Guillermo Haro Barraza: un héroe cultural tan lleno de cielo


Publicado porJosé Homero el 8:31 p.m.


La piel del cielo de Elena Poniatowska novela lo que fue la vida del fundador del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, ubicado en Tonantzintla, Puebla, donde el pasado 21 de marzo, centenario del natalicio de Guillermo Haro Barraza, sus colegas y sus familiares le rindieron un homenaje en el que se canceló un timbre postal en su honor, se proyectó un video sobre su trayectoria y Poniatowska anunció la aparición de una biografía sobre su marido para septiembre próximo. Este es un viaje a la galaxia que fue el astrónomo más importante de todos los tiempos de México, a juicio del astrónomo Luis Felipe Rodríguez.
El presidente Manuel Ávila Camacho llegó una noche al observatorio de Tonantzintla para otear el cielo junto con Luis Enrique Erro y Guillermo Haro Barraza. Para el nacido en Teziutlán todo lo que sucedía allí era misterioso y cuando preguntó cómo y con qué trabajaban y Erro y Haro respondieron que con espectros, el presidente exclamó: “¡Ay, nanita!”, porque nunca imaginó que las estrellas novas descubiertas se revelaban por primera vez en placas espectográficas.
Ese “¡Ay, nanita!” del ignorante sigue vigente, dijo la novelista Elena Poniatowska, segunda esposa de Haro, en El Colegio Nacional, en septiembre de 2008, en el vigésimo aniversario de su deceso. Porque los políticos y los empresarios no tienen idea de lo que es la ciencia y creen que no hay que invertir en ella ni en tecnología porque podemos importarla de Estados Unidos.
Por eso Emmalñy Aguilar, Andrea Muñoz, Anaely Pacheco y Salvador Ventura, estudiantes de astrofísica y óptica, en el centenario del nacimiento de Haro, el pasado 21 de abril, en la entrada del Auditorio del Centro de Información del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), sostienen que los héroes no tienen por qué ser sólo políticos, en tanto Guillermo Haro es el mejor ejemplo de lo que es un héroe intelectual, un héroe científico que aporta ciencia al país. Gracias a él, insisten los treintañeros, está este instituto y gracias a él pueden realizar sus posgrados.
Ventura retoma el talante crítico que siempre caracterizó a Haro y, como sus compañeras, sostiene que deben divulgarse más las investigaciones que se hacen aquí y que tampoco se homenajee a los investigadores ya una vez muertos sino en vida porque son muchos los que en el INAOE emulan la trayectoria de Haro.
Nuestro atraso se debe a la visión poco crítica de nuestra gente y el legado de Haro es el ser crítico y cuestionarse constantemente lo que uno está haciendo –afirma el joven investigador–, porque la ciencia tiene esta perspectiva de criticar el trabajo de unos y de otros. Y eso es lo que nos hace falta en todos los niveles de formación. Nos falta esa visión crítica. Haro es un ejemplo de ciudadano. No sólo hizo un trabajo brillante en la ciencia sino que cuestionó a personajes importantes de la ciencia de otros ámbitos sobre la situación en que se vivía en el país. Eso es lo que tenemos que hacer todos: ser constantes en nuestro trabajo y ser lo suficientemente sensibles para hacer nuestro papel de ciudadanos para cambiar nuestro entorno. No es posible que hubiera telescopios de millones de pesos en entornos donde hay mucha gente muy pobre. No sólo debemos dedicarnos a las estrellas y los algoritmos, sino ampliar nuestra visión y ver cómo podemos mejorar nuestro país.
Otros presidentes siguieron los pasos de Ávila Camacho y fueron hasta Tonantzintla para mirar las estrellas. Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo fueron invitados de Haro y buscaron en él y en el observatorio un refugio para sus tareas. Como refiere el experto en óptica César Arteaga Magaña, uno de ellos, a saber cuál de todos más terco, discutió con Haro, quien argumentó y argumentó hasta que el presidente terminó dándole la razón y lo felicitó por su valor para enfrentársele.
Si las moscas vuelan bajo
Primero se escuchó un agudo relincho y luego el crepitar de los cascos, los caballos que montaba Guillermo Haro para recorrer Tonantzintla se habían escapado y andaban por aquí y por allá, libres, felices, desafiantes. Esa noche, recuerda Antonia Parquillo, conocida por toda la comunidad del INAOE como Toñita, quien lo atendió en cuestiones domésticas por varios años, el científico mostró otra vez su talante severo y determinante. Todos los caballos fueron lazados de nueva cuenta por ese hombre de acción a pesar de que la noche parecía estar hecha de obsidiana y todo era oscuridad por doquier.
Toñita recuerda que Haro era muy bueno y muy enojón. Le gustaban las cosas perfectas. Por ejemplo a los trabajadores que cachaba holgazaneando les decía:
—Hijos de la chingada, se apuran o se largan de acá.
Exigente y ahorrador con todo y con todos, siempre retaba a sus interlocutores preguntándoles ¿cómo podemos hacer las cosas más inteligentemente? Pero a la vez era muy sociable con el pueblo y  se le podía ver en los preparativos de los festejos de la santa patrona de Tonantzintla, el 25 de diciembre, la Santísima Virgen de la Concepción. Como recordó el investigador emérito Alejandro Cornejo Rodríguez, Haro donó los instrumentos de la orquesta del pueblo para alegrar sus festejos.
Y claro, como publicaron Tania Saldaña, Juan Jesús Juárez y Constantino Villar en el suplemento Saberes y ciencias de La Jornada de Oriente, Haro moría por las quesadillas de hongo que preparaba Toñita. En ocasiones, cuando el comal recibía los dones de sus palmas, ella le advertía:
—Hoy en la noche no va poder observar.
—¿Por qué Toñita?
—Porque las moscas andan volando muy bajo.
Desde siempre, en Tonantzintla se dice que lloverá si las moscas vuelan bajo. La humedad ambiental se va condensando en sus alas y su lento vuelo permite el festín de las golondrinas que las capturan a ras del suelo. Por eso también se dice que la lluvia se acerca si las golondrinas besan el suelo cuando se encapotan los cielos donde moran.
Esos momentos eran una pequeña tregua para Haro como las comidas que, mes a mes, tenía en el restaurante El Vasco, en los portales de Puebla, o en la primera pizzería que abrieron en Atlixco. Ya que Haro era un hombre, en palabras de Poniatowska, que llevaba una vida muy severa porque no se divertía, comía muy frugalmente y trabajaba toda la noche. En las tertulias vascuences, junto con Luis Carrasco y Cornejo Rodríguez, Haro pedía que apagaran la música para repasar mejor los errores que había cometido como científico y funcionario. Aunque siempre tuvo una gesto de por vida.
—Al salir de su casa en la noche, miraba el cielo. Antes de subirse a su automóvil levantaba la vista hacia el cielo. Al abrir la ventana de su recámara en la noche miraba al cielo y se iba y se iba, se iba… Haro siempre fue mucho más allá. En un hombre tan lleno de cielo, la conciencia del espacio y de lo que significamos dentro de él, le hizo darse cuenta que su cuerpo también es espacio y supo muy pronto que era asimismo una versión microcósmica de la bóveda celeste. Respiraba estrellas y la luz atravesaba por él a 300 kilómetros por segundo, a 300 mil, creo, kilómetros por segundo, así como le toma un segundo ir de la Luna a la Tierra. Su cuerpo, como el de otros notables, se volvió un universo, y aunque el espacio interior no tiene forma, Guillermo lo vivió intensamente –ha dicho Poniatowska.
La carta perdida de Haro
Bajo el cielo de Tonantzintla, cuyo observatorio fue creado por Luis Enrique Erro el 17 de febrero de 1942 cumpliendo el deseo de Manuel Ávila Camacho de tener un centro de investigación espacial en su estado natal, se descubrieron doce estrellas novas, varias estrellas azules y rojas y nebulosas planetarias con la ya legendaria cámara Schimdt, cómo funciona que, en aquella época, era uno de los contados instrumentos que había en el mundo y cuyo diseño permitía realizar amplios avistamientos con yerros limitados. Las constelaciones de Orión, Tauro, Cáncer, Géminis, Escorpio, Sagitario, la Osa Mayor y la Osa Menor fueron retratadas en 15 mil placas astrofotográficas desde entonces.
Una noche de 1950, rememoró Luis Felipe Rodríguez, investigador del Instituto Radioastronomía de la UNAM en Morelia, un joven Haro descubriría una de los temas más sexis de la astronomía: un nuevo tipo de nebulosas brillantes que mostraban un espectro muy diferente a otras nebulosas y que a la postre fueron llamados Objetos Herbig-Haro.
Los objetos HH, como también los denominan los astrónomos, son nebulosas cercanas a estrellas recién formadas. Tienen una vida de pocos miles de años y se forman por la interacción entre el gas expulsado por la estrella central con nubes de material gaseoso y polvo interestelar colisionando a velocidades de varios kilómetros por segundo ionizando el gas, como si se tratara del eructo de un bebé. Se requirieron miles de observaciones y placas para entender su naturaleza. Hacia 1980, relató Rodríguez en su conferencia con audiovisuales de distintos objetos HH, se descubrió un nuevo fenómeno en HH28 y HH29: movimiento. En efecto, gracias a nuevos equipos de observación se pudo saber que los objetos HH pueden alejarse y acercarse de la estrella que les dio origen.
—Justo en el centro donde nos había dicho Haro encontramos la fuente donde están saliendo chorros de gas que producen a los objetos HH, son ondas de choque producidas por una estrella remota y eso explica todo porque la estrella está desplazada. Tienen un espectro raro porque son nebulosas que se producen por choque. En esa época era un proceso que no entendía muy bien todavía.
Esos chorros de energía existen mientras la estrella está creciendo, pero luego desaparecen. Ese misterio se suma a otros más inquietantes como los objetos HH oscurecidos, con una fenomenología particular porque no pueden ser vistos con un observatorio óptico aunque estos objetos pueden ser observados con diferentes escalas porque tienen fuentes de emisión óptica en niveles de radio, infrarrojo, ultravioleta y rayos X. Rodríguez dijo que hay casos espectaculares como los HH 80 y HH81 que forman parte de una protoestrella masiva, es decir, cien veces la masa del Sol. A la fecha se han encontrado mil ciento cincuenta de estos objetos.
Lo que tardó más tiempo en encontrar Rodríguez fue la carta donde Haro reportó su avistamiento de estos cuerpos estelares y las dudas que le despertaban. La buscó en la UNAM y hasta en Harvard, donde Haro forjó sus armas como astrónomo y donde recibió todo el apoyo de Harlow Shapley para fundar en México un polo astronómico de vanguardia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esas cartas personales del 30 y 31 mayo de 1950 prueban que el mexicano avistó esos fenómenos mucho tiempo antes de que lo hiciera el estadounidense George Herbig. Lamentablemente, como la producción científica del vecino país es abrumadora, y por ende su publicación en revistas científicas es un imparable alud, los objetos HH llevan primero el nombre de Herbig en lugar de el de Haro, aunque el mexicano, siempre que podía, invertía el nombre y decía que se trataba de los Objetos Haro Herbig. Las pesquisas de años de Rodríguez tuvieron final feliz cuando encontró las misivas en el archivo de Emmanuel Haro Poniatowski, hijo del astrónomo, las cuales fueron proyectadas en las pantallas del Auditorio del INAOE.
—La gran lección es: Hay que publicar rápido –concluyó el versátil y ameno expositor que es Rodríguez.
Si cada mexicano hiciera lo que le corresponde
Sopla una breve brisa la mañana del 21 de marzo y las frondas de los árboles se mecen por encima de trabajadores, técnicos, administrativos y funcionarios que colocan ofrendas florales en la tumba de Guillermo Haro Barraza (21 de abril de 1913-27 de abril de 1988). Otra flores coronan los nichos de Luis Enrique Erro (7 de enero de 1877-18 de enero de 1955) y Paris Pismis Acem (30 de enero de 1910-1 de agosto de 1999).
Este es el sitio del big bang del INAOE, donde comenzó todo, donde Erro colocó en 1942 el telescopio solar gracias a su sordera porque el presidente Lázaro Cárdenas le dio dinero para que se comprara un aparato que le ayudara a paliar su mal y el astrónomo mejor adquirió este telescopio que está guarecido en un edificio de petatillos tan similar en estética y robustez al mítico bungalo de las arañas, donde Fernando Benítez escribió Los indios de México y Carlos Fuentes pergeñó la novela Cambio de piel.
Con dichas auras, Alejandro Cornejo Rodríguez evoca a Haro diciendo que él miraba el cielo, pero también sembraba la tierra con instituciones y observatorios que siguen funcionando. Y Oscar Rossbach, de la empresa óptica Rossbach S.A., sostendrá que México requiere menos diputados, menos políticos y más científicos como Haro porque él impulsó la vinculación entre la ciencia y la iniciativa privada al buscar que una empresa mexicana como Rossbach fabricara los componentes de los telescopios aquí usados.
Los nietos Poniatowska, Carmen, dicharachera rubiecita, y Paulo, más serio y quizás más soñador, toman de la mano a su padre Felipe Haro Poniatowski, y se unen junto con Elektra Haro, hija de Guillermo Haro, a la caravana de invitados que cruzan los recovecos del INAOE, sus distintos niveles y observatorios, y pasan por debajo de la jacaranda que sembró el astrónomo junto con el general uruguayo Líber Seregni Mosquera en protesta por las bombas atómicas lanzadas en agosto de 1945.
Alta y majestuosa, la corona de flores violeta ve pasar a Miguel Ángel Trinidad Hernández, director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Guanajuato, Gerardo González Arizmendi, director corporativo de Planeación Estratégica del Servicio Postal Mexicano, Jacqueline Calderón Garrido, subdirectora de Filatelia de Sepomex, José Juan Espinosa, ese diputado que ha solicitado que se ponga el nombre de Haro con letras de oro en el Congreso del Estado de Puebla, y Eugenio Ledesma, un ingeniero sonorense que trabajó codo a codo con Haro en la edificación del Observatorio de Cananea que se yergue en la sierra de la Mariquita.
Todos escucharán a Yuriria Mascott Pérez, directora general de Sepomex, José Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y titular de la dirección general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, Alberto Carramiñana, director general del INAOE, y Emmanuel Méndez Palma, investigador del INAOE, honrar a Haro en el auditorio del INAOE.
Guillermo Haro Barraza nació en la ciudad de México. Con muchos esfuerzos estudió Leyes pero la orden de embargar una máquina de coser a una pobre costurera lo llevó a alejarse de ese mundo e ingresar  en la Facultad de Filosofía y Letras. Luego, siendo periodista de El Nacional, conoció a Erro, quien lo invitó a trabajar en el Observatorio de Tonantzintla. En el Partido Comunista Mexicano se volvería amigo del novelista José Revueltas y, ya instalado en Puebla, de Luis Rivera Terrazas, rector de la Universidad Autónoma de Puebla. Tras estudiar en Harvard, por apoyo de Erro, Haro señalaba que se debía llegar más lejos e impulsar un riguroso esquema de formación de recursos humanos altamente calificados porque, sin ellos, las buenas intenciones políticas no podían llegar más lejos, dijo en su intervención Emmanuel Méndez Palma.
Por eso tejió una red con políticos donde Hugo Margain (amigo de la infancia y posteriormente Secretario de Hacienda en 1972) le ayudó bastante en sus relaciones con el presidente de la República en turno hasta el punto de decir: “¿Para qué hablo con los angelitos si puedo hablar con Dios?”
Cuando Haro se percató de sus propias limitaciones ante la explosión de conocimiento que le tocó vivir, dejó de observar el cielo y se dedicó a crear infraestructura. Fundó en 1967 el observatorio de Cananea, Sonora, y junto con el Instituto de Astronomía de la UNAM el observatorio de San Pedro Mártir en 1972. Tenía una fe inmensa en la mística de crear, sostiene Méndez Palma.
Si cada mexicano hiciera lo que le corresponde –finalizó el hombre que trabajó con Haro a lo largo de treinta años–, la patria estaría salvada.
En su turno, José Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y director de la DGDC-UNAM, resaltó que Haro transformó en muchos sentidos la ciencia de este país y que, por esa razón, todos los científicos mexicanos están en deuda con él.
—La AMC no existiría sin él. En 1959, un grupo de científicos entusiastas se reunieron en la torre de ciencias de la UNAM para crear un foro de discusión, intercambiar experiencias y conocerse. En aquel entonces eran cincuenta y cuatro los miembros, para principios de los años 60 ya eran ciento doce, ahora somos dos mil quinientos. Con 10 premios Nobel, la AMC es una institución que está poniendo la ciencia y a la tecnología en la agenda nacional.
Un niño precoz
Los descubrimientos astronómicos no se limitaron a los Objetos Haro Herbig. En 1956, como refiere el científico Arcadio Poveda Ricalde en uno de los volúmenes de la Obra científica de Guillermo Haro, publicada por El Colegio Nacional al cual ingresó el 6 de julio de 1953 con el discurso En el cielo y en la tierra, Haro informó sobre una nueva clase de galaxias de color muy azul, que actualmente llevan su nombre. Las Galaxias Haro son diferentes porque, al parecer, han sufrido una erupción generadora de estrellas en muy grande escala. Esta clase de trabajos fue continuada por astrónomos soviéticos que exploraron las relaciones entre las Galaxias Haro y otros objetos aún más energéticos, como son los cuásares y las Galaxias Seyfert.
Posteriormente, en 1959, Haro presentó otro trabajo, hoy clásico, donde demostraba que, contra lo creído hasta entonces, existe un gran número de estrellas azules en el halo de la Vía Láctea. Estas estrellas fueron identificadas en su mayoría como “enanas blancas”, estrellas que habían sido similares al Sol y que, concluida su evolución, estaban ya en esa etapa terminal de su vida.
Además de estos objetos nuevos, Haro y sus colaboradores Enrique Chavira y Braulio Iriarte, descubrieron un gran número de nebulosas planetarias, novas, supernovas, cuásares y objetos aún no clasificados. Este trabajo sólido y continuo dio a conocer en todo el mundo la astronomía de nuestro país. En sus últimos años de vida su actividad se concentró en el estudio de las estrellas-ráfaga que son estrellas más pequeñas y frías que el Sol, las que, repentinamente, aumentan su brillo para volver en unas horas a su estado normal.
Desde su niñez, gracias a su madre, como reconstruye Poniatowska en La piel del cielo con el personaje llamado Lorenzo de Tena, Haro quedó fascinado por los cuerpos celestes. Sin embargo, así como era reacio a ser fotografiado, así se negaba a hablar de su infancia de la que se sabe muy poco. César Arteaga Magaña, quien trabajó con él en el taller de óptica y en el ensamble del telescopio de Cananea, recuerda que el astrónomo hablaba poco de su padre a diferencia de las evocaciones que hacía de su madre y de sus tías. Incluso, alguna vez llegó a decir que en realidad nació en Mascota, Jalisco, y no en ciudad de México.
—Fue un niño muy precoz que quería conocer qué había más allá. Le gustaba escaparse al río Mixcoac, pero sus tías lo regañaban si regresaba con la ropa mojada, por eso le pedía a algunos campesinos para que lo pasaran en hombros o en burro para que no se mojara. Cuando no tenía suerte y regresaba empapado sus tías le decían que fuera por una vara de membrillo para que le dieran un correctivo, pero, con mucha risa, él contaba que se iba por la más pequeñita para que le dieran tundas con esa.
Con ayuda de Sonia Peña, Poniatowska está terminando una biografía de quien fuera su esposo y confía que en septiembre ya esté publicada. En dicha obra, a diferencia de la novela La piel del cielo donde ella misma admite que hay demasiados elementos ficticios, se revisa su nutrida correspondencia y todas las antesalas, encuentros y desencuentros que Haro tuvo con los presidentes de México, situaciones que agotarían a cualquiera, a consideración de Peña.
—En la ciudad de México, Guillermo Haro se levantaba en la madrugada lleno de energía para acudir a las distintas citas con los secretarios de Estado que habrían de apoyar su proyecto, pero a medida que pasaba el día iba desinflándose hasta la depresión. En la Secretaría de Hacienda, en la de Educación, en la de Comunicaciones le ponían toda clase de dificultades para la creación de un nuevo departamento científico o las becas a jóvenes científicos, y le enfurecían la impuntualidad, las antesalas, la burocracia, las secretarias que se pintan las uñas. También le enfurecían los rectores, y alguna vez le preguntaron en una conferencia por qué no tomaba la palabra, y respondió que hablaría en cuanto el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero dejara de masticar su chicle, respuesta que causó estupor. Guillermo era de una exigencia constante, no sólo de una exigencia intelectual, sino moral. Por eso yo tenía que escoger cuándo era feliz –afirma Poniatowska cuando se refiere a la vida del astrónomo, cuando trabaja de noche y duerme de día–, si cuando él se iba o cuando él estaba porque él se quedaba cinco días a la semana en Tonantzintla en condiciones difíciles. En aquel entonces había un cadenero que se emborrachaba y cuando quería te abría la puerta. Luego llegaba su amigo Luis Rivera Terrazas que fue muy perseguido en Puebla y aparecían pintas acusándolos de comunistas. Todo lo que vemos ahora ha surgido después.
En el adelanto del documental de 54 minutos que prepara su hijo Felipe Haro, llamado Homenaje al Dr. Guillermo Haro y que proyectará en próximos días TV UNAM, sus colegas Manuel Peimbert, Deborah Dultzin, Arcadio Poveda, Rafael Castero, destacan sus aportaciones y evocan estampas de su carácter. También se hace un recuento de los reconocimientos que el astrónomo mexicano recibió: en 1959 es nombrado miembro asociado de la Royal Astronomical Society de Londres, se reúne con Mao Tse Tung y, por invitación de sus anfitriones, realiza observaciones en la montaña púrpura, y en 1986 va a Rusia para recibir la Medalla Lomonozov, el equivalente al Premio Nobel otorgado por la Academia de Ciencias de la URSS y que sigue otorgando todavía Rusia, y su hijo Emmanuel Haro lo acompaña. Rotundo, Haro hijo dice de su padre:
—Era un hombre enérgico y entero. Decía siempre lo que pensaba porque siempre iba hacia adelante.
Su otro hijo, Felipe, recordó un viaje que hizo a Cananea para ver a su padre. Aquella travesía, junto con su madre, lo marcó para siempre. En todos sus buenos recuerdos, dice, hay trenes. A donde fuera a visitar a su padre éste siempre estaba trabajando, en una oficina o en la cámara Schimdt, y él en cambio trataba de cazar águilas con una cuerda. Tenía siete años y quería aprender algunos trucos. Un día, con Pepe Alva, se puso a taladrar unas piezas que formarían parte de un telescopio hasta que su padre los regañó a ambos.
—¡Cómo un trabajo así lo está haciendo un niño! —tronó el astrónomo.
Y las risas de Felipe se entremezclan con las de sus hijos, Carmen y Paulo, en esa rueda de generaciones que es la vida, felices de poder correr por donde quieran ya que el homenaje a su abuelo ha terminado y todos se marchan como un universo en expansión.
Recuadros
Timbre conmemorativo
Con un tiraje de 200 mil estampillas, el timbre que conmemora el centenario del natalicio de Guillermo Haro Barraza muestra el telescopio de 2.1 metros del Observatorio de Cananea que lleva su nombre, la Constelación de Andrómeda, capturada por la cámara Schmidt de  Tonantzintla y una de las contadas fotografías del científico mexicano, informó Yuriria Mascott Pérez, directora general del Servicio Postal Mexicano.
Temporada de investigación en el GTM

Alberto Carramiñana, director general del INAOE, anunció que ya está abierta la convocatoria para que la comunidad científica y los colegas de la Universidad de Massachussets presenten sus propuestas de observación para hacer uso del Gran Telescopio Milimétrico que, durante años, ha estado fuera de operaciones. La temporada de observaciones será del 1 de mayo al 17 de julio de este año. Para mayor información se puede consultar la página http://www.lmtgtm.org/?p=579 

Por Arturo Mendoza Mociño

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