El
festival Cumbre Tajín cumple quince años. En este decurso, lo que comenzó como
un festival improvisado ante la imposibilidad de celebrar el advenimiento del
año 2000, se afianzó hasta convertirse en el emblema de la cultura de Veracruz
y en uno de los principales festivales del país. Recapitular se impone y
preguntarse, más allá de la pertinencia del proyecto, si ha cumplido en lo que
es su principal faceta: exponer y salvaguardar la cultura totonaca. Josué
Castillo relata los percances que el totonacapan ha sufrido por este
espectáculo.
Haciendo polvo la
cultura totonaca
El pasado 21 de enero se dio a conocer en la ciudad de México,
mediante una rueda de prensa, el cartel para el festival Cumbre Tajín. Para ese
entonces ya había sido anunciado el plato fuerte del evento: Tool, Primus,
Puscifer y Tomahawk, quienes tocarán en el parque temático Takilhsukut el 21 de
marzo; el resto del elenco está conformado por los Macuiles, L.A, Bajofondo,
Edward Sharpe & the Magnetic Zeros y Jack Johnson, quienes tocarán el 20 de
marzo; Funker, Los Amigos Invisibles, Fobia, Ilya Kuryaki & the Valderramas
y Babasónicos, que se presentan el 22 de marzo; Afrojack, Nervo, The Crystal
Method, Samantha Ronson y The Wookies, 23 de marzo; y finalmente Soflama, Los
Románticos de Zacatecas, Los Ángeles Negros Jenny & the Mexicats y La Banda
el Recodo de Cruz Lizárraga, quienes cierran el festival el próximo 23 de este
mes.
Como cada
año el elenco ha generado una gran respuesta entre detractores y simpatizantes,
pero por hoy dejemos de lado, aunque sea un momento, la música para pensar en
otros aspectos que, supuestamente, también son importantes pero que no tienen
la difusión que merecen, como la intención de usar el festival Cumbre Tajín
como medio para promover la cultural totonaca.
El
discurso de Gobierno del Estado de Veracruz para justificar el festival Cumbre
Tajín, desde sus inicios, ha sido promover y rescatar a las culturas indígenas
del totonacapan, de aquellos a los que llaman pueblos originarios, concepto que
la mayoría de los especialistas en antropología dudan bastante en utilizar.
Este proyecto empezó a operar en el año 2000 y actualmente agrupa más de 5 mil
actividades (entre talleres, conferencias, muestras artesanales, instalaciones
artísticas y un espectáculo nocturno en la zona arqueológica) además de los
conciertos en el parque temático. El gobierno del estado, cualquiera que esté
en turno, nunca ha dudado en mostrarse orgulloso de este festival que, dicen,
es el que cuenta con el mayor proyecto social pues el 30 % de los recursos que
ingresan por estas actividades regresan a las comunidades indígenas a través de
becas y proyectos de formación artística y cultural, como el Centro de las
Artes Indígenas, el cual se dice ayuda a los jóvenes del totonacapan a
mantenerse fieles a aquello que es su “identidad originaria” y mantener, así,
la diversidad cultural de Veracruz.
La Unesco
indexó el Centro de las Artes Indígenas en la lista de Mejor Prácticas de
Salvaguardia de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ésto debido a que
dicho centro se sustenta en el modelo educativo totonaca, cuyo eje apunta a
mantener las expresiones de la cosmovisión totonaca lo que permite que dicho
centro sea un detonador de la justicia social mediante la cohesión social, el
respeto a los abuelos, el diálogo con otras identidades. Sobre todo, y hay que
decirlo con bastante sinceridad: lo importante del CAI y Cumbre Tajín es que
genera ingresos y atrae a turistas en busca de una “experiencia originaria”.
Te pago para que
sigas siendo jodido
El Tajín
totonaca de gobierno del estado pareciera inspirado por el buen salvaje de
Rousseau: se trata de una cultura de salvajes que se han mantenido libres de
los vicios de la civilización: nuestros abuelos totonacas están allí para
recordarnos que no tan lejos de nuestras ajetreadas ciudades aún existen estos
pequeños jardines del edén en donde el hombre aún comulga con la naturaleza y
está en contacto con su espíritu, nuestro espíritu, porque, claro, son nuestro
ancestros y tenemos la obligación de cuidar de ellos. En Veracruz, por lo
menos, se vive una política paternalista y asistencialista en la que pareciera
que busca darse un sólo mensaje: el desarrollo de las comunidades indígenas
sólo puede darse al amparo del apoyo, en becas o efectivo o en programas
sociales, del gobierno del estado a cambio, por supuesto, de que su identidad
sea rentable.
La
hipocresía hiede en este discurso paternalista y exótico: en la página oficial
del festival no vamos a encontrar ningún enlace, ningún promocional, ni
siquiera una sección dedicada enteramente a los pueblos del totonocapan o al
Centro de las Artes Indígenas: está el elenco, información de costos, de cómo
llegar, pero no se ve por ningún lado a “nuestros ancestros”, a “nuestros
abuelos” ni al pueblo totonaca que, gracias a este festival y sólo gracias a
él, ha mantenido vivas sus tradiciones e identidad. La imagen del pueblo
totonaca es ocupada indiscriminadamente para lavarle la cara a lo que
claramente es un evento comercial: se trata de la banalización de la cultura
totonaca, misma que le pertenece a ellos y sólo a ellos; una cultura que el
gobierno del estado ha procurado porque le resulta útil para fines comerciales;
sin embargo, hay que lanzar la pregunta un tanto incómoda ¿qué ha sido de las
etnias y pueblos cuya cultura no ha resultado tan interesante para el gobierno
del estado y sus patrocinadores como para ponerles un festival? La situación de
los pueblos indígenas ha sido la misma desde hace años y no ha cambiado en
nada: se les ha mantenido lejos de los centros urbanos, trabajando el campo,
discriminados, con pésimos servicios públicos e índices de alfabetización que
se encuentran por los suelos.
También
hay que preguntar por los sitios arqueológicos que se encuentran en el olvido.
Este mes los Trabajadores Administrativos, Técnicos y Manuales del Centro del
Instituto Nacional de Arqueología e Historia Veracruz denunciaron durante una
asamblea permanente varias irregularidades como el abandono y deterioro de
varias zonas arqueológicas en el estado, lo que compromete el patrimonio
cultural de la nación y Veracruz. Tal es el caso de algunos predios localizados
en la bahía de Vergara, en donde se realizará la ampliación del puerto de
Veracruz en la zona norte; en igual riesgo se encuentra El Zapotal, en la zona
arqueológica de Cempoala (perteneciente, también, a la región del totonacapan),
así como los museos de Castillo de Teayo y Santiago Tuxtla; a esta lista habría
que agregar la zona arqueológica de Córdoba, abandonada por años sin que se
vean intenciones por parte de gobierno del estado o municipal de rescatarla. Se
mencionó también el riesgo de daño irreversible en una figura de
Mictlantecuhtli hecha de cerámica en la zona arqueológica de Cempoala.
Gabriel
del Valle Ferral, secretario de esta organización de trabajadores, declaró que
la difusión arqueológica del patrimonio del estado se encuentra estancada a pesar
de que hay partidas presupuestales destinadas a ésto; responsabilizó al
delegado de INAH en el centro de Veracruz, Nahum Nogueira Rico, de esta
situación; el dirigente de los trabajadores menciona que han sido presentadas
ante Nogueira Rico proyectos de rescate pero que no han sido tomados en cuenta.
Daños en la zona
arqueológica
Mientras
que el gobierno del estado no deja de lanzar comunicados hablando de la
importancia de la conservación del patrimonio arquitectónico en el Tajín, desde
sus inicios el festival ha ido deteriorando la zona. Recordemos que en sus
inicios los conciertos masivos no se realizaban en el parque temático Takilhsukut, sino a
unos escasos metros de las pirámides. Ante esto, algunos antropólogos y
arqueólogos presentaron pruebas de daño arqueológico en el Tajín, sin embargo
éstos fueron ninguneados por el INAH, institución ha apoyado incondicionalmente
al festival organizado por el gobierno del estado y que a través de su Concejo
de Arqueología ha minimizado dicho daño. Recordemos que en el año 2003 algunos
grupos que se oponían a la realización de Cumbre Tajín, promovieron un juicio
político en contra del entonces gobernador del estado Miguel Alemán Valdés por
ocupar el patrimonio histórico para favorecer a los patrocinadores detrás del
festival. Dicho daño ha sido admitido por los organizadores del festival,
apuntando a que éste se ha concentrado en algunas estructuras prehispánicas,
sin embargo han señalado que han sido “daños muy ligeros”. Entre estos daños
ligeros hay que señalar la destrucción, a martillazos, de un bajorrelieve en la
zona arqueológica, ésto para poder instalar cableado eléctrico para un
espectáculo de luces. Dicho bajo relieve es una cabeza de serpiente que se
encuentra en uno de los muros del Juego de Pelo 17-27; también desde el 2009 se
ha reportado una grieta que se ha extendido por más de 30 metros en la esquina
norponiente de la Pirámide de los Nichos, misma que se hizo durante el espectáculo
multimedia montado por Yves Pepin, en la edición 2004 del festival.
Durante el
sexenio de Fidel Herrera, Felipe Echenique March, investigador del Instituto
Nacional de Arqueología e Historia, interpuso una serie de denuncias de hechos
y solicitudes de amparo que señalaban como responsable al presidente de la
república Felipe Calderón Hinojosa, al entonces Secretario de Educación, a los
gobernadores Miguel Alemán y Fidel Herrera así como al empresario y productor
general Salomón Bazbaz por no realizar las gestiones necesarias para impedir el
daño a la zona arqueológica del Tajín. En esas demandas también se señala a los
implicados de autorizar de forma anómalo el arrendamiento comercial de la zona
arquelógica, pues el cobro de acceso a dicha zona es ilegal pues constituye la
privatización de bienes de dominios público, ya que la Ley Federal de
Monumentos prohibe ésto, además de que estipula que el acceso a zonas
arqueológicas es libre para niños menores de 13 años, estudiantes, maestros y
personas de la tercera edad todo el año.
Las
acusaciones se declararon improcedentes. El investigador también ha denunciado
que se perdió gran parte del patrimonio arqueológico durante la construcción
del parque temático Takilhsukut: al principio las autoridades habían declarado
que no habría daño pues se instalarían terraplenes reversibles y desmontables a
una altura de cinco a seis metros de tierra aplanado, sin embargo, para el año
2011 dichos terraplenas ya estaban a nivel de tierra, por lo que había abajo
quedó perdido, hecho polvo. ♦
Por Josué Castillo