La causalidad del silencio gira en torno al quehacer artístico de Roberto Rodríguez (Misantla, 1962). Omar Gasca, colega, amigo, crítico y mentor de Rodríguez, además de efectuar la selección de la obra, conversa con Roberto sobre su vida, su educación e intereses.
Omar Gasca: ¿Cómo te
interesaste en la escultura? ¿Qué fue lo
que te llevó a ella y no a la pintura o a otro medio de expresión?
Roberto Rodríguez: Realmente la decisión fue circunstancial
pues había decidido estudiar diseño gráfico. Afortunadamente me di cuenta de que
lo mío era lo tridimensional al pasar por los talleres de modelado en barro y
de cerámica. Ya estaba en segundo semestre de la carrera, después de que había
cursado un año de propedéutico. En esa época pasábamos un mes en cada taller.
Había estado en los talleres de Escultura y Cerámica, y aunque desde ese
momento me di cuenta que era allí donde podía expresarme más fácilmente y
mejor, no le di importancia pues estaba muy acostumbrado a escuchar lo que
venía de fuera y no a mis necesidades personales.
¿Entonces?
Continué
con la idea de estudiar diseño. Pero ya estaba acostumbrado a esta práctica de
estar haciendo una cosa mientras quería verdaderamente hacer otra, pues antes
de entrar a la Facultad de Artes Plásticas había estudiado la carrera de Idiomas.
En esa época algo en mi interior me decía que había equivocado el camino.
Desgraciadamente mi mal entendida responsabilidad me obligaba a terminar algo
que ya había empezado. Además, tenía la equivocada idea de que el arte es un
pasatiempo, por lo que primero debía estudiar algo serio. Bueno, esta idea desgraciadamente la comparte
mucha gente.
¿Cómo llegaste
entonces a estudiar Escultura?
Cuando
por fin decidí cambiarme al área de Escultura fue porque una pieza mía fue
seleccionada en la Feria de Aguascalientes. Para mí esto fue muy motivante. A
partir de ese momento entendí que era muy importante dedicarse a hacer lo que
realmente se disfruta, que cuando uno se siente satisfecho con lo que hace
encuentra el sentido de la vida. En ese momento encontraba algo que realmente
me apasionaba y que me daba la pauta para conocerme y ser congruente conmigo
mismo.
¿Qué te dio la
escuela?
Lo
más valioso para mí fue estar en un lugar propicio para desarrollarme, entender
el arte y sobre todo poder crear. En un principio todo me maravillaba. Creía lo
que los maestros me decían porque era algo totalmente nuevo para mí. Era un
mundo desconocido.
¿No habías
tomado cursos antes? ¿En tu casa no se hablaba de arte?
Jamás
había asistido a un curso relacionado con el arte. En mi ciudad, que es muy
pequeña, nadie sabía o hablaba de arte. Mi padre era médico y recibía revistas
médicas donde venían artículos de arte. Siempre las guardaba yo y las veía y
leía muchas veces. Eran el único contacto que tenía con el tema.
Tal vez era la Revista Médica de Arte y Cultura,
aunque antes hubo otra. ¿No te llamó la medicina?
Definitivamente
sí, pero quería ser ginecólogo. Siempre me llamó la atención el nacimiento de
los niños. Bueno, el de los niños y los conejos y los perros… Es una inquietud
que está todavía viva y que se refleja en mi obra como evocaciones de la
germinación, de la fecundidad, de la idea de la nueva vida. Las plantas, la
reproducción de ellas, también. Aunque a mí no se me antoja tener hijos.
¿Por qué hijos
no?
Por
aprensivo. Creo que les echaría a perder la vida. Creo que es un asunto de
mucha responsabilidad, de atención, y hay que estar muy consciente de ello. Hay
gente a la que le es fácil educarlos o eso cree. Yo no sé si sería muy buen
padre por la misma preocupación. Y la idea de tenerlos por tenerlos, no. Ahora,
viendo lo que pasa en muchas partes, quizá yo lo haría mejor que muchas
personas.
Aparte de la
aprensión, ¿cómo percibes el mundo en cuanto a la idea de tener hijos?
Muy
complicado, caótico, difícil. Para darles hoy a los hijos una vida digna hay
que mantenerlos en una burbuja y eso no me gusta. Esto es cíclico: hay momentos
más tranquilos, como el de mi niñez, que volverán. Ahora es complicado.
¿Qué pasó
entonces con la medicina, con ser ginecólogo?
Un
año o dos pensé en ser ginecólogo, lo que tenía mucho que ver con el hecho de
que mi padre atendía partos. Estaba chico y, aunque reflexionaba, no sabía
realmente qué quería. Tuve más tiempo la idea de ser veterinario. Tuve muchos
animales en la casa: ardillas, perros, conejos, gatos, aves, peces… Hasta un
mono araña.
¿Por qué se
vinieron tú y tu familia de Misantla?
Porque
allá se podía estudiar solamente hasta la prepa. La más chica de mis hermanas y
yo teníamos que movernos para continuar con nuestros estudios. Mi papá murió
allá y mi madre no quiso quedarse sola. Mi hermana mayor estaba casada y no
vivía con nosotros. Mi hermano se había ido a México.
¿Por qué
Xalapa?
Era
lo más cercano con universidad y desde chicos veníamos siempre.
¿Mostrabas
entonces inclinaciones, alguna tendencia hacia el trabajo creativo, manual?
Me
gustaba mucho dibujar y pintar. A mi padre le llamaba mucho la atención que
hiciera eso sin ninguna guía y buscó a alguien que me diera clases, pero no
había nadie en el pueblo que pudiera hacerlo. A partir de ese momento tuve la
sensación de que yo no encajaba con los demás, pues eran otras cosas las que a
mí me interesaban. Las actividades e intereses de los demás no eran los míos y
creía que el que estaba mal era yo. Los juguetes me los tenía que inventar y
construir, ya que en mis historias y fantasías los que vendían no entraban ni
hacían lo que debían hacer en mis necesidades. No había congruencia en su forma
y los materiales no se integraban.
Fabricabas tus
juguetes...
Nada
mejor que unas simples plumas de las gallinas que estaban cerca, o los vistosos
plumeros de mi madre con su maravilloso colorido, para representar una pelea de
gallos sólo con el soplido dirigido al palenque hecho con palitos de paleta.
¿Cómo te veían
los demás?
¿Cómo
podían entender mis compañeros, mi hermano o mis primos que eso fuera mejor que
unos fabulosos carros de fricción o de cuerda? Mi único escape en la secundaria
fue dibujar y pintar.
Supongo que no
tenías muchos amigos...
Era
un niño muy solitario que prefería la introspección. Me costaba mucho hacer
amigos. Era muy difícil expresarme y participar en actividades en las cuales me
sentía completamente torpe. Poco a poco fui dejando el dibujo y la pintura en la
prepa, hasta que ingresé a la Facultad de Artes y me encontré allí que la
mayoría de mis compañeros había tenido vivencias y sensaciones parecidas a las
mías. Al fin pertenecía a un grupo en el que podía ser entendido y tener
intereses en común.
¿Cómo era la
escuela entonces? ¿Qué se enseñaba?
En
mi época de estudiante lo que enseñaban los maestros eran algunas técnicas,
pero algunos ni eso. Había muchas interrogantes que se quedaban sin respuesta,
hasta que llegó un maestro de dibujo y pintura, Esteban Azamar, con quien se
podía hablar de otras cosas aparte de la técnica. Sin embargo, puedo decir que
mi paso por la escuela fue muy enriquecedor y satisfactorio debido a la
convivencia con mis compañeros. Resultaba muy interesante ver las diferentes
propuestas de los demás.
¿Tuviste algún
modelo, una influencia decisiva dentro o fuera de la escuela?
Definitivamente
lo fue mi padre, a quien admiraba mucho por su sabiduría. Era un hombre justo y
sencillo que siempre estaba haciendo cosas.
Para él estar ocioso era impensable. Me gustaba que se sintiera
orgulloso de mí. Desde muy pequeño me di cuenta de cómo ganarme su aceptación,
obteniendo buenas calificaciones y haciendo bien las cosas, porque la idea era
que el respeto y lo que quieres en la vida uno lo decide y se lo gana.
¿Tu madre?
Mi
madre protegía o ayudaba al que era débil. Siempre que la necesitábamos estaba
ahí.
Pero te
identificabas más con tu padre.
Sí.
Otra persona que influyó mucho en mi vida fue mi abuela materna, que era
costurera. Recuerdo que podía pasar mucho tiempo observando cómo transformaba
una tela en ropa para mis hermanos y para mí. Recuerdo el olor de las telas y
el sonido de la máquina de coser. Esas imágenes las tengo presentes cuando
realizo mis esculturas en tela o fibras. Me sigue asombrando el hecho de
transformar un material en un objeto cargado de conceptos, ideas y emociones.
¿Nadie influyó
en ti en la escuela?
Manuel
Velázquez, compañero y amigo, ahora artista y gestor.
Y quien
prologará este libro. ¿Cómo te influyó Velázquez?
Cuando
fuimos estudiantes él era, como ahora, muy trabajador. Yo me sentía un poco
desplazado, un poco en desventaja porque los demás habían estudiado ya algo de
arte y algunos tenían hasta premios. Yo no había tomado clases de nada
relacionado con el arte y Manuel Velázquez me ayudó mucho para avanzar
rápido.
¿Otras
influencias?
Además
de Azamar y Velázquez, Miguel Fematt. Él nos platicaba mucho de Europa, de lo
que sucedía allá, de lo que había hecho él. Otra persona que me aportó muchas
cosas fue Irek, un maestro polaco que influyó mucho en mi decisión de estudiar
Escultura.
¿Artistas vivos
o muertos que no fueron tus maestros?
Van
Gogh, Picasso, Duchamp, Chagall. Compré muchos libros sobre ellos. Más tarde,
Brancusi y Chillida.
Ahora vendría
bien leer Brancusi y una carta de Chillida, el libro de la catalana Clara Janés. Pero no mencionas mexicanos o
residentes en México.
Mathias
Goeritz.
¿Cómo
resumirías los distintos momentos por los que ha pasado tu obra?
La
primera etapa definitivamente sólo representó aprender técnicas, aunque casi al
finalizar la escuela empecé a expresarme con la escultura. Entendí que no se
trataba de hacer solamente formas. Considero que mi obra empezó a
profesionalizarse a partir de mi salida de la facultad. Realicé una exposición
a partir de un proyecto, lo que significó el inicio de un trabajo, de una obra
con un carácter más serio. Otro concepto importante fue haber estudiado la
maestría, lo que me ha permitido ver mi obra de una manera más analítica y
reflexiva. Después de ella empiezo a producir con ideas más claras, aunque esto
no quiere decir que haga a un lado la intuición, pues es parte fundamental de
mi proceso creativo.
Tu obra se ha
caracterizado por conceptos que se asocian con la intimidad pero, también,
aunque no en todos los casos, con lo orgánico. ¿Qué representan para ti lo
íntimo y lo orgánico, que por otra parte de uno u otro modo señalamos quienes
hemos escrito sobre tu obra?
Considero
que son el eje de mi obra. Puedo con ello expresar mis ideas, emociones,
vivencias y necesidades, que en mi niñez pensaba que no tenían importancia para
nadie más. He aprendido que a través de formas tridimensionales puedo contar y
transmitir historias y formas de ver e interpretar mi mundo. En cuanto a lo
orgánico, es la parte que expresa mi entorno y no sólo mi entorno físico sino
ése entendido a partir de la memoria.
Por cierto,
¿quiénes han escrito sobre tu obra?
Raquel Tibol, tú, Francisco
Vidargas, Karen Cordero, Manuel Velázquez, Per Anderson, Josué Martínez y
otros.
¿Con cuáles ideas de ellos te identificas? Recuerdo que Tibol dijo que en
tu obra no tratas de afirmar la existencia de las cosas y que tampoco intentas
encubrirlas, que tu operación “consiste en idealizarlas no por ser
extraordinarias o raras sino, contrariamente, por ser simples, cotidianas,
corrientes, domésticas, usables”.
Realmente hay muchas coincidencias con quienes mencioné.
Cada uno, con su manera de escribir, me ha aportado bastante y ha reafirmado mi
discurso. Y sí, ese texto de Tibol, que fue para una exposición en la Galería
Metropolitana en México, se usó completo, como ficha de sala, en mi más
reciente exposición en la Pinacoteca.
¿Qué dirías tú de tu obra que no hayamos dicho?
A pesar de que reflexiono y trato de ver siempre qué
estoy haciendo, es difícil ver mi obra. Y aunque no es que me guíe por lo que
dicen, la verdad es que coincido con buena parte de lo que han escrito. Algo
diferente sería hablar del proceso creativo.
¿Cómo resumes ese proceso?
Casi siempre trabajo por series y
éstas tienen un eje con relación al cual observo mucho, reflexiono y busco información,
sobre todo dentro de mí. Me informo además con lo de afuera: salgo a caminar,
veo, busco, analizo. Y me pregunto qué quiero decir. Luego, en la acción, la
forma de trabajar ya es más libre: dejo que participen lo espontáneo y las
emociones.
¿Te consideras un ser más bien emocional?
Sí.
¿Qué quiere expresar tu obra?
La interpretación de mi mundo;
ideas, emociones, experiencias o reflexiones, siempre a través de la memoria,
pero no aquélla proveniente de imágenes visuales o verbales sino a partir de las
percepciones.
¿Qué aporta?
Creo que una de las cosas que
aporta mi obra es una visión honesta acerca de que el arte no debe de ir con
modas y sí con la pasión y el convencimiento.
Si no hubieras sido escultor, ¿qué serías?
Arquitecto. Si no fuera artista me gustaría ser
arquitecto. La arquitectura es también un ámbito que implica mucha creatividad
al construir espacios habitables. Es como construir esculturas que pueden ser
habitadas.
De hecho, se ha dicho algunas veces que la arquitectura es escultura
habitable. Richard Serra no estaría muy de acuerdo, porque él no encuentra
conexión alguna entre arquitectura y escultura, pero es lo de menos. Muchas
obras tuyas, escultóricas, son extraordinariamente cercanas a la arquitectura
en cuanto a que son recintos, con espacios delimitados, habitables por la
mirada y la imaginación. Además está tu trabajo como museógrafo, que
invariablemente propicia una habitabilidad transitoria, digámoslo así. ¿Qué es
lo que admiras en una obra escultórica?
Lo que más admiro de una obra escultórica es que a partir
de lo tridimensional el artista sea capaz de expresar conceptos o emociones de
una manera propositiva y personal. No hablo de descubrir el hilo negro pero sí
de aportación: en la idea, en los materiales que se estén usando; que el
discurso sea actual y que haya una integración entre el qué, el cómo y el con
qué.
¿A cuáles escultores admiras?
Por ejemplo a Anish Kapoor, Kounellis, Richard Long, Andy
Goldsworthy y Nils-Udo, entre otros.
Conozco tus reservas, así que no te preguntaré por escultores locales. ¿Qué te dice la obra de Sebastián?
Su escultura actual sólo me dice que es un comerciante
exitoso. Bien podría vender carros, zapatos o casas y los vendería bien. Sin
embargo, la escultura que hacía en un principio me parece interesante. Había
propuesta. Pero
es
obvio que su interés va por otro lado y no es que esté en contra de la gente
exitosa: simplemente me parece que no es el arte su prioridad. Admiro a los
artistas que saben vender su obra y que viven muy bien de ella, pero sin dejar
atrás su necesidad de seguir produciendo arte.
A mí me consta que sabes vender y que desarrollaste una línea artesanal
exitosa que implicó un taller con algo así como seis empleados y un
administrador, todo ello antes de hacer concesiones con tu obra, la cual
también tiene un mercado. A propósito, ¿cuáles fueron los pasos para hacerte de
un mercado, que hoy por cierto se ha contraído, como el de todos?
Lo primero fue quererlo y luego creer que era posible.
Después, sumar trabajo, relaciones y algo de organización. Pero la base es el
trabajo.
Si los hay, ¿cuáles son tus temas o, en todo caso, tus premisas?
Por ahora es el paisaje, pero no a
partir de la flora y la fauna sino de mi memoria, es decir, experiencias
obtenidas a partir de lo percibido. Mis premisas se sitúan en la intención de
representar esas experiencias de una forma orgánica y reinventando el espacio
donde se expone la obra, construyendo atmósferas, dotándolas de otro
significado.
¿Qué es para ti la naturaleza?
La naturaleza, para mí, es el espacio o concepto donde
puedo conectarme fácilmente conmigo mismo. En ella puedo encontrar todas las
explicaciones e informaciones de la vida misma.
¿Cuál es tu relación con la música?
Mi relación con la música es la misma que con la
escultura o con el arte en general: primero los sentidos. En el caso de la
música, primero el oído y luego el cerebro, donde ésta llega para ser asimilada
y transformada en experiencias, conceptos o emociones.
¿Escuchas música mientras trabajas?
Siempre que estoy creando escucho música para que mis
sentidos intervengan en el proceso. De esta manera siento que mi sensibilidad
se agudiza. Asocio este hecho con cocinar: debo oler, saborear, escuchar y
tocar y mirar. De hecho, la cocina es esa otra cosa a la que me hubiera gustado
dedicarme, ya que se me hace muy completa.
Estamos hablando sólo de una parte del proceso creativo.
Sí. Después de que dejo intervenir a mis sentidos, entra
la parte racional que decide si hago cambios, si agrego cosas o elimino algo.
Todo tiene que responder al discurso que me interesa.
¿Tu relación con el cine?
Con el cine ocurre lo mismo que con la música. La música,
el cine e incluso la danza alimentan mis nociones y conceptos acerca del
movimiento. La danza, por ejemplo, en la que verificamos que el cuerpo tiene
memoria, una memoria física, me sirve a la hora de exponer en la Pinacoteca:
hice caminar al espectador entre las piezas, lo hice zigzaguear entre ellas,
forzándolo a evocar la experiencia de cuando se camina entre las piedras, o en
el bosque, entre las ramas. Por otra parte, muchas veces utilizo formas como
campanas o formas colocadas rítmicamente, que aunque no emitan sonidos los
evocan, los hacen presentes de algún modo.
Aunque pensaríamos en algo como Los
sonidos del silencio, esa canción de Simon y Garfunkel originalmente The sounds of silence y luego The sound of silence, porque no importando en ella el asunto o tema más exterior, tu obra
siempre expresa una última cualidad frente a la cual no se puede más que poner
asombro y con él mudez, silencio; es decir, frente a la cual no se puede decir
nada. Un silencio que es, además, preámbulo de algo y el algo en sí.
Silencio…
Sí. Como el que introduce Beethoven en la parte final de su Novena sinfonía, cuando está a punto de terminar la obra y la Oda a la alegría de Schiller.
Es un silencio que anuncia algo grande, algo último, superior. Pero ¿qué
pasaría si después de ese silencio no siguiera nada y fuera él el encargado de
revelarnos que allí está todo, que la expectativa de lo grandioso se cumple en
sí misma? Y, por supuesto, no dejo de
asociar ese silencio con el asombro y con la parálisis que significa hallarse
frente a la belleza, la gran belleza.
Es interesante.
Pienso que en última instancia tu obra es una
especie de materialización del asombro.
Por cierto, ¿qué deseas?
Uno de mis deseos es tener la sabiduría para ser justo.
Aspiro a tener más claridad en mi discurso y mi sueño más profundo es sentirme
cada vez más realizado como artista.
Prácticamente en todas las culturas y en todos los tiempos se afirma que el
que conoce, habla y el que sabe, escucha. ¿Qué te dice esta idea?
Estoy de acuerdo. Para mí es más inteligente escuchar que
decir lo que ya sé. Cuando escuchas, aprendes. Por otro lado, cuando uno es
tímido aprende a reflexionar antes de actuar. Eso me ha ayudado mucho.
Dice Samuel Johnson que “la causa más frecuente de la timidez es una
opinión excesiva de nuestra propia importancia”, pero Erasmo afirma que la
sabiduría es madre de la timidez. ¿A qué aspiras como artista? ¿Cuáles son tus
proyectos?
Por el momento llevar mi obra a otros espacios, tener más
presencia en el centro y que mi obra no se quede sólo en provincia. Es muy
importante encontrarse con otros públicos. Exponer sólo aquí es bastante cómodo
pero se agota el diálogo. No me interesa ser el artista oficial de mi pueblo.
Aspiro a llegar a más gente para hacerla reflexionar y mostrarle otros planos
de realidad.
No quieres ser el tuerto en el país de los ciegos pero, por otro lado, no
eres un artista local y, por el contrario, eres de los muy pocos que residiendo
aquí tienen una presencia real en otros espacios del país y en el extranjero y,
digamos, en ámbitos con techo alto como Banff, en Canadá. A diferencia de la
mayoría de los escultores de estas latitudes, has mostrado tu obra en México y
en varias partes del mundo. Hasta ahora, ¿cuál es la exposición que te ha dado
más satisfacción y por qué?
Creo que cada una me ha dado muchas satisfacciones. Sin
embargo, podría decir que la primera individual que presenté en la Facultad de
Artes, después de haber egresado, fue muy importante para mí porque logré
combinar ideas y técnicas muy propias. No eran las técnicas y las formas que me
habían enseñado y en ese sentido, creo, hubo una aportación. Otra exposición
importante fue la que realicé cuando salí por primera vez de mi país, a Canadá,
donde fui invitado a un simposio de escultura. Fue importante porque era la
primera vez que confrontaba mi trabajo, mis ideas del arte, con otra cultura.
Esperaba encontrarme con gente de nivel muy superior en cuanto a ideas y modos
de trabajar, pero encontré que existen las mismas problemáticas y
cuestionamientos que tenemos acá. Estamos a la par; lo único es que no tenemos
los mismos recursos financieros para promoción y distribución. Pero, bueno, mi
obra fue muy bien recibida allá por la crítica.
¿En cuáles colecciones hay obra tuya?
Sobre todo en colecciones particulares, creo que más en
Estados Unidos, en Illindentci, Bulgaria, en Arhus, Dinamarca, aquí en Xalapa,
en la Universidad Iberoamericana campus Puebla y en el Consejo Chiapaneco de
Cultura.
Para usar los términos de Acha: ¿con qué categoría
asocias tu obra, “dominante”, “emergente” o “residual”?
Dependería de dónde se situara mi
obra, ya que aquí en Xalapa sería dominante, pero si la situamos en la ciudad
de México sería residual y esto porque no corresponde a las manifestaciones que
se conciben como emergentes.
¿Te interesa inscribirte en las corrientes principales?
Definitivamente no es lo principal para mí. Creo que lo
que más me interesa es la congruencia conmigo mismo, con lo que creo, con mi
contexto, con la idea que tengo del arte. Por supuesto que me encantaría estar
en los espacios importantes y que mi obra fuera muy conocida, pero no al precio
de hacer cosas que en este momento impactan y que no van conmigo. No es mi
discurso. Sin embargo, no hago mi obra para que esté guardada, para la
autocomplacencia o sólo para recibir halagos de mis amigos.
Ni para alardear, como hacen algunos, que hasta cacarean los huevos que
jamás han puesto.
Menos. Pero sí me interesa que mi obra se confronte en
otros escenarios y que eso me permita crecer como persona y como creador; que
cambie lo que haya que cambiar.
Con relación a este mundo que se caracteriza por la globalización, las
nuevas tecnologías, la portabilidad de la información, las redes sociales,
¿cómo explicas tu obra?
Me parece que puede ser una obra con peso para mantener
al ser humano con los pies en la tierra, el cual siempre necesita, a pesar de
los grandes adelantos de la tecnología, un ancla con nuestras raíces o pasado.
La misma ciencia necesita de las cosas de origen para poder seguir creando
cosas nuevas. Nada surge de la nada. Creo que además es muy necesaria una
propuesta como la mía para mostrar la diversidad. Eso de uniformar todas las
visiones es algo muy pobre. Sin embargo, esto no significa que yo no haga uso
de la tecnología o que mi obra se quede como muestra del pasado. He estado
aprendiendo nuevas formas de dibujar con una tableta digital, que me facilita
cosas y me da otras posibilidades, por ejemplo. Tengo muy claro que la
tecnología es una herramienta más. Y, desde el punto de vista de la difusión,
claro que me interesan las redes sociales y acortar distancias y reducir
tiempos con ellas. Hoy podemos llegar a lugares que antes eran impensables; o
ver lo que otros están haciendo del otro lado del mundo.♦
Por Omar Gasca