Andrés Vega: El B. B. King jarocho |
No hay porque decir no,
yo no pude hacerle más a la guitarra.
No le voy a poder hacer cuando ya no pueda.
Cuando ya no tenga yo pulso.
Pero mientras pueda yo le sigo buscando,
y le sigo encontrando.
Porque la guitarra de son no tiene fin.
Ningún instrumento tiene fin.
Don Andrés Vega
Uno se encamina como en peregrinación a Boca de San Miguel,
pequeña población ubicada estratégicamente casi a la misma distancia de
Tlacotalpan, municipio al que pertenece, que de Santiago Tuxtla, dos
importantes centros musicales de la cultura tradicional del Sotavento
veracruzano: el son jarocho. A la vera del río San Juan se ven los cañaverales
y los hatos ganaderos que, durante la Colonia, provocaron la convivencia, no
siempre tersa, de los indígenas locales, los europeos conquistadores y los
africanos esclavos. Dicha convivencia fue el crisol que, para mediados del
siglo XVIII, produjo el surgimiento de esta música vernácula. Un siglo después
se estableció el protocolo que rige el fandango hasta hoy.
Al adentrarse en el poblado y caminar entre el
caserío, el pespunteo de una guitarra de son indica que se ha llegado al
destino final. Allí, frente a su casa, está Andrés Vega, El Güero, dando clase a
dos chamacos de no más de 12 años. Su recia figura campesina alberga al
requintista vivo más importante y al patriarca de la principal dinastía de esta
música. Al conocer a los integrantes de
los grupos grandes del son jarocho, llama la atención que en casi todos ellos
hay un Vega: El Güero y su hijo
Octavio en Mono Blanco, Tereso con Son de Madera, Gonzalo en Los Cojolites y su
nieta Raquel con Los Utrera, entre otros.
El 15 de mayo, El Son de la Tradición fue el
marco en el que se ofreció un homenaje a este gran músico. Organizado por
Culturama El Hogar del Son en colaboración con el Instituto Veracruzano de la
Cultura (sin olvidar el importante papel jugado por el antropólogo Román
Güemes) en la Sala Grande Emilio Carballido del Teatro del Estado. En primer
término, la investigadora Amparo Revilla leyó el escrito que escribió para el
disco Laguna Prieta, vol. 1:
Escuchar a don Andrés Vega Delfín es más que un
gran deleite. Es la oportunidad de obtener la enseñanza de la profundidad
sonora que puede brindar la guitarra del son; y también el aprendizaje de cómo
dialogar musicalmente con el entorno vivido. Don Andrés es fruto de un árbol de
hondas raíces, y por ello logró sembrar en sus hijos y nietos un profundo amor
y conocimiento sobre su tierra. A los ocho años de edad, tocando la quijada de
caballo, acompañaba a su padre en los fandangos; ahora, él encabeza una familia
que lleva seis generaciones que han logrado continuar y renovar su legado
musical. Incluyendo en ese linaje a su abuelo y a su padre. Don Andrés ha sido
pilar fundamental en el desarrollo del arte de la guitarra de son, y por ello
es un ejemplo a seguir por los nuevos guitarreros. Por tal motivo su nieto
Freddy Naranjo Vega tomó la afortunada decisión de grabar este disco, en el que
se puede apreciar el pulso, la gran sensibilidad y sabiduría del Güero Vega, como le dicen familiares,
vecinos y amigos. Las grabaciones de música que originalmente fueron creadas
para los fandangos ofrecen registros que a través del tiempo se pueden
convertir en importantes memorias sonoras, al dar testimonio del sentir y del
conocimiento musical de épocas anteriores. En ese sentido, resulta admirable
escuchar cómo cada músico de larga travesía en los fandangos imprime su propio
estilo, forjado por las experiencias vividas. En ello, se escuchan las huellas
del andar, las luchas y las congojas; los encuentros y desencuentros de ese
largo camino recorrido, que en el caso de don Andrés empezó hace 84 años. La
enigmática atmósfera creada en los fandangos fluye cuando él acaricia su
requinto; en un tiempo similar al caer de las hojas de la arboleda que rodea su
casa, con un sonido afín al que escapa del río, su vecino más viejo. Los
gruesos dedos del Güero Vega nos
hablan del duro trabajo realizado como ordeñador, estibador, arriero, pescador,
carbonero y cortador de caña. Con esos dedos, ha sembrado semillas para
alimentar a su familia; pero al mismo tiempo nos ha sembrado el corazón con
dicha y esperanza a todos aquellos que hemos tenido la fortuna de escucharlo.
Su destacada presencia musical la hemos podido valorar en su largo andar con el
grupo Mono Blanco; sin embargo, en este disco se puede escuchar, disfrutar y
apreciar la claridad arquitectónica de su improvisación melódica.
El grupo chilango Semilla inauguró el concierto.
Fundado en 2003, y con dos grabaciones en su haber, lanzó una propuesta musical
basada en sones tradicionales, donde
incorpora elementos contemporáneos en la instrumentación, estilo y
rítmica; se autodefinen como “son urbano”. De sus arreglos a los sones
tradicionales, La guanábana destacó
por su buena hechura. Difícil ser el grupo telonero de semejantes trabucos
musicales como son Los Vega y Los Cojolites, pero lo hicieron muy bien, dándole
un matiz propio al concierto. Y Los Vega aparecieron: Enrique y Raquel Palacios
Vega, Freddy y Claudio Naranjo Vega, nietos de don Andrés, acompañados del cuate Saúl Bernal en la
jarana primera y Rosario Cornejo en la tarima. Sin la presencia del abuelo,
tocaron unos sones, estrenando uno de su propia autoría: Son del viento. Mientras eso sucedía, en el ciclorama se proyectaban
imágenes de Boca de San Miguel; allí estaba Martha Vega, una de las bailadoras
más elegantes del fandango. Luego entró el homenajeado (merecedor junto con su
familia del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, por ser considerados “un
núcleo de defensa y difusión de la tradición, siendo su trabajo crucial para la
preservación del son jarocho tradicional”) y se presentó: “Nací en el municipio
Salta Barranca, pero a la edad de 15 o 20 años me fui a Boca de San Miguel.
Allí tienen su humilde casa y allí nacieron mis hijos”.
Acompañado solamente por su requinto, y en una
atmósfera intimista, El Güero Vega
tocó tres sones, mostrando el pulso del son campesino: El cascabel, La bamba y La guacamaya, ¡hermoso! Entraron sus
sobrinos a tocar otros sones, y Claudio explicó que el nombre del disco de don
Andrés, Laguna Prieta, se debía a una
complicidad con su padre de llamar así al son El siquisirí, con el que se pide licencia para iniciar el fandango.
Concluyeron su presentación con un zapateado familiar en el proscenio, ¿y cómo
no emocionarse al observar al célebre abuelo bailando sabrosamente con sus
nietos? Los Vega presentaron su cuarto disco: En tonos muy diferentes.
Los Cojolites fueron los encargados de cerrar
este histórico concierto. Surgido en 1995 de los talleres organizados por el
legendario grupo Chuchumbé, fue parte de un proyecto dedicado a recuperar las
expresiones artísticas y culturales de los antiguos pobladores indígenas del
municipio de Cosoleacaque. Amarradísimo, el grupo prendió al respetable para,
al final, tocar el son Sembrando flores
y, como el flautista de Hamelin, conducir a los felices asistentes a las
afueras del teatro, donde tuvo lugar un gran fandango que duró hasta la
madrugada.
Además del concierto y el fandango, hubo clases
maestras, exposiciones, muestra de publicaciones y de laudería tradicional,
textiles y venta de comida tradicional del sur del estado.
Recogimos los testimonios de dos importantes
guitarreros de son en torno al homenajeado. Para Ramón Gutiérrez, director de
Son de Madera: “Don Andrés Vega es, principalmente, un campesino. Y después un
depositario de la tradición del son jarocho, sobre todo de la guitarra de son.
Su pespunteo es barroco-llanero-veguiano”. Para Noé González: “Es un gran
hombre, una leyenda viviente de nuestra música campirana, uno de los músicos
más importantes y mi amigo; un abrazo para él. Su técnica es muy depurada,
limpia; es magistral. Es un maestro que admiro y admiraré toda mi vida”.
Imposible terminar esta crónica sin comentar la
labor de Culturaama El Hogar del Son de la hiperactiva Tere Osorio y su
familia: “para nosotros es muy importante que la gente vea primero cuál es la
raíz, cuál es el momento donde empieza el son. Como ven en nuestro cartel, es
un árbol y estamos tratando de explicar que viene desde la raíz y que es de lo
más importante en nuestro estado”. También compartieron que ya pronto contarán
con un nuevo lugar donde, además de poder adquirir discos, libros,
instrumentos, indumentaria y accesorios de esta música, contará con un centro
de documentación del son jarocho. ¡Habrá que visitarlo! ♦