Durante las últimas semanas asistimos a uno de los eventos más
aterrizados y vigorosos en el escenario
Veracruzano, donde pudimos ver,tocar y escuchar a los más notables
protagonistas de las tradiciones jarocha y huasteca:¡Que viva el son!
Ya hace muchos años Ida Rodríguez Pamprolini
hizo eco a las propuestas de los soneros jarochos, y diversos personajes,
ligados o simpatizantes del son, apoyaron, desde sus bastiones institucionales,
proyectos soneros, pero ésta es la primera vez que una institución se hace
cargo de un festival de esta magnitud, y le pega de lleno a la piñata.
Los
intérpretes y creadores del son, desde siempre, hemos elaborado proyectos
independientes; algunos van dirigidos al espectáculo y a la difusión externa,
(giras, discos, etc). Otros van a la matriz, (seminarios, presentaciones y
talleres regionales). Esta vez hubo un extenso desfile donde se ofrecieron,
masivamente, todas las producciones de un dinámico grupo que se denomina
“Movimiento Jaranero”, que se asentó en los años ochenta y se disparó a final
del milenio, contaminando el esquema de las músicas tradicionales con el son
jarocho. Varios de los actores en esa dinámica se han ofrecido múltiples
productos: desde libros de investigación, libros infantiles, estudios, métodos
musicales, libros de décimas y recetarios hasta corrientes pictóricas y
narrativas. El resultado más difundido ha sido la generación de grupos que
parten del son y lo desarrollan, al estilo Cojolite, o que se desplazan a las
fusiones, como Sonex, Macuiles y Aguas Aguas, entre muchos otros.
Este festival, echado a volar por la
Universidad Veracruzana, tuvo la gran virtud de mostrar todo el abanico sonero,
con todas sus creaciones, sus sonidos y sus colores en las sedes de Poza Rica y
Papantla, Coatzacoalcos, Boca del Río y Xalapa. El impacto y la asistencia
desbordaron ampliamente todas las expectativas y predicciones; disfrutamos talleres gratuitos, impartidos por soneros
de extraordinario talento y de magníficos conciertos, que mostraron las
posibilidades que tiene el son jarocho contemporáneo, al igual que la raigambre
que mantiene el Son Tradicional.
Otro acierto fue dar cabida a las comunidades
independientes para ofrecer también sus conciertos, como la Casa de Nadie.
Una gran
palomita a los organizadores del festival y esperemos que la próxima gestión
mantenga ese gran equipo para la siguiente edición, y valdría ir pensando en
una versión, quizá más reducida, para su exportación a festivales en otros
estados y en otros países.♦
Por Honorio Robledo