La
más reciente entrega de Batman, en la versión de Christopher Nolan, se
anuncia como el acontecimiento cinematográfico del verano. Para Luis
Reséndiz, la vacuidad y la grisura son las constantes de esta
superproducción, apenas rescatable por la Gatúbela encarnada por una
carismática Anne Hathaway.
Debido
a una experiencia previa con la publicación de un texto sobre esta
cinta, lanzo la proverbial advertencia al lector: contiene spoilers.
La saga del
Batman de Nolan debe ser uno de los grandes engaños del cine
contemporáneo. No es un cineasta desprovisto de recursos –vaya, allí
están Memento y The Prestige como muestras de su
capacidad– pero sí uno más bien mediano, que se mueve no sin dificultad
en el escabroso terreno de las superproducciones. La culminación de su
proyecto, que sí representó un avance en el formato de entregas de sagas
superheroicas de DC, con un solo director al mando de tres películas,
es la confirmación de la vacuidad de su trilogía.
El
filme comienza con la conmemoración del aniversario luctuoso de Harvey
Dent en la mansión Wayne, que nos permite conocer a Selina Kyle, ladrona
extraordinaire que despoja de las joyas maternas al retirado
Bruce. El millonario lleva ocho años aislado del mundo, ermitaño; justo
los mismos desde que Batman se retiró. Esto hace que uno se cuestione el
coeficiente intelectual y la capacidad de razonamiento de la gente de
Gótica: si ya en la cinta anterior se había hecho mofa de la posibilidad
de que alguien descubriera que Bruce Wayne es Batman, en esta la
credulidad debe extenderse al máximo de querer seguir la cinta sin
problemas. Es decir: el guión de David S. Goyer y Christopher Nolan
necesita de la participación del espectador para ponerle los puntos
sobre las íes a todas las situaciones inverosímiles que lo habitan.
Una
y otra vez, su Batman se revela como el personaje más gris –literal y
metafóricamente, una vez que pensamos en el traje– de toda la saga. El
suyo ha sido siempre un Batman opacado, secundario: en la primera cinta,
la presencia de Liam Nesson y Cillian Murphy dejaban muy atrás a un
pálido Christian Bale; en la segunda, la elaborada actuación de Heath
Ledger y los sólidos acompañamientos de Michael Caine y Gary Oldman
repetían la faena. En esta ocasión, pese a contar con el carisma de Anne
Hathaway, quien sí encarna a una Gatúbela inteligente, toda la cinta
queda exhibida gracias al deficiente trabajo de los demás: el Bane de
Hardy, que impresiona toda la cinta, queda eliminado por un golpe de
guión; Caine, Freeman y Oldman, otrora secundarios de lujo, están aquí
deslucidos, sin chiste. Los dos agregados, Gordon-Levitt y Marion
Cotillard, hacen poco más por la cinta que otorgarle su belleza física.
El
Batman de Nolan terminó por exhibir los agujeros en su construcción
aquí. Fue una obra grande, aparatosa; llamó la atención de muchos e,
incluso, hizo que otros tantos llamaran ‘la mejor película
de la historia’ a su segunda entrega. (Lo hicieron, claro, en ese foro
de la democracia y la ausencia de crítica llamado Internet Movie
DataBase.) La conclusión de la saga, sin embargo, sirvió para una sola
cosa: demostrar que los cientos de millones de dólares de presupuesto,
el volumen altísimo de las composiciones de Zimmer y las explosiones no
crean por sí solos buenas películas, por mucho que lo intenten. ♦
The Dark Knight Rises.
Director: Christopher Nolan. Con: Christian Bale, Anne Hathaway, Tom
Hardy, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Michael Caine, Morgan
Freeman. Estados Unidos, 2012. Duración: 165 minutos.