Convocar a un festival único en
México, dedicado a los títeres que no son para niños, en sí mismo
representa todo un reto; siendo además totalmente independiente, léase: sin
apoyo oficial o gubernamental, suena a locura. La Candileja le había apostado
por seis años consecutivos, partiendo de su iniciativa y esfuerzo constante, a
realizarlo por su cuenta, plasmando en cada emisión una cartelera
representativa de la temática y por demás exitosa.
En su séptima emisión se
agrega Unima-Veracruz a la enorme tarea, presentando igualmente un cartel de
primera, con estrenos en el Festival y en algunos casos, estrenos mundiales,
como We need to kill Lolita de Edwin Salas.
La obra toma como
pretexto la novela Lolita de Vladimir Nabokov para imaginar la historia
de Lolito, un transexual enamorado perdidamente de Humbert Humbert, el
protagonista de la novela, que ante la negativa de este por amarlo, se
transformará en un sádico asesino de nínfulas, de lolitas, a quienes acusa de
su desgracia y de su amor imposible.
El montaje mezcla de
manera atrevida y acertada elementos del teatro de títeres de objetos, danza,
música en vivo por medio de un bajo eléctrico y música por demás retro (Raphael
y la Trevi, que están resurgiendo en el gusto de las disqueras, por cierto)
reproducidos en un tocadiscos de 45 y 72 rpm. Nos hubiera gustado escuchar en
su totalidad la propuesta sonora, pero algo ocurrió en el estreno y no sonaron
varias piezas y efectos que son acentos importantes en el montaje. Ni hablar,
el teatro es vivo y, aunque suene a frase, es cierto.
La pieza está aderezada
con imágenes fuertes, como el acto de autocastración y transformación de Lolito
en no sé qué… como el desnudo y exhibición del cuerpo de Lolita, encadenada
como un perro, ofrecida sin pudor a un público que Lolito supone está ahí, en
la sala, por el mórbido deseo de verla. La presencia de ella en la escena se
presenta de manera acertada, ya que no obstante su belleza, ante la crueldad e
inhumano de la situación, ella deja de simbolizar un objeto de deseo, de
placer, convirtiéndose en víctima de la locura de un sádico, representando a un
animal herido y atrapado, que se sabe condenado al matadero.
La corporalidad y
gestualidad de ambos actores es muy limpia, con un manejo adecuado de la
energía para cada escena. A Edwin de pronto no se le escuchaba muy bien en
varios momentos de sus soliloquios, donde, a mi gusto, abusó del susurro, sin
conocer la acústica del foro donde se presentaron. Es de los avatares que se
enfrentan las compañías en los festivales, no hay tiempo para ensayos previos,
va una obra tras otra.
El público respondió de
maravilla ante el estreno, dejando un excelente sabor de boca, ya que con ellos
arrancó el festival, continuando con una semana dedicada a los títeres que
no son para niños.
Queda demostrado el
enorme arraigo de los títeres entre el público xalapeño y alrededores, llegando
incluso a venir gente a la ciudad por su oferta tan variada y de calidad,
buscando cosas nueva. Siguen otros festivales de títeres en la ciudad (Verano
de Títeres) y en el puerto de Veracruz (Festival Sergio Peregrina),
convirtiéndose la región en un foco importante en la producción y difusión de
los Títeres.Gracias por asistir al as funciones para que ¡vivan los títeres!
Dirección: Edwin Salas Acosta. Edwin Salas Performance
Studio. Música de Mocedades, ABBA, Sara Montiel, Gloria Trevi, Raphael y Miguel
intervenida por Teresa Arias y ejecución del Bajo Eléctrico.
Lolita: Itzhel G. Razo. Charlotte Haze, espíritu de la madre
muerta de Lolita: Teresa Arias. Lolito, anónimo enamorado de Humbert: Edwin
Salas Acosta. Humbert: Jose Alberto Gallardo Fernández –aparición en fotografía
y voz grabada.
Fotografía interactiva: David Flores Rubio. Vestuario: María Teresa
Trentin. Diseño de luces: Alejandra Vega. Asesoría actoral y dancística: Itzhel
G. Razo. ♦
Por Cuitláhuac Pascual