La Negra Graciana [Fotografía: Claudio Torres Nachón] |
La Negra Graciana, una de las figuras más
representativas de la cultura popular veracruzana, partió de este mundo el
pasado 29 de julio. La arpista y versadora jarocha nació en 1933 en el poblado
de Puente Izcoalco, cerca del puerto de Veracruz, donde hizo carrera en bares y
plazas. Eduardo Sánchez Rodríguez escribe sobre sus triunfos memorables en los
escenarios europeos más importantes, incluyendo sus escasas grabaciones y su
vida peregrina sin apoyo de las instituciones culturales del estado.
Es mi
versada muy guapa que ustedes están escuchando
porque
pal barrio de La Huaca, con gusto le estoy cantando.
La
Negra Graciana
“Pero miren yo lo
que les voy a decir, este reconocimiento, de aquí, en La Huaca, lo voy a sentir
más que ningún otro reconocimiento que me hagan por fuera. Porque yo sé que así
como yo soy humilde, aquí también mi gente humilde me ha hecho este
reconocimiento con todo corazón y con todo cariño, y con ese cariño lo siento
en mi corazón. Escuchen las palabras que yo les digo, estoy muy contenta, muy
agradecida con este barrio de La Huaca, que en mi vida pensaba yo que aquí me
iban a hacer mi primer reconocimiento, mire usted que lindeza tan bonita, y
estoy muy agradecida –como dijo Pedro Vargas– muy agradecida, y muchísimas
gracias a todas las personas que me han hecho este reconocimiento. Doy las
gracias, bastantes señores, muchísimas gracias”. Estas fueron las palabras, con
su peculiar estilo, de la arpista jarocha Graciana Silva García, mejor conocida
por el pueblo como La Negra Graciana, durante el reconocimiento que le
ofrecieron el colectivo Piedra Muca y habitantes del popular barrio el 12 de
diciembre de 2008, antes de arrancarse con La guacamaya durante el
Fandango Extramuros. Un saludo a doña Concha y a la maestra Palominos. Meses
antes, al planear ese fandango, un miembro del colectivo escuchó una entrevista
donde La Negra pedía que si alguien pretendía reconocer su labor, fuera
en vida; que después ya para qué.
Graciana
nació el 18 de diciembre de 1933, y es oriunda del poblado Puente Izcoalco, en
el municipio de Medellín, cercano al puerto de Veracruz, municipio de profunda
tradición fandanguera desde tiempos de la Colonia, como lo demuestra la
descripción de un fandango ocurrido en 1781 que Antonio García de León cita en
su libro Fandango, el ritual del mundo jarocho a través de los siglos.
La última vez que la vi fue en el Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan este
año, durante la presentación del documental sobre ella: Tu memoria, nuestra
historia. Llegó ya muy deteriorada de salud pero con el gran entusiasmo que
la caracterizaba, era profundamente religiosa y en su charla hace continua
mención de los santos y vírgenes. Allí narró su nacimiento en el seno de una
familia musical, su padre era jaranero y su madre cantaba e improvisaba versos;
cuando tenía diez años, su padre le pidió al arpista Rodrigo Rodríguez que
enseñara su arte al hermano de Graciana, Pino Silva (quien más tarde tocaría
jarana y violín); él no fue un gran alumno pero dio pie para que ella conociera
su pasión: “Un día mi papá fue por don Rodrigo, un arpista cieguito de los dos ojos,
a su rancho y se lo trajo a Puente Izcoalco para que le diera clases a mi
hermano. Cuando llegó a la casa y empezó a afinar el instrumento ¡qué cosa más
linda! Sentí como si me diera un salto el corazón. Yo oí esos sonidos tan
bonitos que…no sé como explicártelo, fue entonces que me dije ‘yo voy a tocar
el arpa’”.
Durante
su juventud, su padre la llevaba a las fiestas tradicionales y el público se
sorprendía que siendo tan jovencita pudiera tocar el arpa con tal sensibilidad
y dominio, y su fama creció por los alrededores de Veracruz. Su maestro,
Rodrigo Rodríguez, siempre fue su guía. Al principio tocaba con los arpegios
usuales hasta que tuvo la destreza necesaria para los cambios rápidos y las
improvisaciones, que fueron su sello característico, poseía un particular
timbre de voz y estilo. Es conocida también por sus décimas cantadas, en su
mayoría improvisadas; siempre con humor y una pizca de ironía. Durante muchos
años, Graciana salía cada mañana de su casa al puerto, acompañada de su arpa, a
tocar en los bares y en los Portales, por lo que era muy conocida por los
parroquianos.
En
1994, Discos Corazón grabó su primer disco: La Negra Graciana, sones
jarochos con el trío Silva, acompañada de su hermano Pino Silva en la
jarana, Zeferino Romero en el requinto y su cuñada Elena Huerta, que es también
arpista. Grabaron 18 sones tradicionales y antiguos que su padre había amado,
como El siquisirí y El balajú. Disco que permitió a La Negra presentarse
en prestigiados teatros de Europa y América, como el Royal Festival Hall y el
Barbican de Londres, Harbour Center de
Toronto, el Theatre de la Ville, en París (donde realizó su segunda grabación
en 1999: En vivo desde el Theatre de la Ville), y en The
Mexico-Festival, en Berlín. En 2004 lanzó su tercera y última grabación: Moliendo
café. Graciana anduvo, además, por Bélgica, Holanda, Portugal, España,
Estados Unidos, Venezuela y Cuba. Todo ello sucedió, como compartió con su
peculiar estilo durante su reconocimiento en La Huaca: “por la linda arpa y por
mi talento. Y cosa de que yo desde chica me gustó mucho aprender el arpa; no la
sé tocar muy bien, sinceramente, medio sé tocar. Pero con ese poquitito que yo
sé he andado muchos lados. Para mí esto ha sido un sueño, que ya ahorita, como
quien dice, se me está pasando; porque ahorita me estoy empezando a poner
baldada de mis piernas y bueno, pero le doy gracias a Dios que he andado
bastante y he conocido muchos lugares, ¡bendito sea Dios! ¿verdad?, y a María
Santísima. Muchísimas gracias a todos ustedes. Yo he sido la mujer más humilde
de todo Veracruz y en todo México. Soy una mujer humilde y no he sido
pretenciosa contra nadie, no lo he sido ni lo seré; y por eso no saben el gusto
tan grande que me ha dado este reconocimiento que me han dado aquí en este
barrio, ¡por Dios y mi madre que les digo la verdad! Se los agradezco con todo
el corazón, y se los vuelvo a repetir: este homenaje lo voy a grabar más en mi cerebro que si algún día me vuelven
a hacer otro por otro lugar. ¿Por qué? Porque las autoridades, sinceramente,
las más grandes, nunca me han reconocido. Me han reconocido las más bajitas,
como ustedes aquí, y por eso estoy muy contenta ¡Gracias!”. Así cerró su
maravillosa charla... hace ya cinco años.
La
Negra ha partido y observar
cómo las instituciones culturales se montan en el suceso, obliga a una
reflexión sobre el reconocimiento a la labor de artistas que, como ella,
representan la verdadera cultura popular. La posibilidad de que cuenten con un
apoyo a su trabajo y a no ser tan vulnerables en su vejez debería ser una
realidad. La abuela de una amiga me dijo estas sabias palabras: “tanto sirve a
sus hermanos el que cosecha los granos como aquel que sin pereza nos revela la
belleza”. Otra amiga que trabaja en la panza del monstruo, opina molesta: “El
Ivec debería reconocer en vida a los artistas veracruzanos que están en el
olvido, y que son los representantes de la cultura veracruzana. Cada recinto
cultural en el estado podría registrar y reconocer a los artistas locales con
obras de nuevos artistas para provocar que el arte tradicional y el arte joven
caminen juntos”. Interesante. Por supuesto, el Instituto Veracruzano de la
Cultura ofrecerá pronto un homenaje a La Negra en el Teatro de la
Reforma de Veracruz.
Graciana
estuvo casada dos veces y procreó ocho hijos. Falleció el 29 de julio pasado en
el puerto de Veracruz y, aunque este icono del son jarocho fue menospreciada en
su tierra, su fallecimiento fue noticia en las secciones culturales de los
principales periódicos y noticiarios del país. Aunque reconoció que le hubiera
gustado triunfar más joven, “estoy tranquila y a gusto”, concluyó. ¡Buen viaje,
Negrita! ♦
Por Eduardo Sánchez Rodríguez