Desde los orígenes del Hay Festival en su arraigo galés hasta los
pormenores de la creación, el escritor y crítico literario Noé Cárdenas, relata
e informa sobre lo que esperamos de la segunda edición del prestigioso festival
internacional cuyo punto de fuga es la conversación y los encuentros. Xalapa,
por segunda ocasión, capital cultural del mundo por unos días.
Nada más aburrido e inútil que las presentaciones de libros: un departamento
de mercadotecnia invita a los amigos de su autor para que hablen bien del libro
que se presenta mientras que algunos familiares y otros amigos asisten a
bostezar un rato. En cambio, una sobremesa con varios conversadores
inteligentes –o una tertulia– se antoja mucho más provechosa para atraer temas
de interés o interesarse en temas de los que uno tenía noticia. Sobre todo,
este tipo de charlas traen lecturas a la mesa que consiguen sembrar alguna
semilla de sabiduría.
Este espíritu es el que mueve al Hay Festival, célebremente calificado
por Bill Clinton como el Woodstock de la mente, pues merced a su organización
hay todo menos presentaciones de libros y, a cambio, hay charlas, mesas
redondas, debates, exposiciones, conciertos (por ahí andarán los tacubos),
muestra de cine (se proyectará la película de Mario Bellatin Bola negra) a lo largo de varios días en
los que la ciudad sede reluce con presencias sólo dables bajo circunstancias
extraordinarias.
El Hay Festival, encuentro literario y artístico que se originó en 1988
en el pequeño poblado de Hay-on-Wye en Gales, a iniciativa del librero Richard Booth,
que consiguió que en 1971 el pueblito se convirtiera en un santuario para
bibliófilos, ahora se lleva a cabo en diez ciudades distintas del mundo.
Hay-on-Wye, poblado de unos dos mil
habitantes y 41 librerías se antoja idóneo para el intercambio de libros, de
lecturas, para la conversación y para tener invitados a charlar de temas
diversos. Tanto que, según cuentan, cuando se lleva a cabo el festival unos ¡80
mil! visitantes abarrotan las posadas, los restaurantes, pubs y cafés. Y, si
bien es común que en la campiña inglesa, apenas a unos kilómetros de Londres,
haya pueblitos con librerías de viejo donde hallar joyas bibliográficas a
precios bastante accesibles, es Hay-on-Wye con sus librerías de viejo y su
festival –que este año cumple un cuarto de siglo– el que se ha vuelto
conspicuo.
En México, el festival tiene como sede –desde el año pasado– a Xalapa,
Veracruz.
Este espíritu cordial y festivo es el que perdura durante los pocos días
de actividades –mesas redondas, conciertos, exposiciones, puestas en escena,
muestra de cine– en los que es deseable que los asistentes se acerquen a los
invitados, pues, a diferencia de otros encuentros, el ánimo del Hay procura que
asistentes e invitados sean peatones de la misma comarca, si bien el
intercambio y la compra de libros viejos ha sido sustituido por las ideas que
los escritores traen de todas partes del mundo.
El año pasado, por ejemplo, en un mismo espacio se podía hallar a Martin
Amis y a Richard Ford, dos gigantes de las letras anglosajonas; mientras que
este año vendrán dos premios Nobel: Jean-Marie Gustave Le Clézio y Wole Soyinka, por mencionar a
las celebridades. Sin embargo estos gigantes que por su trayectoria ya le
darían lustre a la más prestigiosa arena cultural no soportan ellos solos el
peso del festival, es en la conversación donde descansa la esencia del
festival. Le Clézio, por ejemplo, conversará con Jean Meyer y con Martín
Solares (este último tradujo el relato del Nobel 2008 El día que
Beaumont conoció a su dolor), mientras
que el Nobel nigeriano Wole
Soyinka participará en un recital poético, codo a codo, con Tishani Doshi
(India), Roberto Echavarren (Uruguay), Luigi Amara, José Luis Rivas, Marcelo
Uribe, Tedi López Mills y Aurelio Major (México); y charlará sobre su
trayectoria con Peter Godwin, entre otras actividades.
Obra en la
que se conjugan la buena literatura, una traducción notable y un diseño sobrio
y refinado, El día en que Beaumont
conoció a su dolor es la "nouvelle” de Jean-Marie Gustave Le Clézio
que en México publicó Almadía. Con ocasión de la aparición de esta obra, Martín
Solares comentó:
"Para
Le Clézio la escritura es como un submarino en el cual va a poner al lector y
lo va a sumergir, y lo va a llevar a terrenos inconcebibles". La trama
quiere que Beaumont despierte a mitad de la noche atenazado por un dolor de
muelas que irá en ominoso ascenso.
"A medida
que avanza la noche y este personaje siente que el dolor se acrecienta tiene la
sensación de que se está separando del mundo. Y creo que este que fue uno de
los primeros textos escritos por Le Clézio, señala el camino que va a seguir
este narrador en algunos de sus trabajos posteriores", continuó Solares.
"Él adopta distintos códigos (realista, fantástico, surrealista,
existencialista en cierta medida) para examinar todos los ángulos de su
tema."
Obsesionado
por dar a conocer este pequeño clásico contemporáneo a los lectores de habla
hispana, Martín Solares cuidó el estilo, el sonido, cada coma del original.
"Yo
quería que el lector mexicano o el lector en lengua española tuviera la
impresión de que este libro se escribió originalmente en esta lengua, que no se
notara ese efecto rarísimo, tan molesto, que es la sensación de estar caminando
por un terreno que no es ni el del español ni el del francés", explicó.
El diseño
de este libro artesanal, cuya factura y buen gusto alienta al lector ante la
abundancia de ediciones feas y mediocres, corrió a cargo de Alejandro
Magallanes, cuyo sello personal ya es inconfundible en el mundo editorial
mexicano.
"Lo
que hizo Alejandro Magallanes fue inventar además los objetos que acompañan a
este personaje, más bien la percepción que este personaje tenía de los objetos
que lo rodeaban. Y con el sentido del humor y el talento que le son propios,
trató de representar las ideas fijas y los recuerdos que tenía este personaje a
medida que la noche transcurría", concluyó Solares. Si en México se pueden
hacer libros como éste, el presente alcanza a perder un poco de su negrura.
Sorteando
la solemnidad de las conferencias magistrales que se ven en otros contextos, el
Hay Festival organiza mesas temáticas con un ánimo mucho más cálido y
aterrizado que se antojan saboreables ya desde el título. Por ejemplo, el año
pasado, el argentino Ricardo Piglia reflexionó en torno a la frase de William
Fulkner: “Escribí The Sound and the Fury y aprendí a leer”, y desató
su charla con otras preguntas como ¿cuál es el canon de los escritores frente a
los libros que leen?, ¿realiza el escritor una lectura objetiva?, y ¿qué es lo
que busca un escritor a través de la lectura? No hacía falta ser escritor para
poder apreciar a fondo la deliciosa charla de Piglia merced a su habilidad de
ser un conversador consumado.
En aquella
ocasión, en una conversación privada con Piglia, salió el tema del cuento, en
relación con los nuevos medios electrónicos. “El cuento –me comentó el
argentino– tiene la virtud de funcionar bien en los nuevos medios, mejor que la
novela, digamos, es mucho más fácil hacer circular un relato de 2 mil palabras
en Internet, yo creo que es el gran futuro del género: esta circulación
maravillosa que ha habido en los medios nuevos, tecnológicos, le dan al género
un espacio que no tenía.” Y sobre las ventajas creativas de las limitaciones en
los formatos, el autor de Plata quemada
me dijo:
“Los
grandes cuentistas, desde Poe, Maupassant, Chéjov y los cuentistas
norteamericanos: Salinger, el propio Hemingway trabajaban para revistas que le
ponían límites a la cantidad de palabras que podían desplegar, y esa
restricción es siempre bienvenida para un artista; a diferencia de lo que suele
escribirse espontáneamente, los artistas agradecemos la restricción. Porque lo
otro, son tantas las posibilidades que al final la creatividad se pierde en
elegir la posibilidad, mientras que formas que están limitadas nos ayudan a
concentrarnos.”
Conforman
la esencia de este encuentro excepcional desde asuntos muy particulares, como
éste sobre la suerte que corre un género literario en la actualidad, hasta
asuntos de otro talante, con una envergadura social. Así, la leyenda de este
año reza: “El festival es una
celebración de ideas e historias y su importancia es mayor que nunca, puesto
que en este momento hay escritores y periodistas poniendo sus vidas en peligro
para contar la verdad. Estas verdades imaginan el mundo como es y como debería
ser”.
Resulta notable que los organizadores del Hay consideren no
sólo en la misma misión sino en el mismo grado de importancia tanto a
escritores como a periodistas. Este año departirá con los asistentes al
festival Jon Lee Anderson, escritor universal entre los periodistas gringos, al
que es muy fácil adoptar como un autor favorito. En la mesa “Investigando la
actualidad”, acompañarán a Anderson, Lydia Cacho y Diego Osorno. Esta vocación
de cobertura no es nueva. En el Hay del año pasado abordaron temas graves de
competencia común autores como el colombiano Daniel Samper Pizano y el
español Manuel Vicent.
“Después
de haber padecido este fenómeno que no lo había padecido hasta ahora ningún
país realmente en la forma en la que lo padeció Colombia y ahora lo empieza a
padecer México y Guatemala y otros países, llega uno a la conclusión a la que
llegaron las autoridades de Estados Unidos en época de la prohibición. La
solución es sacar del mercado de la droga a los criminales. Y eso sólo se logra
acabando con la prohibición”, declaró en entrevista Samper Pizano.
“Y sólo
empezamos a ver y a sentir lo que eso significaba cuando ya no hubo novedades
simplemente noticiosas, rápidas, sino hubo crónicas que contaban historias
humanas. Historias de destazados, historias de viudas, historias de huérfanos
donde había gente de carne y hueso, colombianos que estaban sufriendo, que se
llamaban Jorge o que se llamaban Marta o que se llamaban Pedro. Cuando uno ya
tiene contacto con el ser humano –y eso es la literatura, la literatura es eso:
no es contacto con masas, es contacto con seres humanos–. Cuando uno tiene
contacto con el ser humano cambia la mirada.”
Hoy México
ha volteado a ver el ejemplo colombiano desde varios frentes para dispersar la
sombra ominosa que nos aqueja provocada por el narco y la inseguridad
generalizada a la que un combate pobremente planificado y sustentado ha dado
lugar. Al respecto, desde la trinchera periodística, Samper Pizano recomendó:
“Al mismo tiempo es indispensable que se esté haciendo periodismo, pero buen
periodismo. No es fácil decirlo en una sociedad que está atemorizada. En
Colombia hemos padecido muchísimo este tipo de violencias, han muerto muchos
periodistas; otros no han muerto pero hemos tenido que exiliarnos. Pero ha
habido siempre un frente común. Una de las soluciones fue que los periodistas
nos reunimos y decimos vamos a publicar las noticias sin nombres, vamos a
trabajar todos los grupos anónimos de periodistas, trabajábamos y publicábamos
en todos los periódicos. En todos iba la misma noticia.”
Y mientras
que Jon Lee Anderson, Lydia Cacho y Diego Osorno ahondarán en el urgente
quehacer periodístico, otras sutilezas enteramente adscritas al temple poético,
al arte para todos –siempre y cuando esos “todos” sean la inmensa minoría (para
citar a un clásico)– los asistentes al Hay Festival 2012 escucharán de viva voz
los poemas de Wole Soyinka, pero también, como lentos viajeros o hijos sin
hijos estarán cerca de ese escritor “del no” que ha renunciado a la gran
literatura de aparador o de premio en pos de una poética íntima, casi secreta,
para iniciados: Enrique Vila-Matas. ♦