¿Te gustan las películas en blanco y negro? |
Raciel D. Martínez
aprovecha Django sin cadenas, la
nueva obra cinematográfica de Quentin Tarantino, para ahondar en el tema del
cine que trata la vida de los afroamericanos y así “repasar la función del cine
mismo, que con su característica fuerza para suspender la realidad”.
El pleito entre Spike Lee y Quentin Tarantino –o más bien, el enojo de
Lee contra Tarantino– por la frivolización supuesta del holocausto negro en la
película Django sin cadenas, viene a cuento para reflexionar en torno al
estatus que cumple hoy en día el excedente simbólico de dicho grupo racial.
Asimismo, claro está, sirve para repasar la función del cine mismo, que con su
característica fuerza para suspender la realidad, se coloca como un referente
histórico cuando propiamente no lo es.
Esta reacción del probablemente líder más
conspicuo del New black cinema trasluce el matiz esencialista de alguien que no
tardó mucho después de horadar el cine hegemónico con una postura poscolonial
que posicionó a la periferia en el centro de la controversia desde Fiebre de
selva, para autoerigirse como autoridad que otorga aval y patente de corso
a las marcas culturales de su raza –de las que ya se apropió, faltaba más. Por
cierto, el pleito entre Spike y Quentin va en el segundo round, porque Lee en
1998 se le fue encima a Tarantino por su película Jackie Brown que no
estimó como un homenaje al movimiento blaxploitation, sino más bien la
calificó como una pieza peyorativa que se regodeaba con pronunciar hasta la
náusea la palabra nigger.
Extraña, y no, la posición de Spike que le
endecha a Tarantino el haber distorsionado el sufrimiento de los negros, al
subordinar la historia a un género como el western en su variante spaghetti,
cuyo propósito vacuo en contenido ensalza el estilo por el estilo mismo –lo que
aquí podría debatirse si ponderamos obras como la de Sergio Leone. Y es que se
trata de un director negro que partió plaza contemporánea para objetar el trato
aún discriminatorio en el Edén multiculturalista. Y que además ha sido testigo
de una cada vez más acelerada visibilización fílmica de minorías no sólo en el
aspecto racial y étnico, sino también en los ámbitos sexuales.
En 1989 Spike filmó Haz lo correcto,
una cinta que irrumpió en el discurso hollywoodense con una versión compleja de
conflicto identitario en un barrio de Brooklyn. El filme de Lee provocó tanto o
más reacciones que Mississippi en llamas, del director Alan Parker,
rodada un año antes. Personalmente ambas películas, junto con Boyz N
the Hood de John Singleton, abren un espacio visibilizatorio favorable para
dimensionar la problemática negra.
Lee
así se convirtió en el adalid negro hasta llegar a una igualmente controvertida
película como Malcolm X, hecha en 1992. El discurso de Lee en este
sentido tenía de todo: una fuente de agresividad bárbara, ideológico in
extremis, aunque su desarrollo habrá que reconocerse, presenta aristas
complejas para disfrazar la victimología propia de la corrección política –incluso
superó una buena cantidad de estereotipos.
Literalmente, Lee afirma que el terrible
periodo de la esclavitud en Estados Unidos no puede ser reducido a un spaghetti
western. No, pues no, sólo a Spike se le hubiese ocurrido que de eso se
trataba Django sin cadenas.
A la versión de Tarantino que tiene como
telón de fondo la discriminación racial, se le puede y debe acusar de todo,
como la megalomanía de un director ya instalado como manierista que abusa de
dilatar finales y de armar escenas de violencia con preámbulos verbales
inusitados y larguísimos que extienden por supuesto la tensión y que
predeciblemente estalla con su efectismo gore, pero señalarle una
pretensión de sustituir a la historia, creo que en ninguna secuencia pretende
hacerlo.
Aparte, se le puede achacar que las
tarantinadas ya son oficialmente una estructura narrativa que, salvo en Bastardos
sin gloria, se empieza a repetir (sobre todo si acotamos la comparación
entre la saga de Kill Bill y Django), eso sí, con finísima
composición atmosférica y de planos. Pero insistimos: que Django grite a los
cuatro vientos Soy la Historia de la Esclavitud, claro que no.
En lo particular me parece que cada vez es
más cineasta Tarantino, tiene habilidades sintácticas que va depurando hasta
alcanzar niveles operísticos, tal y como alardea –la verdad sí está excelente
el ritmo de eternidad que le imprime.
En 1915 David Wark Griffith realizó El
nacimiento de una nación, con un episodio acerca de los campos de algodón,
con el cual fue acusado, casi irrebatiblemente, de racista. Ahora las
acusaciones contra Tarantino se han pasado al otro lado del péndulo.
Reconfortado en la corrección política que le dicta la coyuntura política de su
país, Quentin ha sabido con creces resignificar el excedente simbólico de los
negros con una ironía de suma violencia –y transversalizada con una elegante
alusión a leyenda germana–, tan válida y legítima como el discurso realista de
Lee.
Vamos, ni uno ni otro son la última palabra
en cuanto a imágenes canónicas de los negros, recordemos que el cine es sólo
una representación y no sustituto de la historia –y todavía menos, esencia.♦
Django sin cadenas. Director: Quentin Tarantino. Con: Jaime
Foxx, Christoph Waltz. Leonardo DiCaprio. Duración: 165 minutos. Estados
Unidos, 2012.
Por Raciel D. Martínez