Chiquito pero picoso. Tyrlon Lannister |
“El
invierno se acerca”. Con esa frase entramos a un mundo intoxicante, una
realidad paralela, un universo fantástico, cruel y miserable. La narrativa de
George Raymond Richard Martin en su saga “Canción de hielo y fuego” parece una
historia universal pero mucho más torcida, y con esteroides, muchos esteroides
y algún LSD, con semejanzas a lo que ha transcurrido en la historia de la
humanidad. El autor nacido en Bayonne, Nueva Jersey, escribe sobre un anhelado
“Trono de Hierro” que se encuentra en disputa entre las familias nobles de una
tierra llamada Westeros, donde los dragones y la invocación de las sombras o
los vampiros-zombis existen pero son pequeñeces con respecto a las intrigas
mayúsculas de la capital o Desembarco del
Rey (onda José Córdoba Montoya en los Pinos).
HBO
Home
Box Office es un canal de cable que ha crecido desde 1972 en Manhattan con la
primera e indiscutible visión de transmitir peleas de box como la de Joe
Frazier y Muhammad Ali (1975) en directo, completando sus emisiones con películas,
lo que más adelante les llevó a incursionar en la producción. Para 1986, HBO se
convierte en una de las primeras emisoras por vía satélite con señal
restringida, para ser recibida por los suscriptores que mes con mes pagan por
ver esta cadena.
Las
historias de éxito en seriales televisivos de ficción comienzan y terminan con
HBO, por enumerar algunos casos extraordinarios: The wire, Sex and the city, Band of brothers, The Sopranos, True blood,
son todos mecanismos de dominación de audiencias, que todos los domingos en
la noche se esclavizan a su monitor y los lunes por la mañana despepitan, cotillean y elaboran sobre las posibles ramificaciones en
siguientes episodios, sorprendidos, como no esperaban, por el que acaban de
ver.
Dos
eventos nos llevan al la edad dorada de la televisión de paga: la dispersión de
las señales a través de cadenas de cable en varias partes del mundo que
evolucionó en el desarrollo de la televisión directa a casa (platos como Sky) y
la invención de los box sets de series que permitió al ávido, pero ocupado, o
muy-pobre-para-televisión-de-paga-como -el-que-escribe-estas-líneas, espectador
seguir su serie favorita, a través de la renta o compra de cajas de discos,
apilables en maratones, que pueden durar una temporada completa o varias
(incluidos documentales, errores y escenas eliminadas), si se trata de un
puente vacacional, una reacción a los tacos de la esquina, o la depresión
inminente tras el rechazo amoroso, etc.
No
podemos dejar de mencionar que la distribución de contenidos por Youtube, la
piratería y los tributos de fans que van desde dibujos, versiones de los temas,
hasta blogs, trailers manipulados o parodias, acrecientan el fenómeno mediático
de manera viral.
El serial
La
categoría correcta para este tipo de programas que comparten un arco argumental
y tienen una relación entre los episodios es la de serial, serie es más bien un
grupo de programas con un género similar aunque no tengan conexión los
episodios en temática o contenido. En 2010 David Benioff y D.B. Weiss, ambos
escritores, comienzan a desarrollar lo que sería la siguiente producción de
HBO, no sin los problemas que conlleva la poca o nula confianza en general por
este género que parecía haber logrado su cúspide con Lord of the Rings.
Aun
con esto en contra, los productores, que cuentan con el completo respaldo y
retroalimentación del autor de la saga, construyeron un equipo que incluye
nombres como el músico: Ramin Djawadi, quien le diera carácter a la Tronomanía
con un tema épico, contundente, que suena durante la ya famosa escena de
créditos, que explica el mapa de Westeros. Un ejército de directores,
fotógrafos, directores de arte, maquillistas, editores, artistas de efectos
especiales y la quirúrgica selección de un centenar de los mejores actores del
mundo, escogidos con extremo cuidado, para representar y dar vida a cada uno de
los personajes que nacen y mueren bajo la pluma de Martin, autor que utiliza
para escribir una vieja computadora con el sistema operativo DOS.
¡Alerta de
Spoiler!
Para
muchos de los que se enganchan con la primera, encuentran una gran decepción al
final, con la muerte de personajes que nos presentan como primordiales, pero
ese es el truco, la canción de hielo y fuego es más que las interacciones
individuales de personajes que tienen finales felices o coincidencias
increíbles, el caso aquí es poder presenciar desde el punto de vista de un
cuervo de tres ojos la verdad de que nadie está a salvo, mientras el invierno
se aproxima, sólo los más astutos, misteriosos, embusteros y asesinos pueden
permanecer aplastando al inocente o al confiado, sin remordimientos pues así es
la vida, cruel e inexplicable.
La
estructura de la tragedia griega está alrededor de la creación de G.R.R.M.
(como lo apodan ya sus fans del infierno), el espectador convencional puede
encontrar que su gusto por cuentos de hadas y finales de novela marca Televisa
se fractura y aun así queda más que enganchado en búsqueda de la siguiente
intriga, odiando al extraordinario Rey Joffrey Baratheon interpretado con
bestialidad sobrehumana por Jack Gleeson, una de esas interpretaciones que, más
allá de los premios, ha generado miles de memes y estados apesadumbrados en
facebook o twitter a su alrededor. El espectador quiere más de un relato tan
efervescente y parece que en cada temporada obtiene más a través de la tripa,
mucha magia negra, desnudos, intriga, sangre y mugre. ¿Qué más se puede pedir?
Como
el acero que se funde y se forja mil veces sin perder filo pero transformado al
fin, la pregunta subyace: ¿Quién se
sentará al final en el trono de hierro a contemplar las tumbas de cientos de
generaciones de Westeros? Véalo o léalo usted mismo... pero es posible que el
resultado le confronte como la muralla de hielo que protege a “Los siete
reinos”. ♦
Por Oscar García