Estimado Patrón:
La verdad, señor director, no entiendo que me presione para que escriba sobre los medios de comunicación locales. Los cambios son pocos y si los hay, son para retroceder. No sé si ya escuchó el nuevo giro de una de las estaciones del Grupo Oliva Radio. Si no, súbase a un taxi y casi seguro recibirá la orden: “¡Cámbiale! ¡Escúchala!... ¡El Patrón! Caray, en la lógica de la concordancia gramatical ¿no debería ser La Patrona? Ya empezamos mal.
A partir de este año, la publicidad de dicha emisora radiofónica fue avasalladora. Inundó a Xalapa como las lluvias encharcan a esta paradójica ciudad que era manantial sobre arena y hoy es pavimento sobre baches. (¿Existirá alguna palabra náhuatl para designar con más exactitud contemporánea a la antes apacible capital del estado?)
En
épocas donde se supone la democracia se construye y los medios de
comunicación deberían alentar la participación igualitaria, horizontal,
surge un nombre que no da cabida más que al autoritarismo y la
arrogancia: El Patrón. Puede ser una ocurrencia pero queda claro un
mensaje. “Aquí sólo mis chicharrones truenan”.
Pero
el nombre no es original, hay una estación en Atlanta exactamente con
el mismo nombre dedicada a difundir música norteña. Cuenta con su
página en Internet donde difunde noticias de grupos y cantantes, más
información banal y fotografías de mujeres espectaculares. Exactamente
igual, El Patrón de Xalapa y su repetidora de Córdoba, cuentan con el
mismo formato.
La
programación se nutre de “Las mañanitas del Patrón todos van pa’rriba”,
con Citlalli García y Juana Ortigoza; “Las viejas del patrón. Las
cantaste y las bailaste”, con Federico Ríos y Michelle Arano; “Las
tandas del patrón”, con El Pollo, El Bicho y Nelly Portilla; “Me las
pides te las pongo”, con Nelly Portilla, Michelle Arano y Sammy
Martínez; “Las noches del patrón”, con El Pollo y Nelly Portilla; “Las
12 grandes del patrón”, con Federico Ríos; todos los conductores con su
estilo “siempre soy feliz y si puedo me burlo de ti”, y para rematar los
sábados, un lamentable programa de niños con Jimmy The Clown.
Confieso
que me gusta mucha música norteña; dentro de la rica diversidad
cultural de México, los pueblos del Norte han aportado corridos, polkas y
boleros que son parte esencial de la cultura popular. Pero al oír la
música que predomina con cantantes desentonados, covers transportados
al estilo de las “bandas”, letras que abundan en lugares comunes y que
han ido transformando el gusto veracruzano hacia el estilo norteño que,
más que simple moda, pareciera proyecto de vida.
Basta
sentarse en Los Portales de Veracruz para notar cómo la música
tradicional ha sido invadida por grupos norteños. ¿Será que por aquí
entran los “nortes” y por eso la identificación? Al menos no me imagino
llegar a Mazatlán para disfrutar un exquisito cóctel de camarones, un
pescado sarandeado acompañado de una Pacífico bien fría y oír a grupos
de son jarocho o son cubano o salsa.
He
disfrutado bandas herederas de El Recodo de Cruz Lizárraga, que de
pronto son verdaderas orquestas sinfónicas donde la tuba, el clarinete,
los trombones, el acordeón, las tarolas, el acordeón, las guitarras, el
bajo sexto tienen una sonoridad espectacular y las letras ingeniosas y
festivas que junto con el relato de leyendas a través de los corridos
son una invitación a la creatividad constante.
Pero
la música de la programación de El Patrón es muy mala, es una constante
de “arreglos” musicales acompañando a cantantes que no pasarían la
primera ronda de La Academia; son una verdadera tortura para el oído.
Los instrumentos de viento son usados sin misericordia y los intérpretes
me estimulan a que yo cante: si ellos pueden, ¿por qué yo no?
Claro
que hay sus excepciones; como sabemos, Los Tigres del Norte se cuecen
aparte e incluso hay grabaciones chunchaqueras que en su momento fueron
criticadas pero que ahora resultan simpáticas ante tanta estulticia
musical. Por supuesto que es música que a muchos les gusta y a base de
machacar en la radio y en los bailes populares (por ejemplo, el famoso
pasito duranguense es una de las más ridículas expresiones dancísticas
que he visto en mi vida) se impone. A mí en lo particular, no. Ahora, si
por alguna razón tengo que abordar un taxi, primero verifico que no
lleve sintonizado El Patrón, para evitar una tortura musical. Aunque en
una de esas estoy de suerte y me toca oír a la Sonora Santanera o las
letras de los Tigres del Norte.
Hay
músicas que marcan épocas y que son un retrato de la sociedad que las
construye. Alguien, dentro de unos años, definirá cómo eran los
veracruzanos que escuchaban la música de El Patrón y su contexto. Tal
vez no sea buena conclusión.♦