El teatro en el teatro


Publicado porEzra Crangle el 12:18 a.m.


Este 20 de noviembre el Teatro del Estado cumplió 50 años de haber sido inaugurado por el entonces Presidente de la República, Adolfo López Mateos, siendo gobernador del estado Antonio M. Quirasco.  En este texto, Francisco Beverido hace un recuento de la historia de la construcción a través de sus dos históricas salas: la Grande, que albergaría a la renombrada Orquesta Sinfónica de Xalapa, y la Chica, escenario de innumerables representaciones teatrales.
Se cuenta que la decisión de dotar al Teatro del Estado de Xalapa con dos salas distintas tenía una razón práctica: la ciudad era sede de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, ya para entonces una agrupación musical con gran trayectoria, y aquí se había celebrado con gran éxito el Festival Casals unos años antes, y contaba también con una agrupación teatral que había tenido una presencia muy destacada en el teatro nacional: la Compañía de Teatro de la Universidad Veracruzana, que había tenido éxitos memorables como Moctezuma II de Sergio Magaña, Felicidad y La danza que sueña la tortuga de Emilio Carballido, Todos eran mis hijos de Arthur Miller, Frontera junto al mar de José Mancisidor, entre otras.
Se cuenta incluso que para principios de los sesenta el gobierno del licenciado Antonio M. Quirasco ya tenía la intención de iniciar su construcción y se había pensado en hacerlo atrás del Parque Juárez. Sin duda un detonante fue también el hecho de que Xalapa fuera designada sede de un Festival Nacional de Teatro en virtud de que un grupo integrado por pescadores de villa Úrsulo Galván, dirigidos por Jesús López Florencio, habían resultado ganadores del festival nacional del año anterior con una obra titulada precisamente Pescadores, basada en sus vivencias.
La construcción no se completó antes de ese festival, como tampoco se hizo en el sitio considerado originalmente. El cambio a un predio aledaño a una gran avenida recién abierta  (la avenida Manuel Ávila Camacho) resultó más adecuado en aquel momento, tanto para las dimensiones que requería el edificio como para su acceso. Así esta nueva edificación pudo contar con dos salas: la Sala Grande, con casi veinte metros de boca y otros tantos de fondo y capacidad para más de mil espectadores, para dar cabida a la Orquesta Sinfónica de Xalapa y espectáculos de danza que necesitaban espacios muy amplios; y la Sala Chica, con diez metros de boca y diez de fondo y capacidad para trescientos espectadores, adecuada para presentaciones teatrales.
La Sala Grande habría de ser el espacio sede para la Orquesta Sinfónica de Xalapa, en tanto que la Sala Chica lo sería de la Compañía de Teatro. Vale la pena recordar que en ese momento la Universidad Veracruzana no era autónoma, por lo que se consideraba que ésta era quien se ocupaba de ser el “brazo cultural” del Gobierno del Estado, de ahí que en un principio el edificio fuera entregado a ella, aunque poco después se haría cargo el propio Gobierno del Estado.
El día 20 de marzo de 1963, según referencias periodísticas, se ofreció allí una conferencia, “La defensa de Don Juan”, a cargo de Luis Jiménez de Asúa; empero, se considera como el estreno formal de la Sala Chica y el inicio de las actividades propiamente teatrales la presentación de una puesta en escena invitada ex profeso por la Asociación Musical de Xalapa, A.C. (que presidía don Adolfo Domínguez –el primer Director del Teatro– y que constituía también el Patronato de la Orquesta Sinfónica de Xalapa): la obra fue La invitación al castillo de Jean Anouilh, dirigida por Daniel Gallegos.
Entretanto, la Compañía de la Universidad, que el año anterior había presentado con gran éxito su versión de Hamlet dirigida por Marco Antonio Montero, aprovechando el magnífico escenario natural que constituía el puente de Xalitic, retornaría a Shakespeare para estrenar, el 18 de mayo de 1963, Macbeth, también bajo la dirección de Montero y con diseños del escenógrafo xalapeño Guillermo Barclay, quien iniciaba ya su trayectoria.
A partir de entonces, la Sala Chica, ahora llamada Dagoberto Guillaumin en honor al fundador del teatro profesional en la universidad y en la ciudad, ha sido el marco para la mayor parte de las producciones de la compañía y de los otros grupos de teatro profesional con que ha contado la Universidad Veracruzana en diferentes épocas: la Infantería Teatral y el Foro Teatral Veracruzano, además de la Compañía del Teatro Milán, y lo que ahora se conoce como Orteuv. Entre ellas, y por citar sólo algunas, podríamos mencionar La mandrágora de Maquiavelo y La cocina de los ángeles de Albert Husson, ambas con dirección de Jorge Godoy, Panorama desde el puente de Arthur Miller y El relojero de Córdoba de Emilio Carballido, dirigidas por Marco Antonio Montero entre 1963 y 1964, Mariana Pineda de Federico García Lorca, La posadera de Carlo Goldoni y El triciclo de Fernando Arrabal, dirigidas por Manuel Montoro entre 1966 y 1968; en tanto que en la Sala Grande se presentarían la puesta en escena de La cenicienta, una producción interdisciplinaria que incluyó a la Compañía de Teatro, al grupo de danza y a la Orquesta Sinfónica de Xalapa, Un hombre contra el tiempo de Robert Bolt con dirección de Héctor Ortega en 1965.
El teatro, en sus dos salas, ha sido sede de dos muestras nacionales, la VII en 1984, aún recordada por muchos de los actores, directores, teatreros y teatrófilos que asistieron a ella, y la XXI en 2002 (con menos fortuna, y ya que en virtud de la remodelación de la fachada tuvo que realizarse entre andamios, polvo y costales de cemento, y con la instalación del sistema de refrigeración actual, eufemísticamente llamado “aire acondicionado”).
Ha recibido también producciones como extensiones de los festivales Cervantino y Latino de Nueva York, así como un Festival Internacional de Marionetas y, por supuesto, los festivales de teatro universitario, creados por Manuel Montoro y Guillermo Barclay, que a lo largo de sus veinte emisiones fueron semillero de actores y directores locales.
Hasta mediados de los ochenta, el teatro recibió no sólo a grupos profesionales, sino permitió la incursión en los escenarios de directores, actores y escenógrafos jóvenes que iniciaban su carrera, como Arturo Espinosa, Enrique Pineda y quien esto escribe, o Ernesto Bautista, escenógrafo xalapeño que creó para la Sala Chica la mayor parte de sus trabajos, varios de los cuales merecieron premios a nivel nacional de la crítica especializada.
La lista de obras que se han presentado en sus foros, ya sea de grupos locales independientes, de grupos profesionales, de compañías de teatro comercial o espectáculos infantiles es muy extensa. Sin embargo hay algunos hitos que merecen destacarse; por ejemplo la presentación de Marcel Marceau en dos ocasiones, la última pocos meses antes de su fallecimiento.
En el terreno de lo anecdótico recordamos que a una compañía yugoslava la sorprendió en nuestra ciudad, poco antes de iniciar su función, el anuncio del fallecimiento del general Jozip Broz, Tito (que a la postre significó el desmembramiento y la desaparición de Yugoslavia como país), lo que provocó la cancelación de la función de ese día.
También en la Sala Grande, Santiago García y el grupo La Candelaria de Bogotá, Colombia, realizaron el estreno mundial de su versión de El Quijote de Cervantes, en una función bastante accidentada por la inexperiencia del equipo encargado de recibirlos.
El primer foro que pisó en nuestro país el director argentino-venezolano Carlos Jiménez fue el de la Sala Grande, mucho antes de la creación de la compañía Rajatabla, con la que habría de regresar años después para presentar producciones como La celestina y El coronel no tiene quien le escriba.
Se ha presentado en la Sala Chica: Albrecht Roser (marionetas para adultos), al igual que El rey se muere de Ionesco, con la actuación de Ignacio López Tarso dirigido por Alexandro Jodorowsky, al igual que el Theatre Populaire Romand de Le Chaux de Fond, Suiza, con las Aventuras de un zorro. Merecen citarse la develación de placa de 100 representaciones de Sacco y Vanzetti de Mino Roli y Luciano Vincenzoni con la Compañía Titular del Teatro Milán de la Universidad Veracruzana con dirección de Manuel Montoro y escenografía de Guillermo Barclay y las actuaciones de Mabel Martín, Salvador Sánchez, Claudio Obregón, Silvia Caos, León Singer, Pilar Souza, María Rojo, Eduardo López Rojas, Claudio Brook y Juan de la Loza, entre otros, así como En los bajos fondos de Máximo Gorki con dirección de Julio Castillo y escenografía de Ernesto Bautista y las actuaciones de Hernán Ybarra, Angelina Peláez, Homero Maturano, Elka Fediuk, Enrique Pineda, Angelina Cruz, Alfredo Sevilla, Alejandro Morán, Manuel Fierro, Luis Miranda, Rocío Cházaro, Macrosfilio Amílcar, Lucía Holguín, Guadalupe Balderas, Hosmé Israel, Loló Navarro, René Campero, Ibet Reyna, Miguel Ángel, Arturo Meseguer y Rafael Cobos.
Además, la presentación de obras como Juegos profanos de Carlos Olmos dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón en una producción de la Universidad Nacional Autónoma de México; ¿Duele Marat? P.D. Sade, paráfrasis de Marat/Sade de Peter Weiss, dirigida por Abraham Oceransky; Eclaboussures (Salpicaduras), basada en la novela de Georges Bataille, con la Compañía de Teatro Experimental Banlieue (Bélgica), dirigida por Alain Mebirouk; Son pláticas de familia de Rafael Solana, con dirección de Manuel Montoro y escenografía de Guillermo Barclay y las actuaciones de Elsa Aguirre, José Roberto Hill, entre otros; Orquesta de mujeres de Jean Anouilh por el Teatro Abierto de Belgrado (Yugoslavia), dirigida por Peter Zec;  Quimera y Don Perlimplín con Belisa en su jardín de Federico García Lorca, con la Compañía Internacional de Madrid dirigida por José Luis Gómez y la actuación estelar de Héctor Alterio; un Espectáculo poético basado en textos de Rafael Alberti, dirigido por Ricard Salvat; Entre Villa y una mujer desnuda, escrita y dirigida por Sabina Berman, con Diana Bracho, Juan Carlos Colombo, Luis Enrique Parra, Perla de la Rosa, Evelyn Solares y Gabriel Porras; El contrabajo de Patrick Süskind, con la actuación de Ari Telch dirigido por Nathan Grinberg; la develación de placa de 150 representaciones de la Historia del tigre de Darío Fo, en adaptación de Boris Schoemann y Raúl Santamaría, con la actuación de este último dirigido por el anterior, en una producción de La Tarántula; o las puestas en escena de Luminaria de Emilio Carballido, dirigida por Juan Ramón Góngora; de Las cartas de Mozart del mismo Carballido con dirección de Evgeni Lazariev, y Escrito y sellado de Isaac Chocrón bajo la dirección de Mercedes de la Cruz; el estreno de Quebranto de la escritora xalapeña Dolores Plaza, dirigida por Abraham Oceransky; La hija de Lucifer de William Luce, dirigida por Manuel Montoro, con escenografía de Guillermo Barclay y la actuación de Graciela Döring; Arte de Yasmina Reza, dirigida por Mario Espinosa y con escenografía de Gabriel Pascal con las actuaciones de Héctor Bonilla, Claudio Obregón, Rafael Sánchez Navarro; La prisionera de Emilio Carballido, dirigida por Mercedes de la Cruz.
Por la Sala Grande, ahora conocida como Emilio Carballido en honor al ilustre dramaturgo cordobés, han desfilado actores y directores de gran importancia tanto en el ámbito nacional como internacional. Allí estuvo la impresionante puesta en escena de Medea, realizada por el Teatro del IMSS bajo la dirección de José Solé y escenografía de Julio Prieto, con Ofelia Guilmáin en el papel protagónico, acompañada de Socorro Avelar, Rafael Llamas, Wolf Ruvinski, Antonio Medellín, Aarón Hernán, Mercedes Pascual, Lola Bravo, Graciela Döring, entre otros; el gran éxito de Enrique Rambal, Bandera negra de Horacio Ruiz de la Fuente, así como un unipersonal de María Douglas. Allí se presentó también Sabueso de Peter Shaffer, dirigida por Manolo Fábregas y protagonizada por él mismo y por Adolfo Marsillach; Mujercitas de Louisa May Alcott, dirigida por Roberto Reséndiz y con las actuaciones de Martha Elena Cervantes y María Rojo; las Locuras felices de Alfonso Arau; asimismo, a su vuelta de Francia, la legendaria puesta en escena de Las divinas palabras de Ramón Valle Inclán por la Compañía de Teatro Universitario de la UNAM, con dirección de Juan Ibáñez y escenografía de Vicente Rojo; ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, dirigida por Xavier Rojas y las actuaciones de Carmen Montejo, Aarón Hernán, Sylvia Caos y Ramón Menéndez; El cambio de Paul Claudel dirigida por Manuel Montoro, con escenografía de Guillermo Barclay y las actuaciones de Javier Marc, Mabel Martín, Ana Ofelia Murguía y Salvador Sánchez; Simio, escrita y dirigida por Abraham Oceransky; o el estreno de La mujer sabia de Luisa Josefina Hernández, dirigida por Roberto Benítez; y más recientemente Festen de Thomas Vinterberg, Mogens Rukov y Bo Hr. Hansen, con dirección de Martín Acosta y escenografía de Alejandro Luna, y con las actuaciones de Diego Luna, José María Yazpik, Karina Gidi, Diana Bracho y Luis Rábago, entre muchos, muchos más.
En resumen, una vida muy fructífera para el teatro pero sobre todo para el público xalapeño y para el pueblo veracruzano.

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