EZLN |
En esta ocasión Cuitláhuac Pascual nos habla sobre su
estancia en el territorio autónomo zapatista de las bases de apoyo del EZLN, en
Chiapas. A la entrada de los municipios autónomos un letrero te da la
bienvenida así: “Está usted en Territorio Zapatista. Aquí el Pueblo manda y el
Gobierno obedece.”
Tuve la oportunidad de ser invitado a La Escuelita Zapatista, que se llevó a cabo del 24 al 30
de diciembre del año pasado (qué lejos se lee), en los cinco Caracoles
Zapatistas, sedes de las Juntas del Buen Gobierno, territorios autónomos de las
bases de apoyo del EZLN, en Chiapas.
Me
correspondió como sede el Caracol III La Garrucha. Resistencia hacia un nuevo
amanecer. Otros compas y compañeras asistieron a los otros: El Caracol I. La
Realidad. Madre de los Caracoles. Mar de nuestros sueños; Caracol II Oventik.
Resistencia y rebeldía por la humanidad; Caracol IV Morelia. Torbellino de nuestras palabras; y
por último Caracol V. Roberto Barrios. Que habla para todos.
Según
reportes del subcomandante Moisés, rector de la Escuelita (escuela es la del
mal gobierno), en una página web (la parte militar nunca estuvo presente,
bueno, al menos en forma visible) el cupo para cada curso era de 2 500 alumnos,
realizándose otro curso del 2 al 7 del presente, y ambos estaban llenos. Faltan
los datos definitivos, pero a mí me tocó transportarme por los territorios
zapatistas y convivir en las localidades, con gente, aparte de mis paisanos, de
Chile, Argentina, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, Cuba, País Vasco,
Italia, Francia, Grecia, Jordania…
La
logística fue así: la cita para el registro definitivo era en San Cristóbal de
las Casas, al Cideci, donde te asignaban un caracol y tu gafete
correspondiente. Ahí depositabas $380.00 en una caja de madera (nadie checaba
si depositabas completo o si de plano no lo hacías, hubo canallas que en el
curso de agosto se hicieron güeyes), te entregaban tus libros, cuatro y dos
videos (¿creías que iba a ser pura pachanga y foto y foto?) y esperabas en una fila para abordar la
camioneta que te llevaría al caracol que te habían asignado.
Al
llegar a La Garrucha te asignan un votán (guardián) que te acompañará
durante toda tu estadía, será tu traductor y amigo; Genaro es el nombre de
batalla del mío. Por cierto, a pesar de la lluvia que cayó por la noche, se
organizó el bailongo con el que nos estaban esperando (de todo hacen fiesta y
echan dianas). Después se cenó y se durmió en unas galeras enormes donde
hospedan a los visitantes.
El
cansancio y la emoción de encontrarme en un territorio autónomo zapatista (aquí
el gobierno ya se chingó, dicen cada que pueden), hizo que no sintiera la tabla
dura y el frío intenso de la madrugada.
Al
día siguiente, después del rancho (una fila larga para recoger tu plato y tu
pocillo, además de la tortilla seca que te comerás, para luego pasar a la
cocina comunitaria por tu ración de frijoles y café), tuvimos una introducción
general por parte de los promotores y Juntas de Buen Gobierno sobre lo que
trataría el curso y que veríamos físicamente en las localidades.
Partimos
al medio día del 25 a las localidades respectivas. Me correspondió El
Piñal, municipio de San Manuel, a cuatro
horas de La Garrucha. Solo éramos cuatro alumnos, en una comunidad de 18
familias. Bajamos a la entrada de la localidad, donde nos esperaban en comitiva,
con vivas y aplausos…
Es
difícil determinar cómo se encuentran los lugares en el mapa de de la República
mexicana, porque los zapatistas le cambian el nombre a todo, resignificando el
espacio física y simbólicamente; incluso tienen otra hora, la de combate (en su
casa todos tienen su nombre de batalla, pero la falta de costumbre hace que se
les olvide y llamen por el verdadero). El Piñal está a una hora de Ocosingo,
rumbo a la selva… más o menos. Siguen siendo comunidades asediadas y atacadas;
en resistencia.
Los
días que siguieron se intercalaban con sesiones de lectura individual, después
del desayuno; posteriormente podíamos ir a desbrozar la milpa y resembrar maíz,
con todos los otros compas de la localidad en el terreno comunal, donde la
ardilla se había comido la semilla, o incluso a cosechar ejote o café y
calabaza.
Después
de comer, se abría otro tiempo para lectura y preguntas con las dudas
detectadas en los libros. Al caer la tarde nos reuníamos en otra casa donde
platicábamos y nos reíamos (mucho, esta gente se ríe mucho, todos) de las
peripecias que resultaban al confrontar la cómoda vida citadina a la que
estábamos acostumbrados con la vida del campesino. En una de las caminatas
nocturnas, entre el lodo y el monte, resbalé y caí (bueno, puedo decir en mi
descargo que metí las manos y no me revolqué gacho en el lodo, saliendo más o
menos librado, porque otros jajajajaja)… pero al contar la aventura mi votán
dijo a los demás compas que me había enfrentado a un tigre y por eso resbalé…
Nunca lo desmentí.
Se
comía cinco veces al día: 6:00: café con pan; 8:00: tortillas dobladas con
frijoles refritos y salsa; 12:00: pozol con verdura (hoja de alcachofa como
agitador comestible) en la milpa; 15:00: frijoles con calabaza, espolvoreada
con pepita molida y salsa o un caldo de gallina, hartas tortillas siempre (en
la casa que me recibió, que aloja a 10 personas en total, se muelen cinco kilos
de maíz al día); 18:00: atole de arroz y buñuelos. El baño era a jicarazos con
agua de la llave, casi en despoblado, a no ser por unas tablas de madera a media
altura…
A
la entrada de los municipios autónomos un letrero declara: “Está usted en
Territorio Zapatista. Aquí el Pueblo manda y el Gobierno obedece.” Durante los
siguientes cinco días que viví en la comunidad constaté lo que ell@s repiten
cada que se les pregunta: “aquí el gobierno ya se chingó”.
Cuitláhuac:
Estudió teatro y se ha desempeñado como actor, director, creador de
espectáculos noctívagos. Dejó a Xalapa para irse al norte –del municipio. ♦
Por Cuitláhuac Pascual