Feria del Libro [Fotografía: Jorge Castillo |
Inaugurada
el pasado 26 de julio, la Feria Nacional
del Libro Infantil y Juvenil celebra su cumpleaños número 24. En este artículo,
Lourdes Hernández Quiñones, quien la vio nacer, relata la historia de esta
feria y escribe que el modelo de planeación cultural empírica que se empleó
cuando surgió la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil “resultó exitoso,
pero ya no es posible continuar con dicho esquema. Se requiere hacer una revisión y autocrítica
de las formas de organizar la acción cultural, en particular la referente a la
promoción de la lectura”.
En el año de 1990, la Dirección General de
Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en coordinación
con diversas instancias educativas y culturales de los estados, dieron inicio
al programa de fomento a la lectura Las Cuatro Estaciones del Libro. El nombre
de dicho proyecto no era gratuito. Se trataba de desarrollar actividades con
cierta regularidad, para promover la lectura al iniciar, cuando menos, cada una
de las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno; la iniciativa
contemplaba, fundamentalmente, la realización de ferias del libro en cada una
de las entidades de nuestro país. El programa de fomento a la lectura
estableció una serie de lemas para dar continuidad a las acciones: “Recibe la
primavera con un libro”, “Este verano, vacaciona con un libro”, “En otoño los
libros no se deshojan” y “En invierno los libros piden posada”.
El propósito que se perseguía con diversas
actividades, entre las que estaban las ferias del libro, era sumarse a la
propuesta de la Asamblea General de las Naciones Unidas para desarrollar un
plan que erradicara el analfabetismo en el mundo antes del año 2000. A trece
años de que finalizó el milenio, lamentablemente no se logró el propósito
planteado por la ONU: En Veracruz tenemos, todavía, 11.4% de analfabetas del
total de su población, es decir, 871 mil 324 de personas que no saben leer ni
escribir[1]; en México existen casi 7
millones[2]; y en el mundo, 793
millones[3].
A partir de ese año nacieron varias ferias
del libro infantiles y juveniles. De las
que surgieron hace 24 años, sólo subsisten la de León, Guanajuato, que
por cierto ya no lleva el adjetivo de Infantil y Juvenil, y la de Xalapa, Veracruz; aunque hay que
decir que a lo largo de este casi cuarto de siglo, han nacido otras ferias y
festivales en torno al libro y la lectura y, lo más importante, numerosas iniciativas
para promover la lectura desde instituciones públicas y privadas y desde la
sociedad civil.
Eran momentos para crear, para inventar, para
construir cimientos sólidos y sentar precedentes. La oferta cultural que
existía en la ciudad de Xalapa en ese momento se limitaba a la de la
Universidad Veracruzana; la naciente Secretaría de Educación y Cultura
desarrollaba apenas algunas acciones. Sin embargo, existían pocas actividades y
el movimiento artístico independiente era todavía incipiente en la escena
cultural. La población de la ciudad de Xalapa en el año 1990 era de 288 mil 454
habitantes[4]. En ese contexto y bajo el
amparo institucional del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la
Secretaría de Educación y Cultura del Gobierno del Estado de Veracruz se
inaugura la Primera Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil con el inicio
del verano en el Colegio Preparatorio de Xalapa, un histórico y hermoso
edificio del siglo XIX.
Otros
rostros, otros quehaceres
Durante 23 años la Feria Nacional del Libro
Infantil y Juvenil ha pasado por cinco gobernadores, seis secretarios de
Educación y nueve directores del Instituto Veracruzano de la Cultura. La feria
ha vivido lo bueno y lo malo que significa estar bajo la tutela de las
instituciones públicas.
Al paso de los años, sin embargo, hay varios
logros trascendentes, pero el mejor de ellos son los “niños y las niñas feria”
(como se llaman orgullosamente aquellos jóvenes que crecieron con la feria del
libro), quienes hoy son papás que llevan
a sus hijos a la feria; y los padres de entonces, hoy abuelos, que se pasean
por el recinto acompañados por sus nietos. De esta manera, la Feria Nacional
del Libro Infantil y Juvenil es un actividad transgeneracional que ha sabido
sortear numerosas problemáticas y que se asoma a la posibilidad de celebrar sus
25 años en 2014. Gracias a la movilización de la población y de los libreros
locales, se logró evitar que en 2005 la Feria del Libro Infantil y Juvenil se
fusionara con la Feria Internacional del Libro Universitario. Por razones
desconocidas, el entonces secretario de Educación y Cultura consideró que la
Feria del Libro Infantil y Juvenil debía desaparecer. Afortunadamente pudo
evitarse, y ahora Xalapa es una ciudad privilegiada, pues cuenta con dos ferias
del libro en el año, con dos perspectivas diferentes.
Es notable cómo la feria es querida y
reconocida por muchos como propia, pues en sus instalaciones se han construido
múltiples historias personales y familiares, de la propia ciudad y del estado:
noviazgos, matrimonios, amigos, relaciones comerciales y profesionales han
nacido en los recintos que la han albergado.
Los
rostros culturales de Xalapa: consumo y oferta cultural ante el nuevo milenio
En los estudios sobre el consumo cultural, se
hace referencia a la importancia de que los públicos se apropien de los bienes
culturales, los incorporen a su vida cotidiana y no sólo los usen y desechen,
tal y como ocurre con los productos comerciales. En este sentido, la Feria
Nacional del Libro Infantil y Juvenil ha cumplido con lo anterior. Sin embargo,
es un proyecto vivo y, por ello, resulta afectada por los contextos locales,
nacionales y globales. Las circunstancias que rodearon su nacimiento, en 1990,
ya no son las mismas 23 años después. Actualmente, y de acuerdo con las últimas
cifras del INEGI, la población de Xalapa es de 457 mil 928 habitantes, es decir, casi 170
mil habitantes más que cuando inició el proyecto Las Cuatro Estaciones del
Libro.
Los que vivimos en esta ciudad
hemos visto con preocupación cómo a partir del año 2000 se inició un proceso de
crecimiento desordenado que ha modificado los hábitos de sus pobladores: nuevas
plazas comerciales han suplido a los lugares de reunión habituales, como
parques y cafés; el centro de la ciudad es cada vez más caótico por la cantidad
de vehículos, y las personas prefieren encontrarse en sitios donde haya espacio
para estacionar sus coches. Así, parte del consumo cultural se ha reubicado en
estos nuevos lugares de encuentro. Por otro lado, las condiciones de inseguridad
que privan en muchas de las ciudades del país, se han extendido también a
Xalapa y, por ello, los pobladores han
modificado sus hábitos recreativos, alejándose de los espacios públicos para
recluirse en zonas privadas donde se sienten más tranquilos.
Xalapa era una ciudad tan
segura hace veinte años que hubo un tiempo en que a la Feria Nacional del Libro
Infantil y Juvenil de Xalapa se le llamó la guardería más grande de la ciudad,
pues los padres de familia dejaban a sus hijos en la mañana en la puerta del
Colegio Preparatorio, sede de la feria, aun cuando no habían abierto las
instalaciones, los recogían a la hora de la comida o los llevaban con su lunch, y por la tarde se encontraban
con ellos en el recinto ferial para disfrutar juntos algunas de las
actividades.
En la última década se han
modificado las prácticas y hábitos culturales, así como las formas en que nos
apropiamos de los bienes y servicios culturales, esto como resultado de los
cambios en las formas de concebir el tiempo y el espacio, resultado del
desarrollo acelerado de las tecnologías de la información. En este proceso la
sorpresa y la capacidad de asombro han disminuido y, con ello, cada día es más
difícil seducir a la población para que acuda a nuestras actividades
culturales. ¿Cómo lograr que un niño se sienta atrapado, fascinado por algo, si
cotidianamente encuentra esa posibilidad a través del uso de las nuevas
tecnologías de la información, si con sólo tener en la mano un celular o una
tableta, puede trasladarse a otros países, a otros planetas?
En el año 1995, Fidel, un niño
de ocho años, me entregó una carta que como despedida decía: “Quiero que la
feria del libro dure todo el año”. Me atrevo a afirmar que por muchos años la
Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil logró hacer realidad los sueños de
muchos niños, jóvenes y adultos. Apenas en el año 2012, cuando visitaba la
feria como público y ya no como coordinadora, se me acercó una mujer que había
sido “niña feria” para reclamarme que ahora con sus dos hijos ya no encontraba
la oferta cultural que había disfrutado hace quince años.
Si bien el modelo de planeación
cultural empírica que se empleó cuando surgió la Feria Nacional del Libro
Infantil y Juvenil resultó exitoso, ya no es posible continuar con dicho
esquema. Se requiere una revisión y
autocrítica de las formas de organizar la acción cultural, en particular la
referente a la promoción de la lectura, así como las carencias que se tienen en
la gestión cultural en Veracruz para la formación de públicos nuevos. Hay que
devolver la mirada hacia el espacio público y aprovechar la información
cultural que nos permita tomar mejores decisiones para fortalecer nuestro
trabajo de gestión. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y
Consumo Culturales que publicara el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes en el año 2010[5], arroja
información muy valiosa para la planeación de actividades culturales a partir
de nuestros públicos. Por lo que respecta a la información relativa a la
lectura en Veracruz, dicha encuesta obtuvo datos preocupantes: en cuanto a los
libros de esparcimiento leídos, no llega ni siquiera a un libro; 16% compró en
el último año al menos un libro; 22.8% ha leído por lo menos un libro en el
año; 51.90 compra sus libros en librerías; 15.74% en tiendas de autoservicio;
8.89% en puestos ambulantes; 8.81, en ferias del libro; 3.54, en puestos de
periódicos; 2.99 en tiendas de libros usados o viejos. Cuando se pide a los
encuestados que digan dos palabras con las que relacionen la cultura, los
resultados son también interesantes: En primer término es la música, y en
octavo lugar, los libros.
A partir de este primer
diagnóstico del consumo cultural, se podría pensar que urgen más ferias del
libro y acciones para promover la lectura. Sin embargo, ¿hasta qué punto estos
festivales en torno a la palabra, realmente fomentan el gusto por la lectura y
los libros o repiten el esquema comercial de cualquier otro espacio donde se
lleva a cabo el proceso de compra y venta?
El escritor Felipe Garrido
comentó en alguna ocasión a quien esto escribe que el problema con las ferias
del libro era la cantidad de eventos que
buscaban animar la lectura, pues estos operaban en contra de la misma, ya que
finalmente se olvidaba lo más importante: que la gente lea por el gusto de leer
y no por los adornos en torno a la lectura. En el momento que Garrido me
comentó lo anterior, no estuve de acuerdo con él; sin embargo, hoy lo entiendo
mejor. Necesitamos acercar los libros y la lectura a niños, jóvenes y adultos
por la lectura misma, por las infinitas posibilidades que ésta ofrece.
Epílogo
¿Cuál es el futuro de la Feria
Nacional del Libro Infantil y Juvenil a casi 24 años de que iniciara en Xalapa?
Es un proyecto con presente que debe renovarse sin olvidar lo que ya ha
transitado. Los mejores asesores para definir cómo y por qué camino dirigirse
son los jóvenes que hace más de veinte años fueron “niños y niñas feria” y que
hoy son ya profesionistas. Los organizadores deben partir del hecho de que los
niños y los jóvenes de hoy se comunican de otra forma; su lenguaje y la manera
de insertarse en el mundo tiene que ver con las nuevas tecnologías de la
información. Los procesos de comunicación y cultura sufren cotidianamente la
influencia de la globalización y la repercusión de la inmediatez tecnológica;
los ritmos y la atención de los jóvenes están centrados en ello. Habrá que
encontrar las herramientas adecuadas para seguir compartiendo la palabra en el
marco de nuevos contextos. Ahora Xalapa rebasa el medio millón de habitantes.
Hace 23 años se pretendía que al finalizar el siglo veinte, con el apoyo de
actividades que fomentaran la lectura, se acabaría con el analfabetismo. Ahora
la propuesta se enfoca hacia el uso
libre de la internet y a que no existan analfabetas digitales. Otro es el mundo
que vivimos. Otra es la historia de la gestión cultural. ♦
Por Lourdes Hernández Quiñones