Veracruz 2013, una lectura un tanto extensa


Publicado porJosé Homero el 8:43 p.m.

¿El candidato del hartazgo?
Las elecciones en Veracruz se efectúan este 7 de julio. Cordera analiza los escenarios posibles y sitúa los ejes de la problemática política en Veracruz.
A manera de introito
El proceso electoral 2013 ha venido tomando rutas no previstas dentro de los análisis primeros que presagiaban una cómoda victoria para el PRI en la mayoría de los distritos electorales y mantener el control de los principales ayuntamientos, lejano ciertamente de aquellos escenarios de carro completo, pero que aspiraba a repetir los resultados de los procesos electorales que el ahora exgobernador Fidel Herrera Beltrán operó tan eficazmente para recuperar los corredores donde el PAN se había entronizado: Córdoba-Orizaba, Veracruz-Boca del Río, así como otras cabeceras distritales representativas como Pánuco y Tuxpan. El PRD nunca ha sido un actor de peso en la entidad, su triunfo en Xalapa en distintos momentos –el más reciente en 2012– obedece a factores externos al partido y a sus militantes.
Un factor determinante en ese momento fue la labor de socavamiento de los partidos de oposición al PRI, a golpe de concesiones en metálico y/o en especie para los principales operadores de dichos institutos que mantuvieron una postura de oposición propositiva, extremadamente dúctil a la negociación facilitándole al oriundo de Nopaltepec administrar el “pinche poder” que en ese momento detentaba.
A su llegada como administrador del estado, Fidel Herrera se propuso ser el padre de una generación de nuevos políticos, jóvenes todos ellos, desplazó a la clase priista del pleistoceno de los espacios reales de poder, los contuvo concesionándoles secretarías o espacios para los vástagos dentro de la paquidérmica estructura de gobierno con tal de consolidar un proyecto transexenal. De igual forma incorporó en este su experimento al empresariado local –arrebatándole al PAN su reservorio natural de candidatos ciudadanos– que vio en ello la oportunidad de que la progenie comenzara a formarse una carrera política a cambio de la inversión de recursos propios en los procesos.
No contaba con que sus apuestas estaban poco fogueadas, que carecían de los más elementales rudimentos para la operación político-electoral, y de las tablas para el ejercicio del poder. Así, las administraciones municipales que han encabezado sus principales ahijados políticos, entiéndase Carolina Gudiño, Salvador Manzur, Elizabeth Morales, han fracasado, y ese escenario es el que deben enfrentar los actuales candidatos del PRI a encabezar los gobiernos de 212 ayuntamientos y los treinta espacios de mayoría de la legislatura local.
Primera caída...
La elección federal de 2012, terriblemente operada por el PRI estatal, colocó al gobernador Javier Duarte en una situación de debilidad frente al recién electo presidente de la república y le abrió la posibilidad al PAN –escindido entre el grupo compacto de panistas formado en su momento por César Leal Angulo y que encabezaba Alejandro Vázquez Cuevas (a la postre un peón más de la estructura fidelista) y la nueva corriente surgida del liderazgo de Miguel Ángel Yunes Linares, quien se ha vendido con el panismo del altiplano como el candidato que más votos le ha acarreado al PAN en su historia en el estado, y quien operó el triunfo en el estado de Josefina Vázquez Mota– de volver a colocarse como una fuerza política con posibilidades de recuperar el terreno perdido en los últimos ocho años.
De esta forma el PAN estableció contactos con el perredismo local, acomodaticio y convenenciero, para conformar una alianza electoral –por encima de ideologías y proyectos, bajo la premisa de Groucho Marx: “estos son mis principios; si no le gustan tengo otros”– que les garantizara el control de la legislatura local y la obtención de la mayoría de los ayuntamientos. La misma fue promovida con ahínco  por Yunes Linares y sus hijos, Fernando y Miguel Ángel, bajo el entendido de que ello podría llevar a cualquiera de los tres a disputar de nueva cuenta la gubernatura en el año 2016.
Ante los malos resultados del proceso de 2012, Fidel Herrera se habría planteado la necesidad de regresar a operar de manera abierta la nueva elección en puerta (no es del agrado de Enrique Peña Nieto y su eventual incorporación al gabinete presidencial está más que proscrita), sobre todo para evitar el predominio de los Yunes en la política local. Un primer paso fue reventar la tentativa de alianza con el PRD, colocando en la dirigencia de ese partido al grupúsculo que le garantizara candidaturas débiles y cierta condescendencia para con los dictados de palacio de gobierno (la figura gobernante se diluye en una marea de violencia delincuencial, intolerancia a la crítica y malos resultados de sus colaboradores, sumado al desastre financiero en que le dejaron la casa, imposibilitado para barrer hacia atrás y poder legitimarse).
Segunda caída… segunda…
Similar a un juego de vencidas, de nueva cuenta la estrategia fue dividir a los partidos de oposición en un intento por resquebrajar las estructuras y confundir, cuando no hartar, al electorado. Al interior de la casa, se apela a una disciplina férrea, consolidada a golpe de prebendas o al amago de la exhibición pública de vicios privados de toda laya.
La apuesta de Yunes Linares de ser diputado plurinominal sería de nueva cuenta torpedeada desde adentro del partido azul, con la intención de deshacerse de una buena vez de tamaña chatilla. Este devolvió el golpe que conectó al hígado del edificio gubernamental y cimbró hasta el tuétano dos de los buques insignia de la administración de Peña Nieto, el Pacto por México y la Cruzada contra el Hambre.
La exhibición de los esquemas de operación electoral partiendo de los programas asistenciales del gobierno federal, fue un clavo más en la relación del gobierno del estado con el presidente de México (El País cabeceó de esta manera un artículo al respecto: “El gobernador que detuvo el pacto. La piedra en el zapato del Pacto por México, el hombre que ha provocado la crisis con el PAN, se llama Javier Duarte”), menudo chingadazo al ego y a las aspiraciones políticas de cualquiera.
La labor de socavamiento de los partidos se mantiene. Los anuncios sobre la renuncia de militantes representativos –en el PAN sobre todo, acusando la injerencia de la familia Yunes por encima de los militantes históricos– se multiplican, mientras que la cobertura mediática hace su trabajo. No obstante, el priismo se muestra torpe, lento en dar respuesta a las puyas de Yunes, que se mueve como peso pluma sobre el encordado, golpea arriba y abajo, brinca sobre puntas y exhibe el mentón en espera de una respuesta que no llega. Rescatable el cinismo con que la clase política responde: como si el PAN no lo hubiera hecho antes; “todos lo hacen, PRI, PAN, PRD”, dice Rosario Robles a pregunta de Carmen Aristegui. Y desde Chiapas, lacra el momento un estentóreo “no te preocupes Rosario”.
En el ámbito federal se infiere el intercambio de barajitas; la federación accede a investigar los señalamientos panistas a cambio de detener –políticamente hablando– a Miguel Ángel Yunes Linares, investido como la bestia negra del priismo veracruzano. Ladino, Yunes administra sus cartas entre quienes se disputarán el CEN del PAN, Gustavo Madero que ve en Veracruz la divisa que lo mantenga un periodo más, y Ernesto Cordero, posición del calderonismo.
Tercera caída… tercera…
Al igual que en el año 2010, nos enfrentamos a un proceso que reproduce el encono de dos personajes de la política local, que se disputan, cual señores feudales, un pedazo de tierra. Las campañas no prenden por ningún lado, con candidatos anodinos, grises, hueros. En Xalapa quizá la inclusión de la señora Dulce Dauzón como candidata del partido propiedad de Dante Delgado, le haya dado una perspectiva diferente a la contienda, sin que ello constituya una modificación sustancial de las cosas.
La aparición del candigato Morris –motivo de indignación de las poli reflexiones de los intelectuales y analistas políticos que descubrieron que su éxito era reflejo del hartazgo de la ciudadanía ante bla, bla, bla, y de reproducciones baratas ya en diferentes puntos de la geografía nacional y local– otorgó un respiro en una atmósfera de suyo enrarecida.
Hay que evaluar el impacto que en la votación en el distrito electoral de Xalapa pudiera tener este aparente divertimento, dado que evidentemente incidirá más en los partidos de oposición al PRI que en el propio Revolucionario Institucional. Es decir, aquel votante que sufraga contra los candidatos del PRI por sistema, pero que tampoco se identifica con ninguno de los otros partidos, en lugar de votar por el PAN, el PRD o el Movimiento Ciudadano, se decantaría por Morris, restándole votos a las otras “opciones” electorales.
El escenario no se vislumbra fácil para el PRI que puede perder algunas diputaciones y las cabeceras distritales más importantes a nivel de ayuntamientos, las de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río se encuentran en riesgo al igual que Xalapa, Huatusco, Córdoba, Coatepec y Tantoyuca.
Las causas de una eventual derrota (o al menos de una victoria pírrica) del PRI en esas y otras demarcaciones se podrían encontrar en factores como la postulación de malos candidatos, sin identificación con el partido ni con la ciudadanía; la conformación de las planillas sin contemplar a los sectores del partido que tradicionalmente aportan una cuota de votos, con ello el voto duro se debilitará; las pugnas al interior del partido entre los grupos de presión que buscan ubicarse de cara a la renovación de la gubernatura; la mala imagen de las administraciones municipales priístas que no son un activo electoral para los candidatos; la dificultad que representa, tras la denuncia sobre el uso electoral de los programas sociales por parte del PRI, desarrollar la operación tradicional, además de que la figura de Fidel Herrera Beltrán y sus operadores comienza a ser más que peso muerto para el gobierno de Javier Duarte (y es de esperarse que en las semanas previas al día de la elección se detonen nuevos petardos mediáticos).
Es quizá en esta última esfera donde caben algunas preguntas, ¿quiénes se benefician directamente de una derrota o un mal resultado electoral para la administración de Javier Duarte a los ojos de Enrique Peña Nieto, la víspera de la renovación de la legislatura federal (julio de 2015)? El gobernador es hoy un hombre terriblemente solo.
Una situación de esta naturaleza dejaría al actual gobernador –más allá de borregos mediáticos que lo sitúan en un cargo federal, en un lugar donde haga menos daño– sin la capacidad de decisión sobre su sucesor; limitado en recursos para cerrar de buena forma su administración, caracterizada precisamente por el endeudamiento que no le ha permitido despegar ninguna obra de impacto para la entidad, y políticamente cojo a la mitad de su mandato con el riesgo de una legislatura incómoda que le haga imposible el cierre de su administración.

A lo mejor no habría que buscar a los responsables tan lejos de casa.


Por Fabrizio Cordera



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