Tierra a la vista, muestra escultórica
Rafael Pérez y Pérez, está conformada por obras con fuertes vínculos con lo
popular pero acentuados con los sellos que su autor destaca: festividad,
ironía, irreverencia. En este artículo, Manuel Velázquez afirma de este
artista: “Hay toda una industria del pasado que simula y valida la autenticidad
del simulacro. Sus esculturas ponen en perspectiva cómo es posible manejar un
criterio de ‘autenticidad’ a partir de la apropiación, buscando que lo
artificial sea auténtico”. Todo marzo en el Jardín de las Esculturas.
El desarrollo
urbano, la concentración de la población
en las ciudades y el crecimiento industrial incidieron en la progresiva crisis
de la cultura popular tradicional. Ello contribuyó a gestar una cultura que
nace del cruce entre lo culto y lo popular, influyendo en la creación de
hibridaciones culturales como el kitsch.
Rafael Pérez y Pérez elabora una estética
sincrética que reclama la participación de elementos surgidos de la
marginalidad, “reciclados” y resemantizados. En esta elaboración de la
imaginería en su obra se comparte el concepto de kitsch asumiéndolo
conscientemente, mirando las experiencias de formas poco prestigiosas,
rechazadas por su cursilería desde el lado del “arte culto”. Su exposición Tierra
a la vista, presente a partir del mes de marzo en el Jardín de las
Esculturas de Xalapa (Ivec), está compuesta por delicados barcos y “niños
dioses” que navegan en barcas sobre olas de tonos de azul.
Las obras de este artista no tienen una identidad
única, son el resultado de la influencia de diversos aportes y procedencias;
una manifiesta heterogeneidad cultural que se vale de los símbolos más diversos
para rescatar una peculiar visión de la memoria colectiva. Objetos elegidos o
encontrados, registro de lugares visitados que le han dejado huella; como
Colombia, Guatemala, Canadá, Cuba, por decir los más recientes, fueron
referentes significativos para Pérez y Pérez. Los elementos de que se vale, la
actitud irónica y descomplicada, no dejan de darle un aire festivo, irreverente
y carnavalesco a algunas de sus obras.
Esta revalorización de lo trivial y lo kitsch
es vista por muchos como una forma de la apropiación de objetos vulgares y
baratos; pero son verdaderas creaciones, interpretaciones que se nutren en sus
propias tradiciones que sin ningún sentido peyorativo les reconoce
autenticidad. La obra de este artista tiene una connotación que lo vincula con
lo popular, con elementos que forman parte de su propia identidad. Estos
elementos le permiten aprehender aspectos básicos de la cultura local. De allí
que lejos de rechazarlos, los usa; constituyéndose en parte de una poética no
exenta de ironía y metáfora.
Para la realización de sus piezas, Pérez y Pérez
utiliza elementos de la iconografía religiosa, despojándolos de su carácter
ideológico, solicitando una confrontación a partir de propuestas plásticas. Sus
“niños dioses” nacen de la infinita complejidad de los procesos sincréticos y
de transculturación; de la confrontación en un mismo escenario (la obra), de
elementos paradójicos como lo vulgar y lo sofisticado, lo “simulado” y lo
auténtico, lo local y lo universal, lo popular y lo elitista, lo banal y lo
trascendental. Sus trabajos son una especie de síntesis entre los estereotipos
del kitsch y símbolos de contenido religioso. Ambos han confluido en su
obra convirtiéndola en algo particular, que no deja de estar relacionada a
ciertas búsquedas de identidad.
Pérez y Pérez tiene una particular estrategia para
aproximarse a diversos tópicos vinculados con la cultura popular y
específicamente con el tema de la identidad, preocupado por poner en evidencia
la simulación generalizada que caracteriza a nuestra época, que salta sin
problema de lo real a lo aparente. Hay toda una industria del pasado que simula
y valida la autenticidad del simulacro. Sus esculturas ponen en perspectiva
cómo es posible manejar un criterio de "autenticidad" a partir de la
apropiación, buscando que lo artificial sea auténtico. El apego en su obra a la
imaginería salida del arte popular no es un dejo nostálgico para volver a los
orígenes, sino producto de una interacción cultural que pervive, forma parte de
su cotidianidad y, como tal, se integra a su entorno cultural, a su obra.♦Por Manuel Velázquez