Conciencia desechable, instalación de Pablo
Muñoz, artista emergente, será inaugurada en el mes de marzo en el Jardín de
las Esculturas (Ivec). Su autor, quien ha experimentado con diversos materiales
en éste y anteriores ensamblajes, “mediante el uso de juguetes, huesos,
monedas, y textos, pone en evidencia la importancia de volver a pensar el país,
sus imaginarios y la crisis de ciertas construcciones de la identidad
nacional”.
Los jardines
son lugares metafóricos,
poseedores de una perfección y una paz idealistas. Los jardines siempre
significan otra cosa: su vegetación y su flora son materia simbólica. En un
jardín, cada cual es libre de ir a donde le place, de seguir varios senderos,
de escoger por contradicción.
Inventar alegorías ha sido una constante en la
obra de Pablo Muñoz; esto es visible en su instalación Conciencia
desechable, un sembradío de flores de yeso, elaboradas a partir de botellas
plásticas, que el artista reúne escrupulosamente para recrear un jardín
distópico. Un espacio creado no tanto del recuerdo sino de la ilusión, donde
las flores no se marchitan, pues no han sufrido un proceso evolutivo natural;
en contradicción, son producto de materiales de desecho. La estructura alegórica
es pues un recurso visual, que deforma abierta y deliberadamente lo inestable,
otra característica propia del trabajo de Muñoz.
Desde sus comienzos, Muñoz ha combinado la
utilización de materiales no convencionales en el arte (huesos de animales, monedas,
juguetes, botellas plásticas) con temáticas diversas, para elaborar obras de
una singular carga simbólica. En ¿Mexicano?, Muñoz utiliza huesos de
pollo para obtener un híbrido impreciso del escudo nacional, repleto de signos,
que terminan construyendo laberintos reflexivos sobre ciertas construcciones de
la identidad nacional. En estos ensamblajes, como en los trabajos con juguetes,
Muñoz estetizó los elementos, transformándolos en vehículos cargados de
significación: unos, son símbolos directos y otros, mensajes estratégicos.
De esta manera, reflexionar sobre su realidad
social le da a Muñoz argumentos y alternativas para concebir su trabajo
artístico. Este joven creador, mediante el uso de juguetes, huesos, monedas, y
textos, pone en evidencia la importancia de volver a pensar el país, sus
imaginarios y la crisis de ciertas construcciones de la identidad nacional. De
tal forma que cuestiona los postulados culturales sobre los cuales se han
apoyado el conjunto de rasgos colectivos que nos caracterizan frente a los
demás.
La obra Conciencia desechable, por
inaugurarse en el mes de marzo en el Jardín de las Esculturas de Xalapa,
explora un tipo de representación que podría fundamentarse en la frustración de
no poder salir del laberinto que origina una sociedad que no sólo produce
desechos, sino que pone en la misma línea su conciencia. Así, Muñoz adhiere a
esta obra un negro sentido del humor (la flor de yeso está muerta, pero a su
vez, se transforma en materia simbólica). Todo esto a partir de referencias
evidentes en su alusividad, aunque muy finas en elusividad.
Las flores de yeso a partir de moldes de botellas
de plástico descubren posibilidades creativas, no tanto por lo “distinto” del
material (después de todo, cada nueva obra de Muñoz es de un material
diferente) sino, más bien, porque le permiten un continuo estado de
experimentación. El yeso o el plástico no crecen, no se reproducen más, señalan
una sociedad distópica; una cultura “desechable”.
Conciencia desechable es una manera de obligar a la obra de arte a ser
parte activa de la transformación social, creando así una estrategia capaz de
expresar algo más de lo que se ve en la superficie, en la armazón informativa. ♦
Por Manuel Velázquez