Del 13 de febrero y hasta el 4 de marzo se presenta en la Galería de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana una muestra colectiva resultado de los trabajos de los alumnos del Diplomado en Pintura. Omar Gasca celebra los aciertos y hechura sobresaliente de las obras originadas en el transcurso de 120 horas de clases impartidas por maestros de los Talleres Libres de la misma institución.
A veces hace más falta entrega que tiempo si de lo que se trata
es de formar oficio. Más claro todavía
si a la dedicación se le suman maestros capaces, un método eficaz y esa suerte
de buen arreglo que proviene de hacer por gusto a cambio de hacer a fuerzas. La
diferencia entre elegir y subordinarse o responder a lo impuesto tiene diversas
expresiones, especialmente cuando la idea es asociar quehacer y libertad, es
decir, la extensiva posibilidad de producir artistas o, por lo menos, buenos
pintores y buenos dibujantes.
Paul Valéry
dice (¿en “Eupalinos o El Arquitecto”?) que “la mayor libertad nace del mayor
rigor”, afirmación de esa clase típica que permite y hasta promueve distintas
confusiones por más que sin duda se refiera a lo que ejemplificaríamos de una
manera muy simple: quien sabe dibujar puede hacerlo como sea –con fidelidad,
deformando, distorsionando, sintetizando…– mientras el que no sabe resuelve a
como se pueda. Es el problema de las potencias y los límites, éstos traducidos
una y otra vez a resultados escasos, irrisorios, pobres, faltos de conceptos y
de oficio, muy light y muy como dice Luis Britto García muy a propósito:
“la regla de lo light es la sistemática omisión de lo
pertinente: cigarro sin nicotina, café sin cafeína, azúcar sin azúcar, música
sin música, o sea ambiente musical. Todo lo sistemáticamente privado de sí
mismo es light”. Dibujo sin dibujo. Pintura sin pintura. Arte sin
arte. Todo lo sistemáticamente privado
de sí mismo…
Por eso hay
que celebrar la exposición que desde el jueves 13 de febrero y hasta el 4 de
marzo se presenta en la Galería de Artes Plásticas de la Universidad
Veracruzana, que muestra los trabajos de los alumnos del Diplomado en Pintura
impartido en 120 horas por los Talleres Libres de la misma institución. Los
trabajos, de Marcela Ochoa, Tania Ochoa, Ángel Flores, Jorge Eduardo Loeza,
María Guadalupe Banuet, Salomón Lara, Madeleine García, Sofía Pensado, Léster
Eduardo Herrera, Josué Ake, Brenda León, Cenyace Ballesteros, Mercedes Herrera
y Esteban Galindo. Son ejercicios de
figuración, algunos a lápiz, otros al carbón o al óleo, rigurosos, formativos,
acabados unos, sin terminar los demás, todos ellos como parte de un proceso de
aprendizaje que va desde la copia o la imitación hasta la realización de un
bodegón o un retrato bajo condiciones algo más libres. Una libertad mayor
vendrá después, es decir, la propia del homo ludens, del hombre
que juega, y que juega porque conoce las reglas, las domina y hasta puede darse
el lujo de crear otras, las propias. Porque, hay que decirlo una vez más, no
hay juego sin reglas, desde las canicas hasta el ajedrez pasando por lo que
implique una pelota. Pero no hay mejor juego que el arte, que tiene sus reglas
aunque admite y reclama a veces que sean modificadas por un jugador competente.
Se advierte
con facilidad el oficio, o el tránsito hacia el mismo, el camino a lo Machado
(Serrat, dirán los que le atribuyen la letra de la canción), pero además el
gozo, las ganas, el gusto, la intención, que evidentemente son acompañados por
una didáctica adecuada, objetivos claros y la decisión de inscribirse donde la
mejor certificación es el conocimiento construido, la habilidad asimilada,
asumida, sin la necesidad suplementaria de verbo. Pocos pintores profesionales
hoy hacen obra figurativa, realista, pero entre ellos hay quienes evidentemente
poseen menos recursos que los aquí exhibidos y conste que hay variables al modo
de estar en la misma escalera pero en diferente escalón: casos de un
hiperrealismo notable y casos en los que la boca o la nariz no está donde suele
(o debe) estar.
Nada dice
la ficha de sala sobre los profesores, cuyo mérito es indudable, y tampoco hay
mención de Roberto González, a cargo del espacio y quien realizó la expografía
que contribuye al buen efecto, es decir el montaje de las obras, lo que algunos
llaman museografía aunque no haya museo de por medio.
El
diplomado debería escalar a una segunda parte, a una tercera, inclusive y, por
otro lado, servir de modelo para otras variantes: cerámica, escultura, estampa,
efectivamente de pocas horas y en pocos meses, y con esa oferta en la que no
media más compromiso que el que hace el alumno consigo mismo… habiendo quien le
enseñe.♦
Por Omar Gasca