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Eduardo Antonio Parra |
En la capital
veracruzana viven 666 mil 535 personas de las cuales 237 mil 455 son
estudiantes. A juicio del narrador regiomontano Eduardo Antonio Parra esta
ciudad mexicana es el paraíso en tierra para cualquier escritor porque tiene
lectores avezados y el mejor apego a las actividades culturales.
La voz de Eduardo Antonio Parra es la del
añejo fumador y es también la del viajero que ha visto y vivido demasiado como
para dejarse engañar con los espejismos y las confusiones que luego provocan
los grandes eventos culturales.
Con esa
sonrisa y bonhomía que lo distinguen se encuentra afuera del Palacio de Bellas
Artes en el corazón de la c iudad de México tras la entrega de la Medalla
Bellas Artes a La Poni, Elenita, es
decir Elena Poniatowska, quien dentro de unas semanas partirá hacia
España para recibir el Premio Cervantes el equivalente al Premio Nobel de
Literatura en lengua hispana y que, con anterioridad, recibieron Octavio Paz
(1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco
(2009).
Nacido
en Guanajuato en 1965, pero curtido en diferentes ciudades fronterizas, Parra
emula a su mentor, el ya fallecido novelista Daniel Sada, e imparte talleres
literarios en distintos rincones del país. Por eso no duda en afirmar que si un
escritor desea encontrar la felicidad en tierra debe ir a esa ciudad
veracruzana:
—Si
como escritor vas a Xalapa te encontrarás con un chorro de lectores, los cuales
se te acercan y te comentan los libros. Por supuesto que hay una universidad y
una facultad de letras que los está poniendo al día de lo que ocurre en la
escena literaria. Y eso es lo que más me llama la atención porque no nada más ven a los autores ya
consagrados sino que están sobre la marcha y saben muy bien lo que está
sucediendo.
Las
ondulantes calles, en ocasiones neblinosas y fantasmales, estimulan a Parra,
acostumbrado a espacios abiertos y áridos, golpeados siempre con la furia del
sol y el calor áspero. Por eso, para el autor de los libros de relatos Los
límites de la noche y Tierra de nadie y las novelas Nostalgia de
la sombra y Juárez, el rostro de piedra, nada como caminar por
Xalapa y corroborar una y otra vez que es una ciudad que se presta mucho para
la cultura.
—Ahora
voy a la feria universitaria y siempre que voy me da mucho gusto. Me han
invitado a dar varios cursos sobre la cultura norteña para entender mejor lo
que se está escribiendo en el norte. Y en cada curso confirmo que Xalapa, por
la calidad de sus lectores, después de ciudad de México, es la segunda ciudad
per capita con más lectores, por encima de Guadalajara y Monterrey. Y eso lo
digo porque también estoy yendo muy seguido a Guadalajara y no encuentro allá
esa efervescencia cultural que veo en Xalapa. Lo que sí es cierto es que ahora
Guadalajara está bien frente a Monterrey, que estaba genial en los años
noventa, pero poco a poco Guadalajara ha ido subiendo, pero nada de lo que hace
se compara en nada con Xalapa.
¿A qué se deberán esas
diferencias?
Mucho
tiene que ver con el apoyo gubernamental y quién está en los puestos
culturales. Por ejemplo en la época dorada de Monterrey estaba Alejandra Rangel
en Conarte y Janet Clariond y Nina Zambrano en la iniciativa privada cercana a
la cultura, gente muy comprometida con la literatura y con la cultura en
general. Cuando llegó a la gubernatura José Natividad González Parás, puso esos
elementos políticos que siempre echan a perder el trabajo cultural porque toman
su puesto como un hueso.
Aunque con González Parás
se hizo el Fórum de las Culturas.
El
fórum sólo sirvió para gastar miles de millones de pesos y no creo haya dejado
mucho a Monterrey. Luego veías a los que encabezaban la cultura y todos eran
huesos políticos. Ahorita digamos que la cultura regiomontana está a medios
chiles: no es gente con mucha trayectoria cultural, aunque sí la tiene, pero
también ha pasado que muchos de los escritores se fueron, algunos nos fuimos
antes, otros se fueron por la violencia y otros persiguiendo alguna vieja
polaca como David Toscana (risas). Es entonces que te preguntas quién va a
hacer escuela si hay tantos regiomontanos fuera. Así se pierden ciertas
referencias.
En cambio, Guadalajara
está bullendo.
En
Guadalajara encuentras lectores como los encontrabas en Monterrey en los años
noventa y como los encuentras aquí en Ciudad de México o en Xalapa; se trata,
sobre todo, de lectores más jóvenes.
Guadalajara es
interesante porque sus lectores tienen en autores como Antonio Ortuño, Juan
Pablo Villalobos, Bernardo Esquinca, sus primeros referentes.
Hay
muchos más escritores en Guadalajara. Lo que pasa es que es una ciudad muy
grande y como que se atomiza todo el rollo mientras que en ciudades más
pequeñas como Xalapa la convivencia de la comunidad literaria y los lectores es
más cercana y fraterna. Lo que sí es común en ciudad de México, Monterrey,
Guadalajara y Xalapa, en fin, en todo el país, es que la grilla cultural está
durísima y eso reteniendo y obstaculizando el desarrollo cultural del país.
Por eso surgen los
héroes culturales, a la manera de Arnaldo Orfila, Joaquín Diez-Canedo, José
Vasconcelos, ante la incapacidad gubernamental de brindar cultura como factor
de desarrollo social. Y son ellos son los que crean más comunidad cultural
cuando abren sus cafés, sus revistas o sus galerías.
Son
personas admirables que un día, hartos de los burócratas, dicen: “Voy a hacer
un centro cultural y poner un cafecito, voy a fundar una editorial”. Y todo eso
es bastante heroico. Por ejemplo, acabamos de estar mi editor, Marcelo Uribe, y
yo en Mérida en la Casa Elena Poniatowska que ha puesto su hija Ana Paula. Y
ese espacio tiene un cineclub y talleres y un montón de cosas. Está,
obviamente, en la calle 68 y está padrísima. Lo de los emprendedores culturales
sí que son heroísmos porque todo aquel que ponga un centro cultural ayuda a
todos los creadores artísticos porque siempre estamos navegando en el desierto
y, aunque haya, no hay todo lo que se requiere, poner una casa de la cultura
siempre significa un gran esfuerzo y creo que es lo más necesita este país.
Las
palabras de Parra son idénticas a las que dijeron en el siglo XIX varios
viajeros extranjeros que pasaron por Xalapa y que, gratamente sorprendidos por
las veladas musicales y literarias con las que fueron agasajados, consideraron
a Xalapa “la Atenas veracruzana”, donde los escritores encuentran los lectores
que desean, entre nieblas, cafecines y espejos de tinta. ♦Por Arturo Mendoza Mociño