Estimado boss:
A veces me siento como un alacrán rodeado por un círculo de fuego donde no queda más
alternativa que aplicarse el harakiri como el arácnido. Me siento atrapado sin
salida en esta sociedad empeñada en retroceder felizmente en la ignorancia y la
estulticia.
Por si fuera poco, recibo su
mensaje para que por fin me digne a escribir unas cuantas líneas con motivo de
los diez años de Performance y de nuevo me siento acorralado. Dejo mis
actividades recreativas de la madrugada y en los albores matutinos me dirijo a
mi humilde palacio para redactar estas líneas.
El cerco del terror continúa.
Abordo un taxi y me acribilla con el sonido alterado del Komander y sus
historias hipermachistas en franca apología de la violencia; en un tramo del
trayecto nos hace compañía una camioneta Lobo, negra, con vidrios polarizados
pero con ruidos excesivos parecidos a la música con la grabación de una especie
de cantante desafinado hasta las cachas que se hace llamar Julión Álvarez.
Harto de esos atentado auditivos le
pedí al taxista que le bajara al sonido narcótico del Komander y de mala gana
sintonizó en su radio a El Patrón. No noté cambio alguno en la música.
Resignado vi por la ventanilla a un comando de la Fuerza Civil (ignoro por qué
usan uniforme de camuflaje de campo en plena ciudad) que nos “escoltó” un
momento. Al parecer también disfrutaban de la música mientras me apuntaban sin
querer con sus armas de alto poder.
¡Cuánto hemos cambiado en diez
años! A pasos agigantados hemos visto cómo la barbarie, la corrupción y la
impunidad son las divisas importantes del poder, donde la educación, el arte y
la cultura son acotados. Cuando menos en ese tiempo desaparecieron dos
proyectos importantes en la agenda cultural de Xalapa: el Festival Jazzuv y el
Hay Festival.
La radio se ha llenado de bazofia
(más de la normal), los medios oficiales insisten en creer que tener auditorio
es apostar por los esquemas de Televisa, la televisión local aporta poco, la
Universidad Veracruzana mantiene su status quo y pocos proyectos
culturales trascienden la entidad, el Instituto Veracruzano de la Cultura
depende de los vaivenes políticos, la Cumbre Tajín es un derroche de vanidad
sin beneficio real para la región del Totonacapan, las ferias del libro crecen
poco y los grupúsculos del arte y la cultura se refugian en sus propios nichos.
En cuanto a la información periodística, la crítica o información adversa al
actuar gubernamental es poco tolerada y como resultado el estado de Veracruz
ocupa el primer lugar de asesinatos de periodistas en el país con once plumas calladas.
Es de celebrarse, sin duda, que Performance
sobreviva en esta vorágine y que llegue a diez años siendo independiente,
con los ojos bien puestos en el quehacer cultural veracruzano.
No me queda más que felicitarlo,
boss, a usted, a todo el equipo base y al sinnúmero de colaboradores que han
desfilado por estas páginas a lo largo de una década. Al recapitular sobre este
esfuerzo periodístico cultural, se me olvida un poco sentirme como alacrán
acorralado por el fuego y me entra más el espíritu del Jefe, ese personaje
simbólico de la película Atrapado sin salida, para recordarme que
siempre habrá una posibilidad de escapar aunque parezca lo más increíble. Al
menos decidí bajar del taxi y caminar por las calles entre la neblina y el
frío. Reconfortante encuentro con la ciudad, la Xalapa de siempre. Me dieron
ganas de ir a buscar al poeta y caballero Ramón para empezar los festejos de
los diez años de Performance. Iré en su búsqueda. Hasta entonces el
próximo escrito.
Un abrazo.
Conde de Saint Germain, duque de
los Jardines de Xalapa y ocasional tundeteclas para Performance.