No recuerdo con exactitud el año en
que empecé a colaborar con Performance, por lo tanto no tengo la certeza
de haber participado en los diez años que duró la empresa encabezada por José
Homero y compañía. Diez años en los que, como escribí en la colaboración para
la edición que celebraba el decenio de vida del periódico, hemos sido testigos
de la transformación, para mal, de nuestro entorno social, político y de
seguridad.
En diez
años pasamos de la posibilidad de la alternancia en el poder a la fragmentación
de una izquierda cada vez más comodina; una derecha voraz y puritana, y un
priismo que no olvida su esencia predatoria. Hoy vemos al primer gobernador
“independiente”, ajeno a siglas partidistas, pero dependiente de quienes
detentan el poder económico de un estado como Nuevo León, donde manda la
empresa, no los partidos.
En ese
mismo lapso, el ejercicio de la cultura en Veracruz si sobresalió fue por
iniciativas independientes, dispersas; la parte oficial se mantuvo dentro de la
normalidad, con el estigma de haber perdido la posibilidad de que el Hay
Festival adquiriera carta de naturalización en Xalapa. El argumento de que el
retiro de la sede obedeció a las agresiones a la libertad de prensa en la
entidad, me parece más bien la salida “elegante” a la falta de presupuesto para
sostener un festival de estas características, pero en realidad pueden ser sólo
figuraciones mías.
La
emergencia de movimientos sociales ha sido tan efímera como inútil; hasta ahora
no han logrado transformar la sociedad ni los subcomandantes ni los poetas. Los
jóvenes, ávidos de épica, se montan de pronto en olas que sólo les auguran un
buen revolcón en la arena y nada de epopeya. Cada día sus expectativas son más
cortas y su desencanto más profundo. Su esperanza, su visión de futuro se
diluye, nada hay que los aglutine y cuando brota, a la vuelta de unos días se
les traiciona y de nuevo la nada, el páramo como visión de futuro.
Dejo
para el final el estado que guarda la prensa en la entidad, hoy de nuevo foco
de atención por el deceso de un reportero en la Ciudad de México, cargado a la
cuenta del gobernador Javier Duarte, sea cual sea el resultado de la
investigación. He insistido y lo seguiré haciendo, no todos los homicidios de
periodistas tienen que ver o son resultado de su trabajo periodístico, ni todos
los reporteros por el simple hecho de serlo son santos y ajenos a las
debilidades humanas de toda índole. Es curioso como la memoria es corta en
estos asuntos. En todas esas marchas y arengas ya nadie se acuerda de la
extraña muerte de José Miranda Virgen; la desaparición de Jesús Sandalio Mejía
o el homicidio de Raúl Gibb. ¿Será que ellas no afectan la libertad de
expresión?
Es una
lástima José Homero que la situación económica –imagino que las razones
personales que adujiste al comunicar tu decisión de cerrar el diario son
muchísimo más amables– te orille a desistir de seguir conduciendo esta nave a
la que gentilmente me convidaste a subir, no sé si hace diez, o nueve u ocho
años.
Agradezco
enormemente aquel encuentro en la calle, porque eso sí lo recuerdo, cerca del
mercado de San José, donde me invitaste a colaborar para el periódico, lo cual
me dejó sorprendido y con un terror espantoso al no saber en principio qué
hacer, qué escribir, y luego no tener la confianza de si mi trabajo tendría la
calidad suficiente. Pasé la prueba y de ahí en más mis trabajos fueron bien
recibidos en las páginas de Performance.
La
invitación me llegó justo en un momento en que me decantaba en una profunda
crisis del oficio escritural, pues no tenía alicientes ni espacio que me
aseguraran la lectura de mi trabajo y lo encontré en Performance.
Performance se va
en una coyuntura en la que su presencia en la vida social y cultural del estado
es muy necesaria ante la carencia de espacios reales para el ejercicio de la
crítica, la crítica inteligente, con argumentos, no aquella que apuesta a la
diatriba y al insulto por el simple hecho de sentirse iconoclasta. Un abrazo
para ti, Homero, y para todo tu equipo, como siempre con el agradecimiento por
su paciencia y por su tozudez para mantenerse hasta lo posible. ♦
Por Luis Enrique Rodríguez Villalvazo