Nick Cave con pose de director de orquesta. |
Nick Cave and the Bad Seeds llegaron a México para
presentarse en el Foro del Dinosaurio del Museo del Chopo para el lanzamiento
mundial de su décimoquinto álbum, Push the Sky Away. Esta es la crónica
de Jonathan Flores de ese concierto que tuvo lugar el pasado 18 de febrero.
Para él, Cave, su ídolo, “dejó en claro que es algo que ama, ama la energía de
estar entre los Bad Seeds y sus fieles pastores. Si por él fuera se perdería en
cada canción que interpreta y ese sentimiento es lo que no cambia por nada”.
Ni el último día del decimotercer baktún, ni la toma de
posesión de Peña Nieto, mucho menos la masacre de Connecticut o la trágica
muerte de Miguel Calero me impactaron tanto como la noticia de que Nick Cave
and the Bad Seeds venían a México y se presentaban el mismo día de la fecha del
lanzamiento mundial de su décimoquinto álbum Push the Sky Away.
Por si fuera poco, Cave ofrecería una entrevista
con Diego Rabasa y Raúl David Vázquez en el Foro del Dinosaurio del Museo del
Chopo, pero sólo asegurabas tu pase registrándote en la página del Chopo en
Internet (ofrecieron 180), cuando previamente se mencionó que sería entrada
libre, pero bueno, cuando me enteré de eso era demasiado tarde, las localidades
ya estaban agotadas. Me valió madres, yo iba a caer al Chopo y entrar a la
entrevista.
Partí para el encuentro con Cave a las 8 de la
mañana (de Ángeles del Pedregal) y llegué al museo a las 9:15; la entrevista
estaba agendada para las 12. Mientras caminaba hacia El Chopo se veían a unos
cuantos camaradas pegados en la reja hablando con los encargados del evento y
alcancé a escuchar: “Si no tienen registro, no se dejará pasar a nadie”. A las
11:45 se había pronosticado no dejar entrar a nadie más al foro, pero como
llegaron cincuenta y tantos cabrones o más con registro y sobraban suficientes
lugares, ahora íbamos para adentro cincuenta y siete afortunados sin registro.
En cuanto la puerca torció el rabo y estuve dentro, lo primero que hice sin
dudar fue comprar el nuevo disco conteniendo los gritos que quería pegar, como
de chiquilla de 12 años.
Tomé asiento en la fila más cercana al escenario.
Saludando a sus seguidores, Cave fue recibido con un estrepitoso ¡I LOVE YOU!,
el cual devolvió. Tres sillones y unos cubos que podían fungir como mesa fue la
puesta en escenario, Cave en el centro, Rabasa a su derecha y Raúl a su
izquierda. Sin agravio, no hicieron su trabajo; no pido que sean fanáticos, no,
los fanáticos son monstruosos e incorruptibles según Cioran; simplemente quería
una buena entrevista y no enterarme de las cosas que ya había leído en Wikipedia.
Surgió la típica pregunta que Cave debió haber
respondido en todas las entrevistas anteriores, sobre si sus trabajos como
compositor estaban influenciados por la Biblia o los griegos; para Rabasa
(quien hizo esta pregunta) y para todos los que no conocen a Cave, tiene un
álbum llamado Kicking against the pricks (Dar coces contra el aguijón),
un pasaje tomado de la Biblia, específicamente de Hechos 9:5 y 26:14, o
canciones llamadas The mercy seat, Hallelujah, Oh my Lord,
etc. Si esto lo hubiera notado Rabasa, tal vez se hubiera ahorrado esa
pregunta. Cave respondió que sí, la religión le genera mucho impacto y cree en
esa idea de “creer”, si lo decimos en sus propias palabras, pero refiriéndose a
que nosotros como seres humanos no deberíamos sentirnos ridiculos por el hecho
de que creemos en algo más allá de nosotros mismos. Este argumento lo sostuvo
durante el concierto al interpretar God is in the house, y deseando que
en algún momento este Dios se dejara ver. Al unísono cantábamos el coro junto
con Cave mientras que Warren, dando la espalda al público, se preparaba para
hacer chillar la madera en cuanto Cave le indicara, y en el momento que Warren
puso el arco sobre las cuerdas el pequeño aposento entró en un estado de calma,
concentrado en la melodiosa armonía que emanaba del violín.
De vuelta en la entrevista, el tal Rulo preguntó de
dónde venían sus influencias de interpretación, a lo que Cave respondió con una
anécdota sobre un ensayo escrito por alguna universidad (no dio nombres) donde
se afirmaba que su forma de moverse en el escenario era primordialmente gay,
pero el besar a Blixa Bargeld (ex miembro) en los labios o la forma de tocar a
los miembros de SU banda es simple amor, dijo.
Regresando a la interpretación, Cave dejó en claro
que es algo que ama; ama la energía de estar entre los Bad Seeds y sus fieles
pastores. Si por él fuera se perdería en cada canción que interpreta y ese
sentimiento es lo que no cambia por nada. Durante el concierto, el público pudo
decepcionar a Cave más de una vez cuando advirtió que tocarían Higgs Boson
Blues (canción del reciente álbum) no pude contener mi excitación y salió
de mi boca un estruendoso ¡A huevo! que no dudo se escuchó porque fui el
único que gritó. Como premisa, la rola comienza con su personaje diciéndonos
que no puede recordar nada en absoluto, nos narra el encuentro entre Robert
Johnson y el Diablo. La gente no tomó muy bien las nuevas rolas, lo que no fue
impedimento para que Nick bailara, gritara y pataleara al ritmo de la música
que sus Malas Semillas emitían y yo fuera feliz.
Cave mencionó que Thomas Wylder, encargado de la
bataca desde 1986 con los Bad Seeds, no iba a estar presente durante la gira
ocupando su lugar Barry Adamson, quien fue miembro de 1984 a 1986. Cave se
detuvo por unos momentos para dejar en claro que los ex miembros de los Bad
Seeds no son para él una piel que se va cayendo y la va dejando en el camino,
sino que conforman una familia, lo cual se puede ver con el simple hecho de que
Barry regresó y Blixa pudo haber estado si no fuera por trabajo. En ese momento
supe que en el programa del concierto estaría incluida la legendaria canción
del álbum The first born is dead (sobre el mellizo de Elvis), Tupelo,
lugar de nacimiento de Elvis Presley. Y como lo predije, después de deleitarnos
con la canción de la mano todopoderosa (Red right hand), los acordes de Tupelo
empezaron a resonar en el Plaza y la noche se estremecía más y más.
Para amenizar el Plaza después de haber tocado Tupelo,
Red right hand, Deanna, God is in the house, Cave tomó un
asiento y se apoderó del piano. En cuanto tocó la primera tecla, todo el
público ya estaba con los calzones abajo al saber que venía Into my arms.
Siendo sinceros I was in tears by the end, pero Jack the ripper
me hizo revivir y a todo el Plaza en un instante; aún no me acomodaba después
de haber desgarrado mi voz cantando Jack cuando se dejaron venir con The
mercy seat, aunque con tres minutos menos, para rematar con el blues del
Bosón de Higgs y terminar con Push the sky away.
Fueron 13 canciones en poco más de una hora, y como no
debe faltar se reventó un encore con dos canciones más: la vieja historia del
rudo Stagger Lee y The ship song. El total del concierto fue de
hora y media de salvajes guitarras y letras, pero sobre todo de una desgarradora
sinceridad al interpretar y relacionarse con los personajes que Cave and the
Bad Seeds crean en cada una de esas hermosas piezas de arte que componen.♦Por Jonathan Flores