Paco de Lucía |
El adiós inesperado de Paco de Lucía en la Riviera Maya, ocurrido el pasado
26 de febrero, ha consternado a colegas y admiradores del máximo exponente de
la guitarra flamenca. Desde Playa del Carmen, Oscar García Soberano escribe
sobre esas horas aciagas que van desde la muerte de este gran músico nacido en
Algeciras hasta la llegada de sus restos a Madrid.
Paco era el
flamenco, era guitarra, era España, era un universal, pero para sus vecinos de
Xpu-Há era el español, era Paco, que vivía alejado del bullicio, muy cerca de
la playa; como sucede en la Riviera Maya: residentes anónimos, despojados del
aura que puedan tener en otras latitudes. Y a Paco eso le agradaba, desde hace
más de treinta años que frecuentaba el mar Caribe ya sea en la península de
Yucatán o en Cuba, lugares donde según decía aún se pueden criar niños que
corran en las calles. Era padre de dos hijos de 8 y 13 años de edad.
Las
primeras lecciones de guitarra las recibe de su padre, un hombre que sabía la
importancia de un oficio musical para reunir lo necesario y proveer por su
familia aquellas lecciones, primero por la fuerza y posteriormente agradecidas
por el mismo intérprete y por el mundo. El “De Lucía” le viene de su madre,
Lucía Gómez, La Portuguesa, quien lo vio venir al mundo en 1947 en
Algeciras, España.
La
noche del miércoles 26 de febrero, Francisco Sánchez Gómez, Paco, es
admitido en un hospital de Playa del Carmen, a unos cuantos kilómetros de su
propiedad, en la que jugando con su hijo Diego comenzó a sentir que la vida se
le escapaba. Según algunos testigos el músico llegó consciente al nosocomio
donde una hora después de admitido daría su último aliento.
Paco
de Lucía comenzó su carrera al lado de Camarón de la Isla y después un largo
trayecto en solitario con más de treinta discos, reconocimientos y la meta
cumplida y rebasada de internacionalizar el flamenco. La guitarra española, su
compañera hasta el final, ya fuera clásica, de jazz, rock y en los más diversos
géneros musicales, la supo alternar con el cajón afroperuano, instrumento que
él incluyo y que se ha quedado en el flamenco contemporáneo.
Los
preparativos para trasladar el cuerpo del hombre flamenco a su natal España
llevaron a movilizar al cuerpo diplomático español en la península de Yucatán.
Javier Marañón, cónsul honorario de España en Cancún, medió los trámites que
permitieron que alrededor de las 8:00 de la mañana del jueves 28 de febrero, el
cuerpo abordara el vuelo de United Airlines UA1047 con rumbo a Nueva York,
donde pasó la noche del jueves y a las 7:00 de la mañana del viernes partió a
Madrid, donde fue recibido a las 4:00 de la tarde, hora de España.
En
las redes sociales, propios y extraños hacen afirmaciones sobre la pérdida que
significa para el mundo del arte, para la hispanidad y la música. Spotify, el
servicio de música universalizante, registra un aumento en la escucha de los
temas de De Lucía. En Twitter se acumulan las referencias al texto de Inés
Santaeulalia en El País, los pésames de Alejandro Sanz, Malú,
Farruquito, el Príncipe Felipe, con la plegaria por el “duende” de Paco, su
reunión en el cielo con Camarón, su renuencia a tocar el arpa celestial a
cambio de su eterna guitarra o la carta que le escribió Rubén Blades y que a
continuación compartimos:
Pocas
cosas nos estremecen más que la muerte de un ser querido. Sentimos como una
patada en el alma, que nos saca de orden y nos disminuye.
Cuando
el que se va es un contemporáneo, la conciencia de nuestra mortalidad se
afirma, implacable y serena.
Los
hombres no aman sin amarse, dijo Camus, y por eso nadie muere sin que todos
muramos también un poco. Eso lo reconoce todo el que como yo tiene más pasado
que futuro.
No
presumo de haber sido un íntimo de Paco. Simplemente fui un cómplice, de los
muchos que debe haber acumulado en su insigne carrera musical y foja de vida.
Así
compartimos la mirada corroborativa, la incrédula, la solidaria, el silencio
cuando lo que había que hacer era callar, la sonrisa simultánea, la risa
completamente desnuda, la coincidencia...
Fue
en Puerto Rico la última vez que lo vi y hablamos, en una de sus siempre
excelentes presentaciones que después me comentó no considerar de las mejores.
Su genio nunca estuvo conforme con su virtuosismo evidente, y nunca me lució
satisfecho, ni con elogios. Decir que era de pocas palabras es ya hablar mucho.
En
escena daba la impresión de querer desaparecer en el medio de las notas, su
fuego y destreza luego atenuados entre tema y tema por una extraordinaria
timidez que nunca dejó de sorprenderme.
Una
vez, en Hong Kong, lo llegué a ver molesto por lo que consideró una mala
actitud de un colega, y su encojonamiento y acción me confirmaron que era un
hombre como yo, capaz del enojo.
Pero
pasado el temporal, desconcertante para quien lo conocía sólo experimentando la
consideración en su trato y por el brillo de sus ojos de chiquillo eterno,
regresaba la mirada y pausa que distinguía al espacio entre sus palabras y
transcurríamos a otro tema, sin residuo de relámpago, de trueno, o conflicto.
Nos
cagábamos de risa, fumábamos como chimeneas, tomábamos tragos y hablábamos de
música durante ese pedazo del camino, periodos de constante viaje, enredo,
trabajo, despedidas y encuentros.
Hace
unos años acordamos hacer un disco juntos y como siempre ocurre otras cosas nos
distraían constantemente.
En
marzo planeaba ir a Costa Rica para reunirme con Editus, el excelente trío
costarricense con el que trabajé los álbumes Tiempos y Mundo,
para entregarles los boleros que escogí y pedirles que hicieran las maquetas de
los temas y enviárselos a Paco, para que las revisase y estudiase.
El
proyecto ha quedado hoy en suspenso. Otra razón para lamentar el creer que el
tiempo puede esperar.
Consuela
un poco pensar que estaba contento, con su familia, y que no sufrió dolor
alguno. Eso espero.
A
Gabriela y familia sólo les digo que mi afecto por ellos es inextinguible.
Todos
sabemos que la muerte es un inconveniente inevitable. Pero gente como Paco de
Lucia debieran de ser excluidos de la lista.
Reciba mi admiración y cariño, Maestro.
En
su casa del Caribe mexicano se dejó de escribir una historia. Ya no marcará sus
pasos en la arena blanca de la Riviera, ya no cocinará su pesca del día con
arroz, ya no sonarán sus alegrías, los juegos con sus hijos, los vecinos de
Xpu-Há dejarán de saber de aquel español de nombre Paco. El de Lucía. El de la
Alegría. El de la Bulería. El del Mediodía. El de Andalucía.
Playa
del Carmen 28 de febrero de 2014.♦
Por Oscar García