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Raciel D. Martínez nos habla acerca de la nueva película de Sofía Coppola: Ladrones de la fama. “Ahora Sofía filma una historia en apariencia inocua, pero que reitera esa adicción trendy de una sociedad del consumo que endiosa a la moda efímera y justifica la futilidad del crimen”.
En una cultura obsesionada vouyerísticamente por conocer las entrañas de las celebridades, es
todavía más comprensible que surja una banda de asaltantes de estrellas del
espectáculo, como la que Sofía Coppola filma en Ladrones de la fama, basada en una crónica que publicó la revista Vanity Fair acerca de un grupo de adolescentes
que se dedicaron a robar a las actrices y actores más renombrados en el mundo
de la farándula de Los Ángeles.
Habría que recordar que desde la aparición
de las grandes películas en las décadas de los treinta y cuarenta del siglo
pasado, la vida de Hollywood ha sido caldo de cultivo para una prensa
sensacionalista que no ha dudado en tildar a esa cultura como la nueva
Babilonia, siguiendo el título del libro escrito por Kenneth Anger, repleto de
revelaciones indiscretas en torno a la perversidad del ambiente fílmico.
La muestra más patética de esta proclividad
en Estados Unidos por conocer todo alrededor de las celebridades, fue el caso
del corredor de fútbol americano O. J. Simpson, quien inaugura en 1994 la
cobertura de la noticia en directo de la desgracia de uno de los deportistas
con mayor renombre en el american way of
life. Esta propensión de la cultura estadounidense por el antihéroe se
entiende desde el gusto popular por Bonnie y Clyde, pasando por John Dillinger
hasta llegar al citado O. J. (actualmente existe una afición por el personaje
de Charlie Sheen).
Ahora Sofía filma una historia en
apariencia inocua, pero que reitera esa adicción trendy de una sociedad del consumo que endiosa a la moda efímera y
justifica la futilidad del crimen. Ya la Coppola había mostrado su posición
frente a esta sociedad consumista en Perdidos
en Tokio. Recordemos que el reverso de las parejas de sus protagonistas
matizados en tono sleeper –aburridos
en su universo familiar– eran precisamente personajes frívolos involucrados en
la neurosis de la moda y de la figura en general. Somewhere también evidenciaba un punto de vista crítico en torno a
una era del vacío en la industria fílmica.
Sin embargo en esta ocasión, aunque
conserva su punto de vista crítico frente a esta apología adolescente por lo chic, Sofía mantiene una distancia mayor
en comparación al tratamiento que hace de esta clase social en Perdidos en Tokio. Seguramente influye
el carácter periodístico de la publicación de Vanity Fair. La publicación de marras era una crónica que describía
el modus operandi tan ignoto de unos adolescentes que hurtaban las mansiones de
los célebres, que ubicaban a través del Google
earth.
El matiz atemperado que ofrece Coppola en
su narrativa que no califica a sus personajes permite rebasar la viñeta que
hacía en Perdidos en Tokio. En Ladrones de la fama en cambio hay un
fino vértigo en favor de los teenagers,
que permite meternos un poco en este iceberg
de los jóvenes. Tampoco trata de psicoanalizarlos ni evidenciar su comportamiento
criminal por medio de trampas que expliquen sociológicamente su compulsiva
actitud.
En Ladrones
de la fama no hay apología pero tampoco criminalización gratuita ni mucho
menos moralina. El que esté rara la oquedad en la que se sitúan los personajes
es parte consustancial de la obsesión por la fama que no tiene grandes
explicaciones para robar a los famosos, más que el hecho fugaz de sentir la
adrenalina del instante –de ahí la banalidad. Ni siquiera hay una acumulación
del producto de lo robado. Son piezas que presumen en el momento de reventón
–en el propio Facebook–, para luego
rematarlas en una especie de mercado de pulgas muy fashion.
El motivo es claro en Ladrones de la fama: tal es la admiración que se tiene por las
estrellas que la cosificación es la única manera de emparentarse con ellas en
cuando menos lo que dura un pericazo
y una tanda eufórica de hip-hop. Lo cual, a todas luces, es la banalidad del
consumo en estado puro y sin cuento moral de por medio.♦
Ladrones
de la fama. Director: Sofía Coppola. Con: Emma Watson, Leslie Mann y
Taissa Farmiga. Estados Unidos, 2013. Duración: 90 minutos.
Por Raciel D. Martínez