SON DE MI CORAZÓN [FOTOGRAFÍA: RODOLFO CANDELAS] |
Hacia fines de junio tuvo lugar el
festival ¡Que viva el son!, una celebración del son jarocho y huasteco en
Xalapa organizado por La Casa de Nadie y la Universidad Veracruzana. Eduardo
Sánchez Rodríguez ha preparado esta crónica con los pormenores de las
actividades y la inclusión de algunas de sus figuras más destacadas, entre
ellas, Rubí Oseguera, Román Güemes, Ramón Gutiérrez y Patricio Hidalgo.
21 de junio, 2013. 11:00 horas
Presuroso, buscaba la protección de la lluvia que los aleros de las
construcciones ofrecían al caminante. El día anterior llovió todo el día por
efectos de la tormenta tropical Barry y, cuando sus remanentes escamparon por
un momento, aproveché para avanzar el camino a la Casa del Lago, preocupado por
no llegar tarde al taller de zapateado jarocho que impartiría la gran bailadora
Rubí Oseguera, lo que daría formal comienzo a las nutridas actividades del
festival ¡Que viva el son! Celebración
del son huasteco y jarocho. Se ofrecieron, además, talleres de leona,
impartidos por Nazario Martínez, de requinto con Ramón Gutiérrez, décima con Patricio Hidalgo; instrumentación
huasteca con Osiris Caballero y, finalmente pero no menos importante, telar de
cintura con Tía Cayita, Premio Nacional de las Artes. Para mi decepción, sobre
la puerta estaba colocado un letrero informando que, por órdenes de la
Secretaría de Protección Civil se suspendía el festival hasta nuevo aviso. No
era yo el único, numerosas personas arribaban y, al leer el aviso, se quedaban
allí, esperando. Afortunadamente, algunos elementos del staff salieron a informar que, si el clima mejoraba y la UV lo
autorizaba, las presentaciones musicales de la tarde se llevarían a cabo, que
cruzáramos los dedos. Desafortunadamente, las presentaciones matutinas de los
discos En tonos diferentes de Los
Vega y Sones bien amarraditos de Son
de Cristo; de los libros Rebeldía del
alma de Patricio Hidalgo y Historias
de un pueblo que no existe en los libros de historia de Samuel Aguilera,
así como la inauguración de las exposiciones Son de imágenes de Cristóbal Trejo y Román Güemes, y Son de mi corazón de Rodolfo Candelas,
no pudieron reponerse.
A las cinco en punto, puesto que el buen Tláloc se apiadó de
sus hijos aficionados a la música tradicional veracruzana, la banda empezó a
llegar. El grupo Trovadores del Barlovento abrió las acciones en el escenario,
seguido por el huasteco trío Tlanesi, que logró despertar los ánimos del
respetable; Café con Pan, conformado por Alec Dempster y Kali Niño, con un
sonido tradicional, empezó a prender de a deveras. Los Vega, oriundos de Boca
de San Miguel, con su particular estilo, llevaron a la audiencia al siguiente
escalón de gozo musical que con Afrojarocho, proyecto de Patricio Hidalgo y
Sonoro Sueño, con Zenén Zeferino, dejaron el ambiente calientito para el primer
fandango. Bajo la guía del decimero Samuel Aguilera, el ritual jarocho tuvo
además carácter didáctico; participaron en él destacadas bailadoras como
madrinas del fandango, y destacados decimeros; uno en cada esquina de la tarima
para versar y después arrancar el fandango, que llevado por los Vega resultó
buenísimo, pero los fandangueros se quejaron de que los echaron temprano. Con
el fandango de fondo, entrevisté algunos personajes claves de esta
historia.
Román Güemes
El festival ¡Que viva
el son! Celebración del son huasteco y jarocho fue una propuesta de la
Unidad de Artes, a través de las diferentes coordinaciones que tiene. Y yo fui
invitado a prestar una asesoría académica y, obviamente, acepté con gusto
porque soy parte de la UV y me he dedicado casi cuarenta años a la difusión del
son veracruzano. Comencé trabajando con el son jarocho y tengo una fuerte liga
con los soneros porque son mis amigos, pero tengo más trabajo en la Huasteca
desde esas fechas. Les asesoré en la parte
huasteca y Tere Osorio en la parte jarocha; ella ha trabajado mucho con
comunidades, organizaciones y grupos musicales, y organiza los fandangos aquí. Después
se definieron las actividades, las sedes y las responsabilidades; y así se fue
fortaleciendo este proyecto, siempre ligado con la universidad. En todas las
sedes hubo una aceptación muy buena, y ya ves, en Xalapa también. Xalapa tiene
su prestigio. Fue muy exitoso y, a pesar de todos los pronósticos
meteorológicos adversos, se hizo.
A título personal, respecto a las relaciones entre el son
jarocho y el son huasteco, creo que no es todavía un encuentro como
quisiéramos. No es que no se pueda dar, se da, aquí se da. Los huastecos
radicados en Xalapa y los jarochos hemos hecho pachangas juntos y hemos
participado en los eventos que se hacían en el Patio Muñoz, cuando se hacían.
Creo que todavía está en un plano muy individual, porque no ha habido un
proyecto para trabajar juntos. Este festival es un intento, muy bueno, pero los
tríos ¿dónde están? Falta trabajar mucho en eso. A la poesía falta reforzarla y
crear un compromiso más firme. Hay muchísimos festivales y ya resulta como un
disco rayado, tenemos que salir de esas inercias y ver otras cosas. Al final,
mi espíritu está contento y fortalecido porque el festival fue un éxito, y esa
es la coronación de los esfuerzos, independientemente de todo lo demás.
22 de junio, 2013. 11:00
horas
Mientras caminaba hacia la Casa del Lago, reflexionaba sobre
el primer Encuentro de Jaraneros y Decimistas que sucedió en 1994, teniendo al
maravilloso Patio Muñoz como sede. El
segundo tuvo lugar en la plaza Xallitic al año siguiente (ambos en medio de una
densa neblina y chipi-chipi, tan característica de la Xalapa de aquellos años).
¿Y luego? Nada hasta ahora; la friolera de 28 años. Aquellos entrañables
encuentros fueron posibles gracias a la
llegada de Ramón Gutiérrez a Xalapa, y la complicidad que encontró en el grupo
Pro-creadores A. C. formado por el pintor Luis Rechy, el teatrero Miguel Ángel
Pimentel, el poeta Roberto Peredo, el grabador Héctor Brahuer, el mismo Román
Güemes y Gerardo Luna Gómez, entre otros.
El festival ¡Que viva el son!
tiene formato de encuentro. Ahora sí
hubo clase de zapateado. Además de aprender los pasos básicos, tenía curiosidad
de conocer el método de Rubí. Primero fue aprender las frases café con pan y cara de pato (son guías de la cadencia que deben llevar los pies),
mudanzas y remates que, ya combinados, permitirán a los alumnos participar
en el fandango. A la vez, nos platicaba de
las maneras de fandanguear en las diferentes regiones que conforman el
sotavento veracruzano, y del protocolo no escrito que rige esta música. Como
parte de las actividades matutinas del festival, se presentó el documental El son jarocho, un encuentro en Tlacotalpan presentado
por Felipe Oropeza, director de vinculación de TV UNAM; los libros Presas del encanto de Andrés Moreno
y Lotería
jarocha de Alec Dempster.
Por la tarde, el trío Tlacuatzin la armó muy bien con su
estilo fresco de interpretar el son huasteco. Liche Oseguera dio cátedra de
requinto jarocho y Son Luna mostró su propuesta escénica. En el foro abierto el
Ballet Folklórico de la UV presentó su muestra de trajes regionales, que más
bien pareció un desfile de modas, contrapunteando con la tónica tradicional del
festival. Los Utrera llegaron al rescate con su fuerza, el trío Soraima y sus
Huastecos prendieron y, para cerrar con broche de oro, el grupo más importante
de esta ciudad: Son de Madera, con un excelente concierto. Instalado en el foro
abierto, el fandango amarró y, como manda la tradición, ahora sí se
amaneció.
Ramón Gutiérrez
Este festival, apoyado por la universidad, es lo mejor que
le ha pasado al son, ojalá y sigan. Es un logro y estoy feliz de que haya
sucedido. Me parece que es muy buena idea juntar al jarocho con el huasteco.
Efectivamente, desde el Segundo Encuentro de Jaraneros que ocurrió en 1995 no
había ocurrido algo de esta magnitud, por eso digo que es como la continuación.
(La diferencia entre Son de Madera y el Septeto de Ramón Gutiérrez) Es el
proceso que hemos tenido en el grupo, porque yo empecé a componer música y, de
alguna manera algunas (composiciones) se salían del formato que tiene un grupo como el nuestro,
que tiene ya veinte años. Era importante darle su espacio a este proyecto. A
veces lamento, cuando uno empieza a hacer música, que haya críticas, no a la
música sino a lo que se atreve uno, después de tantos años, a proponer.
Atreverse me parece importante, sea buena o no sea buena la música. Es importante
que nos atrevamos a proponer, dentro de la tradición y dentro de la música
mexicana; son procesos y es música en serio. Son de Madera busca mantener la
tradición y el Septeto es experimentación, con bases. El Septeto tiene que
grabar y hacer una buena gira. Son de
Madera está a punto de terminar su disco y vamos a San Francisco en agosto, si
Dios quiere.
23 de junio, 2013. 11:00
horas
Los documentales Un
telar en la cintura. Tía Cayita: una tejedora de vida, dirigido por Johnny
Olán y Son herencias musicales de
Rodolfo Candelas fueron las actividades matutinas que concluyeron con una mesa
de reflexión con difusores del son; interesante intercambio de opiniones entre
Andrés Moreno, Diego López, Rodolfo Candelas, Rafael Figueroa y Patricio Hidalgo.
Por la tarde, todo un banquete musical: El Septeto de Ramón Gutiérrez,
Siquisirí del mismísimo Tlacotalpan y el excelente trío Tlayoltiyane. Un poco
más tarde el grupo Chéjere y, para concluir el festival, la cereza del pastel
por todos esperada: Chuchumbé, emblemática agrupación que marcó época en la
música jarocha. Cabe destacar que eligieron a nuestro estimado Juansón (Juan Galván) en el contrabajo.
¡Qué bien! ¿Y qué decir del fandango llevado por ese grupo? Que sin la euforia
de los primeros días, fue gozocísimo. Ramón tocó un memorable Toro Zacamandú con una cadencia lenta en
su particular estilo, provocando un trance extático. Y así, el festival terminó
por todo lo alto. Bien por la UV y esperemos que haya continuidad del proyecto
el próximo año, en todas sus sedes: Espinal, Papantla, Poza Rica, Coatzacoalcos
y Veracruz.
Patricio Hidalgo
Este festival está muy bien, con seriedad. Claro, está el
enlace Culturama, y tenemos mucho aprecio por el trabajo de Tere Osorio y su
equipo, su familia. Pero eso no empieza aquí, empieza con la semilla que sembró
Ramón Gutiérrez desde el tiempo en que se instaló en el Patio Muñoz a través
del Ivec, para que empezara a florecer y echar frutos ahora. Los talleres que
dio, los fandangos que propuso, el que hayamos venido en ese tiempo para hablar
de la historia, del fandango, fue muy importante para mí. Este es un proceso,
ahora histórico porque la universidad toma la organización, junto con
Culturama, el apoyo de la maestra Guadalupe Barrientos y del rector, que aunque
ya se va pero le toca todavía, cerrando con broche de oro. La prensa también
ayudó, veo que se unieron muchos factores para que se lleve a cabo un buen
festival. Que hayan venido los académicos, los músicos huastecos, los jarochos,
promotores culturales. ¡Qué gusto ver a Román Güemes! Ya tenía muchos años que
no lo veía; él es una pieza de enlace fundamental entre los jarochos y los
huastecos.
Se presentaron Son de Madera, el Septeto, Relicario por aquí, Mono Blanco por
allá; Camperos, Xoxocapa, Pájaros del Alba, Cojolites, Rubí Oseguera con sus
proyectos y el regreso de Chuchumbé. Al principio no nos dejábamos, porque no
se trata de que se presente por presentarse; somos personas que hacemos un
trabajo serio y en el hecho de presentarnos tenemos que demostrar esa seriedad.
Al aceptar venimos con el compromiso de una buena presentación, de tocar lo
mejor que hemos logrado y proponer. Y es por eso que de mi trabajo creativo
como compositor hemos tocado Política
sifilítica y retomado la Conga
criolla, que se grabó por allí del 95 en el primer disco, y no había vuelto
a tocarse en público hasta ahora. Son elementos que ya deseaban salir y para mí
son importantes.
Digo que la convivencia entre el son jarocho y el huasteco
es de lo más interesante porque uno tiene conciencia de que al ser
veracruzanos, somos huastecos en el norte y jarochos en el sur y que nuestras
músicas tradicionales se encontraban en distintos puntos de los caminos, en la
época de los arrieros. Entonces se ve que cuando dos tradiciones fuertes se
juntan, propician cosas; ese intercambio no es solamente que escuchemos a los
huastecos, es reconocernos también; es fortalecer nuestra identidad, saber que
también son parte de nuestra geografía. Que también compartimos símbolos y
significados a través de la música, de la versada, la danza y los instrumentos;
que hay conexiones y se fortalecen los lazos, esos puentes que, como decía
Rubí, hay que transitarlos de ida y vuelta entre nuestras regiones. Porque si
no, nos vamos aislando y no sabemos el movimiento literario que tienen. Al
escuchar una buena versada, a veces tomamos unas rimas, unas imágenes poéticas
que incorporamos a nuestra música, y también pasa con ellos. Estamos en el
centro (y Xalapa) es un punto estratégico para encontrarnos y convivir, para
demostrar que es posible estar juntos y la cohesión entre culturas; el apoyo
entre nosotros y, claro, provocar el apoyo de las instituciones al trabajo que
hemos venido haciendo, ya que no le quedaba de otra que ponerle atención y
apoyar. Con Chuchumbé tenemos que juntarnos para crear y recrear lo que ya está
hecho, no sabemos qué cosa surja. Vamos a estar preparándonos para eventos
especiales y apoyar causas sociales, proyectos de ecología, entre otros. ♦
Por Eduardo Sánchez Rodríguez