Monet y Kaurismaki


Publicado porJosé Homero el 1:28 p.m.




El otro día vi en televisión una extraordinaria conversación entre Michael Bay y James Cameron. El director de Titanic y Avatar le preguntaba al director de Transformers cómo había logrado la profundidad secuencial a partir del 3D. De verdad que la plática se tornó exquisita con dos grandes astros del cine blockbuster. Sin embargo, también existe un discurso antípoda al descrito: el cine del finlandés Aki Kaurismaki.
Evidentemente alejado de las retóricas dominantes del cine, Kaurismaki hace películas con un acento delicado, dormilón, con un aire de ausencia que las distingue del resto de los lenguajes que han apostado más por la taquicardia de la edición. Desde que lo conocemos con Los vaqueros de Leningrado van a América, Kaurismaki procura historias en una especie de duermevela que extiende la reflexión basada en composiciones austeras.
Le Havre, el puerto de la esperanza es una cinta humanista en más de un costado. Por ello no estaría tan seguro que al haber incursionado en otro contexto –el puerto francés de Le Havre-, Kaurismaki se distancie de las siluetas taciturnas que ha trazado en Helsinki. En cuanto a estilo no, porque prosigue con ese minimalismo que congela la melancolía –en apariencia de patente finlandesa–, con personajes entrañables desde un universo outsider. Y en cuanto a su contenido tampoco hay distancia de su anterior trabajo, porque el resultado de los discursos filmados en Helsinki como Un hombre sin pasado, donde después de agotar al extremo el problema de la identidad, ofrecen una salida igualmente candorosa como la de Le Havre –y de forma curiosa también con su actriz fetiche Kati Outinen.
Insistamos que el ambiente looser de los filmes de Kaurismaki es muy circunspecto. Evita los contrastes dramáticos entre clases sociales, a pesar de inclinarse por la parte vieja de Le Havre. Podría ser, sí, que estamos frente a un efecto buscado por Jean Pierre Jeunet en Amelie para subrayar la parte íntima de una ciudad, pero el esteticismo idealizante del París de Jeunet no tiene paralelo con el enfoque pausado y digamos que neutro –o parco– de Kaurismaki por Le Havre.
Quieto, con humor negro, equilibrado para no lindar en la apología, el barrio, según Kaurismaki, es un telón de fondo que no se convierte en una fotografía turística sino en un cálido lienzo –como la cantinucha y sus clochards.
Me parece además que Kaurismaki mantiene ese concepto donde las cosas permanecen intocadas por el tiempo, tal como resalta Carlos Bonfil de Le Havre. Ahora bien, este humanismo de Le Havre descarta el acento por supuesto animista de una fiesta popular. Se trata de una solidaridad social con el migrante de color sin azotarse, por ejemplo, por la política persecutoria francesa. Es más, el personaje del policía, Monet, es quien da el toque redentor al asunto con un carácter exquisito en la vena Kaurismaki: silente, sosegado, corona ese apoyo clandestino de todo el barrio.
Como representación, Le Havre, el puerto de la esperanza rodea el desfogue de una Noche de San Juan, por citar esa fiesta de la luz y de la alegría finlandesa que marca el solsticio de verano. Arto Paasilinna en la novela Delicioso suicidio en grupo cita dicha celebración para encuadrar el sino del finlandés: la huida de la tristeza, y luego revierte el estereotipo con una absurda situación. Kaurismaki tiene sólidos vasos con Paasilinna para vencer ese excedente simbólico negativo del finlandés –aunque en Le Havre es francés.
Felicidad sin júbilo en Le Havre…, en lo personal no es gratuito el nombre del policía. En 1872, el pintor Claude Monet pintó Impresión, sol naciente, un cuadro de escasos pinceles que son una instantánea del puerto. En este sentido coincide Kaurismaki con una impresión y no un mural. Marcel, el escritor bohemio recluido en el oficio de lustrabotas, le sirve para enseñarnos el valor de la vida más allá de las cosas. Vagabundo, gardeliano, el “Cuesta abajo” de Kaurismaki finalmente es un cuesta arriba escueto, parco y revitalizador.

Le Havre, el puerto de la esperanza. Director: Aki Kaurismaki. Con: André Wilms, Blondin Miguel, Jean-Pierre Darroussin y Kati Outinen. Duración: 93 minutos. Finlandia, 2011.



Por Raciel D. Martínez

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