Han pasado treinta y cinco años desde el lanzamiento de dos discos emblemáticos del rock and roll y el punk: Destroyer de Kiss y Never mind the bollocks de los Sex Pistols. Raúl Criollo conmemora las grabaciones que quedarían para siempre en la historia de la música.
Sin
duda, la banda neoyorkina Kiss marcó el derrotero de su éxito
gracias a la innovación en escena, pero aun sus detractores más feroces se
rindieron ante un par de discos que mostraron la valía musical que podían
tener, particularmente con Rock and roll all nite, suerte de himno
acendrado en la vena más selecta del rock mundial, y sobre todo por el disco Destroyer,
que entre varias piezas notables incluía el tema que les dio un lugar en las
listas importantes: “Beth”, en lo que parecía una afrenta para un grupo
considerado maldito, impuro y de malas mañas, ya que en lugar de ser un tema
que se ejecutara a base de escupitazos y guitarras rotas, era una balada (no de
conquista, como creen los que hasta las programaban en las otrora “románticas”)
con cuerdas y gran orquesta, más un tema de corte soundtrack que el que
se esperaba de unos tipos que sacaban la lengua, usaban turbinas de fuego y
fueron los primeros en sumar tantos metros, altura y peso en un concierto. Lo
más rasposo de “Beth” es la propia voz de Peter Criss. Pero además de eso el
álbum contiene tres canciones ancla de Kiss: “Detroit rock city”, muchas veces
tema abridor de sus conciertos; “God of thunder”, que sirve para que Gene
Simmons escupa sangre y se eleve sobre el escenario en un acto base del show; y
“Shout it out loud”, siempre en el set list de cualquier tour. El resto
de los temas pasa muy bien (especialmente “Do you love me?”, otro de los
favoritos), y no hay que olvidar el arte del disco, con una pintura estupenda
del inglés Ken Kelly (luego lo llamarían para hacer la portada de Love gun),
quien efectuó el arte entre otras cosas para el serial del cómic de Conan El
Bárbaro. En la edición de relanzamiento (bautizada como Destroyer.
Resurrected) viene una portada mejorada digitalmente, y un buen texto del
mismísimo productor Bob Ezrin, quien ha dejado sus huellas en producciones para
Alice Cooper, Rod Stewart, Pink Floyd, Lou Reed, Nine Inch Nails, Jane’s
Adicction, Deep Purple, Aerosmith y, de lo más reciente y recomendable, 30
Seconds to Mars. Vale la pena volver a la esencia volcánica del 76 y su
amenazante, melódico y gozoso Destroyer.
Destroyer.
Resurrected, Universal Music, 2012.
Here’s The Sex Pistols
Para que los Sex Pistols consideraran mejorable una actuación en vivo, ésta
debería acabar a madrazos. Por lo menos era la imagen, el no mensaje, la acidez
cínica y retadora de su estirpe punk, con una línea que muchos consideran
seminal. Johnny Rotten desgarra la garganta, mientras la lira de Steve Jones le
pone sentido a la métrica, Paul Cook contiene a todos en la batería y Sid
Vicious aporrea el bajo con todo lo que tiene (o tuvo), para hacer el trancazo
denominado Never Mind. The Bollocks. Here’s The Sex Pistols, con la
glosa musical de su breve historia, con el collage que afrentaba la
imagen de la reina Isabel de Inglaterra y que la deploraba en el tema “God save
the queen”, alardeando del futuro imposible de los ingleses frente a su
monarquía imperial. En edición doble, con la producción original, B sides, una
tocada en vivo en Estocolmo de 1977, boxset de buen formato y tres temas
también frente a público en Penzance Winter Gardens (con fúrica versión de la
gran rola “Anarchy in the UK”), es la edición perfecta para conocer y querer, o
desconocer y aberrar, a los míticos monstruos del punk. Su única grabación
formal fue suficiente para dejarlos en la historia.
Never
mind. the bollocks. Here’s The Sex Pistols, Universal Music, 2012. ♦
Por Raúl Criollo