La
noche del 31 de enero se estrenó, en el teatro La Libertad, el más
reciente montaje del grupo artístico coordinado por Abraham Oceransky: Tabú.
Hablemos brevemente de sus más importantes elementos estéticos.
En primer lugar, el texto está elaborado, desde el punto de vista
semiótico, por la imbricación de lenguaje verbal, efectos plástico-musicales y
danza –casi actos acrobáticos, podríamos decir. Estructuralmente, a su vez, se
compone por la yuxtaposición de siete cuadros no conectados anecdóticamente
entre sí, sino por medio de lo que en otro momento, refiriéndonos al así
llamado “arte de vanguardia”, denominamos puntos de escape: repeticiones
“aleatorias” de frases o imágenes que, más que dar pie a una concatenación
lógico-causal, nos señalan la inaprehensibilidad del sentido, causando
así el efecto más o menos nostálgico, onírico, de algo que se nos escapa justo
cuando parecía que lo teníamos ya en nuestras manos: “Ah, que tú escapes en el
instante / en el que ya habías alcanzado tu definición mejor” (José Lezama
Lima).
Entre los puntos de escape más significativos de Tabú podemos
señalar los siguientes: a) la alusión ambigua a Memphis / Menfis, nombre
que, al hacer referencia, en la obra misma, tanto a una ciudad
norteamericana como a una del antiguo Egipto, instaura estéticamente un
paralelismo libre que supera las delimitaciones de tiempo y espacio; b)
la historia de la sacerdotisa del templo de Hera, contada fragmentariamente y
entremezclada con pequeños núcleos narrativos heterogéneos; c) las
constantes menciones, a partir del cuarto cuadro, a Sebastian, una especie de
dios o demonio (nunca lo sabemos a ciencia cierta) que nace de una mujer
mortal; y d) la aparición del conejo negro y del juego de cartas al
principio y al final de la obra, como para sugerir una estructura circular
latente. Este recurso, aunado a los ya mencionados efectos plástico-visuales
(uso de máscaras y vestuarios deslumbrantes, juego de luces, objetos y colores,
un soundtrack ad hoc), así como a la concepción esencialmente dancística
de la pieza, hace de Tabú un producto estético profundamente
vanguardístico, en el sentido más cabal del concepto: una obra que, de forma
pura (sin necesidad de elementos anecdóticos, historiográficos, políticos,
ideológicos, etcétera), apela a las facultades imaginativas del receptor.
La dirección, ya desde esta función de estreno, es prácticamente
inmejorable: el manejo del espacio, de la utilería, del cuerpo… todo contribuye
a darle cohesión estética a la obra. Las actuaciones son también bastante
maduras; resaltan, por supuesto, las de Liliana Hernández y Arikel Geróm, que
representan los papeles más complejos (Minotauro, Cautiva, Madre de Sebastian,
Hermana mutilada) y lo hacen de manera excepcional; sin embargo, las otras
cuatro (Sandra Perea, Berenice Beaven, Metzeri Mandujano y Leonardo Hernández)
ostentan igualmente una calidad actoral digna de consideración. En general, un
cuerpo de trabajo sólido y equilibrado: se trata del colectivo teatral, en todos
sus aspectos, más consolidado de nuestra ciudad –¡y aun más lejos, sin duda!
Existen, no obstante, puntos de mejora. El final es anticlimático: el
penúltimo cuadro de la obra rompe con la intensidad que se había venido
logrando desde el instante mismo en que ésta comienza, efecto que muestra sus
primeras señas de agonía hacia el final del cuadro número cinco, “Cuarto
blanco”, con la incineración un tanto súbita de Sebastian. Este momento, así
como el del cuadro siguiente, en el que La Adivina le revela a El Faraón que
acaba de comerse a su hijo –momentos ambos que contienen en sí un elemento
poderosamente catártico–, podría ser trabajado con menos presura, de modo que
se vaya preparando la explosión del sentimiento trágico sin que la
burbuja se rompa tan pronto. Asimismo, el soliloquio de El Faraón, igualmente
en el cuadro sexto, “La cena”, resulta estéticamente innecesario, muy poco útil
en la economía general de la obra.
Pero, fuera de estos detalles, Tabú es un montaje espléndido. En una
escala del cero al diez, lo calificamos con un diez y, por tanto, lo
recomendamos ampliamente. Estará en cartelera, en ésta su primera temporada,
hasta el 24 de febrero; viernes y sábado, 20:30 horas; domingo, 18:30 horas. ♦
Por Héctor Miguel Sánchez