándose conciertos para apoyar a la familia;
pero hay una moraleja que no debemos perder de vista: que la gran mayoría de
los músicos y artistas se encuentran en una desprotección social casi total. Y
no todos cuentan con su popularidad. Hay que hacer algo para remediarlo, y nos
toca a todos hacerlo.
Si bien es trágico lo sucedido, Aleph tuvo una vida buena y vivió rodeado
del cariño y respeto de su familia, amigos y colegas, ¿qué más puede pedirse? Sólo se nos adelantó, y resta desearle ¡buen
viaje chito, buen viajeeee...! ♦
Por Eduardo Sánchez Rodríguez