El caso es muy felizmente distinto ahora, pero
no pocas veces las galerías institucionales olvidan que una de sus funciones es
ir más allá de lo probado, de lo residual y lo dominante, para mostrar lo que
emerge, sin reducir este concepto a las innovaciones o aportaciones
trascendentales para literalmente incluir “lo que sale a la superficie”, esto
es, para visibilizar autores y obras en sus primeros pasos, efectivamente,
considerando ese umbral, esa magnitud mínima a partir de la cual es pertinente
enseñar las cosas. Es así como vamos conociendo a los nuevos artistas y así
como ellos van haciéndose de espacios, con la ventaja de que tal mecánica
contribuye a propiciar la aventura al tiempo en que se opone a la parálisis, la
inmovilización, el estancamiento; a ese más de lo mismo. La sistemática creencia de que desde el
inicio de una carrera artística hay que eludir los temas ya tratados y las
formas ya hechas a fin de privilegiar la originalidad, para entonces legítimamente
exhibirla, constituye un dogma tan inoperante como sostener lo contrario:
cancela libertades, tanteos, oportunidades, disparates, versiones, accidentes y
aciertos y en suma un capital que bien puede traducirse en contribuciones
valiosas que eventualmente rocen o instauren alguna categoría de lo insólito.
Si ya nadie debiera interpretar Blue moon porque corresponde a un
espíritu romántico medio perdido y porque suena a vieja y porque desde 1934 la
han cantado The Marcels, Billie Holliday, Ella Fitzgerald, Elvis Presley, Mel
Tormé y muchos otros, nos quedaríamos sin las notables interpretaciones de
Ahmad Jamal o Heidi Feek, por ejemplo.
Son dos las ideas: por algo se empieza y no hay que quedarse en
eso. Y a veces hacer lo mismo no es lo
mismo.
Exponer
es ponerse fuera y, si de estudiantes se trata, la exteriorización es de dos
modos: uno que se relaciona con lo que aquéllos tienen qué decir, que pasa por
la suma de experiencia, cultura, imaginación, ideas y actitud, lo que se
materializa y muestra; otro que representa la salida del aula como una práctica
que refuerza la enseñanza a través de la puesta en juego de una obra que ahora
será percibida y valorada entre miradas que no necesariamente son académicas y
que, por lo tanto, no tienen por qué compartir las premisas del taller o del
salón de clases.
Se
trata así de una experiencia estrechamente vinculada con la idea de
profesionalización del alumno de artes, esto es, ese ejercicio que de fondo es
social y que se fundamenta en la intención de mejorar e incrementar la pericia,
aptitud o competencia para ejercer la profesión o el oficio.
Visto
en el contexto del aprendizaje como un proceso de construcción, esto además en
el terreno de la enseñanza de las artes visuales, el hecho de exponer es,
además, necesidad y problema y oportunidad –también para la discusión– pero,
sobre todo, cimentación de conocimiento, doble, porque está lo que se hace y lo
que puede aprenderse de lo que otros dicen de ello, extramuros, es decir, más
allá de las fronteras de los saberes en cierto modo familiares que suelen abordarse
y discutirse en el ámbito de una experiencia educativa al interior de la
academia.
Esta exposición
colectiva de estudiantes de la Facultad de Artes Plásticas en la Galería
Ramón Alva de la Canal es la más reciente de una serie que viene de una larga
tradición, del hábito y la costumbre de establecer y mantener la presencia del
quehacer de los alumnos, situándolos en los espacios que corresponden con su
función de productores en formación, sin postergar su inserción en eso que para
muchos efectos puede llamarse “el mundo real”, o sea donde concurren los
públicos iniciados y profanos con los que desde ya y en el futuro habrá que
sostener un diálogo, deseablemente pertinente o impertinente pero eficaz.
Entre
muchos otros, desde el 27 de febrero participan Addy Daniela Vázquez, Cristina
Samadhi, Daniel Teodoro, Lisandro Santiago, Mar Andrea Aldana, Gerson García,
Miguel Beltrán, Marlén Portilla, Isabel Zárate y Manuel Hernández, Los niveles
varían, van de un extremo a otro, pero hay muchas obras verdaderamente
admirables por las hechuras, los conceptos o ambos, lo que mueve al gusto y
estimula la creatividad, la participación, las ganas de hacer y de estar. Llama
la atención, sin embargo, que la pintura, el grabado y otros géneros afines
interesen más que expresiones o modos de hacer vinculados con lenguajes y
medios más recientes: instalación, video, videoinstalación, animación, arte
sonoro, neográfica o híbridos de alguna clase. ♦
Por Omar Gasca