No te caigas |
Héctor Miguel Sánchez
revisa las obras Ofelia, Fractales y Ñaca ñaca, llegaron las leyendas, todas presentadas durante el
festival Día Mundial del Teatro Xalapa 2013, direcciones escénicas con aspectos
a favor y en contra
Vamos a reseñar aquí tres de los montajes que se presentaron
en el festival Día Mundial del Teatro Xalapa 2013: Ofelia, del grupo de
teatro coordinado por Maricarmen Luna (11 de marzo); Fractales, de Los
Tristes Tigres (11 de marzo), y Ñaca ñaca, llegaron las leyendas de la
compañía Títere Vivo (16 de marzo).
Ofelia. Más allá de que el texto de esta obra surgió
como una síntesis de tres libretos previos, lo importante es el valor que tiene
por sí mismo. Su estructura condensada y poco narrativa nos recuerda la de un
poema: en cerca de media hora, una serie de imágenes que se entrelazan mediante
los recursos de la representación dramática, el tropo poético y, en
mucho menor medida, la diégesis, se despliegan ante nosotros. Cada palabra
parece puesta en su exacto lugar y cobrar un valor preciso, lo que le añade a
la condensación la virtud de la intensidad. Nos encontramos más en un mundo
simbólico que ante una “historia que se cuenta”; el centro de este mundo es la
vida autoconsciente del sujeto-mujer.
En cuanto a la dirección y las actuaciones,
haremos varios apuntes. Primero: es un trabajo plenamente enfocado en la corporalidad;
si bien no se puede decir que haya en este montaje una hibridación absoluta
entre lo dancístico y lo teatral, sí es posible ver en él la positiva
influencia del primer elemento sobre el segundo. Resultó muy afortunado, por
otra parte, que las seis actrices (que representan a las seis Ofelias) hayan
aparecido uniformadas: al moverse simultáneamente, y gracias al claroscuro del
escenario, se producía la sensación de que estábamos frente a un gran espejo o
caleidoscopio. La selección musical fue igualmente afortunada, pues incluyó,
por ejemplo, el preludio a la primera suite para violoncelo de J. S. Bach
–preludio que acompañó una escena en la que, mediante la alegoría del viaje al
océano, quedaron simbolizadas la libertad y el autodescubrimiento del yo femenino.
Falló, sin embargo, la combinación entre tipo
de calzado (zapatos de tacón) y el tipo de piso (poco friccionado), combinación
que entorpeció ciertos movimientos “coreográficos” grupales e hizo otros, a
nuestro entender, algo ruidosos; a esto hay que añadir ciertas fisuras en la
sincronización de movimientos. De igual manera, la intensidad de las
actuaciones tiene todavía mucho campo de mejora: hay talento y buena
disposición, e incluso las actuaciones de la Ofelia niña y la Ofelia adulta
(los dos papeles más extensos) cuentan ya con cierta solidez; sin embargo, en
general, las actrices no logran comunicarnos aún una fuerza escénica decisiva.
Ahora bien: más allá de nuestro juicio puramente estético, nos parece muy
loable que un grupo artístico tan joven pueda ya presentarse en un festival
como el del Día Mundial del Teatro con un resultado infinitamente más
esperanzador que desastroso. Nuestra felicitación al equipo y a su directora
por proponerse hacer teatro con esta seriedad. ¿Por qué no ocurre esto más
seguido en nuestro sistema de educación media y media-superior? 7.5 de 10.
Fractales. Ricaño ha estructurado esta obra con una
multiplicidad de recursos: repetición de escenas en diversos contextos;
adelantos y flashbacks en la secuencia de la fábula; humor (a
veces, negro; en ocasiones, cercano a lo absurdo-poético y, en otras, algo
ramplón); la bifurcación de un personaje en dos más o más actrices (y,
viceversa, la bifurcación de una misma actriz en dos o más personajes); la
combinación entre narración y representación; ciertos pasajes
reflexivo-filosóficos y/o de un patetismo entrañable. Se trata, podríamos
decir, de una tragicomedia posmoderna; todo parece tener allí un lugar: lo
simple y lo complejo, lo ácido y lo amargo, lo superficial y lo profundo
(características que ya habíamos observado en otros textos del autor: Idiotas
contemplando la nieve, Riñón de cerdo para el desconsuelo y Más
pequeños que el Guggenheim, por ejemplo). El secreto está en haberlo
mezclado todo en sus proporciones exactas: no se abusa de ningún recurso y, de
esa manera, se consigue un equilibrio “heterogéneo”.
No nos parece tan adecuado, sin embargo, el
título de la obra. Si bien el vocablo fractales resulta muy sugerente en
sí mismo, la impresión que produce el texto es más bien la de un mosaico: no la
historia dentro de la historia dentro de la historia (como en las películas Aunque
estés lejos de Juan Carlos Tabío, o Madrigal de Gustavo Pérez), sino
la yuxtaposición de diversos fragmentos para formar un cuadro-unidad.
Tampoco el cierre de la obra resulta tan afortunado: la cantidad de frases
mencionadas por Ana para generar una vivencia de lo nostálgico es
excesiva; cuatro o cinco habrían bastado para provocar una resonancia poética y
dar pie al efecto deseado. Pero, en general, una dramaturgia muy valiosa.
La dirección escénica tuvo varios aspectos a
favor y un par en contra. En cuanto a los primeros, hay que resaltar el
excelente trabajo con objetos (una especie de bloques transparentes) durante
toda la puesta en escena; la utilización de un espacio muy pequeño en el que se
mueven las tres actrices, lo que genera una especie de intimidad entre aquéllas
y el público (en consonancia con el sentido confesional-biográfico de la obra);
un manejo muy dinámico de la música y la iluminación, y una concepción (y
realización) del vestuario sumamente estética: tres vestidos de iguales colores
pero de distinto (aunque complementario) diseño. En cuanto a las fallas,
queremos mencionar aquí que la semidesnudez de las actrices se justificaba
artísticamente en algunas escenas, pero no en otras (por ejemplo, en la de la
cita con el doctor). Desde una perspectiva de género podríamos decir que,
aunque Fractales está protagonizada por tres mujeres, se evidenciaron en
su representación estos patrones machistas que terminaron objetificándolas.
Las actuaciones de Esther Espinoza y Ana
Lucía Ramírez fueron cabalmente expresivas. Además, la combinación entre la
cierta agresividad de la primera y la ternura de la segunda produjo un efecto
estético interesante. La de Guiedana López tuvo también un buen nivel, pero
quedó un tanto opacada por la fuerza escénica de Espinoza y Ramírez. 9 de 10.
Ñaca ñaca, llegaron las leyendas. Porque conocíamos un trabajo previo de Joel
Vences (y éste nos había parecido genial), teníamos grandes expectativas con
respecto a Ñaca ñaca, llegaron las leyendas, la penúltima presentación
del festival Día Mundial del Teatro Xalapa 2013; sin embargo, nos hemos
encontrado con una obra bastante escueta, por lo menos en el ámbito de su
dramaturgia. En efecto: se trata de una pieza que se concentra demasiado en la fábula:
quiere contarnos una historia (en este caso, un par de leyendas de Veracruz),
pero se olvida al mismo tiempo de hacer una propuesta cabalmente estética.
¿Teatro para niños? Tampoco. El teatro infantil se diferencia del adulto por
ser más accesible, mas no por carecer de un planteamiento estético
(estimulación libre de las facultades de la imaginación y el entendimiento:
Kant).
No obstante, la realización escénica sí es
claramente artística. Descubrimos en ella las siguientes virtudes: a)
combinación entre manejo de títeres y actuación; si bien el primer elemento es
predominante, la aparición de actores de carne y hueso en puntos específicos de
la obra genera un importante cambio de ritmo; b) uso de dos planos
escénicos (frente-bajo / fondo-alto) que permiten transiciones temporales y
espaciales en el discurrir de la anécdota; c) interacción entre títeres
de mano (para personajes circunstanciales), títeres “de hilo” o marionetas
propiamente dichas (para personajes principales) y títeres “de cuerpo entero”
que, por su agigantada figura, acentúan simbólicamente su rol como autoridades
–o, mejor aún, como seres autoritarios: tal es el caso de Satanás y Padre de la
muchacha; d) excelente construcción de títeres (Satanás es nuestro
favorito), vestuarios y escenografía: con un mantel rojo, una cúpula de cartón
en segundo plano y un par de cruces, el escenario se convierte en una iglesia; e)
finalmente: gran habilidad manipuladora y coordinación entre los
titiriteros, lo que le da al movimiento de las marionetas un absoluto
“realismo”.
Salvo dos o tres gritos salidos de control,
el manejo de la voz es también bastante satisfactorio (nuevamente, la voz de
Satanás, hueca y resonante, es nuestra favorita: ¿alguna simpatía por el
diablo, o mera coincidencia?), así como los efectos de luz y sonido. Sin
embargo, por la gran debilidad de su dramaturgia, le damos a esta puesta en
escena un 7 de 10.♦
Ofelia. Dirección y adaptación: Maricarmen Luna.
Actuaciones: Mary Paz Lagunes Gándara, Danna Pamela Jiménez Escobar, Kaztenny
Jazmín Tirzo Vázquez, Fernanda Astrid Jiménez Martínez, Berenice Jiménez
González y Helen Sarmiento Jaén. Técnico de sonido: Luis Eduardo Mora Sánchez.
Producción: grupo de teatro de la Escuela de Bachilleres Antonio María de
Rivera, matutina. Teatro La Caja, 11 de marzo.
Fractales. Dramaturgia: Alejandro Ricaño. Dirección:
Adrián Vázquez. Actuaciones: Ana Lucía Ramírez, Guiedana López y Esther Teté
Espinoza (Estefanía Ahumada, suplente). Asistente de dirección: Ismael
Gallegos. Producción: Los Tristes Tigres. Foro Miguel Herrera Casa del Lago UV,
11 de marzo.
Ñaca ñaca, llegaron las leyendas. Dirección y adaptación: Joel Vences.
Títiriteros: Joel Vences Fernández, Jonathan Alfredo Barrales León, Maricarmen
Luna, Virginia Sánchez González y Néstor Gutiérrez. Musicalización: Roel
Osorio. Audio e iluminación Néstor Gutiérrez. Producción: Títere Vivo. Teatro
La Caja, 16 de marzo.
Por Héctor Miguel Sánchez