De Beatles fueron 5


Publicado porJosé Homero el 6:16 p.m.

George Harrison con Victor Spinetti (1930-2012)
Son acaso la banda más famosa de la histeria; revisados, amados, detestados y glorificados a manos iguales. La última visita de Paul McCartney al zócalo del D.F. reactivó momentáneamente la fiebre bitlesca en México, con todo el barullo acostumbrado (y los clásicos villamelones que profesan su fanatismo vitalicio aunque apenas sepan tararear el coro de Hey Jude). Por supuesto, esa fiebre jamás ha parado en Xalapa, con las decenas de tributos bitlescos al año que suele haber (y que redundan en una aburridísima escena musical). Pero si como defensa ante el tribunal celestial tuviéramos que esgrimir cinco canciones suyas como argumento, ¿cuáles serían? Aquí una selección personalísima: se aceptan, por supuesto, toda clase de réplicas. (Consideraciones de la metodología: las grabaciones posteriores a la desintegración de la banda forman parte, según el autor, de la discografía íntegra de los Beatles.)

Julia, The Beatles, también conocido como White Album

El dolor lennoniano por la muerte de su madre, Julia Lennon, nunca había estado tan vivo en una canción: aquí John desgrana ese dolor por la ausencia –un dolor que pocos conocen del todo– y lo resume en una sola y contundente frase que seguramente resonará en los oídos de aquellos que hayan experimentado algo parecido a la orfandad: half of what I said is meaningless, but I say it just to reach you, Julia (la mitad de lo que digo no tiene sentido, pero lo digo sólo para alcanzarte, Julia). Una tristeza goteante, casi palpable: nunca la voz de Lennon se escuchó tan desnuda y sincera.

Real Love, The Beatles: Anthology, disco 3, 1996

De las dos canciones recreadas ex profeso para la antología a partir de grabaciones previas de Lennon, “Real Love” es la más lograda: la voz del beatle muerto traída a la vida gracias a la instrumentación del resto del cuarteto (era 1995 y los tres beatles restantes seguían con vida) y la producción de Jeff Lynne, de Electric Light Orchestra. Volver a escuchar un tema nuevo de los Beatles es uno de los máximos sueños guajiros de la historia; un poco de tecnología y buena fe lo hicieron posible. Además de la anécdota, “Real Love” sí es una buena canción: melancólica, tristísima pero con un dejo de esperanza: allí la letra, que parece dejar un pequeño sitio en la existencia para el amor; allí el resto de los Beatles, que tan sólo acompañan a Lennon en la guitarra y el piano; allí el video que, aunque cursi, no deja de ser hermoso. Nunca escucharemos un tema nuevo de los Beatles (y ojalá nunca sus hijos se junten a tocar en una banda, como se ha escuchado en más de una vez), pero con lo que nos dejaron alcanza y sobra.

Eleanor Rigby/Julia, Love, 2006

Acaso el tema de mayor tristeza y dramatismo en la discografía bitlesca (incluida originalmente en un disco, Revolver, que tiene otros temas que podrían reclamar el título: “For no one” o “Here, there and everywhere”), Eleanor Rigby es también una de las cimas de la composición en solitario de Paul Mcartney al interior de la banda: un tema delicadísimo que parece anclarse en la tradición de la canción inglesa, pero con los adelantos estilísticos e instrumentales que George Martin, máximo productor, añadió al talento de McCartney. Así, hay violines que parecen el acompañamiento sonoro de alguna película francesa en su trágico momento cumbre, mientras Paul narra la historia de gente solitaria y gris: típicos ingleses, tal vez. El mash up que George y Gilles Martin hicieron hace ya seis años, en el que añaden el bellísimo riff inicial de la ya citada “Julia”, es de escucha obligatoria.

Dear Prudence, The Beatles, también conocido como White Album

“Dear Prudence” es, dice un amigo, una canción giratoria. Quizá tenga razón: el riff inicial de la guitarra va y viene sobre sí mismo; escucharla con audífonos da la sensación de estar atrapado en una espiral sonora. La sencilla línea de bajo que McCartney construye es de una contundencia admirable; unas cuantas notas que le dan una base sólida a la voz de Lennon, que se desliza (no encuentro otra forma de decirlo) sobre un riff de guitarra elemental pero hermoso (curiosamente similar al de “Julia”; acaso porque son del mismo álbum). Prudence Farrow, a quien John le escribió el tema, está en deuda eterna con el cuarteto.

A day in the life, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band

Una épica pop de cinco minutos y medio que, para efectos prácticos, resume la carrera de los Beatles: composición tradicional mezclada con lo más avanzado en técnica de grabación y ejecución; un fuerte sentido de la experimentación con las raíces bien firmes en la estructura de la canción pop. Así, “A day in the life” es –probablemente, dado que “Tomorrow Never Knows” también podría reclamar la corona– la summa de la composición beatle; el punto máximo (o uno de los más altos) al que llegó el cuarteto. El sonoro crescendo que comienza al minuto 1.45, pero que se intuye desde el inicio del tema, marca la división y unión entre la parte de John –el inicio, con esa voz que resuena de forma parecida a lo que debe ser lo angelical y un tempo bastante más calmado– y la de Paul, un pop apresurado en el que estalla la instrumentación que en la primera mitad apenas se intuye: dos temas distintos convertidos en uno solo. El segundo crescendo, el definitivo, es acaso el epítome de la locura: una bellísima disonancia orquestal que se eleva casi hasta el punto de lo intolerable, para terminar con el sonido de tres pianos Steinway firmando el final de uno de los máximos discos que se pueden escuchar en la historia. 

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