La catedral del underground: Doña Pancha


Publicado porJosé Homero el 5:47 p.m.

Obra de Emanuel Tovar, Édgar Cobián y Cristian Franco
Tampoco al arte y la música hay que tomarlas tan en serio. Habrá que aprender a reírse de pretensiones, poses, estereotipos e incluso de sonidos e imágenes, de uno mismo y de los otros, para aventurarse a uno de los festivales de música más independientes y menos acartonados, solemnes y ceremonioso de México: Doña Pancha Festival, que nació en 2008, cuando la banda Los Nuevos Maevans buscaban espacios, acompañantes de tocada y, sobre todo, espectadores comprensivos. Los Maevans encontraron en Tecate, Baja California, el espacio ideal para una buena tocada que después se convirtió en tres conciertos, más adelante en varias sedes y, para este 2015, en un festival que se llevará a cabo en su natal Tecate, pero también en Guadalajara y Mexicali en México, y en San Diego y Los Ángeles California, en Estados Unidos.
El Doña Pancha es coordinado por tres amigos de infancia, los tres de Tecate: Cristian Franco, Julián González y Guillermo Cosío, y han agregado otro buen elemento: las artes visuales. Ahora la aparatosa, guapachosa, ruidosa y divertida música sin pretensiones del festival, también se transforma en intervención, descontextualización y arte acción, desde el escenario hasta el boletaje, proponiendo otra manera de difundir el arte, tan diferente como el contenido y las bandas que se presentan sobre el escenario (aunque, habrá que agregar, que la mayoría de los artistas que se presentan tienen algo de propuesta visual, bastaría presenciar un concierto del magnífico El Muerto de Tijuana o Los Pellejos, o las bandas que han nacido pensando en el festival, como Players, Juan Cirerol, Trillones, Rancho Shampoo, Maniquí Lazer o San Pedro Cortez).
En 2014, para la primera edición en Guadalajara, el festival estrenó sus “boletos de autor”: boletos intervenidos por tres artistas jóvenes pero bastante reconocidos en el círculo de las artes visuales mexicanas: Emanuel Tovar, Édgar Cobián y Cristian Franco, piezas únicas surgidas, en palabras de Franco, porque “antes los boletos estaban chingones y ahora son una cagada; antes los flyers para un concierto se imprimían y los hacían artistas, ahora los hacen diseñadores gráficos. Se nos ocurrió para reunir fondos para el proyecto (la edición especial costaba un poco más que el boletaje normal), y también para criticar la pérdida de los valores estéticos de esta época, donde el boleto o el flyer ya valen para pura verga”.

Este año se renuevan las estrategias visuales, se amplían los escenarios y se engrandece la geografía de Doña Pancha, el espacio perfecto para escuchar una buena banda, bueno, más bien una banda diferente, o bueno, una banda underground, o bueno, una banda que suena mejor después de dos caguamas, o bueno, una banda más un boleto intervenido. Dios Salve a Doña Pancha.


Por Dolores Garnica


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