La piel del cielo de Elena
Poniatowska novela lo que fue la vida del fundador del Instituto Nacional de
Astrofísica, Óptica y Electrónica, ubicado en Tonantzintla, Puebla, donde el
pasado 21 de marzo, centenario del natalicio de Guillermo Haro Barraza, sus
colegas y sus familiares le rindieron un homenaje en el que se canceló un
timbre postal en su honor, se proyectó un video sobre su trayectoria y
Poniatowska anunció la aparición de una biografía sobre su marido para
septiembre próximo. Este es un viaje a la galaxia que fue el astrónomo más importante
de todos los tiempos de México, a juicio del astrónomo Luis Felipe Rodríguez.
El presidente Manuel Ávila Camacho llegó una noche al
observatorio de Tonantzintla para otear el cielo junto con Luis Enrique Erro y
Guillermo Haro Barraza. Para el nacido en Teziutlán todo lo que sucedía allí
era misterioso y cuando preguntó cómo y con qué trabajaban y Erro y Haro
respondieron que con espectros, el presidente exclamó: “¡Ay, nanita!”, porque
nunca imaginó que las estrellas novas descubiertas se revelaban por primera vez
en placas espectográficas.
Ese “¡Ay, nanita!” del
ignorante sigue vigente, dijo la novelista Elena Poniatowska, segunda esposa de
Haro, en El Colegio Nacional, en septiembre de 2008, en el vigésimo aniversario
de su deceso. Porque los políticos y los empresarios no tienen idea de lo que
es la ciencia y creen que no hay que invertir en ella ni en tecnología porque
podemos importarla de Estados Unidos.
Por eso Emmalñy Aguilar,
Andrea Muñoz, Anaely Pacheco y Salvador Ventura, estudiantes de astrofísica y
óptica, en el centenario del nacimiento de Haro, el pasado 21 de abril, en la
entrada del Auditorio del Centro de Información del Instituto Nacional de Astrofísica,
Óptica y Electrónica (INAOE), sostienen que los héroes no tienen por qué ser
sólo políticos, en tanto Guillermo Haro es el mejor ejemplo de lo que es un
héroe intelectual, un héroe científico que aporta ciencia al país. Gracias a
él, insisten los treintañeros, está este instituto y gracias a él pueden
realizar sus posgrados.
Ventura retoma el
talante crítico que siempre caracterizó a Haro y, como sus compañeras, sostiene
que deben divulgarse más las investigaciones que se hacen aquí y que tampoco se
homenajee a los investigadores ya una vez muertos sino en vida porque son
muchos los que en el INAOE emulan la trayectoria de Haro.
Nuestro atraso se debe a
la visión poco crítica de nuestra gente y el legado de Haro es el ser crítico y
cuestionarse constantemente lo que uno está haciendo –afirma el joven
investigador–, porque la ciencia tiene esta perspectiva de criticar el trabajo
de unos y de otros. Y eso es lo que nos hace falta en todos los niveles de
formación. Nos falta esa visión crítica. Haro es un ejemplo de ciudadano. No
sólo hizo un trabajo brillante en la ciencia sino que cuestionó a personajes
importantes de la ciencia de otros ámbitos sobre la situación en que se vivía
en el país. Eso es lo que tenemos que hacer todos: ser constantes en nuestro
trabajo y ser lo suficientemente sensibles para hacer nuestro papel de
ciudadanos para cambiar nuestro entorno. No es posible que hubiera telescopios
de millones de pesos en entornos donde hay mucha gente muy pobre. No sólo
debemos dedicarnos a las estrellas y los algoritmos, sino ampliar nuestra
visión y ver cómo podemos mejorar nuestro país.
Otros presidentes
siguieron los pasos de Ávila Camacho y fueron hasta Tonantzintla para mirar las
estrellas. Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José
López Portillo fueron invitados de Haro y buscaron en él y en el observatorio
un refugio para sus tareas. Como refiere el experto en óptica César Arteaga
Magaña, uno de ellos, a saber cuál de todos más terco, discutió con Haro, quien
argumentó y argumentó hasta que el presidente terminó dándole la razón y lo
felicitó por su valor para enfrentársele.
Si las moscas vuelan bajo
Primero se escuchó un
agudo relincho y luego el crepitar de los cascos, los caballos que montaba
Guillermo Haro para recorrer Tonantzintla se habían escapado y andaban por aquí
y por allá, libres, felices, desafiantes. Esa noche, recuerda Antonia
Parquillo, conocida por toda la comunidad del INAOE como Toñita, quien
lo atendió en cuestiones domésticas por varios años, el científico mostró otra
vez su talante severo y determinante. Todos los caballos fueron lazados de
nueva cuenta por ese hombre de acción a pesar de que la noche parecía estar
hecha de obsidiana y todo era oscuridad por doquier.
Toñita recuerda que Haro
era muy bueno y muy enojón. Le gustaban las cosas perfectas. Por ejemplo a los
trabajadores que cachaba holgazaneando les decía:
—Hijos de la chingada,
se apuran o se largan de acá.
Exigente y ahorrador con
todo y con todos, siempre retaba a sus interlocutores preguntándoles ¿cómo
podemos hacer las cosas más inteligentemente? Pero a la vez era muy sociable
con el pueblo y se le podía ver en los
preparativos de los festejos de la santa patrona de Tonantzintla, el 25 de
diciembre, la Santísima Virgen de la Concepción. Como recordó el investigador
emérito Alejandro Cornejo Rodríguez, Haro donó los instrumentos de la orquesta
del pueblo para alegrar sus festejos.
Y claro, como publicaron
Tania Saldaña, Juan Jesús Juárez y Constantino Villar en el suplemento Saberes
y ciencias de La Jornada de Oriente, Haro moría por las quesadillas
de hongo que preparaba Toñita. En ocasiones, cuando el comal recibía los dones
de sus palmas, ella le advertía:
—Hoy en la noche no va
poder observar.
—¿Por qué Toñita?
—Porque las moscas andan
volando muy bajo.
Desde siempre, en
Tonantzintla se dice que lloverá si las moscas vuelan bajo. La humedad
ambiental se va condensando en sus alas y su lento vuelo permite el festín de
las golondrinas que las capturan a ras del suelo. Por eso también se dice que
la lluvia se acerca si las golondrinas besan el suelo cuando se encapotan los
cielos donde moran.
Esos momentos eran una
pequeña tregua para Haro como las comidas que, mes a mes, tenía en el
restaurante El Vasco, en los portales de Puebla, o en la primera pizzería que
abrieron en Atlixco. Ya que Haro era un hombre, en palabras de Poniatowska, que
llevaba una vida muy severa porque no se divertía, comía muy frugalmente y
trabajaba toda la noche. En las tertulias vascuences, junto con Luis Carrasco y
Cornejo Rodríguez, Haro pedía que apagaran la música para repasar mejor los
errores que había cometido como científico y funcionario. Aunque siempre tuvo
una gesto de por vida.
—Al salir de su casa en
la noche, miraba el cielo. Antes de subirse a su automóvil levantaba la vista
hacia el cielo. Al abrir la ventana de su recámara en la noche miraba al cielo
y se iba y se iba, se iba… Haro siempre fue mucho más allá. En un hombre tan
lleno de cielo, la conciencia del espacio y de lo que significamos dentro de
él, le hizo darse cuenta que su cuerpo también es espacio y supo muy pronto que
era asimismo una versión microcósmica de la bóveda celeste. Respiraba estrellas
y la luz atravesaba por él a 300 kilómetros por segundo, a 300 mil, creo,
kilómetros por segundo, así como le toma un segundo ir de la Luna a la Tierra.
Su cuerpo, como el de otros notables, se volvió un universo, y aunque el
espacio interior no tiene forma, Guillermo lo vivió intensamente –ha dicho
Poniatowska.
La carta perdida de Haro
Bajo el cielo de
Tonantzintla, cuyo observatorio fue creado por Luis Enrique Erro el 17 de
febrero de 1942 cumpliendo el deseo de Manuel Ávila Camacho de tener un centro
de investigación espacial en su estado natal, se descubrieron doce estrellas
novas, varias estrellas azules y rojas y nebulosas planetarias con la ya
legendaria cámara Schimdt, cómo funciona que, en aquella época, era uno de los
contados instrumentos que había en el mundo y cuyo diseño permitía realizar
amplios avistamientos con yerros limitados. Las constelaciones de Orión, Tauro,
Cáncer, Géminis, Escorpio, Sagitario, la Osa Mayor y la Osa Menor fueron
retratadas en 15 mil placas astrofotográficas desde entonces.
Una noche de 1950,
rememoró Luis Felipe Rodríguez, investigador del Instituto Radioastronomía de
la UNAM en Morelia, un joven Haro descubriría una de los temas más sexis de la
astronomía: un nuevo tipo de nebulosas brillantes que mostraban un espectro muy
diferente a otras nebulosas y que a la postre fueron llamados Objetos
Herbig-Haro.
Los objetos HH, como
también los denominan los astrónomos, son nebulosas cercanas a estrellas recién
formadas. Tienen una vida de pocos miles de años y se forman por la interacción
entre el gas expulsado por la estrella central con nubes de material gaseoso y
polvo interestelar colisionando a velocidades de varios kilómetros por segundo
ionizando el gas, como si se tratara del eructo de un bebé. Se requirieron
miles de observaciones y placas para entender su naturaleza. Hacia 1980, relató
Rodríguez en su conferencia con audiovisuales de distintos objetos HH, se
descubrió un nuevo fenómeno en HH28 y HH29: movimiento. En efecto, gracias a
nuevos equipos de observación se pudo saber que los objetos HH pueden alejarse
y acercarse de la estrella que les dio origen.
—Justo en el centro
donde nos había dicho Haro encontramos la fuente donde están saliendo chorros
de gas que producen a los objetos HH, son ondas de choque producidas por una
estrella remota y eso explica todo porque la estrella está desplazada. Tienen un
espectro raro porque son nebulosas que se producen por choque. En esa época era
un proceso que no entendía muy bien todavía.
Esos chorros de energía
existen mientras la estrella está creciendo, pero luego desaparecen. Ese
misterio se suma a otros más inquietantes como los objetos HH oscurecidos, con
una fenomenología particular porque no pueden ser vistos con un observatorio óptico
aunque estos objetos pueden ser observados con diferentes escalas porque tienen
fuentes de emisión óptica en niveles de radio, infrarrojo, ultravioleta y rayos
X. Rodríguez dijo que hay casos espectaculares como los HH 80 y HH81 que forman
parte de una protoestrella masiva, es decir, cien veces la masa del Sol. A la
fecha se han encontrado mil ciento cincuenta de estos objetos.
Lo que tardó más tiempo
en encontrar Rodríguez fue la carta donde Haro reportó su avistamiento de estos
cuerpos estelares y las dudas que le despertaban. La buscó en la UNAM y hasta
en Harvard, donde Haro forjó sus armas como astrónomo y donde recibió todo el
apoyo de Harlow Shapley para fundar en México un polo astronómico de vanguardia
tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esas cartas personales del 30 y 31
mayo de 1950 prueban que el mexicano avistó esos fenómenos mucho tiempo antes
de que lo hiciera el estadounidense George Herbig. Lamentablemente, como la
producción científica del vecino país es abrumadora, y por ende su publicación
en revistas científicas es un imparable alud, los objetos HH llevan primero el
nombre de Herbig en lugar de el de Haro, aunque el mexicano, siempre que podía,
invertía el nombre y decía que se trataba de los Objetos Haro Herbig. Las
pesquisas de años de Rodríguez tuvieron final feliz cuando encontró las misivas
en el archivo de Emmanuel Haro Poniatowski, hijo del astrónomo, las cuales
fueron proyectadas en las pantallas del Auditorio del INAOE.
—La gran lección es: Hay
que publicar rápido –concluyó el versátil y ameno expositor que es Rodríguez.
Si cada mexicano hiciera lo que le
corresponde
Sopla una breve brisa la
mañana del 21 de marzo y las frondas de los árboles se mecen por encima de
trabajadores, técnicos, administrativos y funcionarios que colocan ofrendas
florales en la tumba de Guillermo Haro Barraza (21 de abril de 1913-27 de abril
de 1988). Otra flores coronan los nichos de Luis Enrique Erro (7 de enero de
1877-18 de enero de 1955) y Paris Pismis Acem (30 de enero de 1910-1 de agosto
de 1999).
Este es el sitio del big
bang del INAOE, donde comenzó todo, donde Erro colocó en 1942 el telescopio
solar gracias a su sordera porque el presidente Lázaro Cárdenas le dio dinero
para que se comprara un aparato que le ayudara a paliar su mal y el astrónomo
mejor adquirió este telescopio que está guarecido en un edificio de petatillos
tan similar en estética y robustez al mítico bungalo de las arañas, donde
Fernando Benítez escribió Los indios de México y Carlos Fuentes pergeñó
la novela Cambio de piel.
Con dichas auras,
Alejandro Cornejo Rodríguez evoca a Haro diciendo que él miraba el cielo, pero
también sembraba la tierra con instituciones y observatorios que siguen
funcionando. Y Oscar Rossbach, de la empresa óptica Rossbach S.A., sostendrá
que México requiere menos diputados, menos políticos y más científicos como
Haro porque él impulsó la vinculación entre la ciencia y la iniciativa privada
al buscar que una empresa mexicana como Rossbach fabricara los componentes de
los telescopios aquí usados.
Los nietos Poniatowska,
Carmen, dicharachera rubiecita, y Paulo, más serio y quizás más soñador, toman
de la mano a su padre Felipe Haro Poniatowski, y se unen junto con Elektra
Haro, hija de Guillermo Haro, a la caravana de invitados que cruzan los recovecos
del INAOE, sus distintos niveles y observatorios, y pasan por debajo de la
jacaranda que sembró el astrónomo junto con el general uruguayo Líber Seregni
Mosquera en protesta por las bombas atómicas lanzadas en agosto de 1945.
Alta y majestuosa, la corona
de flores violeta ve pasar a Miguel Ángel Trinidad Hernández, director del
Departamento de Astronomía de la Universidad de Guanajuato, Gerardo González
Arizmendi, director corporativo de Planeación Estratégica del Servicio Postal
Mexicano, Jacqueline Calderón Garrido, subdirectora de Filatelia de Sepomex,
José Juan Espinosa, ese diputado que ha solicitado que se ponga el nombre de
Haro con letras de oro en el Congreso del Estado de Puebla, y Eugenio Ledesma,
un ingeniero sonorense que trabajó codo a codo con Haro en la edificación del
Observatorio de Cananea que se yergue en la sierra de la Mariquita.
Todos escucharán a
Yuriria Mascott Pérez, directora general de Sepomex, José Franco, presidente de
la Academia Mexicana de Ciencias y titular de la dirección general de
Divulgación de la Ciencia de la UNAM, Alberto Carramiñana, director general del
INAOE, y Emmanuel Méndez Palma, investigador del INAOE, honrar a Haro en el
auditorio del INAOE.
Guillermo Haro Barraza
nació en la ciudad de México. Con muchos esfuerzos estudió Leyes pero la orden
de embargar una máquina de coser a una pobre costurera lo llevó a alejarse de
ese mundo e ingresar en la Facultad de
Filosofía y Letras. Luego, siendo periodista de El Nacional, conoció a
Erro, quien lo invitó a trabajar en el Observatorio de Tonantzintla. En el
Partido Comunista Mexicano se volvería amigo del novelista José Revueltas y, ya
instalado en Puebla, de Luis Rivera Terrazas, rector de la Universidad Autónoma
de Puebla. Tras estudiar en Harvard, por apoyo de Erro, Haro señalaba que se
debía llegar más lejos e impulsar un riguroso esquema de formación de recursos
humanos altamente calificados porque, sin ellos, las buenas intenciones
políticas no podían llegar más lejos, dijo en su intervención Emmanuel Méndez Palma.
Por eso tejió una red
con políticos donde Hugo Margain (amigo de la infancia y posteriormente
Secretario de Hacienda en 1972) le ayudó bastante en sus relaciones con el
presidente de la República en turno hasta el punto de decir: “¿Para qué hablo
con los angelitos si puedo hablar con Dios?”
Cuando Haro se percató
de sus propias limitaciones ante la explosión de conocimiento que le tocó
vivir, dejó de observar el cielo y se dedicó a crear infraestructura. Fundó en
1967 el observatorio de Cananea, Sonora, y junto con el Instituto de Astronomía
de la UNAM el observatorio de San Pedro Mártir en 1972. Tenía una fe inmensa en
la mística de crear, sostiene Méndez Palma.
Si cada mexicano hiciera
lo que le corresponde –finalizó el hombre que trabajó con Haro a lo largo de
treinta años–, la patria estaría salvada.
En su turno, José
Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y director de la DGDC-UNAM, resaltó que Haro
transformó en muchos sentidos la ciencia de este país y que, por esa razón, todos
los científicos mexicanos están en deuda con él.
—La AMC no existiría sin
él. En 1959, un grupo de científicos entusiastas se reunieron en la torre de
ciencias de la UNAM para crear un foro de discusión, intercambiar experiencias
y conocerse. En aquel entonces eran cincuenta y cuatro los miembros, para
principios de los años 60 ya eran ciento doce, ahora somos dos mil quinientos.
Con 10 premios Nobel, la AMC es una institución que está poniendo la ciencia y
a la tecnología en la agenda nacional.
Un niño precoz
Los descubrimientos
astronómicos no se limitaron a los Objetos Haro Herbig. En 1956, como refiere
el científico Arcadio Poveda Ricalde en uno de los volúmenes de la Obra
científica de Guillermo Haro, publicada por El Colegio Nacional al cual ingresó
el 6 de julio de 1953 con el discurso En el cielo y en la tierra, Haro
informó sobre una nueva clase de galaxias de color muy azul, que actualmente
llevan su nombre. Las Galaxias Haro son diferentes porque, al parecer, han
sufrido una erupción generadora de estrellas en muy grande escala. Esta clase
de trabajos fue continuada por astrónomos soviéticos que exploraron las
relaciones entre las Galaxias Haro y otros objetos aún más energéticos, como
son los cuásares y las Galaxias Seyfert.
Posteriormente, en 1959,
Haro presentó otro trabajo, hoy clásico, donde demostraba que, contra lo creído
hasta entonces, existe un gran número de estrellas azules en el halo de la Vía
Láctea. Estas estrellas fueron identificadas en su mayoría como “enanas
blancas”, estrellas que habían sido similares al Sol y que, concluida su
evolución, estaban ya en esa etapa terminal de su vida.
Además de estos objetos
nuevos, Haro y sus colaboradores Enrique Chavira y Braulio Iriarte,
descubrieron un gran número de nebulosas planetarias, novas, supernovas,
cuásares y objetos aún no clasificados. Este trabajo sólido y continuo dio a
conocer en todo el mundo la astronomía de nuestro país. En sus últimos años de
vida su actividad se concentró en el estudio de las estrellas-ráfaga que son estrellas
más pequeñas y frías que el Sol, las que, repentinamente, aumentan su
brillo para volver en unas horas a su estado normal.
Desde su niñez, gracias
a su madre, como reconstruye Poniatowska en La piel del cielo con el
personaje llamado Lorenzo de Tena, Haro quedó fascinado por los cuerpos
celestes. Sin embargo, así como era reacio a ser fotografiado, así se negaba a
hablar de su infancia de la que se sabe muy poco. César Arteaga Magaña, quien
trabajó con él en el taller de óptica y en el ensamble del telescopio de
Cananea, recuerda que el astrónomo hablaba poco de su padre a diferencia de las
evocaciones que hacía de su madre y de sus tías. Incluso, alguna vez llegó a
decir que en realidad nació en Mascota, Jalisco, y no en ciudad de México.
—Fue un niño muy precoz
que quería conocer qué había más allá. Le gustaba escaparse al río Mixcoac,
pero sus tías lo regañaban si regresaba con la ropa mojada, por eso le pedía a
algunos campesinos para que lo pasaran en hombros o en burro para que no se
mojara. Cuando no tenía suerte y regresaba empapado sus tías le decían que
fuera por una vara de membrillo para que le dieran un correctivo, pero, con
mucha risa, él contaba que se iba por la más pequeñita para que le dieran
tundas con esa.
Con ayuda de Sonia Peña,
Poniatowska está terminando una biografía de quien fuera su esposo y confía que
en septiembre ya esté publicada. En dicha obra, a diferencia de la novela La
piel del cielo donde ella misma admite que hay demasiados elementos
ficticios, se revisa su nutrida correspondencia y todas las antesalas,
encuentros y desencuentros que Haro tuvo con los presidentes de México,
situaciones que agotarían a cualquiera, a consideración de Peña.
—En la ciudad de México,
Guillermo Haro se levantaba en la madrugada lleno de energía para acudir a las
distintas citas con los secretarios de Estado que habrían de apoyar su
proyecto, pero a medida que pasaba el día iba desinflándose hasta la depresión.
En la Secretaría de Hacienda, en la de Educación, en la de Comunicaciones le ponían
toda clase de dificultades para la creación de un nuevo departamento científico
o las becas a jóvenes científicos, y le enfurecían la impuntualidad, las
antesalas, la burocracia, las secretarias que se pintan las uñas. También le
enfurecían los rectores, y alguna vez le preguntaron en una conferencia por qué
no tomaba la palabra, y respondió que hablaría en cuanto el rector de la
Universidad Autónoma de Guerrero dejara de masticar su chicle, respuesta que
causó estupor. Guillermo era de una exigencia constante, no sólo de una
exigencia intelectual, sino moral. Por eso yo tenía que escoger cuándo era
feliz –afirma Poniatowska cuando se refiere a la vida del astrónomo, cuando
trabaja de noche y duerme de día–, si cuando él se iba o cuando él estaba porque
él se quedaba cinco días a la semana en Tonantzintla en condiciones difíciles.
En aquel entonces había un cadenero que se emborrachaba y cuando quería te
abría la puerta. Luego llegaba su amigo Luis Rivera Terrazas que fue muy
perseguido en Puebla y aparecían pintas acusándolos de comunistas. Todo lo que
vemos ahora ha surgido después.
En el adelanto del
documental de 54 minutos que prepara su hijo Felipe Haro, llamado Homenaje
al Dr. Guillermo Haro y que proyectará en próximos días TV UNAM, sus
colegas Manuel Peimbert, Deborah Dultzin, Arcadio Poveda, Rafael Castero,
destacan sus aportaciones y evocan estampas de su carácter. También se hace un
recuento de los reconocimientos que el astrónomo mexicano recibió: en 1959 es
nombrado miembro asociado de la Royal Astronomical Society de Londres, se reúne
con Mao Tse Tung y, por invitación de sus anfitriones, realiza observaciones en
la montaña púrpura, y en 1986 va a Rusia para recibir la Medalla Lomonozov, el
equivalente al Premio Nobel otorgado por la Academia de Ciencias de la URSS y
que sigue otorgando todavía Rusia, y su hijo Emmanuel Haro lo acompaña.
Rotundo, Haro hijo dice de su padre:
—Era un hombre enérgico
y entero. Decía siempre lo que pensaba porque siempre iba hacia adelante.
Su otro hijo, Felipe, recordó
un viaje que hizo a Cananea para ver a su padre. Aquella travesía, junto con su
madre, lo marcó para siempre. En todos sus buenos recuerdos, dice, hay trenes.
A donde fuera a visitar a su padre éste siempre estaba trabajando, en una
oficina o en la cámara Schimdt, y él en cambio trataba de cazar águilas con una
cuerda. Tenía siete años y quería aprender algunos trucos. Un día, con Pepe
Alva, se puso a taladrar unas piezas que formarían parte de un telescopio hasta
que su padre los regañó a ambos.
—¡Cómo un trabajo así lo
está haciendo un niño! —tronó el astrónomo.
Y las risas de Felipe se
entremezclan con las de sus hijos, Carmen y Paulo, en esa rueda de generaciones
que es la vida, felices de poder correr por donde quieran ya que el homenaje a
su abuelo ha terminado y todos se marchan como un universo en expansión.
Recuadros
Timbre conmemorativo
Con un tiraje de 200 mil
estampillas, el timbre que conmemora el centenario del natalicio de Guillermo
Haro Barraza muestra el telescopio de 2.1 metros del Observatorio de Cananea
que lleva su nombre, la Constelación de Andrómeda, capturada por la cámara
Schmidt de Tonantzintla y una de las
contadas fotografías del científico mexicano, informó Yuriria Mascott Pérez,
directora general del Servicio Postal Mexicano.
Temporada de investigación en el GTM
Alberto Carramiñana,
director general del INAOE, anunció que ya está abierta la convocatoria para
que la comunidad científica y los colegas de la Universidad de Massachussets
presenten sus propuestas de observación para hacer uso del Gran Telescopio
Milimétrico que, durante años, ha estado fuera de operaciones. La temporada de
observaciones será del 1 de mayo al 17 de julio de este año. Para mayor
información se puede consultar la página http://www.lmtgtm.org/?p=579 ♦
Por Arturo Mendoza Mociño