Y en un valle de tinieblas iré |
Post tenebras lux, última obra del
director mexicano Carlos Reygadas, sirve de excusa para que Raciel D. Martínez
reflexione sobre su cine de “estilo encriptado que no obedece a ninguna
tradición narrativa convencional”
En el contexto
actual del cine, en donde el cine de autor está cada vez más disminuido por la
preponderancia de filmes ultraestandarizados, las películas de los considerados
infantes terribles, como el director mexicano Carlos Reygadas, continúan siendo
un interesante bastión para que los artistas exploren diferentes estéticas.
El
cine de estos infantes terribles en muchas ocasiones está confinado a la
apreciación en festivales como Cannes, San Sebastián y Berlín, por citar los
más emblemáticos, o a padecer la incomprensión de los espectadores cuando este
tipo de películas se difunden en las salas de arte de los circuitos comerciales.
Mencionamos
a Reygadas como infante terrible porque su cine siempre ha conservado un estilo
encriptado que no obedece a ninguna tradición narrativa convencional. Su cine
es extravagante, extraño para quienes observan en las películas un espacio de
mero entretenimiento. Lo que ocurre con Reygadas es que su cine tiene el
propósito de reflexionar acerca de la vida con los menos artilugios posibles.
Y
es que en su cine no hallamos la típica parafernalia tecnológica –aunque en Post
tenebras lux aparezca un diablo digital–, ni tan siquiera los elementos
sintácticos más socorridos como el sonido dramático ni la edición rápida. Más
bien observamos una clara intención de respetar la pureza de las imágenes, de
acuerdo, por cierto, a como las ve el autor.
Post
tenebras lux continúa el discurso de
Reygadas que va por la existencia sin calificarla. Aunque su cine, y esta
película ofrece elementos simbólicos para hacerlo, está repleto de situaciones
de significación profunda (que no están, cuando menos, en la superficie), Reygadas
se ha negado sistemáticamente en las entrevistas a revelar los significados de
sus cintas.
Según
él, sus críticos sobreinterpretan lo que ocurre en sus películas, porque en
ellas las cosas pasan tal cual se le ocurren y no tiene esa carga de doble
interpretación. Por supuesto que no le creemos, porque su corpus de imágenes,
tanto por sí solas como hiladas dentro de un discurso, despiertan una serie de
suspicacias del por qué están así situadas y el por qué están así hiladas.
Entiendo
quizás la postura de Reygadas que no comulga con ciertos clichés
interpretativos, y que tal vez su cine sea más simple y llano de lo que los
críticos pretenden interpretar, pero de que una película como Post tenebras
lux no sea susceptible de interpretación, es decir, que no tenga la
cantidad suficiente de situaciones e incluso el propio hilo sintáctico ofrezca
dicha posibilidad, me parece una postura fingida por parte de Carlos.
En
lo que estaríamos plenamente de acuerdo con las afirmaciones de Reygadas en
contra de la interpretación es que sus imágenes –cada más sugestivas y
logradas– tienen un horizonte más puro que los clichés simbólicos que luego se
plantean.
En
lo personal creo que dicha simpleza en su discurso y en sus imágenes puede
deberse a una suspensión moral de las tramas. Se veía en Japón y Luz
silenciosa sobre todo, y no en Batalla en el cielo, que se me hace
la más pretenciosa. Con Post tenebras lux notamos un universo sin
acentos éticos, no existen juicios de valor en las situaciones que propone.
Supondríamos
en este sentido que las cosas pasan y ya, que las cosas están ahí porque así
son y así se le ocurrió al autor. De aquí derivaríamos a pensar que el
planteamiento soberbio de Post tenebras lux, donde la niñita está en el
campo en medio de los animales y en el tenso preludio de un aguacero, y que la
aparición inusitada del diablo en los pasillos de la casa, no significa nada.
Sin embargo se reconoce que estas situaciones podrían perfilar, primeramente,
el fin de la inocencia y la presencia del mal en segundo término.
A
mí todo esto me evoca inevitablemente a El anticristo de Lars von Trier,
donde el director danés mataba la inocencia e instalaba el mal como parte de
una tesis brutal: la naturaleza, madre, mujer, el bosque, como el origen de
todo mal de los seres humanos. Es muy clara la diferencia entre el cine bizarro
de Von Trier –con la escandalosa tesis misógina que sostiene en El
anticristo–, y la tersura minimalista de Reygadas, aunque suenan muy
parecidos en estos arranques donde el bien se diluye y, en consecuencia, la
violencia transita sigilosa como parte consustancial de la condición humana así
sea en el idílico Valle del Tepozteco.♦
Post tenebras lux. Director: Carlos
Reygadas. Con: Adolfo Jiménez Castro (Juan), Nathalia Acevedo (Natalia), Willebaldo
Torres (El Siete). Duración: 110 minutos. México, 2012.
Por Raciel D. Martínez Usa habaneras estilo Charly Chin. —Pariente asiático de Carlos Estévez. Ya tiene más tiempo para ir al cine.