Magos Herrera e Iraida Noriega |
Estimado jefe con
amigos influyentes:
Ando
en busca de Juan Palo II. Tiene rato que perdí contacto con tan ilustre
caballero de la noche. La última vez que nos vimos habíamos quedado en hacer
una crónica a cuatro manos sobre las artistas de la danza nocturna. Eso fue
antes de que Xalapa se tornara difícil por las noches, insegura en los antros e
incierta en la felicidad. O sea, como dijera mi abuelita: ya llovió.
Como
me he convertido en un misántropo y yo mismo me bloqueo mis caminos porque nada
me parece, poco tiempo le he dedicado a la vida cultural de esta honorable
ciudad hundida en los baches y remozada con algunos murales que no pasarían de
Dibujo I en La Esmeralda. Una noche decidí salir de mi claustro para ir a
Tierra Luna a escuchar a Iraida Noriega y Magos Herrera, par de cantantes mexicanas que vuelan libres con
sus voces alrededor del jazz. El esfuerzo valía la pena.
En
épocas donde predomina el ruido sobre la música y los cantantes desafinados
imponen su bazofia, es un verdadero oasis dejarse envolver por las atmósferas
vocales que crean Iraida y Magos. Juntas irradian magia. Jazz, boleros, cantos
indígenas, ritmos tropicales, destellos fugaces de blues, armonía y
coordinación, son elementos que conjuntan Noriega y Herrera para abrir puertas
que permiten por un momento abandonar la desquiciante realidad e ingresar a
campos llenos de espiritualidad. Iraida Noriega abrió la noche batiendo sus
palmas, soltando su canto y jugando con un aparato electrónico para lograr
diversos tonos de voz a canciones de Eurythmics y Mecano. Tiende con sus
interpretaciones una alfombra mágica en la que caben todos los presentes para
salir volando con el ritmo que impone.
Magos
Herrera aparece en el escenario y a dueto recuerdan la canción central que
grabaron en 2006 en el disco compacto que lleva el mismo nombre: Soliluna. El acoplamiento en el
escenario es feliz y en el ambiente, afortunado. Ambas artistas recorren
diversas partes del país en apoyo a la campaña de la ONU para erradicar la
violencia contra las mujeres.
Lo
híbrido en los sonidos es la divisa de la presentación de Magos e Iraida
quienes abrazan con sus voces a la noche y comparten esa intimidad con el
público. Las canciones de Agustín Lara, Osvaldo Farrés, Nacho Cano, Annie
Lenox, Antonio Machín, son reinventadas por este par de estrellas que no
pierden luminosidad en la noche.
Y así
como se divierten con sus cuerdas vocales para tocar con el jazz todas las
canciones que interpretan, lo mismo hacen con una pirecua, ese canto purépecha
hecho especialmente para las voces femeninas. Los sueños de Josefinita parte de la raíz indígena y se transforma
en sonidos sincopados creados por Iraida y Magos. Sus soportes musicales son
también de primera, Alejandro Mercado en el piano; Israel Cupich en el
contrabajo y Alex Kautz en la batería conforman un trío que flota en el mismo
nivel místico de las divas. Igual que floto yo después de algunos whiskys.
Lo
malo es que el concierto duró poco y afuera nos acechaba la brutal realidad. Me
quedo con las frases de la Josefinita: “Sufrir ya no es posible / ay Dios
eterno / hoy quisiera morir / porque en este mundo engañoso / todo es un sueño
/ todo es una ilusión”.
Lo
que no es engañoso es la cuenta. Ni hablar, a pagar y quedarme en el viaje en
el que me depositaron las voces de Magos Herrera e Iraida Noriega. Jefe, si por
ahí se encuentra a Juan Palo II dígale que si no me cumple la promesa de
realizar una gira para hacer una crónica de la vida nocturna actual xalapeña,
no vuelvo a colaborar para Performance. ♦
Por Conde de Saint Germain y duque de los jardines de Xalapa