Un televidente en cada hijo te dio


Publicado porEzra Crangle el 6:09 p.m.


Estimado Señor Director de Yo soy 7 Performance:
Cuando el joven Ramón Rodríguez escucha la sentencia de Georges Bernard Shaw “La juventud es una enfermedad que se cura con los años”, ríe pícaramente y prefiere irse con Ana Torroja y su banda de presocráticos para improvisar un blues con los griegos Talesporcuales, filósofo de la diatriba, y Empédocles, amo y señor de las cantinas respetables donde aún se juega dominó, hay buena botana y es el espacio de una comunidad de amigos que liban bebidas espirituales por el placer y el amor.

Tal vez me equivoqué de lugar, o Ramón me dio mal la dirección, pero estoy en el rincón de una cantina viendo, revisando un TVNotas que me traje de la peluquería donde hay desplegados que afirman la llegada de Peña Nieto a la Presidencia de la República mientras los jóvenes del Yo Soy 132-Xalapa acampan en la Plaza Lerdo y tratan de hacer lo imposible: contrarrestar la apabullante difusión de Televisa.

Recuerdo la frase de Monsiváis que de tan citada se convirtió en lugar común: “Televisa es la nueva Secretaría de Educación Pública del país”. Sólo que el cronista ya no alcanzó a ver la evolución de la empresa televisiva. Ha superado su condición de ministerio educativo (sin abandonarlo) para convertirse en poder ejecutivo. Es más, recuérdese que Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, se vanagloriaba de ser “un soldado del PRI”. Hoy su vástago, con rostro de Mad chilango de Santa Fe, lo ha superado; de la infantería logró escalar a general del PRI.

Si la educación sentimental del mexicano medio en la primera mitad del siglo XX se conformaba por el lenguaje florido del barrio, el teatro de carpa, las ilusiones radiofónicas, los melodramas y las comedias cinematográficas, mientras algunos apóstoles del magisterio luchaban con ahínco para terminar con el analfabetismo, en plenos albores del siglo XXI vemos que la tarea completa la ha hecho la televisión bajo el concepto Televisa.

Al menos Pepe el Toro, Cantinflas y Tin Tán tenían sus dejos de rebeldía, o Agustín Lara, quien con todo y su aceptada cursilería hilvanaba poemas modernistas junto con el bolero, y José Alfredo Jiménez se erguía como el profeta de todos los destinos. Hoy las generaciones con un nivel promedio de tercer grado de primaria reciben desde su nacimiento el comercialote dominical de tres horas de Chabelo; las telenovelas donde la producción de bebés fuera del matrimonio es una verdadera explosión demográfica que genera violencia, intrigas, peleas a muerte por las herencias; futbol mediocre ensalzado como el máximo de los deportes; la Virgen de Guadalupe con guiones mejorados que ni a la Iglesia católica se le hubieran ocurrido; reality shows donde la banalidad es la divisa del bodrio; niños que actúan como adultos y adultos con mentalidad de ocho años; y noticiarios con una realidad limitada a 42” de pantalla como máximo (mezclada con) manipulación, estigmatización y superficialidad (una impugnación legal a la elección presidencial es nota de un minuto y la boda de Eugenio Derbez junto con el relanzamiento de la Familia P. Luche, 15 minutos). Ni fijarse en los medio estatales televisivos que mueren por ser televisos. Basta ver que el canal estatal que se mantiene con nuestros impuestos anuncia con bombo y platillo sus transmisiones del Cañonazo Musical o los 40 Principales, subproductos de la subcultura Televisa que enarbola con orgullo el grupo Oliva Radio.

Ante esta educación constante, penetrante hecha para los jodidos (dixit el Tigre Azcárraga) no es de extrañarse que la Presidencia de la República sea ganada como los concursos de la reina del Carnaval: quien compre o venda más votos, tendrá el cetro para que los esclavos y plebeyos la vitoreen. Es el caso de Peña Nieto, maniquí moldeado a modo por los poderes fácticos. No importa lo que diga, no tienen valor sus constantes deslices intelectuales, ni siquiera vale la pena tratar de entender su demagogia rebuscada, todo lo que diga es lo de menos, lo que importa es la parafernalia, hacerlo pasar como galán que regala despensas, tarjetas para el supermercado o para el teléfono; que firma promesas sin sustento legal; que su “esposa” es actriz de telenovela, lo que sea, el campo está muy bien abonado para evitar el análisis, la crítica y la rebeldía de las mayorías. Hay que burlarse y usar a la prole, en fin que está acostumbrada a perder y agachar la cabeza.

Para mí, lo rescatable de este proceso electoral es la irrupción de los jóvenes agrupados en el Yo Soy 132, que tendrán sus errores, sus desavenencias, sus formas distintas de pensar, pero están lejos en creer en un proyecto que se sustenta en la corrupción, la impunidad, el valemadrismo y la tiranía del poder. Ya veremos hasta donde desemboca. No es lo mismo ser teleadicto de los canales 13 y 2 a ser activista del Yo Soy 132. Por lo pronto me quedo con la rola de Calle 13, que dice: “Si quieres cambio verdadero pues, camina distinto”. 

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