Rubén Bonifaz Nuño en la entrega de la medalla Adolfo Ruiz Cortínes, en Xalapa [Prensa UV] |
“La complejidad de las traducciones de Rubén Bonifaz
Nuño, a veces críptica y quizá demasiado académica, contrasta con la soltura
del lenguaje en la obra poética del veracruzano”, escribe Eliud Delgado sobre
la labor de traductor del fallecido poeta. Delgado rememora también su primer
encuentro con esa leyenda viviente, una charla con el poeta cordobés en el
corazón de la UNAM.
Caía una de las últimas noches del invierno de 2007. Como muchas otras tardes de aquel
entonces, me dirigía a la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria. A
diferencia de otras ocasiones no iba a consultar, por alguna materia o por
gusto, algún libro al recinto icónico por los murales de Juan O'Gorman, sino a
un evento que se volvería memorable: una charla con Rubén Bonifaz Nuño.
La admiración por uno de los personajes claves en el sistema de bibliotecas
de la UNAM había sido alimentada por mis profesores de la Facultad de Filosofía
y Letras. La labor como traductor de Bonifaz Nuño no sólo continúa el legado de
Alfonso Reyes en el campo de los estudios de las literaturas helénica y latina,
también fue la puerta por la que muchos entramos en contacto con el mundo clásico
a través de las 22 traducciones que publicó en la colección Bibliotheca
Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, donde destacan la Ilíada de
Homero, las Metamorfosis de Ovidio y la Eneida de Virgilio.
La leyenda, que en vida ya era larga, cuenta que el doctor Bonifaz Nuño
alcanzó la lucidez de la ceguera homérica traduciendo los grandes poemas épicos
de la antigüedad. Sin embargo, parte de la misma leyenda no sólo es la empresa
que implicó la traducción de dichos poemas sino la complejidad de la técnica
que empleó el vate para traerlos al español imitando la métrica hasta los
límites del lenguaje.
La complejidad de las traducciones de Rubén Bonifaz Nuño, a veces críptica
y quizá demasiado académica, contrasta con la soltura del lenguaje en la obra
poética del veracruzano. Aquella dualidad, el rigor académico con la soltura
del lenguaje coloquial, fue desde que la descubrí la mayor fuente de mi
admiración hacia el hoy fallecido poeta.
Aquella noche de hace casi seis años el hombre correspondía con la dualidad
de la dualidad de la obra que admiraba. Rubén Bonifaz Nuño bajó de su oficina
en el primer piso de la Biblioteca Central. Encendió un cigarro y alguien nos
explicó que lo dejaban fumar en la Biblioteca porque ya era casi su casa (y en
la verdadera ya no lo dejaban darse ese gusto). Lo que en su extensa obra
parece una dualidad, era una constancia en la personalidad de Bonifaz Nuño que
saltaba a la vista de inmediato con su capacidad para hablar de manera sencilla
pero con gran sabiduría.
No fueron pocas las preguntas que en aquella ocasión recibió Bonifaz Nuño
con respecto a su obra como traductor y estudioso de los clásicos, sin embargo
el Instituto de Investigaciones Filológicas –cuya espléndida biblioteca lleva
su nombre desde hace varios años– dirigía la conversación hacia otro tema
académico que despertaba su interés y al que dedicó algunos libros: el estudio
de nuestras culturas prehispánicas.
No tardaron en surgir preguntas sobre su obra poética, que respondió
Bonifaz Nuño declamando de memoria sus versos, no sin mencionar que no lo podía
hacer de otra manera debido a la ceguera y en no pocas ocasiones pidiendo que
se le hablara fuerte, pues también el tiempo se había llevado algo de su oído.
Aquella
noche de 2007 descubrí a un Bonifaz Nuño, quien más allá de ser un héroe
académico, el ejemplo más alto para cualquier estudiante de Letras, era ante
todo un poeta pues en su obra confluye la sabiduría adquirida a lo largo de
años de proezas traductológicas con la sencillez de un habla común pero refinada
que confirmaba –al escuchar in situ, en voz del propio autor– la
sensación de empatía que había sentido desde que leí por primera vez en Los
demonios y los días cuando evoca a aquellas
“hermosas muchachas solas que dan miedo /–pues uno no sabe bailar, y es
triste–”. Es inevitable sentir luto por la partida de Rubén Bonifaz Nuño. Se le
extrañará. ♦Por Eliud Delgado