Usted será muy franco pero este quesito no lo había probado |
La exitosa película francesa Amigos
aprovecha la coyuntura actual de la corrección política, derivada del
reconocimiento de la diversidad cultural, para ofrecernos un largo gag
que aprovecha con estupendo ritmo el excedente simbólico positivo que se genera
alrededor de las minorías como los negros y los discapacitados.
Parecería valiente y
hasta osada la postura de los directores Olivier Nakache y Éric Toledano,
porque representan a dichas minorías con un acento irónico y así se salen, eso
sí correctamente, del tabú lacrimógeno que embarga el tratamiento
victimizante tanto de los negros –y más en una sociedad presuntamente altiva
como la francesa– como de los discapacitados.
Para pitorrearse de los
estereotipos, Amigos me parece atinada y suficiente y, hasta cierto
punto, creativa con el uso desparpajado de la mariguana como terapia, y la
propuesta erótica de las orejas con dos y tres chistes hilvanados con mucho punch.
También, y por lo mismo, seguro estoy que participará en la terna de los Óscar
como Mejor Película Extranjera con evidente ventaja para llevarse la estatuilla
y de paso continuar con el dominio francés que inició con garbo estilístico El
artista en 2011. Y que hoy, inclusive, Amigos extiende esta
hegemonía con una distendida mano que pretende mayor entendimiento con los
Estados Unidos a través del uso de la música disco de Earth, wind and fire
para mofarse de la estirada clase rica en Francia.
Sin embargo, Amigos
no es una novedad total; vamos, que lo inteligente está en fructificar y
revertir los clichés multiculturalistas, mas no en el discurso en el
cual se monta y que se origina muchos muchos años atrás. Porro y pop
no hacen verano, veamos por qué. Se trata de un discurso populista que plantea,
a final de cuentas, una lección de clase social para observar las bondades de
una vida simple despojada de los abigarrados hábitos de la burguesía –que, en
conclusión, vencen por sus discretos encantos, como la suculenta tina de baño
de la mansión de Philippe, el millonario tetrapléjico.
Pensemos que este
planteamiento lo encontramos por doquier: en el cine mexicano de melodrama
pedagógico de Ismael Rodríguez; en el cuento La cenicienta, por
supuesto, y en el filme Mujer bonita –su espejo posmoderno–; o en la
caricatura de Ratatouille. Es decir, que lo de Amigos no debiera
sorprender por ese aspecto; insistimos, en todo caso, su pericia estriba en
incluir las tensiones de lo diverso. Y, es más, esta revancha populista data de
poco más de siglo y medio con las novelas por entregas de Eugene Sue, y hasta
podemos trazar como antecedente de Amigos la obra moral de Chales
Dickens, que denuncia la ruina espiritual que acarrea el dinero. Entonces, la
venganza clasista, la burleta contra los ricos, ha sido una constante
compensatoria en los relatos populares vertidos en la literatura, el cine y la
televisión (de hecho, la misma fórmula se repite hasta la grosería en el género
de la telenovela).
Recordemos que todo
Charles Chaplin es eso, precisamente la reivindicación vitalista del pobre
frente a un sistema de cosas y un orden establecido –el policía como centro
receptor de la comedia–. En El gran dictador, filme no sólo actuado sino
también dirigido por Chaplin, de forma sofisticada prevalece como sarcasmo la
veta populista. Estamos hablando no nada más de la sátira política de Adolfo
Hitler, sino asimismo hay una rica secuencia en donde Chaplin retoza en la
barbería con la música de Brahms.
Esto es quizá lo más
acertado de Amigos como narrativa: la pulverización del canon cultural.
A la impresionante ejecución de Vivaldi, Bach y Rimsky-Korsakov –que chotea el
negro con ocurrencias– le opone un ipod con melodías que sólo aspiran a bailar
–sólo eso–. Tal vez Amigos sea una cinta paradigmática donde la sociedad
del espectáculo clama esa sencillez antiburguesa: muera la historia y viva el gag
largo que disfraza a la incorrección política como el nuevo status
–insípido, por cierto. ♦
Amigos. Directores: Olivier
Nakache y Éric Toledano. Con: Omar Sy, Francois Cluzet y Anne Le Ny. Duración:
112 minutos. Francia, 2012.